El nicho central con la imagen de San
Carlos Borromeo está enmarcado por un arco de medio punto con intradós decorado con
palmas de peregrino, por columnas con querubines alados, por abajo con un
medallón de la Orden Trinitaria y arriba por un grutesco con palmetas.
El cuerpo inferior está estructurado como un
retablo con las calles laterales cóncavas divididas en dos
niveles mediante hornacinas con esculturas de santos de los Trinitarios, y
una calle central convexa con dos niveles, el de la puerta y el de la
hornacina con su propia escultura dedicada a San Carlos Borromeo. Las altas
columnas compuestas funden en sus capiteles elementos de los órdenes jónico y
corintio.
El edificio muestra en su expresividad teatral, su dinámica
de volúmenes, su tensión dramática plena de movimiento e inestabilidad
estructural y en sus juegos de contrastes de formas y luz, la plenitud de a
estética barroca del siglo XVII, que ha sido definido como un periodo de crisis
ideológica y religiosa, una época de guerras, de conflictos tanto materiales
como espirituales, y no solo entre protestantes y católicos.
La Iglesia católica de entonces es contrarreformista, siguiendo
las pautas establecidas en el Concilio de Trento, y pretende atraer a los
fieles con un mensaje que aúna lo visual y lo emocional:
movimiento, sorpresa, exageración, irracionalidad... Pero a la
vez se fundamenta en un sólido conocimiento de la razón, una contradicción que
no es tan extraña, pues solo desde el pleno dominio del lenguaje renacentista y
manierista la arquitectura del siglo XVII podía elevarse hacia la perfección
barroca.
Contexto histórico-artístico.
Gian Lorenzo Bernini (1598-1680) y
Francesco Borromini (1599-1667) son los grandes arquitectos del siglo
XVII en Roma, su auténtica edad de oro arquitectónica, cuando el primero
realiza la extraordinaria plaza de San Pedro del Vaticano y otros encargos
monumentales para los papas, y goza de un enorme prestigio en Europa, mientras
que el segundo, de menor éxito entre la élite, lo que tal vez incentiva su carácter atormentado, se ha de conformar con encargos
de instituciones religiosas de menor poder económico,
El gusto de Borromini por el volumen y el
movimiento le emparenta con la manera de hacer de Bernini (y su
modelo Miguel Ángel), pero si Bernini es un clasicista, en
cambio Borromini es un anticlasicista, que experimenta y transgrede
las convenciones que su gran rival a su modo respetaba.
Las mejores fachadas de Francesco
Borromini en Roma son las de San Carlo alle Quattro Fontane, Santa Agnese in
Agone y San Ivo alla Sapienza, para órdenes religiosas, con sus curvas y
contracurvas y su interpenetración de figuras geométricas.
San Carlo alle Quattro Fontane (1638-1641
y 1665-1667) muestra una gran plasticidad, con un juego de órdenes de escala
monumental y humana, con una sabia disposición de los formas curvas.
Santa Agnese in Agone (1652-1757) tiene un
gran efectismo visual, con una cúpula que avanza respecto a la fachada hacia la
Piazza Navona como punto de partida para su visión. Su fachada de
órdenes clásicos se recrea en los ritmos y el movimiento.
Sant Ivo alla Sapienza (1642-1662) tiene una estructura determinada por sus atrevidos volúmenes, que dominan sobre la decoración.
La Galleria Spada (1653) de Borromini está
diseñada con un efecto de profundidad d especial eficacia: con solo 8,6 metros
de largo aparenta unos 30 metros.
En el norte de Italia destacan los
arquitectos de la ciudad de Turín, como Guarini y Juvara, y de Venecia, como
Longhena.
El gran arquitecto piamontés Guarini
(1624-1683) es autor de la capilla del Santo Sudario de Turín, que alberga una de
las grandes reliquias de la Cristiandad.
Filipo Juvara realiza la gran Basílica de
Superga (1717-1731) en Turín, con una planta barroca de octógono irregular y un
pórtico clásico, con atrio exterior y atrio interior; es una fórmula mixta de
tradición basilical; también realizará el Palacio Real de Madrid (1738-1764,
terminado por Sacchetti).
En Venecia destaca el arquitecto
Baldassare Longhena, autor de la espectacular Santa Maria della Salute, de
atrevido movimiento barroco en su exterior.
Influencias anteriores y posteriores.
Las influencias anteriores en Borromini son múltiples, desde elementos que perviven del gótico como el arco conopial; renacentistas clásicos como la balaustrada o los medallones, manieristas tomados de Miguel Ángel como el orden gigante de las columnas o las parejas de dobles columnas (aunque Borromini las separa).
Un ejemplo de su influencia posterior más inmediata es la fachada de la catedral de Valencia (1703-1713) de Conrado Rudolf.
La Casa Milá, llamada La Pedrera (1912) de Gaudí, en Barcelona.
Más distante en el tiempo es su influjo en Gaudí, que experimenta con sus muros alabeados en la Casa Milà o el Parque Güell de Barcelona, enlazando con la corriente expresionista de la arquitectura del siglo XX, hasta la deconstrucción de Gehry en el Museo Guggenheim de Bilbao.
1 comentario:
Muchas gracias. Fue muy útil para mi trabajo. Esta muy bien detallado y bien explicado que me resulta fácil de entender.... GRACIAS
Publicar un comentario