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miércoles, 1 de abril de 2015

Arte paleocristiano.

EL ARTE PALEOCRISTIANO.

INTRODUCCIÓN.
EL ARTE PALEOCRISTIANO: ENTRE LA ANTIGÜEDAD Y LA EDAD MEDIA.
La espiritualización del pensamiento estético del Bajo Imperio.
El neoplatonismo.
La Patrística: base filosófica del arte medieval.

LA ARQUITECTURA.
Antecedentes.
Las catacumbas.
Las catacumbas de San Calixto.
La primera arquitectura cristiana.
Los primeros modelos de basílicas.
La estructura de las basílicas.
Las primeras grandes obras de Constantino.
La tipología arquitectónica.
La basílica occidental.
La basílica oriental.
La basílica oriental en Palestina.
La basílica oriental en Grecia.
La arquitectura en las capitales y las regiones.
Roma.
Milán.
Rávena.
El baptisterio occidental.
Los mausoleos en Occidente.
La primera arquitectura monástica y los santuarios en Oriente.


LA ICONOGRAFIA Y LAS PRIMERAS OBRAS.
LA PINTURA.
Introducción.
La evolución pictórica.
La pintura mural.
La forma pictórica.
La iconografía pictórica.
La miniatura o pintura miniada.
EL MOSAICO.
Introducción.
La evolución en Occidente.
La evolución en Oriente.
La iconografía musivaria.
LA ESCULTURA.
Introducción.
La escultura exenta.
La escultura funeraria de sarcófagos.
Escultura en Oriente.
Escultura. Comentario: El Sarcófago Dogmático.
LAS ARTES MENORES.
El vidrio.
La metalistería y orfebrería.
FUENTES.

INTRODUCCIÓN.
El arte de los primeros cristianos se abrió camino desde su ocultación en el siglo I hasta el triunfo en el siglo IV. En medio hubo de superar numerosas dificultades. La mayor fue sin duda la persecución imperial.
Un decreto senatorial del año 35 declaró a la religión cristiana “strana et illicita”, extraña e ilícita. Tácito la llamó “exitialis” (perniciosa), Plinio, “prava et inmódica” (malvada y desenfrenada), Suetonio, “nova et maléfica” (nueva y maléfica), y Octavio de Minucia, “tenebrosa et lucífuga” (tenebrosa y enemiga de la luz). Era considerada el enemigo más peligroso del poder de Roma, que se basaba en la antigua religión nacional y en el culto del emperador, instrumento y símbolo de la fuerza y de la unidad del Imperio. Los primeros cristianos tuvieron pocos momentos de tolerancia, pues desde Nerón hasta Diocleciano, aproximadamente desde el 67 hasta el 303, solamente algunos de los Antoninos y los Severos les permitieron el culto libre.
Pero a principios del siglo IV llegó la libertad plena, gracias al emperador Constantino.
El arte paleocristiano está vinculado directamente a las formas estéticas paganas y profanas pero con el añadido de un sentido religioso cristiano. Este proceso de cambio fue anterior a la victoria del cristianismo ya que desde finales del siglo II ya se advierte el abandono del modelo helenístico a lo largo de una compleja crisis política, económica, social y cultural, de la que nace un arte plebeyo, popular, cuyos rasgos oficializará Constantino al convertirlos también en el estilo imperial.
La espiritualización del arte es su fundamento ideológico. El neoplatonismo de Plotino (siglo III) influye en las teorías tanto de los artistas paganos como de los cristianos y determinará el pensamiento estético de la Patrística.
Son sus fundamentos: la asimilación de la Idea al Dios único, la emanación de la verdadera belleza desde este (lo bello es reflejo de Dios), la superioridad de la belleza de las ideas sobre la belleza natural, el gusto por la luz y el brillo, la búsqueda de la proporción y la utilidad, el simbolismo de las imágenes (primando el contenido sobre la forma).
El arte copto tiene una entrada propia y resumo aquí solo que es el producido en Egipto desde el siglo III hasta fechas muy posteriores, Tiene unas características comunes con el arte paleocristiano y otras que le son propias, por lo que muchos académicos le incluyen en el conjunto del arte paleocristiano pero otros le otorgan una identidad distinta aunque reconocen las grandes afinidades,

EL ARTE PALEOCRISTIANO: ENTRE LA ANTIGÜEDAD Y LA EDAD MEDIA.
La espiritualización del pensamiento y la estética del Bajo Imperio.
La Antigüedad Tardía está determinada por la oficialización y extensión del cristianismo, una religión oriental de carácter irracional que sustituye a la racionalidad de la religión pagana del mundo clásico.
Es importante destacar que el proceso de cambio fue anterior a la victoria del cristianismo. Ya a finales del siglo II se advierte el abandono del arte helenístico, cuando nace un arte plebeyo, que se oficializará con Constantino, como nos señala Bian­chi Bandinelli: ‹‹En el abandono de la tradición helenística, en el gran giro que pone fin al arte de la antigüedad y señala el comienzo de la cultura artística bizantina y medieval, han actuado antes que nada fermentos internos de la sociedad romana, que han con­ducido a un profundo cambio de sus estructuras e ideologías y, por tanto, de su expresión artística›› [Bianchi Bandinelli. Del Helenismo a la Edad Media: 146.].
Podemos ver en los bajorrelieves que nos muestran al emperador como hay ya ciertos rasgos medievales: posición y proporción jerárquica, rigidez sin elegancia de las figuras y de los ropajes, pérdida de perspectiva en la disposición, etc. La composición es presentativa pues prima la presentación sobre la narratividad. Hay, pues, una nueva iconografía, que nos mues­tra al emperador en posición de Maiestas, un probable influjo del arte sasánida y, en general, del arte oriental, tanto en la forma como en el tema.
Esta evolución desde el arte clásico hasta el medieval no será continua, sino que a lo largo de la Edad Media asistiremos a breves (y a la postre abortados) Renacimientos, retornos puntuales al clasicismo, como en las épocas de Constantino, Justiniano o Carlomagno.
Bandinelli nos refiere que la crisis del Imperio es al mismo tiempo política, económica, social y, sobre todo, espiritual, como se advierte en la filosofía y en la religión. Esta crisis espiritual se refleja en las Meditaciones de Marco Aurelio: ‹‹Adonde puede un hombre retirarse mejor que a su propia alma››.
En lo religioso el politeísmo pagano (racional y tolerante) va siendo sustituido progresivamente a lo largo del siglo III por las religiones orientales como el mitraísmo y el culto de Isis y, sobre todo, por el propio cristianismo. Estos cultos se asemejan en su monoteísmo (a veces encubierto), las prácticas rituales y místicas, y la vertiente de la irracionalidad.

El neoplatonismo.
El espiritualismo llegó a la filosofía e hizo una lectura trascendentalista del pensamiento clásico.
Plotino (205-270), viajero por Persia y la India, psicólogo, esteta, místico, el último gran racionalista helénico, inspirador del teocentrismo medieval, es desde su establecimiento en Roma en 245 el adalid del neoplatonismo y del retorno a Platón (junto a Aristóteles y los estoicos), aunque con una lectura crítica que le supera. Su importancia es doble, por su in­fluencia en la alta sociedad pagana romana, como el emperador Juliano el Apóstata un siglo después; y porque permite incorporar los temas y las formas clásicas al balbuciente cristia­nismo.
Sus obras estéticas principales, formando parte de las Eneadas, son el Tratado de lo bello y el Tratado de la belleza inteligible, de tesis platonianas en lo esencial pero que incide en unas importantes diferencias.
Mientras Platón concebía el Universo como una pirámide jerárquica, con las Ideas dominando a las Formas sensibles, y consideraba a esas Ideas como la encarnación del Bien, la Verdad y la Belleza absolutos, Plotino introduce el matiz de asimilar la Idea al Dios Unico, impersonal, origen de todo, un Dios que será en sí mismo el Bien, la Verdad y la Belleza absolutos.
Otro concepto propiamente plotiniano será el de la emanación, esto es que todo emana de la Luz (Dios), de lo que sigue que ‹‹lo bello es lo que brilla››. Si el hombre desea una visión de Dios, de la verdadera belleza, debe cumplir un proceso de introspección buscando la belleza en su propia alma. Porfirio, discípulo de Plotino, ‹‹decía de su maestro que caminaba como quien se siente avergonzado de tener cuerpo›› [Plotino. cit. Pevsner, Breve historia de la arquitectura europea: 22.]
Estas teorías no rehusan la belleza sensual (Plotino admira las artes visuales y no usa la música o la literatura para dar ejemplos), pero reducen su valor, pues consideran al arte como una sombra de la Idea. Así, el arte debe tener una función moral, como escalón para alcanzar la verdadera belleza, de modo que el hombre debe alzarse sobre la mera belleza física si no quiere perder su alma.
 En suma, para Plotino el fin supremo del alma humana es liberarse de la inclinación hacia lo sensible, pues por naturaleza pertenece a un mundo más alto. Deberá purificarse el cuerpo (catarsis), si bien Eros puede llevar a la Belleza suprasensual a través de la belleza sensual, que no es negativa, sino cuando se confunde con su soporte material.

La Patrística: base filosofica del arte medieval.
La influencia de las teorías de Plotino será evidente en la Patrística y durará al menos hasta el siglo XIII.
San Agustín unirá el concepto plotiniano de Luz al clásico de la Proporción, aunando el Neoplatonismo y la cultura grecorromana. Los autores principales, entre los siglos III y VI, tanto en Oriente como en Occidente, desde San Jerónimo hasta San Gregorio Magno, cristianizan los contenidos y las formas clásicos, sin llegar jamás a una ruptura total. Herederos de lo clásico, formados en sus libros, no podían dejar de estar influidos por el mundo antiguo.
No surgen en la Edad Media tratados sistemáticos sobre la Estética, pues la belleza es un atributo exclusivo de Dios, siendo la belleza sensible un mero reflejo (por emanación) de la Belleza, pero sí se dan opiniones extrapolables a una estética general, resumible en cinco tesis:
1) Toda forma natural sólo será bella si “participa” por reflejo de los atributos de la Divinidad. El Arte es un medio para acceder a la Belleza, a Dios.
2) El culto a la proporción, de influencia pitagórica y clásica, se cristianiza. Para San Agustín, nuestro Dios, único e inmutable, ha creado el mundo según leyes de armonía y or­den, de rango numérico. Esto revaloriza las artes que utilizan las matemáticas, en especial la música y la arquitectura, mientras que las artes plásticas se desprecian como ilusorias.
3) La fuerte tendencia hacia el simbolismo. El símbolo y la alegoría son conceptos que surgen de la obra de Plotino y de fuentes bíblicas. El símbolo será un paso más en la ascensión hacia Dios. Cristo será el Buen Pastor y el demonio será la serpiente. Así la función del arte será mostrar la realidad trascendente, con signos espirituales y esquemáticos, incluso sustituyendo la figuración con signos convencionales.
4) La atracción por la luz y el brillo.
5) La utilidad de la belleza, la utilitas como norma artística, ya defendida por San Basilio en el siglo IV. El Génesis dice que si el mundo es hermoso es porque alcanzó los motivos por los que fue creado. Esta tesis influirá luego en la polémica iconoclasta.
En definitiva la Patrística establece el dogma artístico de que el contenido del Arte lo fija el teólogo, mientras que el artesano será un simple ejecutor de sus órdenes. Sólo el hombre santo capta la verdadera belleza.
La belleza terrestre es pues sólo una Teofanía, una manifestación simbólica de la belleza de Dios y por ello se cristianizan el número y la proporción. Así, el baptisterio es usualmente octogonal porque el 8 es un número simbólico de la Resurrección, en el octavo día tras la Creación, y en Cluny se prestigia la relación 1/3  como símbolo de la Trinidad.
El arte figurativo puede verse así desde dos posiciones: Una afirmativa si es aceptado como Teofanía. Otra negativa, si es rechazado como poco divino o, por el contrario, demasiado natural. Esta polémica perdurará hasta el siglo IX y en ella intervienen factores contradictorios: la crisis tardorromana es a la vez política, económica, social, cultural y religiosa, con la oficialización y extensión de una religión oriental, servida por intelectuales educados en la tradición cultural grecorromana, mientras que al mismo tiempo se tiende a una semidivinización del emperador, de acuerdo a influencias también orientales, ya presentes en la época clásica de Augusto.
A favor de la imagen religiosa hay factores como:
- La relevancia político-religiosa de la imagen del emperador, plasmada en todos los lugares del Imperio.
- La icodulia siempre presente en las religiones al venerar los objetos asociados a los santos o a la Divinidad (las reliquias santas), dotados de un sentido mágico si tienen una “autenticidad inherente”. Esta icodulia es evidente ya en los primeros siglos del cristianismo. San Gregorio Magno establecerá que basta cualquier objeto tocado por un cuerpo santo.
En contra de la imagen religiosa hay factores como:
- La raíz judía de la religión cristiana, siempre contraria a las imágenes.
- La actitud de las clases elevadas del Imperio, que rechazan la figuración por estar asociada a las clases bajas.
La vía intermedia se sostiene sobre la filosofía neoplatónica, defendida por Plotino, que valora las imágenes como portadoras de belleza, aunque con severas condiciones.
Estas tres líneas confluyen sobre la doctrina de la Patrística, explicando la dificultad de un criterio uniforme. 
Las dos posiciones fundamentales serán durante largo tiempo:
-El rechazo de las imágenes artísticas, con San Clemente de Alejandría (siglo III) y sobre todo San Agustín (siglo V), quien dirá: ‹‹La belleza no puede percibirse en ninguna materia corpórea››
En los primeros tiempos de la cristiandad se siguió al pie de la letra el mandato bíblico de no hacer imagen visible de Dios: “No harás escultura, ni imagen alguna de nada de lo que hay arriba en el cielo, o aquí abajo en la tierra, o en el agua debajo de la tierra. No te postrarás ante ellas, ni les rendirás culto” (Ex 20,4-5).
La trascendencia de Dios surgía de su Palabra, no de sus imágenes. San Pablo en su “Carta a los Romanos” dice: “Alardeando de sabios, se han hecho necios y han trocado la gloria del Dios incorruptible por representaciones de hombres corruptibles, e incluso de aves, de cuadrúpedos y de reptiles. Para la fe cristiana es crucial que a Dios, que es espíritu, hay que adorarlo en espíritu y en verdad, no en imágenes”.
-La otra posición es la aceptación de las imágenes artísticas siempre que tengan un carácter religioso, por su valor simbólico, no por su valor como ídolo. 
Clemente de Alejandría fue el primero de los grandes Padres de la Iglesia en reconocer la diferencia entre los términos ídolon” e “ikonon”. El primero suponía una idea pagana, un dios fabricado por la mano del hombre; el segundo vocablo representaba la imagen aceptable de Dios. Clemente llegará a aconsejar el conocimiento de Cristo mediante la utilización de los símbolos, advirtiendo, no obstante, que el cristiano debe evitar caer en la mentalidad pagana de la iconodulia.
San Basilio Magno, en el año 379, en el capítulo III de su segunda carta “De vita solitaria”, habla de la vida de los santos como modelos a los que podemos mirar como imágenes hechas por un pintor. En su “Tratado sobre el Espíritu Santo”, señala que en Dios Padre y su Divino Hijo se contempla una sola imagen de la divinidad, sin diferencia. Su gloria no se divide en dos partes, sino que es única, lo que le hace exclamar: “El honor hecho a las imágenes se traslada al prototipo”. Con estas palabras da a conocer el fundamento teológico para la veneración de las imágenes.
La principal misión del arte de los primeros años del cristianismo ya oficial radicaba en hacer destacar la misión divina de Jesús, no su personalidad ni sus experiencias humanas. Fue utilizado como una fuente de enseñanza y catequesis, lo cual explica que la Iglesia autorizara la decoración con escenas bíblicas (del Antiguo y Nuevo Testamento) en las bóvedas, muros, altares y el mobiliario litúrgico de sus templos, utilizándose también con los mismos fines la vida de los santos.

La polémica entre las dos grandes posiciones doctrinales se mantiene a lo largo de los siglos y se extiende a Bizancio, que sufre las crisis iconoclastas, y el Islam, que como la gran mayoría de las religiones semíticas rechaza o minusvalora desde un principio la imagen. En Occidente la polémica queda marcada por la invasión de los pueblos germánicos, que por un lado acrecientan el poder de la Iglesia y por el otro traen su propia tradición no figurativa.
Hasta el siglo VI, con el papa San Gregorio Magno (590-604), no se llega a un criterio común en Occidente, que perdurará hasta el siglo XIV. En una carta al obispo iconoclasta de Marsella, el papa acepta el papel de las imágenes religiosas, por su función utilitaria de docencia (no por la de la veneración), pues la imagen potencia la aprehensión de los contenidos orales (era una cultura iletrada) y estimula una conducta correcta de los fieles (por su impacto emocional).

PERIODIZACIÓN.
El arte paleocristiano o cristiano primitivo se desarrolló desde el siglo III hasta el siglo V, cuando  se crean los reinos germánicos de Occidente y en Oriente comienza la forja del arte bizantino. Para algunos autores se extiende incluso hasta el siglo VI en España y el norte de África, mientras que en Oriente se extendería hasta que dio paso a las formas bizantinas en la época de Justiniano (emperador en 527-565), a mediados del siglo VI, según las tesis de André Grabar y otros autores.
Sus dos periodos básicos, a su vez divididos en etapas generalmente asociadas a los reinados de los emperadores, son el paleocristiano clandestino o inicial o protocristiano, que dura desde finales del siglo II hasta el año 313, y el paleocristiano triunfante o posterior, que se desarrolla entre el 313 y el 476, aunque es de dudosa cronología final pues perdura en muchos lugares hasta el mismo siglo VIII.

ARQUITECTURA.
Antecedentes.
Los antecedentes los encontramos en las catacumbas, las cellae memoriae (para las reliquias), y los tituli o domus ecclesiae para las ceremonias dominicales.

Iglesia cristiana de Dura-Europos.

Los tituli eran pequeñas domus ecclesiae, generalmente habitaciones en las casas privadas o incluso casas enteras de dos pisos subdivididas por tabiques, sin los rasgos característicos de un templo, debido a la clandestinidad del culto. Se han con­servado muy pocas de estas estancias y destaca la de Dura-Europos, destruida por los persas en el 257 y que ha conservado una rica decoración pictórica. También hay en San Martín de los Montes y San Clemente y otros lugares en Roma. Fueron habilitadas como lugares de culto en las reuniones dominicales o sinaxis, y muchas fueron utilizadas siglos después como solares para edificar las primeras basílicas.
Probablemente hacia el 300 algunas de estas domus ecclesiae eran de grandes dimensiones, como sugiere un famoso texto. Diocleciano, por medio del Edicto de Nicomedia dictado el 24 de febrero del 303, emprendió la destrucción de todos los templos cristianos y Lactancio, historiador de los siglos III y IV, en su obra “De mortibus persecutorum” ilustra la destrucción de la basílica de Nicomedia, en Asia Menor: “Aquel fue el día en que comenzó la muerte, el primer día de todos los males que sucedieron luego al orbe entero. Aquel día... cuando apenas alboreaba, el prefecto de la ciudad, acompañado de jefes militares, de tribunos y de notarios, se presenta ante la iglesia, quebranta las puertas y busca la imagen del dios. Se prende fuego a los libros sagrados; todo se entrega a la rapiña. Unos son apresados, en otros cunde el miedo, se dan a la huida. (...) Vinieron por tanto los pretorianos en escuadrón formado, con hachas y otros instrumentos de hierro, y, puestos a la obra, en pocas horas derribaron hasta el suelo, aquél elevado templo... Al día siguiente se publicaba el edicto que disponía que cuantos pertenecieran a aquella religión fueran despojados de todo honor y dignidad”.




Las cellae memoriae o cellae coementeriales son el antecedente directo de los martyria, siendo pequeños edículos en el exterior de las catacumbas, generalmente sobre la tumba de un mártir, dotadas de uno o varios ábsides trilobulados, en función semejante al nicho litúrgico que mira a Jerusalén, de posible influencia judía.
Las areae son lugares donde las tumbas estaban cubiertas por losas. Por el ritual funerario de la época, era frecuente encontrar en estos cementerios salas o lugares con mesas donde se celebraban los ágapes funerarios que se celebraban tras el entierro.

Las catacumbas.
No hay una arquitectura monumental en el periodo de la clandestinidad, salvo que se considere como tal a las catacumbas, antiguas canteras aprovechadas y ampliadas como lugares de enterramiento en Roma y en otros lugares del Imperio hasta al menos el 476. El origen de esta función funeraria son los hipogeos orientales (que servían a familias), pero en Occidente se emplean principalmente por las comunidades cristiana y judía. Los patricios romanos de religión cristiana incluso tenían pequeños mausoleos, ricamente decorados.
En total hay unas 60 catacumbas en Roma, con cerca de 600 km de corredores. Junto a la Vía Appia se encuentran las catacumbas de San Calixto, las de San Sebastián y las de Pretextato; en la Vía  Ardeatina, las de Santa Domitila; en la Vía Salaria las de Priscila ; y en la Vía Nomentana las de Santa Inés. Su mayor valor artístico radican en que son los lugares que albergan las primeras imágenes cristianas. Desde el 313 se convirtieron en lugares de peregrinación.
La construcción de las catacumbas era un trabajo efectuado por un grupo de obreros llamados fossores (excavadores). Cavaban las galerías prácticamente en la oscuridad total, en ocasiones alumbrados solamente por pequeñas lámparas de aceite. El vital aire que respiraban les llegaba a través de los lucernarios, que eran grandes perforaciones que llegaban hasta la superficie. Estas chimeneas les servían asimismo para extraer la tierra de los túneles y una vez terminadas las excavaciones, los lucernarios permanecían como conductos de aire y de luz.
La sepultura de los primeros cristianos era muy sencilla; los cadáveres se depositaban en el loculo envueltos solamente en una sábana o lienzo, sin ataúd. Posteriormente se fijaban con argamasa grandes lápidas de mármol, piedra o simplemente una pieza de barro. Con frecuencia se depositaban junto a las tumbas lámparas de aceite y recipientes con perfumes.  Los loculi generalmente tienen nichos abiertos en las paredes.
Además de los loculi fueron utilizadas otros tipos de tumbas.
El arcosolio, tumba típica de los siglos III y IV, era un nicho de mayor tamaño con un arco sobrepuesto. La lápida se colocaba en forma horizontal y era utilizada por una sola familia.
El sarcófago era un sepulcro de piedra o mármol, cuyas paredes exteriores estaban adornadas con inscripciones o esculturas en relieve.
La forma era una tumba cavada en el suelo alrededor del nicho donde estaba depositado un mártir.


            Cubiculo en catacumba de San Calixto.

El cubículo (“cuarto de dormir”) se situaba generalmente en los cruces de las calles subterráneas y era una cámara más espaciosa con capacidad para varios lóbulos, por lo que se convertía en tumba de familia.  Los cubiculi contaban a veces con altares para rendir veneración a las reliquias de mártires o hacer ofrendas a los difuntos.
La cripta era una cámara de grandes dimensiones. Con el tiempo, las criptas se convirtieron en pequeñas iglesias subterráneas, embellecidas con pinturas o algún otro tipo de decoración. Los muros y techos de esas galerías, pero especialmente las pesadas lápidas que cubrían los nichos, fueron decoradas inicialmente con signos y alegorías del dominio público.
Al comienzo del siglo IX los papas, por razones de seguridad, hicieron trasladar las reliquias de los mártires y de los santos a las iglesias de la ciudad. Perdida su función principal, no se volvieron a visitar las catacumbas y se abandonaron, excepto las de San Sebastián, San Lorenzo y San Pancracio. Con el tiempo, materiales de desprendimientos y la vegetación obstruyeron y escondieron las entradas de las demás, hasta el punto de que ignoraba su ubicación en la Baja Edad Media, hasta que se inició la exploración y el estudio científico de las catacumbas en el siglo XVII, por Antonio Bosio (1575-1629), autor de la obra de referencia Roma sotterranea. No obstante, el principal artífice de la Arqueología Cristiana, ya en el siglo XIX, fue Giovanni Battista de Rossi (1822-1894), quien realizó la exploración sistemática de las catacumbas y publicó Roma sotterranea cristiana (desde 1861).

Las catacumbas de San Calixto.

Catacumbas de San Calixto.

De las catacumbas la más famosa es la que Rossi descubrió, junto a Alexandre Panon, en 1850 es la de San Calixto, en la Vía Appia Antica. Su construcción se inició en la segunda mitad del siglo II. Ocupa una extensión de 15 ha, con una red de galerías de casi 20 km en diferentes niveles, y alcanzaba una profundidad superior a los 20 metros.
Recibió su nombre del diácono San Calixto, designado a principios del siglo III por el Papa Ceferino como administrador del cementerio. Así, las catacumbas de San Calixto se convirtieron en el cementerio oficial de la Iglesia de Roma, albergando hasta 16 pontífices, decenas de mártires y miles de fieles.
La zona externa, a ambos lados de la vía Appia, y anterior a la construcción de las catacumbas, se encontraba ocupada por sepulcros paganos y posteriormente fueron construidos mausoleos y pequeños templos sobre las tumbas de algunos mártires. De estos monumentos solo quedan dos pequeños edificios, llamados Tricoras por tener tres ábsides, que han sido restaurados.
Uno alberga un pequeño museo que contiene inscripciones del cementerio y numerosos fragmentos de sarcófagos, que representan escenas del AT y del NT.  La más importante de las piezas allí resguardadas es el Sarcófago del Niño,
En la otra tricora fueron sepultados el joven mártir de la Eucaristía, San Tarcisio, y el papa San Dámaso.
El cementerio subterráneo consta de distintas áreas. A la zona llamada Cripta de los Papas que es el lugar más sagrado e importante de estas catacumbas, se le ha llamado el “pequeño Vaticano”, porque en él se enterró a nueve papas y a ocho altos dignatarios del siglo III. En sus muros están las inscripciones en griego de cinco papas. En cuatro lápidas, junto al nombre del pontífice, figura el título de “obispo”, porque se consideraba al papa como cabeza de la Iglesia de Roma; y sobre dos lápidas se lee la abreviatura griega “MPT” que son las iniciales de “mártir”. Los nombres de los papas, grabados en las lápidas, son: Ponciano, Antero, Fabiano, Lucio y Eutiquiano. En la pared del fondo se colocó también al papa Sixto II, víctima de la persecución del emperador Valeriano.
Una de las criptas más conocidas es la llamada “Cripta de Santa Cecilia”, la santa patrona de la música. De familia noble, fue martirizada en el siglo III y sepultada en este lugar hasta que en 821 sus reliquias pasaron a una basílica dedicada a ella en el Trastévere. La cripta estaba decorada con frescos y mosaicos de comienzos del siglo IX. En el muro hay una pintura de Santa Cecilia, en actitud orante; más abajo, en un pequeño nicho, está la figura del Salvador, que tiene en una mano el libro de los Evangelios, y junto a él el papa mártir San Urbano. En una pared del lucernario se ven las figuras de tres mártires: Polícamo, Sebastián y Quirino.
Otros lugares de gran importancia dentro de estas catacumbas son los llamados Cubículos de los Sacramentos, cinco pequeñas estancias con función de tumbas familiares y decoradas con frescos pintados a inicios del siglo III, que representan los sacramentos del Bautismo y de la Eucaristía. En ellos se encuentra la imagen del profeta Jonás, símbolo de la resurrección de Cristo.
El Cubículo del diácono Severo cuenta con una inscripción en la que, por primera vez, el obispo de Roma, Marcelino, recibe el título de “papa”. El Cubículo de las Ovejas tiene frescos que representan a Cristo como Buen Pastor rodeado de ovejas y en la pared del fondo, dos peces con un cesto de panes, símbolo de la Eucaristía; figuran entre los más antiguos frescos de las catacumbas romanas, pues son de finales del siglo II o principios del III.
Más adelante se encuentra la cripta de los papas San Cayo y San Eusebio, excavada a finales del siglo III, que por sus grandes dimensiones se utilizaba para las asambleas de la comunidad. Las inscripciones en las lápidas sepulcrales encontradas en las catacumbas con frecuencia hacen referencia a los sacramentos, especialmente al bautismo. Son muchos los ejemplos en que los cristianos quisieron evocar en sus epitafios la propia condición de pertenecer a la Iglesia, definiéndose a si mismos como “natus” nacido, “renatus” renacido, “luce renobatus” renovado en la luz, o utilizando expresiones como: “gratiam accepit” (recibió la gracia). Se han encontrado también inscripciones que indican que la persona falleció antes de alcanzar el bautismo, surgiendo los títulos de “cathecumenus” (catecúmeno), “candidatus in Christo” (candidato a ser cristiano), “neophita” (neófito) o “neophotistos” (recientemente iluminado). Un ejemplo que ilustra lo anteriormente descrito es la inscripción en la tumba de un niño muerto a mediados del siglo V: “Aquí yace Pascasio, nacido con el nombre de Severo, en los días de Pascua, jueves 4 de abril... vivió seis años, recibió la gracia el 21 de abril y dejó su blancas vestiduras en el sepulcro en la octava de Pascua”. También el Sacramento de la Confirmación es citado en los epígrafes, utilizando fórmulas previamente establecidas: “unctus-a est crismate” (fue ungido con el crisma), “consignatus-a” o “consecratus-a” (fue confirmado). Un sarcófago encontrado en Espoleto recuerda a una mujer, neófita, “Picentia Legitima consignata a Liberio Papa” (Picencia Legítima confirmada por el papa Liberio, pontífice en 352-366).

La primera arquitectura cristiana.
La arquitectura se desarrolla libremente después del edicto de Constantino en 313 que legaliza la Iglesia: “Percibiéndose desde hace tiempo que no debe negarse la libertad religiosa, sino que debe ser concedida la facultad de practicar los deberes religiosos, según sus convicciones, al juicio y deseo de cada uno, hemos dado ordenes, para que todos, tanto cristianos como otros creyentes, puedan conservar la fe de su secta y religión.” 
Es el principio de una rápida carrera hacia la hegemonía: el cristianismo deviene religión oficial del Estado en 326 y única permitida en 391, con Teodosio. Una evolución protegida por la familia imperial, bajo cuyo amparo se reorganiza la Iglesia, que pronto se extiende por todo el Imperio y se adhiere a las estructuras de poder con extraordinaria eficacia, y también se organiza el monacato, iniciado en Oriente en este siglo y que se extenderá en el siglo V por Occidente.
La Iglesia cristiana se convierte gradualmente en una institución de poder ligada al emperador y a la administración imperial. Como consecuencia, la liturgia cristiana adoptó elementos del protocolo imperial, se solemnizó con nuevas necesidades litúrgicas. Además había que albergar las grandes masas de nuevos adeptos, Todo ello exigía un nuevo vocabulario artístico que igualase los edificios cristianos con los grandes edificios públicos, palacios y templos de la sociedad romana. Apareció así una arquitectura propiamente cristiana que será el sustrato de la futura arquitectura medieval.
En este periodo el arte cristiano es financiado por los emperadores y el alto clero, a menudo surgido de las clases patricias, y como consecuencia de este alto poder económico nos encontramos con un arte con tendencia al lujo muy considerable y realizado, por tanto, con materiales nobles especialmente costosos.

Los primeros modelos de basílicas.
Para la construcción de los templos cristianos se rechazó el anterior modelo de templo romano por su asociación al paganismo y además sus reducidas dimensiones, ya que los rituales cristianos exigían la presencia masiva de los fieles en el interior.
Los primeros templos de provincias no siguieron propiamente el modelo basilical, sino que se desarrolló el modelo de las salas de reunión en casas, con su estructura axial, más ampliada, posiblemente derivada de las mismas basílicas o de una misma respuesta espacial a un problema idéntico, tal como podemos encontrar en las salas o aulas basilicales del palacio de Spalato de Diocleciano, con una planta basilical con ábside semicircular que podría confundirse con una iglesia cristiana.
Ejemplos de esta simple axialidad los podemos ver en la catedral de Aquileia, fundada por el obispo Teodoro en 314, o en la iglesia de Marusinac en Salona.
Pero pronto el modelo basilical dominaría por completo, promovido por el activo mecenazgo del emperador.

En la arquitectura civil o laica destaca la basílica del palacio de Constantino en Tréveris, que fue probablemente un referente para su posterior adaptación tipológica a funciones religiosas.

¿Cuál es el verdadero origen de las basílicas religiosas? Parece evidente la influencia determinante de la basílica civil romana. 
Las basílicas romanas eran edificios de forma rectangular de tres o más naves en número impar separadas por columnas, que solía tener una cabecera sobreelevada respecto al resto rematada en una exedra donde se colocaba una estatua del emperador. Su adaptación al culto cristiano fue rápida.
Ha sido muy comentado que Constantino usó el modelo de su basílica civil en Tréveris y el de la basílica de Majencio, concluida en 313. Empero, se aúnan otras influencias, sobre todo la ya citada de las salas axiales de las casas, así como también de las ecclesiae, con sus deambulatorios continuos, las sinagogas y los templos mitraícos, a menudo reutilizados por el cristianismo, como ocurrió con la basílica mitraíca subterránea de Porta Maggiore, del siglo I, reconvertida al culto cristiano y por ello tal vez el más antiguo templo cristiano que se ha conservado en Roma.
Las primeras basílicas cristianas se construyeron por lo general en los barrios periféricos de las ciudades, debido a que el centro estaba muy ocupado por construcciones y el suelo era muy caro, por lo que la mayoría se encuentran cerca de las murallas y de los cementerios exteriores a estas.

La estructura de las basílicas.
Las basílicas requerían especiales condiciones espaciales para diferenciar los diversos grupos de la comunidad:
-El nártex para los catecúmenos, esto es los no bautizados que se preparan para serlo, que no podían acceder al recinto sagrado. Deriva del atrio interior romano.
-Las naves del interior, una, tres y a veces incluso cinco, para los ya bautizados, separadas por columnas o pilares y cubiertas con techo de madera, debido a su relativo poco peso, oculto con sofitos de casetones, mas era muy inflamable por lo que fue sustituido por bóvedas en los siglos siguientes. Es un espacio que converge hacia el ábside ante el cual se celebra la ceremonia. La luz penetra por grandes ventanas abiertas en las paredes de las naves laterales y en la parte alta de la nave principal.
-El triforio sobre las naves laterales, cuando lo había, era el espacio reservado para las mujeres y por eso se le llama también matroneum.
-El presbiterio se reservaba al clero, con la cabecera para el clero mayor (con el trono para el obispo) y el coro (espacio frente al altar) para el clero menor. Los ambones eran lugares elevados en tribunas más cercanas a los fieles y se usaban para leer el Evangelio a la izquierda del altar y las Epístolas a la derecha del mismo. La mesa del altar, sito en el ábside, se cubre con un cimborium o baldaquino, un elemento que desaparecerá a lo largo de la Edad Media, para resurgir en el siglo XVI.
-El transepto se habilitaba como espacio para los peregrinos y para los ritos de ciertas ceremonias (en Occidente) y el culto de los mártires (en las iglesias de planta de cruz griega en Oriente). Sus funciones, pues, son facilitar espacio para las procesiones, las ceremonias especiales y en especial el culto de las reliquias si las tenía la iglesia, pues en caso de no tenerlas generalmente ni siquiera había transepto.
-La confessio o cripta es el lugar consagrado para conservar las reliquias. Más tarde, en el arte carolingio, se convertirá en una gran cripta, siempre debajo del presbiterio, mientras que se multiplicarán las capillas en el transepto para recibir las nuevas reliquias y se ampliarán los espacios para recibir a los peregrinos que visitan las criptas.
Puramente ornamental es el arco de triunfo que separa la nave central y el ábside, en las iglesias sin transepto.
El interior de las iglesias se decora con placas de mármol, siendo lentamente sustituidas en el siglo V por mosaicos.
Asimismo se crean los primeros edificios especializados anexos a las iglesias: los baptisterios para el bautismo de las masas de adeptos en fechas señaladas; los mausoleos, según el modelo del mausoleo romano, para la veneración de las reliquias: y los martyria, del mismo tipo anterior, en los lugares sagrados de martirio de los santos, a menudo con la función añadida de ser mausoleos de los mismos mártires.

Las primeras grandes obras de Constantino.
El Liber Pontificalis atribuye (con algunos errores) a Constantino un gran programa constructivo: las iglesias de San Juan de Letrán (erigida sobre el antiguo palacio imperial, 312-319), que conserva sus cinco naves; San Pedro del Vaticano (324-330), hoy conservada sólo en sus abundantes descripciones medievales; Santa Cruz, Santos Pedro y Marcelino (en la Via Lavicana, que incorpora el mausoleo de Santa Helena, de planta octogonal), y Santa Inés (en la Via Nomentana). Estas iglesias se dirigen hacia el Oeste (más tarde todas se dirigirán hacia el Este, hacia Jerusalén) y en ellas aparece ya el transepto, aunque todavía poco marcado.
Aunque probablemente la primera de todas las iglesias construidas en la época constantiniana fue Santa Tecla de Milán (c. 315). 

La tipología arquitectónica.
Imperan dos formas, la basilical y la martirial.
La forma basilical tiene dos subtipos, que se clasifican según su origen, aunque tenemos ejemplos de cada uno en cada extremo del Imperio: itálico (llamado romano porque abunda sobre todo en la capital) y el oriental (aparece en el norte de Siria). El ábside será el elemento que diferencia más a estas dos regiones: es exteriorizado en Occidente, e interiorizado en Oriente, aunque hay muchas excepciones.
Los templos martiriales de planta centralizada aparecen para cumplir los ritos alrededor de una tumba o reliquia y siguen la tipología de los conocidos tholoi grecorromanos y se inspiran, a menor escala, en el Panteón de Roma.

La basílica occidental.
El tipo romano tradicional de basílica, que alcanzará un gran desarrollo posterior en la Edad Media, es un templo de tres o cinco naves con ábside posterior sobresaliente y bien visible en el exterior, con una cubierta a doble vertiente, más algunas bóvedas típicas de la tradición romana imperial.
La basilica está cubierta por una techumbre de madera, a dos aguas. La planta comprende un vestibulum o entrada al atrium que es un gran patio con una fuente central. El atrio se encuentra cerrado por largos corredores que constituye el nárthex, por medio del cual se accede al pórtico, en donde se ubican los catecúmenos, es decir los que están recibiendo la instrucción religiosa y aun no han sido bautizados.
El cuerpo de la iglesia, siempre dirigido hacia el Oriente, consta de tres o cinco naves, separadas por hileras de columnas. La nave Norte era llamada del Evangelio por ser ese el sitio donde tal libro era leído y se destinaba exclusivamente a las mujeres; la nave Sur o de la Epístola, era ocupada por los varones. A esta sección se le sumaba el coro menor, situado en la nave central y era el lugar en donde se situaban los cantores y los diáconos. A los costados se localizaban dos ambones, especie de pulpitos elevados desde donde se dirigían los cánticos y las oraciones.
La parte del presbiterio reservada especialmente para los sacerdotes y en donde se encontraba la sillería para su uso y especialmente, la cátedra episcopal, estaba separada por un muro con puertas denominado septum por lo que la nave del crucero que estaba detrás era llamada transeptum. En el centro del presbiterio se encontraba el altar y bajo ella la confessio o cripta, en donde se veneraba la reliquia del templo.
Hay que insistir en que las naves están separadas por columnas y arcos en Occidente, mientras que se separan por columnas adinteladas en Oriente y, caso excepcional, en Santa María Maggiore en Roma. Tienen doble hilada superpuesta de columnas, como en los casos de las basílicas paganas de Leptis Magna (Libia) y la basílica Ulpia de Roma.
Hay numerosas variantes:
-Las primeras basílicas de cinco naves que Constantino construyó en Roma: San Pedro del Vaticano y San Juan de Letrán.
- Un gran atrio con cuatripórtico en San Pedro y San Pablo Extramuros.
- Un deambulatorio periférico alrededor del ábside para los peregrinos en San Sebas­tián.
- Un nártex para catecúmenos en Santa Sabina y San Vital.
- Un transepto en San Juan de Letrán, San Pedro del Vaticano, San Pedro in Vincoli y San Pablo Extramuros. Es un elemento muy importante que pasa desde Occidente a Oriente, como vemos en San Demetrio de Salónica, la basílica A de Filipos en Macedonia y la de Nicópolis.



        Planta de San Pedro del Vaticano (324-330).





San Pedro del Vaticano (324-330).

            Interior de San Pablo Extramuros.



San Juan de Letrán.


            Interior de Santa Sabina de Roma.

La basílica oriental 
En Oriente el programa de construcciones sigue el modelo romano al principio, antes del desarrollo de su propio modelo de basílica pasada la época constantiniana.
La basílica oriental se caracteriza por su ábside semicircular poco o nada exteriorizado. La cabecera es tripartita, con tres ábsides semicirculares. Puede tener ábside y pastoforios (estos de exterior rectilíneo). La fachada carecía de ornamentación, rompiendo su uniformidad las diversas ventanas y las tres o cinco puertas, de acuerdo al número de naves, que daban acceso al interior.
En Oriente hay variantes, especialmente en los arcos, bóvedas y cúpulas, en las tres regiones destacables:
-Grecia continental y los Balcanes, que sigue el modelo de Occidente.
-Constantinopla y su área de influencia en Asia y las costas de Grecia.
-Próximo Oriente, desde Siria y Palestina, pasando por Egipto hasta el norte de Africa y la misma España.
Se desarrolla en el norte de Siria en época postconstantinea. Se caracteriza por templos de naves de tres naves con cabecera tripartita, con presbiterio flanqueado por dos pastoforios (prothesis y diaconicon), de forma que el ábside no se muestra en el exterior. Este tipo continúa una tradición helenística de planta de los tychia (el tychaion de Es-Sanamein) y se difunde por el sur de Siria, Egipto (San Menas), África y España.

La basílica oriental en Palestina.
En la región de Palestina después de la peregrinación de Santa Helena (326), madre del emperador, se construyen varios templos, cristianizando lugares ya antes sagrados con templos de las religiones perdedoras, Por ejemplo, en Jerusalén se derribaron el Capitolio y el templo de Júpiter erigidos durante el imperio de Adriano en el lugar del Gólgota, y el templo de Diana que se alzaba sobre el Santo Sepulcro.
Destaca la iglesia de la Natividad de Belén (h. 333), erigida en el lugar de la cueva del Nacimiento de Jesús. Es de estructura basilical alargada con cinco naves y con un horizontal sistema arquitrabado de columnas y dinteles que influirá en todo Oriente. Se le añade una gran cabecera octogonal como martyria, adosado pero diferenciado (más elevado en su suelo), flanqueada por pastoforios de forma irregular (los primeros de la arquitectura paleo­cristiana). Cuenta con un atrio porticado para recibir y atender a las multitudes. Será el prototipo de los baptisterios.


            Pero el conjunto más importante es el del Gólgota en Jerusalén, un conjunto con una basílica y un martyria circular unidos por un muro y atrio interior, las denominadas respectivamente iglesias del Santo Sepulcro y de la Resurrección, separadas por un atrio pero incluidas en el mismo conjunto por una pared común que las rodea y les da un significado religioso conjunto.  
El edificio más influyente de los dos es el martyria del Santo Sepulcro de Cristo, también llamado anastasis del Gólgota, situado sobre la tumba según la tradición. El propio emperador en una carta dirigida a Macario, obispo de Jerusalén, le decía: “Confío en su inteligencia para entender el porqué es necesario construir una basílica que sea no solamente la más bella hasta ahora, sino que opaque la belleza de todos los monumentos… porque el lugar más maravilloso del mundo debe tener la ornamentación adecuada a tan insigne lugar”.
Constantino brindó todo su apoyo económico y sugirió al obispo que, no dudara en pedirle toda la ayuda necesaria, ya sea en materiales de construcción, como columnas, bloques de mármol, o en oro para la ornamentación y el pago de los constructores. Ante la escasez de mano de obra provocada por esa fiebre de construcción, Constantino, en el 334 le ordenó: “Se necesita a todos los arquitectos posibles, pero como no los hay, Vuestra Excelencia animará a estos estudios a los hombres de las provincias africanas que tengan alrededor de dieciocho años y que gusten de las artes liberales. Para hacérselo atractivo, es nuestra voluntad que, tanto ellos, como sus parientes queden libres de las obligaciones que se acostumbren a imponer a los individuos y que se asigne a los estudiantes un salario adecuado”. 
Tiene una planta central circular de doble núcleo, del mismo tipo circular sepulcral (como Santa Constanza de Roma) que después fue prototipo de muchas iglesias medievales gracias a su difusión con las peregrinaciones. Este modelo continúa la tradición de las grandes sepulturas imperiales (Diocleciano en Spalato, o la Centcelles en Tarragona) y aparecerá en los edificios bautismales, a través del ejemplo de Milán (de acuerdo al significado simbólico del número 8 en la tesis cristiano-ambrosiana de la resurrección).
La vecina iglesia de la Resurrección es de planta basilical, con cinco naves, sin transepto pues no tiene reliquias y con un atrio porticado adornado con una fuente y un propileo de entrada.
Hay documentación histórica sobre otras construcciones emprendidas por Santa Helena  y Constantino. Ella mandó construir en el año 330 una capilla y una fortaleza para refugio de los anacoretas en el “Lugar de la Zarza” en honor de la Virgen María, información corroborada por el manuscrito que relata el posterior viaje de Egeria a los Santos Lugares, que describe las pequeñas iglesias construidas entre 372 y 374 en la cima del Monte Sinaí, en el Monte Horeb y en el lugar preciso en donde Moisés vio la “zarza ardiendo” y describe también un hermoso jardín con agua abundante. La arqueología israelí ha descubierto en el siglo XXI varios lugares sagrados relacionados con esta época que sugieren un peregrinaje cristiano muy intenso hacia Palestina. 

La basílica oriental en Grecia.
En Constantinopla la primera iglesia de Santa Sofía es el prototipo para las demás, pero la conocemos sólo por las descripciones y excavaciones.
San Demetrio de Salónica es un ejemplo mejor conservado. La liturgia del ceremonial de la Corte necesitaba una nave central mayor, más ancha que larga (mientras que en Occi­dente eran más largas que anchas), con tribunas sobre las naves laterales y fachadas muy decoradas.
El ábside es semicircular dentro y fuera mientras que en Occidente el poligonal en el exterior y circular dentro siguiendo la pauta de que en Occidente las formas de los ábsides siempre se manifiestan hacia el exterior mientras que en Oriente se esconden.
 En la cabecera hay una innovación: dos salas a los lados del ábside, los llamados pastoforios, a la izquierda la prótesis que tiene función de sacristía, y a la derecha el diaconicón que funciona como vestuario.

La arquitectura en las capitales y las regiones.
Mientras la nueva capital desde 330, llamada Bizancio o Constantinopla, se enriquece con grandes construcciones, el carácter itinerante de la corte imperial constantinea motiva la multiplicación de los centros artísticos. Si Roma mantiene un papel predominante hasta el 410, también destacan en distintas épocas Sirmio, Tesalónica, Milán, Rávena (con las construcciones de los mausoleos de Gala Placidia y Teodorico y las tres grandes basílicas), Colonia y Tréveris (aquí destaca el Palacio de Constantino).
 Se multiplican asimismo las basílicas provinciales como la ya referida catedral de Aquileia (en el Friuli), edificada en época de Constantino, que tiene todavía el ábside inscrito dentro de los muros (lo más frecuente entonces) y que se edifica sobre la primera iglesia no basilical, pero que tenía ya un tendencia muy axial.

Roma.
En Roma aparecen durante los siglos IV-V varias obras que son una evolución del tipo constantiniano:
-La basílica de San Pablo Extramuros, muy reformada en el Barroco. De fundación imperial y de forma muy heterodoxa, pero no obstante de gran belleza.
-Santa Maria Maggiore (352-366), modificada en tiempos de Sixto III (432-440) para añadir los bellos mosaicos. De fundación eclesíastica, sigue un modelo más ortodoxo. Sigue un modelo longitudinal, con tres naves y sin transepto. En la cabecera hay un banco corrido en la pared (de tipo exedral). El alzado se apoya todavía en dinteles. Los capiteles son dóricos y jónicos.
- Santa Sabina del Aventino (422-432), también de fundación eclesiástica, es la mejor conservada. Tiene arquerías en su alzado y los capiteles son ya corintios (más tarde, en el siglo V, sólo habrá corintios en las basílicas). Es el modelo de las iglesias romanas del siglo V.
- El papa Sixto III construyó el baptisterio de San Juan de Letrán, con deambulatorio abovedado, como Santa Constanza.
En el 375 se establecieron las reglas para la ubicación de los asistentes a los actos de culto. Con este fin fueron creadas las jerarquías de presbíteros y diáconos cuya labor era la de vigilar los sitios reservados para los hombres y los ocupados por mujeres. De acuerdo a esta normativa, los templos deberían semejarse a la forma de la “Jerusalén Celeste”, descrita en el Apocalipsis de San Juan (Ap. XXI, 12).

Milán.
En Milán evoluciona el tipo a una concepción más monumental de los volúmenes, sustituyendo la cubierta plana de madera por bóvedas de ladrillo. Aparece ya el primer antecedente del sistema lombardo de decoración: pilastras como bandas lombardas, arquerías ciegas y galerías superiores.
San Lorenzo de Milán (h. 355-372) es la más famosa, con una planta cuatrilobulada, un doble casco o núcleo interior y exterior, y un mausoleo imperial adosado octogonal. La cubierta central tiene una bóveda de nervadura formada con el enlace de bóvedas de arista, reforzadas en el exterior. Al exterior se camufla el volumen real de la bóveda con una torre cimborrio (se duda si original de la época inicial). Esto explica la sobria superposición de volúmenes, de difícil visión hoy por las reformas barrocas del siglo XVII.
El núcleo exterior envuelve al interior, disponiendo de triforios o tribunas en la planta superior, de acuerdo a un modelo romano clásico, con fuertes pilares para sustentar las bóvedas.

Se discute si esta iglesia era originalmente un martyria, pero la tesis aceptada (ya que no se conservaban reliquias) es que era una iglesia palatina, con una planta centralizada. En el exterior conserva un espléndido propileo monumental, de un puro clasicismo romano.
En el conjunto de Milán destacan también los baptisterios octogonales, empezando con el de Santa Tecla, que influyen o se repiten en italianos los de Como, Riva, San Vitale de Rávena, Novara o Albenga, y europeos como los de Fréjus, Marsella, Aix-en-Provence, Riez, Nevers, Barcelona o Tarrasa otros.

Rávena.
Rávena es la capital de Occidente durante el siglo V, capital de los hérulos y ostrogo­dos, estos con un rey tan romanizado como Teodorico, en 476-526 y más tarde es la sede de los gobernadores bizantinos de Italia. En esta capital política y artística confluyen las ten­dencias romana, oriental y del norte de Italia.
La decoración lombarda de arquerías ciegas es evidente en San Apolinar el Nuevo construida por el rey ostrogodo Teodorico, y San Juan Evangelista.

El mausoleo de Gala Placidia. 

El bello mausoleo de la famosa hermana del emperador es objeto de una persistente polémica sobre sus ábsides poligona­les en el exterior y semicirculares en el interior, que para la mayoría de los autores son una modificación bizantina del siglo VI, mientras que para Krautheimer son paleocristianos del siglo V.

El baptisterio occidental.
La función de este templo era albergar la piscina, pues el bautismo en esta época la exigía para la inmersión en unos pocos días escogidos del año, con grandes grupos de bauti­zados.
La planta es generalmente circular centralizada, con importantes excepciones poligonales. Está inspirada en los mausoleos imperiales y los martyria. El núcleo es de doble casco, a modo de deambulatorio alrededor del sarcófago, con cubierta de cúpula del núcleo central y de bóveda de cañón para el casco exterior. Se diferencian porque en Roma hay columnas con dinteles mientras que en Rávena y en las provincias hay arquerías.
Hay dos basptisterios en Roma, el de San Juan de Letrán (315, reformado en 432-440) con exterior e interior poligonales y San Stefano Rotondo (468-483), de planta circular.
En Rávena tenemos los baptisterios poligonales de los Ortodoxos (400-450) y el de los Arrianos (c. 500), que serán el antecedente del mejor de los edificios de este tipo del circular de San Apolinar in Classe, que se encuentra en el puerto de Classe cerca de Rávena.
En las provincias destacan los circulares de Fréjus (Provenza) y Albenga (Liguria), con sus típicas arquerías.

Los mausoleos en Occidente.
Los mausoleos occidentales tienen estructura en doble casco, anular, con pared exterior adornada con nichos hacia el interior, las columnas adinteladas, y un nártex.



Mausoleo de Santa Constanza de Roma.

Destaca el mausoleo circular de Santa Constanza en Roma (h. 350), que sirvió como tumba a Constanza, hija de Constantino. Tiene una planta circular, un deambulatorio cubierto de bóvedas de arista que conforman una bóveda anular sostenida por un peristilo de 12 dobles columnas. Tiene una rica decoración de mosaicos de temática profana y religiosa.
El mausoleo de Gala Placidia en Rávena (h. 450) es de una planta diferente, en cruz griega pero con una nave más larga. Tiene bóvedas de cañón en las naves y una bóveda vaída (recortada) en la gran torre cimborrio. El exterior de ladrillo tiene arquerías ciegas. Es un edificio muy pequeño, que sirvió posiblemente como tumba de Gala Placidia (la hermana del emperador Honorio y regente de Valentiniano III en 425-450), de su esposo y de su hermano Honorio, y también sirvió como martyria de las reliquias de San Lorenzo. Destaca por la rica decoración musivaria del interior y por los sarcófagos bizantinos.

La primera arquitectura monástica y los santuarios en Oriente.
En Siria hay grandes monasterios y santuarios, con basílicas alrededor o unidas a los santuarios. El monasterio no tiene una disposición sistemática, pues hay que esperar al arte carolingio para ello.
El modelo de conjunto monástico es el de Qalat-Siman en Siria, construido en 480-490, como monasterio-santuario de San Siméon Estilita (390-459), el santo que vivió durante años sobre un pilar. Es muy original: cuatro basílicas iguales en forma de cruz confluyendo en el martyria, que se centra en el famoso pilar. El exterior es muy rico en elementos clásicos, con frontones y arcos de herradura.
En cuanto al tipo oriental sirio de basílica se desarrolla en época postconstantiniana. Son templos de naves de tres naves con cabecera tripartita, con presbiterio flanqueado por dos pastoforios (prothesis y diaconicon), de forma que el ábside no se muestra nunca en el exterior.
Este tipo continúa una tradición helenística de planta de los tychia (el tychaion de Es-Sanamein) y se difundirá por el sur de Siria (basílicas del monasterio de San Simeón el Estili­ta), Egipto (San Menas), África y España. Su influencia será decisiva sobre la arquitectura bizantina y, a través de ella, en la medieval, con sus innovaciones de arcos de refuerzo de las bóvedas, los contrafuertes y la decoración vegetal.
Hay numerosas variantes de estos templos:
-Abundan las cabeceras tripartitas, tanto con tres ábsides rectangulares como con ábside y pastoforios.
-Los transeptos pueden ser muy grandes en anchura, de modo que anticipan el modelo de cruz griega.
-Hay ábsides trilobulados muy extraños en algunos lugares de Egipto, como el modelo de las cellae memoriae de principios del cristianismo.
-El nártex puede tener forma de exedra semicircular, lo que derivará en el doble ábside.
-Puede haber un doble ábside opuesto, llamado contraábside a los pies de la basílica, con función de lugar de enterramiento. Es una forma de origen pagano, pero también puede que tuviera una explicación teológica, la diversa orientación de la iglesia según el rito de la congregación.
Son otras características de estas basílicas orientales:
-Las entradas principales son laterales y hay otras a los pies de las naves laterales, con lo que la vía longitudinal de la basílica pierde valor.
-Las cubiertas son generalmente de madera y planas. A veces se usa la bóveda romana, de cañón en la gran nave central y de arista en las pequeñas naves laterales.
-La decoración exterior, cuyos efectos decorativos son más ricos que en Occidente: columnas adosadas, arcos de triunfo. En Siria se usan por primera vez los arcos de herradura: en Qalbloze lo hay sobre el dintel de la puerta de entrada.
A Los baptisterios son anexos a la basílica, mientras que en Occidente son independientes. Pueden situarse en la nave central, el nártex o en el diaconicon.

LA ICONOGRAFIA Y LAS PRIMERAS OBRAS.
El origen del simbolismo cristiano obedece a causas complejas. Sin duda había una función narrativa o didáctica, pero también es probable una más práctica en una situación de clandestinidad, pues la asistencia a la misa exigía mucha cautela en un ambiente tan adverso como el del Imperio romano en aquellos primeros siglos. Los catecúmenos se dividían en dos grupos: los audientes (oyentes) que deseaban iniciarse en la fe o al menos conocerla y los electi (elegidos) que se preparaban para su ingreso en la comunidad. Entre los aspirantes se supone que había espías, por lo que, para reconocerse, los fieles utilizaban símbolos y es probable que el simbolismo cristiano fuera un elemento figurativo que protegiera a los creyentes de las autoridades romanas.
La iconografía paleocristiana se representa primero en las catacumbas hacia el siglo II y más tarde en los templos (frescos y mosaicos), como solución a los problemas de difusión del cristianismo en competencia con las ancestrales religiones orientales, establecidas mucho tiempo antes. La mayoría de los nuevos fieles tenían poca cultura escrita y necesitaban imágenes didácticas para entender los mensajes religiosos. 
Las primeras imágenes, como las encontradas en la catacumba de Santa Domitila, fueron pintadas a finales del siglo II. En su mayoría son pinturas monocromáticas realizadas con las técnicas del fresco, sobre un fondo blanco, que con la oxidación propia del paso del tiempo ha tomado un tono amarillento.
Las primeras imágenes-signo se basan en modelos de origen pagano, bien conocidos por la gente, seleccionados para conseguir una mayor eficacia didáctica, pero su significado se transformó y se convirtieron en símbolos cristianos. Su técnica y estética son pobres, y los motivos muy simples y repetitivosLos más frecuentes son animales, figuras y letras. 
La palmera es un símbolo por no perder nunca su verdor, los ciervos sedientos representan a los hombres que necesitan el agua del Bautismo, el pavo real era considerado por los romanos que creían que su carne prolongaba la vida, la vid era fuente de vida y felicidad. 
Unir dos motivos añadía riqueza semántica: el “Jardin con palmera”, que en la Roma imperial era solo un elemento decorativo, representaba El jardín del Edén; o “El Apolo cargando una oveja” u oferente griego o Moscóforo (un pastor con un cordero sobre los hombros) es transformado en el Buen Pastor, en referencia a Cristo y a su Iglesia, y en relación con el tema funerario de la Pastoral Celeste, inspirado en el oficio de difuntosEl tema del pedagogo, un maestro como en las imágenes antiguas de filó­so­fo helenísti­co se reprodujo en muchas imágenes de Cristo. Orfeo sirvió para el tema de Cristo como pastor de almas; la paloma se asoció con el Espíritu Santo; el cordero fue el símbolo del buen y manso cristiano.
 En el siglo II, Clemente de Alejandría ya recomendaba el uso de estos símbolos: “Nuestros sellos deben estar adornados de una paloma o un pez, o de una nave a toda vela, o de una lira o de una ancla…”. El símbolo mas importante fue el pez, que en la Antigüedad significaba la fertilidad por el gran número de huevos que pone, pero que el cristianismo asocia además a la palabra ichtus (pez) que esconde las iniciales de la frase “JESÚS CHRISTOS YIOS SOTER” (JESUS CRISTO HIJO DE DIOS SALVADOR). La paloma se asociaba al Espíritu Santo, la lira a Cristo-Apolo y a Cristo-Orfeo, la nave o el ancla al pez (Cristo) y a la pesca (los milagros de Jesús y la predicación).

La primera imagen oficial de Cristo apareció hacia el año 330, una vez que entraron en vigor las reformas del emperador Constantino. El modelo sasánida del emperador en el trono fue utilizado para representar a Dios en Maiestas Domini


Crismón.

Otros temas surgieron del Antiguo y Nuevo Testamento, como la pesca milagrosa, Jonás y la ballena, la adoración de los magos, la resurrección de Lázaro, o el Cris­món, que es un lábaro con la cruz y el mo­nógrama de Cristo: las dos primeras letras de su nombre en griego, con el alfa y la omega, primera y última letras del alfabeto griego, como símbolos del principio y el fin. Los sarcófagos están decorados con molduras sinuosas y cóncavas y en ellos abunda el tema de la Traditio legis, con Cristo entregando un rollo a un apóstol y dos figuras a los lados.
Las primeras obras conservadas de arte cristiano son los frescos de las catacumbas de Roma (finales del siglo II), con símbolos y ciclos iconográficos esotéricos, como las imágenes del Buen Pastor, la OranteHistoria de Jonás (tres escenas), Daniel en el foso de los leonesNoé (Antiguo Testamento o AT), Resurrección de Lázaro y Bodas de Caná (Nuevo Testamento o NT). El ciclo histórico del AT aparecerá primero en el mundo hebreo (el mejor ejemplos es la sinagoga de Dura Europos) y luego en pinturas, mosaicos y relieves de sarcófagos cristianos.
El carácter didáctico de las imágenes se reforzaba con textos. Un epígrafe interesante por su información acerca de la administración de los sacramentos figura en el sarcófago de los cónyuges Flavio Julio Catervio y Septimia Severina, encontrado en Tolentino. Junto a citas del bautismo y la confirmación, se añade el recuerdo del sacramento matrimonial con un formulario entretejido de formas poéticas: “El Señor Omnipotente, que con méritos iguales los unió a ustedes en el dulce vínculo del matrimonio, custodia para siempre su sepulcro. Oh Catervio, Severina es feliz por estar unida a ti: puedan ustedes resurgir juntos, con la gracia de Cristo; oh felices ustedes a quienes el sacerdote del Señor, Probiano, lavó con el agua bautismal y ungió con el sacro crisma”.

Las alusiones a la eucaristía, en la epigrafía cristiana, no son muy abundantes, pero tienen un gran valor por el aspecto dogmático que revelan. En la basílica de San Lorenzo, en Roma, se descubrió un epitafio en el que se escribió “verus in altari cruor est vinum” (el vino en el altar es auténtica sangre) en alusión al dogma de la transubstanciación. Otras menciones del sacramento de la eucaristía se pueden encontrar en algunos poemas sepulcrales redactados en griego.

LA PINTURA.
Introducción.
Entre las pinturas más antiguas destacan en el siglo II el hipogeo de los Fabios, la cripta de Ampliato en Domitila y sobre todo, en la segunda mitad del siglo, la capella greca de Priscila.
En el siglo III tenemos obras excelentes en las catacumbas de Calixto, de Lucina, las cabezas de los apóstoles Pedro y Pablo de la tumba de los Aurelii (en Via Manzoni, h. 240), la Orante del cubículo de la velatio de Priscila y la Orante de San Calixto.
En el siglo IV  las figuras son más estilizadas y se abandonan la mayoría de los símbolos anteriores, puesto que se disfrutaba de plena libertad religiosa. Descuellan los frescos de las catacumbas de Via Latina, alternando temas cristianos y paganos (Hércules, Gea). La Iglesia triunfante se expresa en otros temas iconográficos, como la traditio legis, Cristo triunfante entre los Apóstoles y el Cordero Místico (catacumbas de Pietro y Marcelino).
En el siglo V las catacumbas napolitanas de San Genaro dei Poveri cierran el ciclo pictórico paleocristiano.

La evolución pictórica.


El Buen PastorSiglo II.

Entre las pinturas más antiguas destacan en el siglo II el hipogeo de los Fabios, la cripta de Ampliato en Domitila y sobre todo, en la segunda mitad del siglo, la capella greca de Priscila, que cuenta con probablemente la representación más antigua de la Virgen, que parece proteger al niño Jesús que porta en sus brazos.
 Son figuras estáticas, planas, sin paisaje, probablemente porque sus autores eran gentes poco preparadas y solo pretendían una representación simbólica muy sencilla.
En el siglo II las primeras obras conservadas de arte cristiano son los frescos de las catacumbas de Roma (finales del siglo II), con símbolos y ciclos iconográficos sotéricos (de la Salvación), como las imágenes paganas cristianizadas del Buen Pastor, la Orante, las del AT de la historia de Jonás y la ballena (en tres escenas), Daniel en el foso de los leones, Noé, las del NT de la Resurrección de Lázaro y Bodas de Caná
El ciclo histórico del AT aparecerá tal vez en conexión con la religión hebrea, probablemente por influencia de conversos. El ciclo del NT cuenta con una obra notable en las Las Marías ante el Sepulcro del templo cristiano de Dura Europos, afín en su estética a las pinturas de la cercana sinagoga de la misma localidad mesopotámica. La temática del NT se multiplica en pinturas, mosaicos y relieves de sarcófagos cristianos. Entre las pinturas más antiguas destacan en el siglo II el hipogeo de los Fabios, la cripta de Ampliato en Domitila y la capella greca de Priscila.


Adán y Eva ante la serpiente. Siglo III.

            Jesús y María Magdalena. Siglo III.

Pintura del siglo III en la catacumba de santa Priscila. María sostiene al Niño con el brazo izquierdo; a su lado el profeta Isaías, quien había profetizado: “He aquí que una doncella concibe y da a luz un hijo” (Ls. 7,10-16). La Virgen tiene la cabeza cubierta por un velo mientras que Isaías, con su brazo levantado, señala la aparición de la estrella de ocho puntas que simboliza al cielo invisible y que con antelación ya había anunciado “Una estrella se destaca de Jacob, surge un cetro de Israel” (Núm. 24,17).

            Fresco de la catacumba de San Calixto, tal vez de la segunda mitad del siglo III.

En el siglo III hay más abundancia, probablemente por el aumento de la población cristiana. La calidad crece respecto a la pintura del siglo anterior, aunque la esencialización sigue siendo la regla y hay poco paisaje. Tenemos obras excelentes en las catacumbas de Calixto, de Lucina (con decoración geométrica y figuras de orantes, el Buen Pastor y Daniel en el foso de los leones), las cabezas de los apóstoles Pedro y Pablo de la tumba de los Aurelii (en Via Manzoni, h. 240), la Orante del cubículo de la velatio de Priscila y la Orante de San Calixto.

En el siglo IV las figuras son más estilizadas y se abandonan la mayoría de los símbolos anteriores, puesto que se disfrutaba de plena libertad religiosa. Descuellan los frescos de las catacumbas de Via Latina, alternando temas cristianos y paganos (Hércules, Gea), en Roma, formalmente con líneas de color, rectas y curvas, una rica decoración y una figuración dentro de círculos y orlas. La Iglesia triunfante se expresa en otros temas iconográficos, como la traditio legis (entrega del rollo al apóstol Pedro) o Cristo triunfante entre los Apóstoles y el Cordero místico (catacumbas de Pietro y Marcelino).
Desde finales del siglo IV, durante y después del imperio de Teodosio, la pintura logra su mayor grado de desarrollo y el gusto artístico sufre una gran transformación al preferirse el mosaico a la pintura mural. El modelo más repetido es el Pantocrátor (Cristo Resucitado) colocado en el lugar de honor de la cúpula principal. Los muros laterales se reservan para las escenas bíblicas. En la basílica de Santa María Maggiore de Roma el ábside se decora con escenas de la infancia de Jesús y en los muros escenas del AT. Lo mismo ocurre en la iglesia de Santa Pudenciana (432-440) y otras grandes iglesias pintadas con frescos de escenas de los Evangelios, sobre todo la Pasión de Cristo. En Santa Constanza se pintó por vez primera el Ecce Homo (Jesús ante Pilatos). En la cúpula de la catedral de San Jorge en Tesalónica por primera vez se presentó a un Cristo triunfante con la Cruz al hombro. Apuntemos que en esta época no se representaba la Crucifixión y todas las imágenes en donde aparecía Cristo carecían de señales del tormento a que fue sometido.
En el siglo V destacan las catacumbas napolitanas de San Genaro dei Poveri, que cierran el ciclo pictórico, ya en la segunda etapa del arte paleocristiano.

La pintura mural.
Se desarrolla primero la pintura, antes que la escultura, como un arte funerario destinado a significar la Salvación.
Las pinturas murales son de técnica al fresco, sobre fondo blanco, generalmente en el techo o sobre el sarcófago, con una composición compleja, de líneas rectas y circulares, que imitan la cúpula celeste.
Los lugares en que se pintan varían, desde las escondidas en las catacumbas durante los siglos II y III, a las grandes iglesias de los siglos IV y V, cuando la libertad es plena.

La forma pictórica.
No hay innovaciones respecto a la pintura pompeyana, pero hay una esquematización y estereotipación. Desaparece la perspectiva lejana y arquitectónica, no hay individualización y las figuras son autónomas unas de otras, con una tendencia a quitar lo secundario. Abunda la decoración geométrica.

La iconografía pictórica.
La iconografía está inspirada en la Biblia (AT y NT), a menudo con motivos derivados estrechamente del arte romano. La imagen protocristiana, a excepción del relieve, no es descriptiva, sino que es un esbozo esquemático, que aspira a ser entendido con unos pocos rasgos característicos. Para André Grabar es una imagen-signo, que representa una idea.
Hay tres grupos de motivos:
-Motivos de invención cristiana actual: Moisés, el Bautismo de Jesús, la historia de Jacob, el paso del Mar Rojo, el pez como símbolo de Cristo pescador de las almas...
-Motivos tradicionales romanos, dotados de una nueva significación por el cristianismo: la Santa Cena (Bandinelli nos muestra que la imagen es la misma de las cenas paganas), el Buen Pastor (sacado del ancestral tema del Moscóforo), la Madre de Dios (en la catacumba de Santa Priscila, derivado del tema de la matrona romana), Hércules, Orfeo-Cristiano (rodeado de animales), vid (la sangre de Cristo)...
-Motivos tradicionales romanos que conservan su significación: el Orante (tema de la Piedad), el filósofo (la sabiduría divina), las Cuatro Estaciones (el ciclo de la vida)... Estos úñtimos fueron los más utilizados en el periodo de la clandestinidad porque podían confundirse con los paganos durante las persecuciones.
En Roma la pintura más frecuente es la mural al fresco, sobre los ábsides, y en los ni­chos de los mausoleos. Conservamos muy poca obra original porque casi todos los frescos fueron sustituidos por mosaicos en el siglo VI.

La miniatura o pintura miniada.
La miniatura nace en Oriente, antes del siglo II aC. Ya en el siglo I se dice que aparecieron las biblias miniadas. Con ellas llegaron a Occidente el estilo y los temas de la pintura oriental. La miniatura tiene dos formatos: el rótulo (o rollo continuo) y el códex (con representación aislada). El color del fondo es purpurado, símbolo de la pureza celeste.
Hay graves problemas para estudiar (y datar) el arte de las miniaturas religiosas pues muchas han desaparecido y las conocemos usualmente por copias muy posteriores de los modelos originales.
Parece que las miniaturas ilustradas orientales aparecieron en Roma en el siglo II, como obras profanas, basándose en modelos egipcios. Hay una influencia de las representaciones de las columnas triunfales, con su formato continuo: el rótulo con escenas en calles alargadas y textos a los pies. Destaca el Rollo de Josué (del siglo IV pero transmitido en una copia bizantina del modelo paleocristiano).
En el siglo V el formato fue sustituido por el codex, con páginas independientes. Se conocen sólo obras del siglo V en Oriente y en el siglo VI se centró la producción en Bizancio mientras que en Occidente no se desarrolló hasta el siglo VII, imitando el modelo oriental en muchas de sus formas y temas. Entre Oriente y Occidente hay una diferencia en el tipo de relación de la ilustración y el texto, pues en Oriente el texto es independiente (en páginas distintas o a los pies de la página) mientras que en Occidente la ilustración se intercala.
Los temas profanos y religiosos (del AT) coexisten durante los siglos IV y V. Procopio informa que los Evangelarios sólo se ilustran desde c. 550. Los textos del siglo V se escriben en latín y los del siglo VI en griego, ya antes del 526.
Los dos principales códigos del siglo V son el Codex Virgilius Vaticanus y el Codex Virgilius Romanus, con escenas profanas y figuras realistas y naturales, en un espacio irreal, con las historias de las Eglogas, Geórgicas y La Eneida.
En el siglo VI tenemos una edición de lujo de la Iliada, con una dinámica batalla.
La obra maestra es el Génesis de Viena, primer codex religioso, con el tema del AT, que suscitó una gran polémica sobre su datación. Wickhoff (compañero formalista de Riegl) lo consideró del siglo II, otros pensaban que era obra de un taller imperial de Justiniano y hoy se cree que era oriental pero anterior al 526 (porque no es un Evangelario). Tiene rasgos típicamente medievales: la plasticidad y la convencionalidad espacial, con composición en calles, el fondo rojizo-dorado...
Entre los evangeliarios destaca el Evangeliario de Rábula (586), del monje Rábula en Mesopotamia, con sus colores vivos y su iconografía de la Ascensión, con personajes en varios niveles y ángeles volando alrededor de la almendra de Cristo.

EL MOSAICO.
Introducción.
La arquitectura se acompaña con decoración pictórica y sobre todo los mosaicos.




            Mosaicos de Santa Constanza de Roma.

En el siglo III de la época de Constantino aparecen los mosaicos de Santa Constanza de Roma (temas profanos y cristianos) y de la cúpula de Centcelles en Tarragona.
De la segunda mitad del siglo IV hay ejemplos en Milán (octogono de San Aquilino) y Salónica (ábside de Osios David, el conjunto teodosiano de San Jorge).
En el siglo V destacan los mosaicos de Santa Pudenciana de Roma (401-417) y Santa María la Mayor de Roma, que tienen amplios ciclos históricos, como el mausoleo de Gala Placidia de Ravena, donde también destacan las obras en el famoso baptisterio de los Ortodoxos de Ravena (influido por los de Salónica), a los que seguirán los mosaicos de época ostrogoda de San Apolinar el Nuevo (en gran parte sustituidos poco después por unos bizantinos), y los ya bizantinos de San Apolinar in Classe y de San Vitale.

La evolución en Occidente.
El mosaico era muy escaso en las catacumbas romanas del siglo III, debido a la prohibición del culto cristiano. Los primeros mosaicos cristianos fueron descubiertos en la Catacumba Vaticana. Este mosaico recubre el interior de una pequeña cúpula de lo que se ha llamado el Mausoleo de los Julios. Su tema nos remonta a la estética griega, ya que una gran enredadera con delicadas hojas de parra sirve de fondo al carro del sol.

Tras la libertad religiosa decretada en 313 los mosaicos se convirtieron en una de las principales expresiones artísticas del cristianismo, siempre asociados a la arquitectura. El arte de confeccionar mosaicos era muy costoso y requería del mecenazgo del emperador o de personajes ricos de la aristocracia o la Iglesia.
La selección de los temas reflejaba el ambiente político, social y religioso y los diseños copiaban estrictamente lo dispuesto en los manuales.
La manufactura de un mosaico requería de varias etapas. Sobre el muro desnudo se aplicaba con brocha un agente impermeable como betún, resina o alquitrán. Una vez seco, se ponían varias capas de argamasa; la primera era espesa y contenía otros ingredientes como arena y polvo de ladrillo. Para las bóvedas se insertaban clavos con el fin de darle mayor adherencia a la mezcla. La segunda capa era de una consistencia mas fina lo mismo que la tercera, solamente que esta se colocaba por secciones de un tamaño apropiado a lo que correspondería a un día de trabajo, a fin de que se mantuviera húmeda y maleable. Sobre esta base se dibujaba un diseño preliminar. Luego se aplicaban las piezas musivarias presionándolas sobre la argamasa.
Para manufacturar el vidrio con que generalmente estaban hechas las pequeñas piezas del mosaico o teselas, se fundía en un horno una mezcla de arena muy fina y óxidos de sodio y de calcio; el color deseado se añadía una vez que entraba en fusión la mezcla señalada. Cuando se deseaba obtener el color dorado o plateado se colocaban hojas extremadamente delgadas de oro o plata entre dos capas de vidrio, de esta forma se evitaba su oxidación.
 En el siglo IV se distinguen hay varias tendencias formales:
-El clasicismo constantiniano: común en todas las artes, evidente en los mosaicos de Santa Pudenziana, con una figuración muy clásica: amplitud de formas, canon clásico de belleza. La composición en el segundo plano es irreal, en contraste con el realismo de los retratos del primer plano. La energía interior se refleja en la mirada. Los colores son simbólicos (no naturales). Tiene la primera imagen de la Jerusalén Celeste, con una galería, el palacio de Jerusalén y la Cruz del Gólgota, así como la primera representación del Tetramor­fos, con los Cuatro Evangelistas presentados como animales casi siempre alados y de medio cuerpo.
En Occidente destacan los mosaicos de Santa Constanza (337-354), muy famosos y que fueron relativamente bien conservados hasta su despojamiento en el siglo XVI, aunque nos quedan las copias y descripciones en dibujos guardados en los Museos Vaticanos  Los escasos mosaicos que perduran en la bóveda del deambulatorio, muestran el retrato de la santa princesa junto a unas escenas báquicas y una decoración floral de influencia pagana, Es admirable una gran vid que envuelve el retrato y en las esquinas aparecen escenas de las labores de la vendimia. Los nichos de la rotonda tienen figuraciones no paganas, con los temas de la traditio legis y otro de Cristo Cosmocrator, entregando el rollo de la ley a Moisés. Destaca la amplitud de las formas de los vestidos y los rasgos ya medievales de la adaptación al marco arquitectónico y la concentración de la energía en los ojos.
Los mosaicos de la capilla de San Aquilino en la iglesia de San Lorenzo de Milán muestran a Cristo entre sus Apóstoles y un pastor con sus ovejas bajo el carro de Elías.
El moisaco del baptisterio de San Juan de Nápoles representa ocho personajes, posiblemente mártires y en la cúpula se puede apreciar una gran cruz.

El mosaico de la iglesia de Santa Pudenciana muestra por primera vez a Cristo Resucitado, en Maiestas, rodeado por sus Apóstoles y, para sorpresa de los estudiosos, los símbolos de las Iglesias de los judíos y de los gentiles, aunados a una serie de figuras de mártires.

Cristo Pantocartor

Cristo Pantocartor

            Mosaicos del Mausoleo de Gala Placidia en Rávena.

-Una ruptura del equilibrio clásico, en época teodosiana, y en el siglo V en todo Oriente. Su obra maestra está en los mosaicos del Mausoleo de Gala Placidia en Rávena, en el mosaico sobre la luneta de entrada. Se hace una descripción iconográfica muy detallada: Cristo joven como Buen Pastor del Rebaño del Pueblo cristiano, en un marco arquitectónico que provoca la adaptación del mosaico, con una composición espacial en tres espacios: cielo, tierra e infierno (insinuado en el precipicio). La mirada enérgica, vital, protectora de Cristo con ropas doradas y pose de un filósofo o de Orfeo. Hay abundante rasgos medievales en la mirada, los dorados y la iconografía cristiana, junto a rasgos tardorromanos de clasicismo y los mismos dorados, pues hay elementos que perduran a través de los siglos.
En la cúpula del Baptisterio de los Ortodoxos en Rávena se representa el bautizo de Jesús en el Jordán, alineado justo sobre la pila baptismal. En el arco triunfal de Santa Maria Maggiore y en la nave central hay unos mosaicos muy interesantes, como el del Paso del Mar Rojo, por su temática y su tratamiento del espacio, con ejemplos de superposición escalonada de figuras y de ocupación informe del espacio.

La evolución en Oriente.
En Oriente abunda el mosaico sobre todas las demás artes plásticas, con temas profa­nos y religiosos, de pavimento o parietales.    Los profanos o civiles siguen la estética clasicista. El palacio imperial de Constantinopla tenía mosaicos de teselas muy pequeñas, simulando una gradación tonal, con escenas de caza, juegos infantiles, familiares, etc. En un palacio de Siria encontramos el busto de la Magnanimidad.
Los mosaicos religiosos de pavimento de los siglos IV o V son ornamentales, con temas parecidos a los civiles, como el mapa de Jerusalén en Madaba (Jordania). Hay los primeros intentos de superación de lo clásico (el Orfeo cristiano).
Bandinelli apunta la deuda del Occidente medieval con el arte plebeyo tardorromano, definido por la progresiva pérdida de influencia de la estética helenista.
Como ejemplo de la influencia mutua con las otras artes menores en los tejidos coptos de Egipto vemos la misma figuración que en los mosaicos, como la mirada.
Los mosaicos religiosos parietales tienen una mayor variación temática que los civiles. Tenemos un ábside en Santa Catalina del Sinaí con una escena del monte Tabor; otro del siglo VI en San Demetrio de Salónica, con figuras de canon alargado; mas, sobre todos estos mosaicos, está el de la Theotokos de Chipre, con iconografía radicalmente nueva (María y el Niño), con formas amplias, naturalismo de la figura, fondo dorado. Este tipo se llamará Virgen Odigitria y en esta primera versión influirá en la Italia del siglo XII, y en concreto en Duccio de Boninsegna. Es una Virgen austera, no mayestática o imperial. Se distingue por llevar al Niño en los brazos pero a un lado del busto, no delante del pecho, y está señalándole con la mano libre (símbolo de mediación). Ambas figuras miran hacia el espectador. El Niño lleva un rótulo.

La iconografía musivaria.
La influencia del arte imperial se refleja en las imágenes del poder de Dios, en la iconografía cristológica, sin simbolismo, triunfales. El prototipo es la Maiestas Domini, con ejemplo en el ábside de Santa Pudenziana, con Cristo como emperador. El Pantocrátor bizantino será una variante de medio cuerpo. También aparece el Cristo como Cosmocrator: creador del Cosmos, sobre un globo terraqueo, rodeado de apóstoles. La traditio legis es la entrega de Cristo a San Pedro del rollo de la Ley, un signo de legitimación de la Iglesia. Cristo comienza como un adolescente lampiño, que evoluciona a un hombre maduro y barbudo (una influencia bizantina sobre todo). Los retratos convencionales se basan en el tema del filósofo pagano.
La iconografía mariana aparece desde 431 (Concilio de Efeso, que establece el Dogma de la Maternidad de María) en Asia Menor. La Maiestas Mariae aparece como una emperatriz, la Theotokos con varias versiones, provenientes casi siempre de Oriente hasta el siglo XIV.
Desde el siglo V disminuye la influencia imperial en Occidente y aparecen más representaciones de Teofanías: éxtasis, Transfiguración, Pentecostés, ascensiones... Se sistematiza la ubicación en el templo, de modo que en el ábside está la Maiestas Domini y la Maiestas Mariae, y en las naves las escenas narrativas. En general aumenta la influencia bizantina y perdura todavía la tardorromana.

LA ESCULTURA.
Introducción.
La escultura apenas se desarrolla, desde unos inicios inspirados en las formas paganas. Sus mejores obras se centran en los sarcófagos, coetáneos de la pintura de catacumbas, de la que cogen la iconografía funeraria. El tipo característico de sarcógafo es el estrigilado, esto es decorado con estrígiles, acanalados que describen curvas en forma de S.
Hay dos variantes: de friso sencillo y de friso doble. Se deja espacio en el centro para una cartela, que evoluciona en su iconografía. Al principio en ella figura la inscripción, el crismón (lábaro con la cruz y el monógrama de Cristo, las dos primeras letras de su nombre en griego) u otro símbolo cristiano, con una iconografía que es la misma de la pintura, al principio con una tradición bucólica pagana, con el Buen Pastor y la Orante como primeros símbolos, luego temas como el de Jonás, del pedagogo (Cristo maestro en las imágenes antiguas de filósofo helenístico), de escenas del AT y NT, típicas de mediados del siglo IV, y siguen temas de la Pasión y la traditio legis, de época teodosiana, imagen de la Iglesia triunfante. Si tienen las figuras de los difuntos en el centro, el clipeum, se la llama imago clipeata. En los extremos solía representarse un relieve de tema cristiano (Buen Pastor, Orantes...) u ornamental (elementos arquitectónicos).

La escultura exenta.
La escultura protocristiana es coetánea de un arte romano en declive, con estatuas de los emperadores.
Hay desde el principio estatuillas exentas, como las de Jesús adolescente como divino maestro (Museo de las Termas), o como Buen Pastor (Museo de Letrán) sobre el antecedente clásico del Moscóforo. El nuevo estilo también produjo estatuas de santos, como la de San Hipólito (Museo Lateranense de Roma) o la de San Pedro (Grutas Vaticanas). 

La escultura funeraria de sarcófagos.
Es en las piezas del arte funerario, esto es en los relieves de los sarcófagos, donde el nivel artístico es muy alto. Estos tienen mediorrelieves y altorrelieves, hasta que por influencia oriental derivan al bajorrelieve.
El material, por lo general, en Roma es el mármol y en las otras regiones del Imperio la piedra.
El formato en Italia está determinado por estar empotrados en la pared porque sólo se trabajan en una cara. La datación de las piezas es muy confusa y debatida. La tendencia es la desnaturalización, buscando la espiritualidad: se prima el contorno sobre el volumen, considerado demasiado realista por la Iglesia.
El tipo característico del primer arte paleocristiano es la forma estrigilada, basada en la misma forma pagana anterior al siglo IV, debido a que esta iconografía decorativa pagana no tenía significación religiosa. Este tipo de sarcófago está decorado con estrígiles, unos acanalamientos que describen curvas en forma de S.
Generalmente los sarcófagos dejan espacio en el centro para una cartela, que evoluciona en su iconografía. Al principio del siglo IV en ella figura la inscripción del crismón.
También pueden aparecer otros símbolos cristianos:
-La figura del Orante masculino o femenino.
-A veces acompaña un filósofo, un tema pagano en su origen, pero retomado como símbolo de la verdadera sabiduría.
-El pedagogo, un Cristo presentado como el maestro en las imágenes antiguas de filósofo helenístico.
-Escenas del AT y NT, típicas de mediados del siglo IV,  Una escena que se repite una y otra vez en los sarcófagos de los siglos IV y V, es “la entrega por Jesús de las llaves de la Iglesia a San Pedro”..
-Temas de la Pasión desde el 350 (una fecha importante para las atribuciones) aunque los tormentos de la crucifixión no aparecen hasta el siglo V. Destacan motivos como la La entrada de Jesús a Jerusalén, El prendimiento  La coronación de espinas.
-La traditio legis, cuando Cristo entrega a Pedro el rollo de la ley, de época teodosia­na, a finales del siglo IV, como imagen de la Iglesia triunfante; se han prohibido las religiones paganas en el 391.
Una variante muy popular es la que tiene las figuras de los difuntos en el centro, en el clipeum, y se la llama imago clipeata. En los extremos o en las esquinas solía representarse un relieve de tema cristiano (Buen Pastor, Orantes...) u ornamental (elementos arquitectónicos).
La oficialización del cristianismo supuso cambios litúrgicos. En la iconografía del siglo IV se supera la esquemática imagen-signo para evolucionar hacia una mayor narratividad y descripción, tanto para las imágenes paleocristianas como para las nuevas, del NT sobre todo.
La iconografía cristiana se relaciona con el arte aúlico imperial cristiano de modo que hay un predominio de la imagen triunfal hasta la caída de Roma en 476. Como decíamos el mismo Constantino puso de moda (al usarlo como señal de identidad en escudos, banderas...) el crismón, el monograma del lábaro de Cristo, formado por una equis con el monógrama de Cristo, las dos primeras letras de su nombre en griego, las letras alfa y la omega (principio y fin), coronadas con la venera (una concha como signo de Venus).
En resumen, hay una continuidad del arte funerario anterior pero con una producción no vinculada a la capital imperial, lo que ocasiona una gran diversidad estilística y una falta de acuerdo sobre la datación y atribución.
En la escultura paleocristiana triunfante del siglo IV hay un auge de la producción de sarcófagos, ahora siempre historiados, con dos etapas de esplendor y una de decadencia:
1) La constantinea, 313-337, llegando hasta c. 350.
2) La teodosiana, 379-395, llegando en su estilo hasta c. 410 (el gran saqueo visigodo de Ro­ma).
3) Como Roma deja casi de producir después del 410 los centros provinciales la sustituyen en la producción de sarcófagos: Rávena, Milán, Arlés, Tarragona, Cartago...
Palol defiende la existencia de distintos talleres en Roma, con distintos estilos y formatos. Grabar y Sas-Zaloziecki datan sin problemas las obras a partir del 359 (formato de nichos) pero discrepan sobre los anteriores.
Hay tres grandes grupos de sarcófagos historiados en el siglo IV y dos grupos a finales del siglo IV y en el V:
-Grupo de friso único con mezcla de escenas, en un espacio unitario esculpido en una sola cara, con escenas desordenadas, pequeñas y numerosas, sin realismo, escalonadas en ver­tical, con relieve plano (llamado pictoricismo por Grabar), incluyendo paisajes. Se olvidan los elementos plásticos tardorromanos. Grabar los data antes del 313 (periodo protocristiano) y Palol los data después del 313, en un taller constantiniano de tradición popular. El mejor ejemplo es el Sarcófago de Jonás en el museo de Letrán, muy clasicista, con formas definidas, en altorrelieve, con efectos de claroscuro, con Jonás esculpido como si fuese un dios pagano.


            La más importante de las piezas del Museo de las Catacumbas de San Calixto es el Sarcófago del Niño, llamado así por sus pequeñas dimensiones. Este sarcófago se puede considerar como un pequeño muestrario del arte paleocristiano inicial. Las escenas son: Noé con la paloma en el arca, un profeta que sostiene el rollo de la Ley, Daniel en el foso de los leones, un niño orante entre dos santos, el milagro de Caná y la resurrección de Lázaro, en donde se puede apreciar a María, hermana de Lázaro, arrodillada a los pies de Jesús. En el centro de la tapa aparecen dos geniecillos que sostienen una tablilla y en sus extremos, como ornamentación cuatro cabezas. Las escenas simbolizan que el cristiano nace a la vida divina mediante el Bautismo y mantiene esa vida divina con el pan y el vino consagrados en la Misa, pues la Eucaristía le ofrece la resurrección final y la vida eterna en el Paraíso, asumiendo las palabras de Jesús: “Quien come mi carne y bebe mi sangre, tiene la vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día” (Juan 6, 54). 
-Grupo de friso continuo, con dos bandas, con escenas más ordenadas en sus bandas horizontales. Hay un tratamiento más plástico, con formas más definidas, esquematismo en los vestidos y rigidez de las poses. Palol los data después del 313. Grabar y Sas-Zaloziecki en la época constantiniana (c. 330). El mejor ejemplo es el Sarcófago Teológico (o Dogmático), con escenas del AT y NT, con Jesús en el centro de la banda inferior, con una clara desproporción de cabeza y cuerpo y arriba un clipeum de los dos esposos [análisis más extenso en comentario-sarcofago-dogmatico]. También los sarcófagos de Los Dos Hermanos (Museo de Letrán), el de las Catacumbas de San Calixto, el de San Pedro y San Pablo, en la necrópolis de Tarragona, y otro con el tema de Jonás, de un estilo más plebeyo (Museo de Letrán).
-El grupo de formato de nichos o columnado, a partir del 350, con una o dos bandas, con escenas autónomas enmarcadas por elementos arquitectónicos (columnas o arcos). Algunas obras sustituyen éstos por árboles. Se relacionan con el clasicismo constantiniano, en los modelos de pintura mural y mosaico. El altorrelieve tiene motivos tridimensionales en claroscuro, con soltura de posturas y preocupación por la anatomía. Hay muchas figuras en perfil de tres cuartos. La iconografía es la de la imagen triunfal de Jesucristo (Cosmocrator, Traditio Legis) y la de la Pasión (sin la Crucifixión). El mejor ejemplo es el Sarcófago de Junio Basso (359), con dos registros, en diez escenas con dos o tres personajes cada una, que vienen a ser una síntesis de la doctrina cristiana: San Pablo conducido al martirio, Adán y Eva o El sacrificio de Abraham.
Destacan también el sarcófago del Cosmocrator del Museo de Letrán y otro que tiene escenas de la Pasión (el primero), con la Cruz y el crismón, y pájaros enfrentados; un tema que recibirá y desarrollará luego mucho más el Oriente, así como en Rávena.
-La época teodosiana, desde el 379, tiene piezas coetáneas de la escultura en nichos, que persisten, pero con cambios: disposición de las figuras en hileras, en seriación más pre­sentativa que descriptiva, canon alargado de los cuerpos y ropajes, gestualidad idéntica de las figuras, nichos apenas insinuados sobre las cabezas. Ejemplos son los sarcófagos de Probo (395), parcialmente esculpido y el de Concordio, en Arlés (importado de Roma). Destaca el zócalo del Trono de San Ambrosio de Milán, esculpido en todas las caras y en la tapa, como el anterior. Se pueden datar a principios del siglo V, en paralelo a otras obras de Constantino­pla.
-En la segunda mitad del siglo V en Italia la producción de sarcófagos se concentra en Rávena, que desarrolla un nuevo modelo, con tapas abovedadas esculpidas, sustituyendo los nichos por escenas de fondo plano con bajorrelieve en todas las caras, crismón en el centro, pájaros o corderos enfrentados y motivos vegetales. La influencia bizantina es plausible porque se encuentran obras de este modelo en zonas de su dominio.

Escultura en Oriente.
En Oriente el arte sepulcral es relativamente menos importante porque hay más demanda cortesana, de modo que abunda más la escultura exenta, los relieves en columnas triunfales y la ornamental.
Los sarcófagos son distintos de los de Occidente, con el formato de nichos en el siglo V y un formato esculpido en todas las caras, con relieve plano y tendencia a la frontalidad. Los sarcófagos encontrados en Francia están hechos en talleres influidos por Oriente, como el de Santa Sidonia. El de San Daniel tiene una decoración vegetal en la banda superior.
Las estelas funerarias destacan en Oriente por la continuidad clasicista. Ejemplos son el Orante bajo arco mitrado (influencia del arte popular), con cruces y pájaros. También el Orfeo-Cristo, más estilizado, orientalizante.
Se desarrolla la escultura cortesana, con una obra maestra en la basa del obelisco del Hipódromo, erigido (390) por Teodosio el Grande (gran mecenas después de una época de crisis en las artes), con figuras imperiales en perspectiva vertical superior, con proporción jerárquica y un espacio irreal, apenas sugerido. Hay también un estilo neoático manifestado en estatuas togadas, de retrato realista, en Bizancio y Afrodisia, como el sarcófago de Serigüzel, con lados mayores con relieves de ángeles volantes que sostienen el crismón, en MAE.
La escultura ornamental, estrechamente relacionada con las artes menores: placas, dípticos, etc. Destaca la bellísima serie de dípticos consulares, conmemorativos de sus nom­bramientos, como el de Boecio (tiene temas como el de Adán y Eva entre animales, predica­ción de San Pablo en Malta), Las Marías en el sepulcro y soldados (Milán, Castello Sforzes­co), el Díptico de la Ascensión (Munich). Hay otras obras, como la lipsanoteca de Brescia (330-360) y la famosa silla de Maximiano de Rávena.

ARTES MENORES.
Artes menores o suntuarias de objetos litúrgicos son el tejido (los del Egipto copto han perdurado), la orfebrería, el marfil y el vidrio, con piezas de extraordinaria calidad, la gran mayoría objetos litúrgicos, que siguen los modelos decorativos de las artes plásticas.
Hay cofres matrimoniales bellamente esculpidos con finos relieves, como el de plata de Secundus y Proiecta (379-382), pero de este arte suntuario no habrá obras de gran calidad hasta el siglo XI.

El marfil.
Abundan los trabajos sobre marfil para las clases pudientes pues el material era caro pero . 


El llamado de La AscensiónLas Tres Marías (Museo Nacional, Múnich) cuenta, en un primer plano, con tres mujeres, y al fondo el Santo Sepulcro en el que se apoyan dos personajes en actitud doliente, según una pauta de la escultura griega clásica. El motivo principal se localiza en la parte superior derecha, en la que se aprecia a Cristo ascendiendo al cielo por una suave escalera formada por nubes, al costado se encuentran dos de sus Apóstoles que asisten asombrados al acontecimiento. De lo alto, también entre nubes, sale la mano del Padre que lo sostiene.


La placa de marfil de la colección Trivulzio (Palacio Sforza, Milán), datada según unos autores en el siglo IV y por la mayoría en el VI, es una tableta (30,7 x 13,4 cm) dividida en dos tableros superpuestos separados por una franja ornamentada. En la tabla superior aparece la silueta del martyrium del Santo Sepulcro, guardada por dos soldados armados, aunque no portan los uniformes militares de la época. Uno de ellos, a nivel del suelo, sostiene su lanza en diagonal, formando una perspectiva que proporciona sensación de profundidad. En el cielo se ven las figuras de un toro y un ángel, símbolos de los evangelistas San Lucas y San Mateo. En la tabla inferior aparece Cristo sentado frente a las puertas abiertas del sepulcro, hecho que simboliza su resurrección, y a sus pies están las Santas Mujeres que le rinden veneración. Algunos estudiosos afirman que la figura principal no es Cristo sino un ángel, sin embargo la mano derecha en actitud de bendecir, la izquierda que porta el Rollo de las Escrituras y la postura inclinada de las mujeres, demuestran que es Cristo.




La lipsanoteca o relicario de Brescia (330-360) es el mejor ejemplo de las pequeñas urnas que en esa época fueron decoradas con pasajes del Evangelio y usadas para guardar reliquias. La caracterizan la perfección y el realismo de las figuras. La tapa y los cuatro costados presentan pasajes completos de la Pasión de Cristo. Uno de sus lados muestra con dramatismo el Prendimiento en el Huerto de los Olivos; los soldados portan antorchas y armas. A la derecha de la misma placa se aprecia la escena de La negación de San Pedro, simbolizada con el gallo. En otra cara se ve a Cristo presentado ante Caifás y en otra escena ante Pilatos, quien aparece lavándose las manos. En este pequeño panel se cuentan hasta 14 figuras. En su parte posterior, está tallado el episodio de Ananías y su esposa Safira que, siendo cristianos de Jerusalén, trataron de engañar a los Apóstoles, reteniendo para ellos gran parte de los bienes pertenecientes a su comunidad y que por haber mentido en nombre del Espíritu Santo cayeron muertos a los pies de San Pedro. 
De marfil son los pixides, pequeños cilindros en los que se transportaba la Eucaristía. Tal vez el mejor es el de Cristo entronizado, rodeado por sus Apóstoles (Museo Nacional, Berlín) hallado en Tréveris (Alemania), cerca del palacio de Constantino.

Trabajo en marfil
            Placa de marfil de la Entrada de Jesús en Jerusalén.

También de marfil son los bellísimos dípticos consulares decorados con temas religiosos, como el de Adán y Eva entre animales y el La predicación de San Pablo en Malta y, ya muy tardía, la famosa decoración de la silla de Maximiano de Rávena, que muchos clasifican ya como bizantina.

La metalistería y orfebrería.
Apenas quedan objetos de oro debido a que su alto valor lo hacía inmediato objetivo de los saqueos. Destaca un colgante (Museo Británico, tal vez una medalla del emperador, de filigrana de oro en forma de hexágono. Sus redondeados ángulos están ocupados por medallas que reproducen, en alto relieve, los bustos de diferentes personajes. En el centro, se ubica una moneda con el perfil de Constantino, al que rodea la siguiente inscripción en latín: “D[ominus] Constantimus max[imus] avg[vstvs]”, que traducida al español significa: “Nuestro Señor Constantino Augusto Màximo”
En plata, más barata, tenemos en cambio innumerables cajas, cruces, píxides o relicarios. Destaca en el Museo Británico un medallón triangular de plata repujada que simula una espiga de trigo, en cuyo centro domina un Crismón dorado y entre los brazos de la cruz las letras alfa y omega.
En bronce destaca un navío (Museo Arqueológico de Florencia) que reproduce un barco con la vela desplegada; a bordo se aprecian dos personas, una de ellas conduce el barco, la otra, se encuentra en actitud de oración. El mástil tiene una placa con la siguiente inscripción: “Dominus Legem Da”, que significa “El Señor da la Ley”. La simbología es la nave como la Iglesia, la vela como su avance, Jesús sería el timonel y Pedro o un fiel el tripulante.

Trabajo de Orfebrería
        Cáliz,

Trabajo de Orfebrería
            Cruz-relicario.

FUENTES.
Internet.
Documentales / Vídeos.
La basílica de San Pedro en Roma. [ArteHistoria.com]
Mausoleo de Teodorico en Ravena[ArteHistoria.com] 
Mausoleo de Gala Placidia en Ravena[ArteHistoria.com]
Historia gene­ral del arte. Ediciones del Prado. 3. Arte pa­leocristia­no y bi­zanti­no (Pa­leocristia­no, 20 minutos, se basa en Roma y Rávena; bi­zanti­no, 40 minutos; excelente).
Las grandes épocas del arte. Arte paleocristiano y bizantino. 53 minutos.

Libros.
Abate, Francesco. Arte Paleocristiano y Alto Medioevo. Fabbri. Milán. 1966. 157 pp.
Beckwith, John. Arte paleocristiano y bizantinoCátedra. Madrid. 2007 (1997; inglés 1970, 1979). 420 pp.
Fuentes, Ángel. Arte paleocristiano. Historia 16. Madrid. 1991. 31 pp.
Grabar, André. El primer arte cristiano (200-395). Col. El Universo de las Formas. Aguilar. Madrid. 1967. 326 pp.
Krautheimer, Richard. Arquitectura paleocristiana y bizantina. Cátedra. Barcelona. 2009. 619 pp.
Lowden, John. Early Christian and Byzantine Art. Phaidon. Londres. 1997. 448 pp.
Pijoan, Joan. Arte cristiano primitivo. Arte bizantino hasta el saqueo de Constantinopla en 1204. Col. Summa Artis VII. Espasa Calpe. Madrid. 1954. 579 pp.
Riegl, Aloïs. El arte industrial tardorromanoVisor. Madrid. 1992 (1897, 1901, 1927). 334 pp. 23 ls. pp.
Sas-Zaloziecky. Arte paleocristiano. Historia del Arte Universal, v. 7.  Bilbao. 1967. 204 pp.
Schapiro, Meyer. Estudios sobre el arte de la Antigüedad tardía. Alianza. Madrid. 1987, 1996. 374 pp. 
Vogt, Joseph. Constantino el Grande y su siglo. Ediciones Peuser. Buenos Aires. 1956. 314 pp.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Muy bueno el documento sobre Arte Cristiano, me ha sido muy útil .