ARTE BIZANTINO: UN RESUMEN.
INTRODUCCIÓN.
Bizancio: un puente entre las culturas antigua y medieval.
Fundamentos del arte bizantino.
La influencia bizantina en Europa.
ARQUITECTURA.
Características de la arquitectura.
Evolución de la arquitectura.
Comentario: Santa Sofía de Constantinopla.
ICONOGRAFÍA.
PINTURA.
Los iconos.
La miniatura.
MOSAICO.
La evolución del mosaico.
ESCULTURA.
La evolución de la escultura.
ARTES MENORES.
Marfil.
Orfebrería.
Textil.
Vidrio y cerámica.
INTRODUCCIÓN.
Bizancio: un puente entre las culturas antigua y medieval.
El arte bizantino se extendió por el territorio del
Imperio Bizantino entre los siglos V y XV. Adquirió sus principales características
a partir del emperador Teodosio II en el siglo V y finalmente se independizó
del arte paleocristiano en la época del emperador Justiniano, a mediados del
siglo VI.
Fundamentos del arte bizantino.
El arte se desarrolló en el contexto de un estado
teocrático en lo religioso, y muy conservador en la política, la economía y la
cultura, por lo que perduró con pocos cambios hasta su final en 1453. El gusto
artístico fue profundamente afectado por el rigorismo del cristianismo ortodoxo
oriental y por el determinante poder imperial, como lo prueba la crisis iconoclasta
(726-843), cuando muchas imágenes fueron destruidas por una reacción religiosa
que contó con el apoyo imperial.
La influencia bizantina en Europa.
El arte bizantino fue muy influyente durante la Edad Me dia, tanto en Oriente,
como revela el arte copto egipcio, el primer arte islámico, el arte de los
países balcánicos y de Rusia, así como en Occidente, sobre todo a través de
Italia.
El proceso se inició con el imperio de Constantino a
principios del siglo IV cuando se quiso convertir la ciudad de Bizancio en la
nueva capital imperial, una nueva Roma pero oriental, rebautizándola como
Constantinopla y con un urbanismo y edificios monumentales al nivel de su nuevo
papel político, con el trabajo de los excelentes constructores y artesanos de
Asia Menor y materiales ricos como el preciado mármol de la isla de Proconessos,
en el Mar de Mármara.
El esfuerzo prosiguió con los emperadores siguientes,
con obras colosales como el acueducto de Valente, hacia el 370.
ARQUITECTURA.
Bizancio fue embellecida con nuevas obras por Arcadio
(395-408), que inició el gran foro imperial, y Teodosio II (408-450), que
amplió y amuralló la ciudad, reconstruyó el Palacio Imperial decorándolo con
mosaicos helenísticos, y reedificó la iglesia principal dedicada a la Sabiduría
Divina (Santa Sofía), que había sido construida por Constantino pero que había
padecido un incendio en la época de Arcadio, quedando hoy solo de ella algunos restos
del pórtico.
Las construcciones religiosas eran entonces de dos
tipos: la iglesia de planta basilical —que más tarde evolucionará hacia un
compromiso entre la planta basilical y la centralizada— y la martyria de
planta centralizada.
La iglesia de planta basilical comprende tres naves
precedidas de atrio y nártex, con unas escaleras que conducen a las tribunas
laterales del interior (con la función de ser gineceos, sitios reservados para
las mujeres), con un ábside que con frecuencia está flanqueado por dos cámaras
o pastoforios: la prótesis a la izquierda del sacerdote y el diaconicón a
la derecha. El presbiterios está separado de las naves por la iconostasis, un
muro relativamente abierto en cuyo intercolumnio sobre plúteos de mármol se
corrían velos o cortinas durante ciertos momentos de la misa, una división ritual
que desapareció en Occidente a partir del siglo XI, pero que se mantiene en
Oriente aunque ahora mediante la exposición de unos iconos colgados en el intercolumnio.
Los mejores ejemplos de las primeras iglesias
bizantinas de planta basilical son:
-·La basílica de San Juan en Studion, cerca de
Bizancio, que cuenta con gruesos muros de aparejo mixto (mampostería y
ladrillo), una separación de las naves mediante columnas de pórfido con basas y
capiteles de mármol de orden corintio, que sustentan un arquitrabe cuyos dinteles
marmóreos están ricamente labrados.
-La basílica de San Demetrio en Salónica, que muestra columnas
de pórfido y unas series de arcos cintrados. Ha sido restaurada varias veces,
la última en 1917, por lo que no es segura su forma original.
-La basílica de Damasco, de la que destacan las
grandes proporciones y los monumentales pilares. Fue transformada
posteriormente en la Gran Mezquita de la ciudad, de forma que solo queda parte
de la estructura interior.
-Los templos de los monasterios sirios, de estructuras
muy sólidas (para prevenir los frecuentes terremotos) gracias a sus sillares
grandes y regulares, las bóvedas y los arcos cintrados y moldurados, y un
nártex reducido y compacto, con una puerta cuadrada. A veces incluían un martyria para el fundador.
Los martyria
son santuarios dedicados a la veneración del sepulcro de un santo o una
reliquia sagrada. Su planta generalmente es de cruz griega, aunque abunda el
cuadrado y el octógono. Cuenta con dobles hileras de columnas que convergen en
el espacio central, cuya forma de cubo está cubierta con una cúpula y de tejas
o placas metálicas. Al respecto hay que señalar que el mausoleo de Gala Placidia
en Ravena no es bizantino ni por su temprana época (mediados del siglo V) ni
por sus mosaicos, muy del gusto paleocristiano romano.
La gran cúpula en las plantas centralizadas se
generalizó en Bizancio y en Asia Menor. Un ejemplo es la iglesia de los santos
Sergio y Baco, un martyria con cúpula segmentada que cobija el octógono
central, en el que se alternan nichos oblongos y semicirculares. Otro ejemplo
es Santa Irene (Santa Paz), que tiene una cúpula en cuyo tambor se abren
ventanas y grandes arcos laterales con ventanas para la iluminación interior.
Fue en el siglo VI cuando los arquitectos bizantinos
resolvieron el problema de sustentar una cúpula sobre un edificio cuadrado, al
disponer cuatro arcos en los muros principales de sustentación, con el objetivo
de que los trapecios curvilíneos, las pechinas, que quedan entre el anillo de
la cúpula y los arcos descargasen los empujes del peso de la cúpula.
La decoración de las iglesias se resolvió mediante la
utilización de mármoles y otras piedras multicolores en el revestimiento de los
muros, arcos y columnas decoradas con capiteles bizantinos calados al trépano y
con temas vegetales muy entrelazados, y mosaicos de figuras.
El mayor monumento que ha pervivido es la basílica justiniana
de Santa Sofía, edificada (532-537) después del incendio en 532 del edificio
anterior, que había sido a su vez edificado sobre otro más antiguo también
incendiado. Sus arquitectos son Antemio de Tralles e Isidoro de Mileto. Combina
las plantas de basílica y martyria. Tiene una amplia área central (33 metros
de anchura), un altísimo espacio cúbico con dos exedras en los extremos de su
eje, desde la entrada en el nártex hasta el ábside. En el centro destaca la
gran cúpula con una hilera de ventanas en su parte baja, que se asienta sobre cuatro
enormes pechinas, dos exedras menores y dos inmensos arcos laterales,
perforados a su vez con hileras de ventanas cuadradas en su parte alta, y que
cobijan galerías en su planta superior y en las naves inferiores. La cúpula se
derrumbó en 558 por un terremoto y en 562 la reconstruyó un sobrino homónimo de
Isidoro de Mileto, que reforzó el templo con robustos y salientes
contrafuertes.
El templo es precedido por un amplio atrio y un colosal
nártex, y está decorado con placas de mármoles policromos, puertas de bronce,
columnas de pórfido con capiteles de mármol blanco del tipo prismático con
adornos de hojarasca labrada al trépano de origen teodosiano, o con caprichosos
recamados. Los mosaicos que han pervivido son posteriores a los de la
época de Justiniano, destruidos por los iconoclastas, y son de los mejores
ejemplos del mosaico bizantino posterior.
Los templos de Rávena, capital del Imperio Romano de
Occidente ya en el siglo V, del reino ostrogodo y después de la provincia
bizantina de Italia, se inspiraron en modelos bizantinos ya en época del rey
ostrogodo Teodorico y después de la conquista bizantina de la ciudad en 540,
bajo el obispado de San Maximino, se construyeron dos monumentos
extraordinarios en ladrillo:
-La basílica de San Apolinar in Classe (el puerto de
la ciudad), con un gran ábside adornado con mosaicos.
-La iglesia de San Vitale de Ravena, con los dos
mejores mosaicos del arte bizantino, los dedicados al emperador Justiniano y su
esposa Teodora.
La crisis del siglo VII, motivada por la crisis
económica posterior a las conquistas de Justiniano como consecuencia de sus
grandes gastos militares, y por las grandes guerras con el naciente Islam, que
se apoderó de los territorios desde Siria al norte de África, repercutió en la
arquitectura reduciendo el número y la monumentalidad de las obras, así como el
empleo de materiales nobles en los edificios, como demuestra que las columnas
de la gran cisterna de Yerebatan Saray son reutilizadas, mientras que las de la
muy anterior cisterna teodosiana de las Mil y Una Columnas eran nuevas.
La arquitectura religiosa se transformó.
Comenzamos a verlo en Santa Sofía de Salónica, del
siglo VIII, con cúpula de ladrillo, naves abovedadas y ábside de tres capillas.
Desde el siglo IX las iglesias son de cruz griega, con
los brazos cubiertos de bóveda de cañón; la cúpula surge sobre un alto tambor
cilíndrico o forma un lucernario poliédrico con columnitas adosadas, apoyada en
cuatro pilastras o, en edificios pequeños, sobre cuatro columnas unidas por
arcos. Destaca la
Pequeña Metrópoli de Atenas, del siglo XI, con placas esculpidas
anteriormente, que adornan la pequeña fachada de piedra.
En los templos mayores hay cúpulas en los extremos de
los brazos y en el nártex: la iglesia de los Santos Teodoros en Atenas, con
nártex abierto en arcos; la iglesia de los Santos Apóstoles, en Constantinopla
(derribada en el siglo XV, que fue modelo de la catedral de San Marcos de Venecia);
la iglesia monástica de Dafni, famosa por sus bellos mosaicos.
Tras la crisis de la invasión selyuqí y las Cruzadas
en los siglos XIII y XIV se vivió un breve renacimiento con los emperadores
Paleólogos en la segunda mitad del siglo XIV. Destaca la Paregoretissa
(o Consoladora) y las siete pequeñas iglesias de Mistra (Morea), construidas en
ladrillo, con adornos de posible influencia gótica. Los templos mayores ganan
verticalidad en el ábside y en su parte central, con un aspecto monumental, con
formas piramidales, que se transmitirá a la arquitectura monástica serbia, como
muestra la iglesia conventual de Gravánica.
El periodo paleólogo es de una refinada decadencia en
sus exteriores polícromos, que tenían un antecedente en el Palacio Imperial de las
Blachérnai (hoy Tefki Saray, en ruinas), y destacan tres templos:
-La iglesia de los Santos Apóstoles de Salónica
(1315).
-La iglesia de la Chora (hoy mezquita Karye
Camii), financiada por Teodoro Metochites, el logoteta (tesorero) del
emperador Andrónico II, muy admirada por sus preciosos mosaicos (probablemente
los mejores del último periodo bizantino) y sus pinturas murales.
-La iglesia de Theotókos Pammakáristos (Madre
de Dios Bienaventurada, hoy mezquita Fetiye Camii), construida hacia
1300.
ICONOGRAFÍA.
El arte bizantino representó los temas religiosos mediante
mosaicos, tablas de marfil y pequeñas tablas pintadas, conocidas como iconos.
La furia iconoclasta, muy intensa en el siglo VIII, suprimió las representaciones
figuradas de la Divinidad, simbolizada entonces mejor por la Hetimasía , que
consistía en el Trono de Dios con un texto sacro. Desde mediados del siglo IX y
definitivamente desde el XI, reaparecieron los mosaicos, marfiles e iconos.
PINTURA.
Los iconos.
Los iconos o tablas pintadas, a veces con enriquecimientos
metálicos, crean una tradición que perdura aún. Se representa a la Virgen con el Niño en
brazos, o figuras de santos. Destacan los iconos rusos de mano bizantina, como
la Virgen de Vladimir (1130, col. Museo Tretiakov, Moscú). El tema y la
composición influyeron en las Madonnas occidentales, sobre todo las italianas.
La miniatura.
La iluminación de códices sigue la tradición siria, con el Codex Purpureus (siglo VI, guardado en la catedral italiana de Rossano) y códices del siglo IX en los que se percibe una influencia helenística. Destacan los salterios, muy ricos los de ámbito cortesano, debido al impulso cultural del emperador Constantino VI Porfirogeneta, en cuyo reinado se ilustran también obras científicas y literarias. En el siglo XI aparecen ilustraciones polícromas en viñetas marginales o páginas con varios episodios. En el siglo XIV destacan los retratos miniados de emperadores o dignatarios.
MOSAICO.
Los mosaicos del periodo teodosiano son similares de estilo a los romanos del Bajo Imperio. Las obras más celebradas son los del emperador Justiniano y su esposa Teodora con sus séquitos, en la iglesia de San Vitale de Rávena.
Se han perdidos los mosaicos justinianeos de Santa Sofía debido a la posterior crisis de la iconoclastia, y los actuales datan de los siglos IX a XII, y son de un estilo muy refinado. Conmemoran las ascensiones al trono imperial, y sitúan al Pantocrátor entre el emperador y su esposa, o representan la Déesis , esto es el Ruego por el que la Virgen y el apóstol San Juan imploran a Jesús el perdón para los mortales.
Destacan fuera de Contantinopla los mosaicos de la iglesia de Dafni del siglo XI; y más tarde, en los siglos XII y XIII, los mosaicos sicilianos de un estilo muy hierático en las catedrales de Cefalù y Monreale, y en Palermo los de la Martorana y la iglesia de Santa María del Almirante, y en Venecia los de San Marcos.
Más pictóricos son los mosaicos del periodo paleólogo en Bizancio, como los de la iglesia de Chora, hacia 1310, sobre todo el de la Anástasis (Descenso al Limbo).
Hay que apuntar que desde el 1100 y sobre todo en el siglo XIV abundan los pequeños mosaicos portátiles, con menudas teselas.
ESCULTURA.
Las obras en relieve son escasas ya en los inicios, de modo que se ha afirmado que el arte bizantino sintió aversión hacia las imágenes esculpidas, pese a las representaciones del Pantocrátor y de la Madre de Dios, y esa tendencia se acentuó cuando llegó la crisis iconoclasta y prosiguió después del final de esta.
En escultura las formas propias aparecen en la época del emperador hispánico Teodosio I el Grande (379-395), con varios ejemplos significativos:
-La base esculpida del obelisco de origen egipcio que se implantó (390) en el gran hipódromo de Bizancio, en el que se representó el palco imperial con una perspectiva vertical de los personajes, representados estos con proporciones jerárquicas, con el emperador como figura dominante.
-Un estilo neoático manifestado en las estatuas togadas de retrato, halladas en Bizancio y la ciudad asiática de Afrodisia, como el sarcófago de Serigüzel (col. Museo de Arte de Estambul o MAE), cuyos lados mayores muestran unos relieves de ángeles voladores que sostienen el crismón.
En la escultura posterior a la época teodosiana destaca un obra maestra, la enorme estatua broncínea de un emperador, probablemente Marciano (450-457), saqueada en Bizancio por los cruzados en 1204 y hoy visible en la ciudad italiana de Barletta.
Del siglo VI son las cabezas en mármol de la emperatriz Ariadna, cuyas copias se admiran en Milán, Roma y París (col. Louvre) y la de la emperatriz Teodora, en Milán.
ARTES MENORES.
Las principales artes menores o suntuarias son las del
marfil, la orfebrería, el textil, el vidrio y la cerámica. El mosaico es un
arte parangonable a la pintura mientras que la miniatura se incluye como una
variante dentro de la pintura, junto a los iconos.
Marfil.
Los marfiles más antiguos datan de circa 500. Son placas conmemorativas o “dípticos
consulares”: el Marfil Barberini
(col. Louvre, París), con la imagen ecuestre del emperador Zenón; la placa de
la emperatriz Ariadna o tal vez de la reina ostrogoda Teodelinda (col. museo
Bargello, Florencia); la placa de San Miguel (col. British Museum, Londres); y
el gran conjunto de placas que recubren la cátedra (la silla obispal) de San
Maximino, del siglo VI, en Ravena.
Los marfiles post-iconoclásticos son de solemne pero
suave labra: placas con el Pantocrátor, o conmemorativas de coronaciones, como
la que nos presenta a Jesús coronando a Romano y Eudoxia (col. Gabinete de
Medallas, París), el Tríptico Harbaville (col. Louvre, París), y la estatuilla
de la Virgen y el Niño (col. Victoria & Albert Museum, Londres).
En los siglos X y XI se datan unos marfiles de un
estilo abigarrado, de un movimiento casi barroco, con elaborados baldaquines
cubriendo las escenas, y cofrecillos con temas paganos, como el Cofre Veroli
(col. Victoria & Albert Museum, Londres). Este estilo influyó en los
marfiles carolingios y otónidas coetáneos.
Orfebrería.
La orfebrería sigue la línea helenística. Al principio
se hacen fuentes circulares o discos de plata repujada con temas mitológicos,
simbólicos o conmemorativos, y patenas con temas sacros o eucarísticos, como
las dos Patenas con la
Comunión de los Apóstoles, labradas probablemente en
Antioquía en el siglo V, hoy conservadas en los Museos de Estambul y Dumbarton
Oaks.
Otras obras importantes de orfebrería son los cálices
de ónice o sardónice, de tal magnificencia que los devotos los reverenciaron como
copias del auténtico cáliz de la Última Cena; la Cruz de Justino II (siglo VI, col. Museo Vaticano, Roma); los staurothékai
(relicarios de la Cruz
de Cristo) con lujosas placas (como una del siglo X, en la catedral de
Limburgo, y otra del siglo XII en Esztergon, Hungría), y en los que en los
siglos XIV y XV se emplearán formas y adornos de modelos góticos; y las tapas
de libros, como la de oro, esmaltes y pedrería, representando a San Miguel, que
se guarda en la catedral de San Marcos de Venecia.
Sobresale en orfebrería la especialidad del esmalte
(de técnica cloisonné), que derivado de los esmaltes sasánidas, triunfó
en la corte imperial de Bizancio y persistió hasta 1204, cuando se difundió por
Occidente y Georgia. Cuenta con obras maestras como la corona de Constantino IX
(siglo XII, hoy en Budapest), el altar de San Marcos de Venecia, conocido como Pala
d'Oro (hacia 976) y cruces esmaltadas, como la de Cosenza, y la de la reina
Dagmar guardada en Copenhague.
Textil.
En los tejidos destacan los lienzos de lino con
adornos morados y polícromos de Egipto, que se confunden con los del arte
copto; los lienzos de seda de Bizancio desde el siglo VI, polícromos y con
fondo purpúreo para los miembros de la familia imperial; y los bordados y
recamados, como la Dalmática de Carlomagno (h. 1400, col. Museo Vaticano, Roma).
Vidrio y cerámica.
El vidrio y la cerámica bizantinos, de los que se
conoce relativamente poco, también fueron famosos en la Edad Media. Los mejores
ejemplos se hallan repartidos por los museos de Grecia, Turquía, Reino Unido,
Francia y Alemania.
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