Mis blogs

Mis Blogs son: Actual (Actualidad y Aficiones), Heródoto (Ciencias Sociales, Geografía e Historia), Plini (Ciències Socials, Geografia, Història i Història de l’Art), Lingua (Idiomas), Oikos (Economía y Empresa), Paideia (Educación y Pedagogía), Sophia (Filosofía y Pensamiento), Sport (Deportes), Thales (Ciencia y Tecnología), Theos (Religión y Teología), Tour (Viajes), Altamira (Historia del Arte y Arquitectura), Diagonal (Cómic), Estilo (Diseño y Moda), Pantalla (Cine, Televisión y Videojuegos), Photo (Fotografia), Letras (Literatura), Mirador (Joan Miró, Arte y Cultura), Odeón (Ballet y Música).

miércoles, 18 de febrero de 2015

Arte prerrománico celta cristiano.

 ARTE PRERROMÁNICO CELTA CRISTIANO: INGLATERRA E IRLANDA.

Introducción.
El cristianismo insular.
La miniatura insular.
Las tres etapas de la miniatura.
La influencia insular en la miniatura de Europa.
La arquitectura insular.
Las cruces celtas.
La escultura en relieve insular.
Artes menores.

FUENTES.



Irlanda (la Hibernia romana) en un mapa medieval.



Mapa de Inglaterra e Irlanda a finales del siglo IX.

Introducción.
El arte insular engloba al celta irlandés y al anglosajón cristianos y se extiende por las islas de Gran Bretaña e Irlanda, desde la segunda mitad del siglo VI hasta el siglo IX, coincidiendo su final con la llegada de la influencia del arte carolingio y el desastre de las violentas invasiones de los vikingos.
El arte insular tiene su foco inicial en la celta Irlanda, que evangeliza después y con ello extiende su arte por Escocia y el norte de Inglaterra, en el reino de Northumbria, con sus importantes scriptoria, y finalmente cristianiza el resto de Inglaterra.
En los siglos VII y VIII se forja la fusión cultural de los elementos celtas, germánicos, romanos y bizantinos, adaptando las tradiciones nórdicas a las nuevas funciones del arte cristiano y conciliando poco a poco las tradiciones hasta lograr una fusión plena en el Románico. cuando el arte insular impregna la cultura benedictina y a través de ella influye en toda Europa.
Las mejores aportaciones del arte anglosajón son los manuscritos iluminados con la interrelación texto-imagen a través de la inicial decorada, y las cruces monumentales con relieves. La mayoría de las obras son hechas por y para monjes, que las difunden por las islas y el continente, como demuestran los libros conservados en los monasterios fundados por monjes irlandeses en Bobbio, Echternach y Saint Gall, que fueron activos centros de la miniatura.
El arte insular no desapareció pese a la invasión de los vikingos o normandos. Su estilo resurge en ocasiones, e incluso en la Edad Contemporánea se han rescatado algunos de sus rasgos estilísticos.

El cristianismo insular.
En las islas británicas las herencias culturales celta y grecolatina se fundieron con la irrupción del cristianismo. El proceso de conversión se había iniciado durante la ocupación romana con la supuesta muerte de san Albán, primer mártir británico, en el siglo III. La invasión en el siglo V de los pueblos invasores germánicos, sobre todo jutos, anglos y sajones, comúnmente conocidos como anglosajones, hizo retroceder al cristianismo y a los britanorromanos.
Las misiones cristianas más importantes tuvieron lugar en los siglos V y VI, y después las figuras pioneras de san Patricio, san Columbano y san Niniano fueron decisivas. Irlanda recibe el cristianismo con San Patricio, difusor de un monacato oriental de carácter eremítico y ascético, con ritos religiosos propios, que incluyen rituales germánicos como la escritura rúnica. 
La estructura de la Iglesia celta de Irlanda y la insular en Britania fue diferente a la que se desarrolló en el continente. El sistema diocesano de la segunda fue eclipsado por una red de comunidades monásticas inde­pendientes. Entre las más importantes destacan las fundaciones de Iona en Escocia, y Durrow, Clonmacnois y Kells en Irlanda. Se fundaron rápidamente talleres donde realizar los manuscritos miniados, además de otros objetos litúrgicos necesarios para llevar a cabo su labor evangélica. Los artesanos monásticos utilizaron los estilos originales celtas que se habían desarrollado en los siglos anteriores, creando de esta forma una combinación única entre el arte pagano y el cristiano.
Por ello mantendrá su independencia respecto a la jerarquía romana, hasta que en el siglo VII surge un conflicto religioso entre la Iglesia romana y la insular, por cuestiones de jerarquía y ortodoxia, en una época en la que el monacato insular se extiende por el continente mientras que en sentido contrario los monjes benedictinos también fundan monasterios (con sus scriptoria) en las islas.



Grabado romántico del Sínodo de Whitby (663).



Ruinas de la abadía benedictina de Whitby. Fue fundada según el rito celta en 657 y en el periodo anglosajón se llamaba Streoneshalh. Los vikingos la destruyeron en 867 y 870, por lo que apenas quedan restos de entonces en sillares y lápidas. Se reconstruyó en el siglo XI y se reformó después en el estilo gótico que hoy se contempla.

En el 663 la monarquía de Northumbria unifica temporalmente Inglaterra e impone el rito y la estructura religiosa romanos en el Sínodo de Whitby (664), por ser más favorables a sus intereses centralizadores, y obliga al monacato insular a adoptar la regla benedictina, con su liturgia romana jerarquizada y la escritura latina. La Iglesia insular aceptó la liturgia romana y se sometió gradualmente al control del papado. 
Empero, hay resistencias culturales y artísticas a esta penetración latina, por lo que subsiste parte de la iconografía insular (sobre todo la decoración con entrelazos), incluso en el siglo IX, así como incluso hay influencias islámicas y bizantinas en la decoración de la miniatura.
Sorprendentemente, la influencia latina en las islas sirvió para incrementar la influencia del arte insular en Europa. Roma, reconociendo la alta calidad de los scriptoria (talleres de los amanuenses monásticos) irlandeses y del reino de Northumbria, envió libros y códices manuscritos para que se copiaran en dichos lugares. Éstos, a su vez, fueron utilizados por grupos de misioneros que salieron de Inglaterra para llevar a cabo nuevas conversiones en las antiguas tierras celtas de las actuales Francia, Alemania y Suiza.

La miniatura insular.
Los amanuenses de los monasterios crearon en los siglos VII y VIII magníficos evangeliarios y la miniatura de estos códices está considerada a menudo como la más definitiva y hermosa del arte cristiano celta e insular .
Sin embargo, debido a las coincidencias entre las escuelas de los celtas irlandeses y de los anglosajones de Northumbria, algunos estudiosos opinan que el término “hiberno-sajón” es más acertado que el de “celta”. Otros autores prefieren describir todos los manuscritos de Gran Bretaña e Irlanda como “insulares”, en oposición a los “continentales”.
Desde que en el 432 San Patricio introdujera el monacato en Irlanda los scriptoria de los cenobios vivieron una intensa actividad, dedicados a la copia de los manuscritos que contenían la ciencia clásica y cristiana y sobre todo a la decoración (iluminación) de estos manuscritos con la inserción de bellísimas miniaturas. Los abades, como Benedict Biscop, viajaban con frecuencia por el continente, con el fin de conseguir manuscritos antiguos para copiarlos en su texto e ilustraciones. De ello se pasó pronto a realizar ilustraciones originales, como las del Codex Aureus, con dos evangelistas pintados con gouache, con la aureola de oro y la grandiosidad de los emperadores romanos. El periodo que transcurre entre mediados del siglo VII y el primer tercio del siglo IX es la época culminante de esta labor decorativa, con una concepción muy ornamental del trabajo artístico, manteniendo la geometría y la zoomorfia, mientras se incluye paulatinamente la figura humana dentro de este esquema ornamental general. 
Une a los tres evangelios insulares más relevantes, el Libro de Durrow (c. 675), los Evangelios de Lindisfarne (c. 698) y el Libro de Kells (c. 800), el que en los tres aparecen elementos de diferentes culturas fusionados con éxito. Se aprecian las influencias de la escultura bizantina, los manuscritos coptos, los mosaicos romanos y los textiles persas. Por otra parte, las características celtas se observan a la perfección tanto en las páginas iniciales, donde la decoración se prodiga tanto en las letras mayúsculas e iniciales del manuscrito, como en las decoraciones que se extienden a lo largo de páginas enteras. En ellos se interpreta la evolución final del arte celta iniciado en la primitiva cultura de La Tène.
Características permanentes de la miniatura son:
-Hay dos tendencias, una de carácter lineal (relacionada con el pasado local) y otra de carácter humanista (relacionada con Roma y Bizancio).
-Hay una predilección por el Evangeliario, como libro favorito de los misioneros, en las cuatro versiones oficiales aceptadas por la Iglesia (no las apócrifas), recogidas en un solo volumen, que tiene una planificación total.
-El desarrollo de una ilustración caracterizada por la fusión del texto y de la imagen, con la inicial ornamentada, ya que antes la imagen era independiente del texto. En la escritura antigua se escribía seguido sin puntos con letras minúsculas. En la paleocristiana se forma la imagen de la letra mayúscula al hacer mayor la primera letra de cada párrafo.
-Junto al desarrollo de la inicial ornamentada, abundan la abstracción geométrica y los motivos zoomórficos entrelazados, como en los Libros de Kells y Durrow.
Hay tres etapas cronológicas: 1) siglos VI-VII, 2) VIII, 3) IX.
1) La primera etapa es arcaica y transcurre desde mediados del siglo VI hasta finales del siglo VII. Motivo de ingreso en el texto, con iniciales en diminuendo. El Libro de Durrow sigue el esquema básico de los Evangeliarios: página-tapiz, hojas de portada (cuatro), páginas de Incipit (cuatro), con una gran inicial ornamentada, página ji-rho. Tiene pocos motivos figurativos y zoomórficos, salvo los humanos de los Evangelistas, representados también como animales. En estas iniciales y en las páginas-tapiz la decoración es geométrica (de tradición céltica), con predominio de la curva, frontalidad, reducida gama de colores, linealidad en el dibujo. El Libro de Echternach es del mismo estilo.
2) Segunda etapa, en el siglo VIII. El Libro de Lindisfarne cuenta con figuras humanas de cada Evangelista más realistas, de influjo latino y bizantino. Es un intento de conciliar la tradición figurativa grecolatina con la tradición germánica, pero sin una fusión: sólo se suman las dos tendencias.
3) Tercera etapa, en el siglo IX. El Libro de Kells es más barroquizante, ina síntesis de la tradición decorativa y geométrica insular y de la tradición figurativa grecolatina, que nació en el Libro de Lindisfarne (2ª etapa) y supera el arcaísmo de los libros de Durrow y Echternach (1ª etapa) de mayors linealidad e hiperdecorativismo.

Las tres etapas de la miniatura.
Hay tres etapas cronológicas: 1) siglos VI-VII, 2) VIII, 3) IX.
La primera etapa, desde mediados del siglo VI hasta finales del siglo VII, tiene el motivo de ingreso en el texto, con iniciales en progresivo diminuendo para facilitar la lectura de la entrada en el texto (un modo normal en la escuela insular). Los motivos son muy simples: espiral, curva, animales, con pocos colores: amarillo, naranja-rojizo, negro, blanco, verde.


Libro de Durrow (c. 675). Frontispicio.

El Libro de Durrow (en Northumbria, seguramente hecho por monjes irlandeses, aunque pudo hacerse en Irlanda) del siglo VII, c. 680, en la Biblioteca del Trinity College de Dublín, contiene unos Evangelios en latín según la Vulgata latina escritos en letras mayúsculas. Cintas de colores, entrelazadas, rodean los símbolos de los evangelistas (muy estilizados) o decoran las letras iniciales.
Tiene ya el esquema básico de los Evangeliarios, con:
A) La página-tapiz, la primera de cada Evangelio (cuatro), totalmente ornamental.
B) Las hojas de portada (cuatro), en cada principio de un libro de los Evangelios, que representan al evangelista correspondiente, su símbolo, o ambos juntos. Destaca San Mateo, con su forma muy primitiva, frontal, excepto las cortas piernas vistas de perfil, con vestidos llenos de adornos geométricos.
C) Las páginas de Incipit (cuatro), a cada principio de cada libro, que se inician con una gran inicial ornamentada, única o un monograma (ligadura de letras). A partir del Libro de Kells, en la tercera fase, la inicial del incipit acaba invadiendo toda la página y se convierte en otra página-tapiz.
D) También se decora la página ji-rho, en el Evangelio de San Mateo, en el pasaje del Nacimiento de Jesús, llamada así por llevar un monograma de Cristo, el crismón.
El Libro de Durrow carece de motivos figurativos, salvo los humanos de los Evangelistas (como San Mateo, en figura de monje tonsurado con vestido en damero, con planismo), representados también como animales (Marcos es el león, Juan es el águila, Lucas es el toro), con una posible influencia del trabajo germánico de metales. Tiene iniciales legibles, en los incipit, con diminuendo de las palabras siguientes. En estas iniciales y en las páginas-tapiz la decoración es geométrica (de tradición céltica), con predominio de la curva, en los círculos entrelazados, espirales, peltas (formas lenticulares en forma de cachemir), dameros en los vestidos.
En resumen, se destaca la frontalidad, la reducida gama de colores, la linealidad y la curvatura del dibujo. Hay pocos elementos zoomórficos (los símbolos de los Evangelistas). El San Mateo está tratado esquemática y ornamentalmente como un monje celta, no como en la tradición latina, con alas. [Sas-Zaloziecki, Arte paleocristiano, 194-201 y Durliat, Introducción al arte medieval..., 24-27].



            
Libro de Echternach

El Libro de Echternach. Posiblemente hecho en Northumbria, c. 680, según Schapiro, sigue la tradición del Libro de Durrow, siendo polémica su atribución a la primera o a la segunda etapa. Es una copia de un modelo griego, lo que explica sus rasgos latinos. La portada tiene un león (San Marcos) cuya figura se integra en el esquema ornamental lineal rectangular, y cuyos pelos son todos similares (muy geométricos) con una ornamentación exterior de entrelazado muy minucioso. San Mateo está formado con peltas (formas como lágrimas), en un esquema ornamental como el anterior.


Evangelios de Lindisfarne (c. 698).

2) Segunda etapa, en el siglo VIII (c. 698-740), con el Libro de Lindisfarne, también conocido como los Evangelios de Lindisfarne, el libro más famoso e importante de las miniaturas insulares. Toma su nombre del célebre monasterio en una isla de Northumbria, el primero que fue arrasado por los vikingos en 793. Se conserva en el British Museum. Fue escrito y pintado por Eadfrith, obispo de Lindisfarne entre 698 y 721 y es un Evangeliario con miniado en tres tipos de páginas: páginas-tapiz, iniciales de cada Evangelio y los cánones.
Tiene cinco páginas-tapiz decoradas completamente, con una gran cruz, con fantástico entrelazado.
En las páginas iniciales de cada Evangelio se incluyen las figuras humanas de cada Evangelista (como en el Codex Aureus), más realistas, con un naturalismo de influjo latino y bizantino, perceptible en que hay palabras griegas (hagios: santo) en las páginas ilustradas. Las cuatro figuras de los Evangelistas están acompañadas (es una excepción) de sus signos sobre sus cabezas en sus respectivas páginas (San Lucas con el toro alado, San Marcos con el león). Están sentados, en posición de tres cuartos de perfil, sin frontalidad, nimbados y cubiertos de vestiduras abundantes. Los rasgos del cuerpo son conseguidos con motivos ornamentales sinuosos (como olas).
En los cánones hay decoración de estructuras arquitectónicas de columnas y arcos, adornados con entrelazados y animales.
En los incipit y en las páginas ornamentadas las letras son poco legibles, con decoración aún más curvilínea, con elementos zoomórficos distorsionados formando la letra: «metamorfosis caleidoscópica», como letras acabadas en cabezas. Hay también motivos geométricos, muy minuciosos e intrincados.
El Libro de Lindisfarne es un intento de conciliar la tradición figurativa grecolatina con la tradición germánica, pero sin una fusión: sólo se suman las dos tendencias.

3) La tercera etapa, en el siglo IX, es paralela al arte carolingio. Se pierden los rasgos propios, como evidencia el Libro de Kells, compuesto en los cenobios de Iona y Kells, probablemente entre 760 y 820, al final tal vez por los monjes huidos de los raids vikingos a partir del 800. Hoy se conserva en el Trinity College de Dublín. Sus láminas miden 33 x 24 cm y la caligrafía y la decoración se hicieron sobre vitela gruesa y barnizada.


Libro de Kells (c. 800).

El Libro de Kells pertenece a una fase hiperdecorativa, barroquizante, de la miniatura insular, siendo una síntesis de la tradición decorativa y geométrica insular y de la tradición figurativa grecolatina, que nació en el Libro de Lindisfarne (2ª etapa) y supera el arcaísmo de los Libros de Durrow y Echternach (1ª etapa), al desarrollar una mayor linealidad e hiperdecorativismo.
La caligrafía, de autor distinto al iluminador, es redonda y uncial (mayúsculas del tamaño de una pulgada), como los mejores manuscritos irlandeses.
Contiene el texto de los cuatro evangelios. Cada evangelio va precedido de un retrato de su autor y una lámina con los símbolos de los cuatro evangelistas en cuatro rectángulos insertos en una cruz inserta a su vez en un rectángulo.
La letra inicial de cada evangelio ocupa toda una lámina y aparece recubierta de ornamentación hasta hacerse irreconocible. Se añaden elementos zoomórficos en las iniciales, propios de esta fase de intenso barroquismo de la ornamentación.
La figuración humana (también hay ángeles) es más abundante que en los textos anteriores, hasta ser el motivo predominante del Libro, no sólo en las portadas sino en hojas nuevas repartidas en el Libro (con las Tentaciones de Cristo, El Prendimiento de Cristo, San Juan, la Virgen con el Niño, San Mateo al lado de su incipit), por la influencia carolingia de otros libros litúrgicos (los Salterios). La influencia (a través del monacato) de manuscritos coptos y sirios es evidente en este figurativismo. No hay un dominio de la perspectiva unitaria, sino perspectivas distintas para partes distintas del cuerpo.
La influencia (mutua) de la orfebrería celta en la miniatura es manifiesta en los numerosos rectángulos y cuadrados (como cloisonnés) que se individualizan en los ejes que vertebran la decoración. Otra influencia celta es el intenso entrelazado que rodea las figuras (aunque el entrelazado es originariamente oriental), muy frecuente en los trabajos metálicos y las cruces de piedra. Las líneas dobles y espirales celtas se alargan indefinidamente y se transforman en figuras animales o humanas que quedan enlazadas y sufren metamorfosis: pájaros, víboras, hombres distorsionados en lucha, en posiciones acrobáticas... Los ilustradores irlandeses enseñarán a los románicos a tomar las figuras humanas o animales y deformarlas según exija la ornamentación o la curva del capitel.
Durliat resume que su dibujo es muy caligráfico, con colores suntuosos y figuras de un aspecto petrificado que sugiere majestad y el misterio de lo sagrado.

La influencia insular en la miniatura de Europa.
La ilustración de manuscritos desde esta época se caracteriza por la relación texto-imagen mediante las iniciales decoradas de diversos tipos (zoomórfica, vegetal, historiada), que se aplican primero a los Evangeliarios y otros Libros litúrgicos, en época carolingia a los Sacramentarios (misales) y a los Salterios (salmos), en época tardocarolingia a las Biblias y en el Románico a las grandes Biblias y luego a todo tipo de Libros (como los de Horas y Corales).
En definitiva la miniatura insular influye en el arte carolingio, al proporcionar formulaciones modélicas de la misma importancia que las de Bizancio o del arte paleocristiano, hasta que a finales del siglo VIII surge la influencia benedictina.
Antes de la época carolingia hay otras obras de miniaturas en Europa, en los países merovingio, lombardo y alemán, influidas por la miniatura insular, pero que poseen rasgos propios en lo decorativo, por lo que no se sabe si son obras de artistas anglosajones que trabajan en el continente o si son de artistas locales. La teoría de que son obras de una escuela de miniatura merovingia o lombarda es poco aceptada, por lo que se la llama precarolingia.
Se trabaja el Evangeliario y el Sacramentario, del cual se decoran dos hojas:
1) El Prefacio (con una función similar al Incipit) en el Canon Missae (que se lee antes de la Eucaristía) en el principio y luego en la mitad del Libro. La página del Prefacio es como un frontispicio con un arco que incluye una cruz con ornamentación geométrica y zoomórfica (que ahora predomina sobre la geométrica, al revés de la anglosajona del Libro de Kells), con animales enfrentados (como en los sarcófagos de Rávena). Hay bestias y pájaros del Bestiario. En resumen, siempre domina el centro el motivo de la Cruz en sus páginas, con decoración zoomórfica predominante.
2) La inicial del texto, en la hoja que sigue al Prefacio. Las iniciales son zoomórficas (no geométricas como en la miniatura anglosajona), con peces articulando las letras (metamorfosis caleidoscópica), con algunos elementos vegetales.
Como ejemplo de la prolongación de esta influencia tenemos el Libro de San Jerónimo, una Coral del siglo XV, que nos muestra tres rostros, juntos en una inicial historiada, de modo que el espacio interior se aprovecha para poner una escena.

La arquitectura insular.
La arquitectura anglosajona es muy pobre, por la falta de una fuerte jerarquía religiosa, por lo que sólo tenemos pruebas de cabañas y de pobres edificaciones de piedra de baja calidad construidas cerca del 700 y muy reformadas en la Edad Media, que tenían naves longitudinales, pórticos laterales, presbiterios cuadrados y ábsides. Pero las fuentes escritas nos informan de que había iglesias mucho mayores, con hasta 30 altares (primera catedral de York). Ya tardías son las torres cilíndricas de los cenobios irlandeses y las torres anglosajonas, como la de Earls Barton, de formas lignarias, en las que la piedra ha sustituido a la madera.



Torre de Earls Barton, en Northampton.

Las cruces celtas.

Estela celta en Irlanda.

Durante su largo proceso de conversión al cristianismo, los misioneros cristianos entre los celtas irlandeses y escoceses buscaron adaptar más que destruir los monumentos paganos. Se supone que el mismo san Patricio aprobó la costumbre de esculpir cruces sobre los monolitos paganos. Entonces, cuando los conversos empezaron a levantar sus propios monumentos, esta práctica asumió una mayor dimensión artística. De este modo, hubo un periodo de transición entre los sencillos motivos gra­bados y las tallas más complejas en bajo relieve, hasta que finalmente se esculpieron las mismas piedras adoptando la forma de cruces.
En Irlanda y en los lugares más lejanos del norte de Gran Bretaña, donde las legiones romanas no llegaron, el repertorio estilístico de estos primeros monumentos siguió el del estilo de La Tène. Las cruces presentan los mismos motivos de espiral, entrelazo y trabajos de nudos que los trabajadores del metal habían utilizado durante generaciones. Finalmente, estos motivos fueron reemplazados en las grandes cruces de los siglos IX y X, donde aparecen escenas bíblicas esculpidas sobre la piedra. Estas excelentes realizaciones anuncian la tendencia hacia un arte figurativo que marcó el declive de la influencia celta.

La escultura en relieve insular.
En el arte insular tenemos un antecedente de la escultura monumental en las cruces religiosas en piedra, que se cree servían de paradas de los monjes en las procesiones rituales.
Las formas son variadas, en tres fases cronológicas:
1) Las primeras, en el siglo VI y principios del siglo VII, son del tipo estela, baja y maciza, con una cruz labrada. El entrelazo geométrico domina. [Durliat: en el siglo VII se combinaba la voluta de parra siria todavía con los detalles celtas].
2) Las segundas, del siglo VII, antes del 662 (fecha del Sínodo de Whitby, que introdujo la figuración humana) son más elevadas y culminan con una cruz, a veces inscrita en un círculo, con motivos geométricos (entrelazos) y zoomórficos, sin motivos humanos y sin narración.
3) Las terceras, desde el 662, son las más evolucionadas, con figuras humanas, hasta las últimas, de finales del siglo VII, que tienen una minuciosa narratividad, en Muirdach, Bewcastle (Cumberland) y, sobre todo, la de *Ruthwell (al sureste de Dumfries). Esta cruz, bien estudiada por Schapiro, tiene formas escultóricas de clara influencia latina en la figuración, como la excelente figura de Cristo sobre dos fieras (del Evangelio de San Marcos, el triunfo sobre las fieras del desierto), con grupos humanos realistas, como un arquero (símbolo de fuerza) que apunta hacia el Cielo. Empero, la decoración es céltica, con una inscripción rúnica (del poema El sueño del crucifijo, sobre el Triunfo de la Cruz), y otras latinas en las esquinas verticales. Casi todas las cruces se coloreaban.
En el siglo IX, por influencia de los recién convertidos daneses, se empleó en las cruces la roseta tallada. En Irlanda destaca la cruz de Moone (condado de Kildare), que en su base tiene las figuras de Cristo y los Apóstoles, muy estilizadas.

Artes menores.

            
           Cruz de oro y granates hallada en Trumpington y que se considera perteneciente a los primeros cristianos anglosajones.
Hay numerosas obras de orfebrería y metalistería, generalmente joyas y armas halladas en tumbas como ajuar funerario, así como cálices, relicarios y cruces asociadas al culto cristiano. La orfebrería está decorada de un modo similar que la miniatura, con dibujos y adornos con una limitada versatilidad de diseños, fundamentalmente nudos, entrelazos, espirales y formas en espiga, pero llevaron a cabo una adaptación del uso de los mismos en una enorme variedad de objetos, desde las espadas y las monturas de los carros a las cubiertas metálicas o de piel de los manuscritos.
Las órdenes religiosas de misioneros encararon objetos de metal realizados en el estilo de La Tène de los primitivos celtas.
Los cálices y las patenas descubiertos en los tesoros de Ardagh y Derrynaflan se ajustan a los requisitos litúrgicos normales, aunque luzcan la decoración típica de La Tène.
Los relicarios celtas, sin embargo, fueron más especiales. Los cumdachs presentaban forma de caja para albergar los grandes evangeliarios, que fueron en sí mismos venerados como objetos sagrados. Otros tenían forma de tejados a cuatro aguas, y esta disposición se imitó en las cumbreras de muchas cruces celtas.
Los relicarios irlandeses posteriores adoptaron formas más individualizadas, como un cinturón, una campana, o un brazo humano, pero acabaron sucumbiendo a las influencias introducidas por los invasores vikingos.

FUENTES.
Internet.
[http://www.arteguias.com/arteirlandes.htm] Arte irlandés altomedieval.
Exposiciones.
*<I Celti>. Venecia. Palazzo Grassi (23 marzo-8 diciembre 1991). Cat. 795 pp.

Libros.
Hubert, Jean; Porcher, Jean; Volbach, W. F. La Europa de las invasiones. Col. Universo de las Formas. Aguilar. Madrid. 1968. 394 pp.
Hubert, Henri. Los celtas y la civilización céltica. Akal. Barcelona. 1988. 528 pp. Arte en pp. 484 y ss.
Maillard. Le Robert. Dictionnaire universel de la peinture. 1975. v. II. Enluminure: 335-342. Sobre la ilustración de libros en la Edad Media.
Pacht, Otto. La miniatura medieval. Alianza. Madrid. 1987. 221 pp.
Pijoan, Josep. Arte bárbaro y prerrománico desde el siglo IV hasta el 1000. Summa Artis, Vol. 8. Madrid. 2004.
Schapiro, Meyer. Estudios sobre el arte de la Antigüedad tardía. Alianza. Madrid. 1987. 374 pp.
Stead, Ian. El arte celta. Akal. Barcelona. 1999. 72 pp.

No hay comentarios: