ARTE EGIPCIO.
Índice:
Introducción.
EVOLUCIÓN.
Periodo
predinástico.
Imperio
Antiguo.
Imperio Medio.
Imperio Nuevo.
Época tardía.
URBANISMO.
ARQUITECTURA.
ESCULTURA.
PINTURA.
ARTES
DECORATIVAS.
APÉNDICES.
FUENTES.
Introducción.
El arte y
arquitectura de Egipto comprende los edificios, pinturas, esculturas y artes
aplicadas del antiguo Egipto, desde la Prehistoria hasta la conquista romana en
el año 30 aC.
La historia
antigua de Egipto se extiende casi sin interrupción desde aproximadamente el
año 3400 aC hasta el siglo I aC y a menudo se añade el periodo de dominio
romano hasta el siglo IV dC.
La naturaleza
del país, determinada por el río Nilo que facilita el transporte interior y
riega y fertiliza los campos; la relativa estabilidad del sistema económico,
político, social y cultural; y la escasez de influencias culturales exteriores,
produjeron un estilo artístico que apenas sufrió cambios a lo largo de tres
milenios.
Las principales
manifestaciones artísticas estuvieron destinadas al servicio de la religión y
los rituales de la muerte, del Estado y el faraón, considerado como un dios
sobre la tierra. Sólo el faraón, como mediador con los dioses y protector
de los hombres y contra los enemigos, podía alejar el caos del Nilo, el desierto,
los bárbaros, la muerte. Su salud era fundamental como signo de la protección
de los dioses a Egipto. El más longevo fue el gran Ramsés II (1314-1224), que
vivió 90 años, siendo faraón a los 25 años (1289 aC), lo que explica que fuera
uno de los faraones que más monumentos nos ha legado.
Era un arte
sobre todo al servicio del varón. No se sabe todavía si la sucesión de los
faraones era matrilineal o patrilineal. Probablemente en varias épocas los
faraones se casaban con sus hermanas, porque sólo el hijo de una hermana-esposa
tendría la legitimidad requerida para ser el heredero. Los otros hijos serían
sólo hijos reales. Pero la lengua egipcia no tiene una palabra propia para
definir a la reina, salvo algunos como “gran esposa real” y “Madre de los hijos
del rey”, lo que abona la tesis de que sólo el rey era importante en el
ejercicio del poder. Sin embargo, las reinas, las hermanas y las hijas y otros
miembros femeninos de la familia real tuvieron pirámides, esculturas, pinturas
e incontables objetos decorativos y cotidianos, lo que indica que la mujer sí
tenía un importante estatus social,
El arte quería
ser útil, lo que explica que los textos antiguos no menciones que las piezas
eran obras bellas, sino eficaces.
La regularidad
de los ciclos naturales, la crecida e inundación anual del Nilo, la sucesión de
las estaciones, y el curso solar que provocaba el día y la noche, fueron
considerados por los egipcios como regalos de los dioses, lo que inculcó a su
cultura un profundo respeto por el orden y el equilibrio. Asimismo, desde los
primeros tiempos, la creencia en una vida después de la muerte dictó la norma
de enterrar al muerto con sus mejores pertenencias para asegurar su tránsito
hacia la eternidad.
El cambio y la
novedad nunca fueron considerados importantes por sí mismos; así, el estilo y
los convencionalismos representativos del arte egipcio establecidos desde un
primer momento continuaron casi invariables durante tres milenios.
Para el
espectador contemporáneo el lenguaje artístico egipcio puede parecer rígido,
estático o hierático, pero es que su intención fundamental no fue crear una
imagen real de las cosas tal como aparecían, sino captar para la eternidad la
esencia de la persona, animal u objeto representado.
EVOLUCIÓN.
Se han distinguido tres grandes periodos en su historia: Imperio Antiguo, Imperio Medio e Imperio Nuevo.
Periodo
predinástico.
Los primeros
pobladores prehistóricos se asentaron sobre las terrazas o mesetas formadas por
los sedimentos que el río Nilo iba depositando en su recorrido y en humedales y
oasis del actual desierto, que hasta el VIII milenio aC era mucho más acogedor
y desde entonces lo fueron abandonando paulatinamente para establecerse en el
gran valle.
Las herramientas
y útiles dejados por estos primeros habitantes de Egipto muestran su paulatina
evolución desde una sociedad de cazadores-recolectores seminómadas a
agricultores sedentarios. Al respecto, el arqueólogo polaco Schild descubrió el
primer observatorio astronómico, fechado en 5.000 aC, en el oasis del
Sahara húmedo en Playa Nafda.
El periodo
predinástico abarca desde el 4000 aC al 3100 aC aproximadamente, durante el primer
Calcolítico.
Se han
encontrado restos de asentamientos organizados que datan de este periodo, así
como diversos materiales asociados a enterramientos. Los objetos se introducían
en la sepultura junto con el cadáver a fin de que su espíritu pudiera disfrutar
de ellos en la siguiente vida; gracias a eso se han conservado una gran
cantidad de efectos personales, cerámica, utensilios y armas. La cerámica se
solía decorar con pinturas que reflejaban la vida y costumbres de la época.
Entre los motivos representados se incluyen imágenes de los pájaros y animales
característicos de las zonas próximas al Nilo, así como también, ya al final
del periodo predinástico, representaciones de embarcaciones con remeros.
El cobre forjado
se utilizó, en pequeñas cantidades, para la elaboración de collares y algunas
herramientas, aunque la mayoría de los elementos se obtuvieron de la piedra.
Las espátulas hechas de piedra se utilizaron para pulverizar la pintura de
ojos. Se tallaron pequeñas esculturas y figurillas en marfil y hueso, así como
también en arcilla.
Imperio
Antiguo.
El Imperio
Antiguo de Egipto, dominado por las dinastías III a VI, abarca los cinco siglos
comprendidos entre los años 2755 y 2255 aC.
Hacia el año
3100 aC el país se unificó bajo el mando de poderosos caudillos del sur, pero
la idea de un Egipto dividido en dos zonas bien diferenciadas (Alto Egipto al
sur y Bajo Egipto al norte) persistió durante algún tiempo.
Es la época
conocida como Tinita, dominada por las dinastías I y II, y en ella destaca el
rey Narmer (algunos historiadores lo identifican con el rey Menes), artífice de
la unificación y fundador de la primera dinastía.
Dina Faltings,
excavadora alemana en Buto, considera que Egipto estaba dividido en reinos de
culturas distintas, hasta que en 3.200 aC se unificaron, en un solo reino;
¿cómo se unieron? por la paleta de Narmer se cree que fue una guerra victoriosa
del Alto Egipto.
Günter Dryer,
arqueólogo de Abidos, explica que la tumba de Narmer reveló el mismo
acontecimiento que la paleta, pero pudo ser una victoria sobre los rebeldes del
Bajo Egipto, pues Dryer descubrió las tumbas de una dinastía 0, cinco
generaciones anterior a Narmer, con la primera escritura, incluso anterior a la
sumeria, desmintiendo las teorías anteriores, Menes sería un rey anterior a
Narmer y fundó Menfis como capital única.
En la Paleta de Narmer (c. 3100 aC, Museo Arqueológico de El
Cairo), en piedra tallada, se puede ver al faraón portando la corona del sur y
subyugando a las gentes del norte, con dos animales entrelazados que significan
la unificación de las dos zonas de Egipto bajo el mando único del faraón.
Las tumbas de la dinastía en la localidad de Abidos eran simples enterramientos en forma de agrupaciones de cistas de muros de piedra y adobe, que llenaban con los cuerpos y ofrendas.
Pirámide escalonada de Dzoser (dinastía III) en Sakkara.
Pirámides de Keops, Kefrén y Micerino (dinastía IV) en Guiza (el topónimo preferido, pero también se usan Gizah o Gizeh).
Las primeras dinastías históricas, sobre todo la IV, erigieron cerca de la capital en el delta del Nilo grandes necrópolis, de las que las obras cumbres serán las pirámides de Sakkara y Guiza. La escultura progresó extraordinariamente, como atestigua la famosa Triada de Micerino.
Imperio Medio.
Mentuhotep II, faraón de la XI dinastía,
reinó entre los años 2061 y 2010 aC, y fue el primer faraón del nuevo Egipto unificado
del Imperio Medio (2134-1784 aC). Creó un nuevo estilo o una nueva tipología de
monumento funerario, probablemente inspirado en los conjuntos funerarios del Imperio
Antiguo.
En la orilla oeste de Tebas, al otro lado
del Nilo, en el lugar denominado Deir el Bahari, Mentuhotep II construyó un templo en el valle
conectado por un largo camino real a otro templo que se encontraba adosado a la
ladera de la montaña. Formado por una mastaba coronada por una pirámide y rodeado
de pórticos a dos niveles, los muros fueron decorados con relieves del faraón en
compañía de los dioses.
Imperio Nuevo.
La XIII dinastía sufrió una larga y
profunda inestabilidad debido a problemas climáticos y la debilidad de los faraones,
muchos poco duraderos, pues se calcula que hubo entre 50 y 60 faraones en 150 años.
El segundo periodo intermedio, entre las
XIV y XVIII dinastías, fue para Egipto una época crítica, de gobiernos débiles,
con el país dividido entre distintos reinos.
Los hicsos, pueblos venidos del Asia occidental,
entraron en Egipto y se proclamaron a sí mismos como faraones. Impusieron su poder
gracias a la utilización de caballos y carros de guerra. Este dominio extranjero
tuvo una prolongada influencia, ya que introdujeron nuevas tecnologías y proporcionaron
una visión más amplia de su lugar en el Próximo Oriente.
Una vez más, la ciudad sureña de Tebas
promovió la reunificación del país, los extranjeros fueron expulsados y se restableció
el poder central de la monarquía. El Imperio Nuevo (1570-1070 aC) comenzó con
la XVIII dinastía, y fue una época de gran poder, riqueza e influencia, como lo
evidencia su importante comercio exterior y sus conquistas en el extranjero.
Mohamed Saleh, director del Museo Egipcio
de El Cairo, explica la épica historia del fundador de la dinastía XVIII, Sekenenreta,
sucedido por sus hijos Kamosis y Amosis, héroes de la lucha contra los hicsos
del rey Apofis, que tenía su capital en la ciudad de Avaris en el Delta, descubierta
por el austriaco Bietak en 1975, que destaca por su gran palacio fortificado.
En el 1555 Apofis tramó un plan contra
Tebas y se intentó aliar con el rey de Kush, pero su enviado fue detenido,
según una inscripción que encontró el matrimonio de arqueólogos John y Deborah Darnell
descubrieron en 1991 en la colina de Gebel Jauti, llena de graffiti de viajeros
durante miles de años a través de las rutas del desierto vigiladas por las torres
de policía del desierto. Finalmente, Amosis liberó Egipto al vencer a los hicsos
gracias a que había adoptado con acierto el carro de combate hicso, como se refleja en relieves y pinturas de la época.
Vivian Davies, conservador del British
Museum, investiga la tumba de un militar, Amosis, al servicio de su homónimo, que
participó en la conquista de Avaris en 1530 aC y de la fortaleza de Charouen en
Canaan; al parecer, Amosis se alió con Creta, según lo descubierto por Bietak en
un fresco minoico en un palacio egipcio, y atacó al reino de Kush, rico en oro,
y que tenía su capital en Kerma. Un reino que ya había recibido un importante influjo artístico agipcio.
El suizo Charles Bonnet excavó en 1991 el templo
solar de Fufa en Kerma, hoy desierto pero que entonces era un lugar bien cultivado
gracias a dos canales, descubiertos por el británico Derek Welsby, que se secaron
h. 1500 aC justo cuando los egipcios del faraón Tutmosis I atacaron y saquearon
Kerma; muchos nubios fueron asimilados culturalmente en la nueva colonia que se
estableció. la influencia egipcia se incrementó todavía más, como veremos más abajo en las numerosas pirámides nubias, las últimas que se erigieron en el valle del Nilo.
Betsy Bryan, investiga las pinturas en
la tumba del mayordomo Su-ennuit, en el reinado de Amenhotep II, que sugieren
una etapa de esplendor, que continuó con sus sucesores, la reina Hatshepsut y el gran faraón militar Tutmosis III, que dominó Nubia al sur y Siria al norte. Amenhotep III fue un faraón
poderoso, que mantuvo el dominio en Siria, y rico en oro.
Los poderosos faraones de las dinastías
XVIII, XIX y la primera parte de la XX erigieron numerosos monumentos en el valle, destacando sus reformas en los templos de Karnak y Luxor, o promovieron obras de arte extraordinarias, en
especial los de la dinastía XVIII, con la reina Hatshepsut, Tutmosis III, Amenofis III, Akhenatón... o los primeros ramésidas. Un tesoro famoso será el del joven faraón Tutankamón.
¿Por qué los fararones del Imperio Nuevo no construyeron pirámides majestuosas como las del Imperio Antiguo? Todo indica que aprendieron que las grandes pirámides eran demasiados ostentosas, como una invitación al saqueo, y que no habían funcionado para proteger los restos de sus antecesores, así que optaron por construir tumbas secretas en el Valle de los Reyes, en forma de hipogeos excavados en las laderas. Pero muchas de estas tumbas más austeras también fueron expoliadas, con la famosa excepción de Tutankamón.
Época tardía.
Ramsés III, último de la poderosa saga de faraones
de la XX dinastía, levantó un enorme templo funerario (1198-1167 aC) en Medinet
Habu, cerca de Tebas, en la orilla occidental del Nilo, cuyos restos son de los
mejor conservados en la actualidad. La existencia de un palacio junto al templo
indica que el faraón frecuentó y habitó aquel lugar en bastantes ocasiones. Escenas
de batallas relatando las campañas de Ramsés III contra los invasores extranjeros
(Pueblos del Mar) aparecen representadas con gran viveza en relieves distribuidos
por los muros del templo.
Pero siguieron débiles monarcas que sumieron
al país en una nueva etapa de crisis y decadencia, con continuas usurpaciones del
poder.
Las dinastías XXI a XXIV están consideradas
como el tercer periodo intermedio, un lapso de tiempo de más de 350 años en el
que diversos monarcas se establecieron paralelamente en Sais, Tanis y Bubastis,
capitales del delta del Nilo, en un momento de división política del país.
La reunificación llegó con los faraones
de la XXV dinastía, reyes etíopes que penetraron desde Nubia, ocuparon Tebas y avanzaron
hacia el Delta. Respetaron las creencias y divinidades egipcias, asumiendo también
sus costumbres con la idea de ser ellos quienes tenían la obligación de restablecer
la gloria y el esplendor de Egipto. Restauraron los viejos templos y construyeron
otros nuevos dedicados a sus dioses. Tomaron los nombres de los antiguos faraones
y en sus producciones artísticas copiaron e imitaron escenas y motivos de épocas
pasadas. Recuperaron la tipología de la pirámide como lugar de enterramiento. Durante
su reinado los asirios, acaudillados por Asarhadon, llegaron hasta Tebas en el año
671 aC pero fueron rechazados hacia el Delta.
Poco después de este primer intento fallido,
el rey asirio Assurbanipal conquistó completamente Egipto y lo convirtió en provincia
asiria hasta que Psamético I (664-610 aC) libera al país de la dominación asiria
y crea una nueva dinastía, la XXVI, denominada saíta por su capital en Sais. Continuó
la restauración de las viejas tradiciones iniciada por los etíopes y florecieron
las artes. Destacan las esculturas en bronce, de gran suavidad y blandura en el
modelado, con tendencia hacia formas contorneadas. Tuvieron contacto con los griegos,
pues muchos servían en el ejército egipcio como mercenarios. También había
mercernarios judíos, establecidos en una guarnición en la isla sureña de Elefantina,
cerca de Asuán. El arte de la XXVI dinastía utilizó muchas formas y modelos del
pasado, copiando a veces literalmente los motivos de los antiguos monumentos.
La dinastía XXVI finalizó cuando el
emperador persa Cambises invadió Egipto, que salvo breves periodos, ya no recuperó
su libertad con dinastías propias.
A la conquista del país por parte del rey
macedonio Alejandro Magno en el 332 aC, siguió la dinastía ptolemaica, fundada
por Ptolomeo y de origen macedonio, y finalmente el dominio romano directo
cuando Augusto acabó con la última faraona, Cleopatra VII, en el año 30 aC.
En este largo periodo Egipto recibió
la influencia griega aunque persistió el gusto por sus antiguas tradiciones artísticas.
Alejandro fundó la ciudad costera de Alejandría, que se convirtió en un importante
foco de la cultura helenística, y sus sucesores aparecen representados en los muros
de los templos como si fueran auténticos faraones, en relieves, , con un estilo
egipcio aunque hay detalles naturalistas que evidencian la influencia
helenística.
Los templos construidos durante el periodo
ptolemaico repiten los modelos arquitectónicos tradicionales de Egipto.
El arte egipcio ejerció también una poderosa
influencia sobre las culturas de sus invasores. En los primeros artistas griegos
se reconoce una clara deuda con Egipto. Los romanos también mostraron gran interés
por el arte de este país, se llevaron a Roma piezas originales (como los
obeliscos) extraídas de los templos y tumbas egipcias, e imitaron su estilo en
numerosas esculturas realizadas por artistas romanos. La influencia de Egipto,
su cultura y su arte, así como la fascinación que despiertan sus antigüedades,
ha persistido hasta nuestros días.
URBANISMO.
En Egipto tenemos pocos restos de ciudades,
casi siempre secundarias, creaciones temporales que pronto fueron abandonadas,
por lo que no podemos reconstruir el verdadero modelo urbano del Antiguo Egipto,
que parece ser orgánico, no regular, con materiales muy pobres y pocas fortificaciones
(por la paz casi continua que vivió durante tres milenios).
Las capitales del Antiguo Egipto, Menfis
en el Delta del Bajo Egipto para el Reino Antiguo (III milenio) y Tebas en el Alto
Egipto para los Reinos Medio y Nuevo (II y I milenios), fueron destruidas con el
paso de los siglos, pues sus edificios de barro y chamizo eran muy débiles. No quedan de estas ciudades más que unos pocos restos de muros y estatuas.
Plano parcial de Tebas, Karnak y Luxor, con el Valle de los Muertos en el Oeste.
David Jeffreys, excavador en Menfis, considera
que esta capital cambió de emplazamiento, por los desastres de las irregulares
crecidas del Nilo. Menfis estaba
en el lugar del actual El Cairo, construida en gran parte con los materiales de
aquella, una prueba de cómo los lugares mejores son aprovechados una y otra vez
a lo largo de la Historia. Junto a ellas estaban los valles (Sakkara, Meidun, Guiza) para la sepultura en
pirámides de los faraones. Las calles eran irregulares, con casas con patio interior,
sala amplia, cocina trasera, con escalera que llevaba a los dormitorios del segundo
piso y a la terraza superior. Las fachadas eran pintadas y rematadas con balaustradas
de ramas de palmeras. Las numerosas ventanas abrían la casa al exterior (al contrario
de la casa mesopotámica). Las villas fuera de la ciudad tenían hermosos jardines.
Plano urbano de Tell-el-Amarna, o Amarna.
La ciudad ortogonal en piedra de Tell-el-Amarna
fue sólo una excepción en una época de graves
crisis institucional e ideoloógica. Fundada por el gran faraón heterodoxo Amenofis
IV o Akenatón (1370-1352 aC) se abandonó a su muerte. Se pusieron los límites urbanos con estelas.
Las calles anchas y rectas definían las manzanas con las casas de los ricos, los
palacios, templos de Amón, cuarteles y almacenes pero, en contraste, las casas
pobres estaban apretujadas en los suburbios de trazado irregular en la segunda
línea. Convivía lo regular con lo irregular, el orden con el caos, lo que es
inusual en la cultura egipcia, reacia al desorden.
Los grandes complejos religiosos de Luxor
y Karnak eran el hábitat sólo de una casta sacerdotal aislada del pueblo. Contaban
con monumentales avenidas, grandes plazas y salas hipóstilas, almacenes de grano...
Se adaptan al terreno, con un plan geométrico y un efecto voluntariamente escenográfico.
Tampoco son representativas las poblaciones
temporales de los obreros que construyeron la arquitectura funeraria, como el poblado
de Kahun, creado para los obreros de la pirámide de Sesostris II (1897-1879 aC),
con planta regular con pequeñas viviendas en bloques rectangulares sin vanos (como
es común en Oriente), pero con patios interiores, con estrechas calles con la función
de desagües.
ARQUITECTURA.
La piedra es un material para la eternidad,
que sustituyó al adobe en los monumentos que se pretendían más duraderos. Se usa
en forma de sillares, grandes piedras bien escuadradas. Se trabajaba en las pirámides
todo el año, no sólo durante las inundaciones, y no era la generalidad de la población,
sino pequeños contingentes en proporción (25.000 trabajadores de media, aproximadamente
un 1% de la población). Se subían las piedras mediante rampas (según la teoría
de Diodoro de Sicilia, hoy apoyada por Lauer, y no como escribió Herodoto mediante
poleas) y se levantaban en hiladas horizontales, no en etapas. Un gran problema
era hacer una cámara funeraria interna y desviar el peso superior a fin de no aplastar
la cámara con su sarcófago; la solución fue bóvedas de saledizo, arquitrabes, etc.
Había una avanzada arquitectura funcional de presas, canales, acequias, fortificaciones, de la que poco nos ha llegado. Günter Dryer ha excavado la primera presa construida en Egipto (IV
dinastía), en Helwan, en el wadi el-Garawi, al este del Nilo, frente al lado oeste de Sakkara, que no funcionó, porque fue arrasada durante su construcción por una
inundación repentina.
Imperio Antiguo.
Las primeras tumbas fueron simples agujeros en la arena o la roca, pero pronto se erigieron conjuntos más complejos, con decenas de tumbas rectangulares en forma de cista cubierta con losas.
El paso siguiente fueron los sepulcros llamados mastabas, del árabe mastabah, “banco (o mesa) de adobe”, que a menudo se agruparon en vastas necrópolis. De cubierta plana y paredes inclinadas, recibieron ese nombre por su semejanza con las casas egipcias de adobe en forma de pirámide truncada, que probablemente inspiraron las navetas de Menorca y otras formas similares en las costas del Mediterráneo. Las primeras mastabas eran de adobe, un material de fango endurecido por el sol, y por lo tanto duraba muy poco, así que al final se sustituyó por bloques de piedra, más duradera. Exteriormente la mastaba parece una pirámide truncada de planta rectangular que consta de una pequeña sala denominada sirdab, donde se guardaba la estatua del difunto, considerada como un ser vivo, y la falsa puerta que comunicaba el mundo de los muertos y los vivos. Delante de ella se depositaban las ofrendas y se realizaba el culto funerario. Bajo tierra se encontraba la cámara mortuoria, a la que se accede por un pozo que se ciega una vez depositado el cadáver.
Durante las primeras dinastías se construyeron
importantes complejos funerarios para los faraones en Abidos y Sakkara, a imitación
de los palacios y templos (la tumba era una síntesis de la noción de templo y
de mansión privada). La gran cantidad de cerámica, trabajos en piedra y tallas
de marfil o hueso encontrados en estas tumbas atestigua el alto grado de desarrollo
de esta época. Los jeroglíficos (escritura mediante dibujos), forma de escribir
la lengua egipcia, se encontraban por entonces en su primer nivel de evolución,
y ya mostraban su carácter de algo vivo, como el resto de la decoración.
En la III dinastía la capital se trasladó
a Menfis y los faraones iniciaron la construcción de pirámides, que sustituyeron
a las mastabas como tumbas reales.
El arquitecto, científico y pensador Imhotep
construyó para el faraón Djoser (o Zoser) (c. 2737-2717 aC) el conjunto de Sakkara
(o Saqqara); es una necrópolis integrada por una pirámide escalonada
de piedra y un grupo de templos, altares y dependencias afines. La gran pirámide
escalonada donde reposan los restos del faraón está compuesta de varias mastabas
superpuestas, y es el ejemplo más antiguo de arquitectura monumental conservado
en la actualidad; ilustra también una de las fases en el desarrollo de la pirámide
como tipología arquitectónica.
¿Pero fue Imhotep o Imutes el primer arquitecto
de pirámides? Günter Dryer excava en Abidos desde 1995 una tumba anterior a la de Djoser
en Saqqara, h. 2611; David O'Connor ha comprobado que el fuerte militar de Abidos
de la II Dinastía es en realidad el templo de la inmortalidad del faraón Jasejemui (h. 2680). Ian Mathieson ha excavado un enorme recinto de Abidos (h. 2630), de
Jasejemui, posiblemente el padre adoptivo de Djoser. Se cree que Imhotep evolucionó sus ideas desde este modelo, también con un recinto y una mastaba, pero innovándolo al elevarlo sobre el nivel del muro del recinto, mediante nuevos escalones, erigiendo así una escalera hacia el cielo.
La genial solución de Djoser para bajar el sarcófago del faraón a la cámara funeraria, a una profundidad de 28 metros, fue excavar un pozo central hasta la cámara, llenarlo de arena y excavar luegos dos pozos paralelos a ambos lados, conectarlos con el principal y retirar la tierra, de modo que el sarcófago fue bajando lentamente.
Pirámide escalonada de Djoser (dinastía III) en Sakkara.
La arquitectura del Imperio Antiguo es
monumental, dado que la caliza y el granito locales se utilizaron para la construcción
de edificios y tumbas de grandes dimensiones. Desarrollaron una hábil técnica
para usar bloques colosales de piedra, que se ajustaban a la perfección sin utilizar
argamasa, con métodos de elevación por arrastre sobre troncos.
La bóveda ya era conocida pero no se empleaba
en la arquitectura en piedra.
De los templos construidos durante este
periodo apenas se conservan unos pocos ejemplos. El primer templo conocido (c. 3.500 aC) está
en Hieraconpolis y se dedicó a Horus; destacan sus columnas de madera de 6 metros de altura.
El faraón Snefru (o Snofru) llegó a construir tres pirámides, que destacan
por sus excelentes bóvedas de hiladas y entre ellas se cuenta la última en escalones, en Meidun, y emprendió la construcción de las primeras pirámides sin escalones, en las dos de Dashur, la primera romboidal, que se resquebrajó por el peso y los débiles cimientos de arena, y la segunda ya triangular perfecta con una inclinación de 43º y con fuertes cimientos de caliza, que sería el modelo definitivo, con cámaras internas en bóvedas de saledizo en hiladas , una pirámide dentro de una pirámide, lo que incrementaba la posibilidad de resurrección, Se calcula que se tardó 17 años para toda la pirámide (cuatro años solo para los primeros 15 metros).
El conjunto monumental de Guiza o Gizah (investigado entre otros por Lehner y Hawass recientemente), donde
fueron enterrados varios de los faraones de la IV Dinastía, pone de manifiesto
la destreza y habilidad de los arquitectos egipcios a la hora de construir monumentos
que han permanecido como una de las maravillas del mundo, y muestran el esplendor
de la civilización egipcia.
Pirámides de Keops, Kefrén y Micerino (dinastía IV) en Guiza.
Keops fue sucesor de Snefru y promovió
la mayor pirámide, que llegó a alcanzar en su momento 146 metros de altura, está
formada por cerca de 2,3 millones de bloques de piedra con un peso medio de 2,5
tm. Su hijo Kefrén levantó una pirámide menor, y Micerinos fue el artífice de
la tercera gran pirámide de este conjunto monumental.
El fin que se perseguía con las pirámides
era preservar y proteger los cuerpos de los faraones para la eternidad. Cada pirámide
formaba parte de un conjunto en el que figuraban un templo en el valle, un embarcadero
y un corredor de comunicación entre unos espacios y otros, así como también un espacio
reservado para realizar los ritos religiosos previos al enterramiento.
Alrededor de las tres pirámides mayores
de Gizah (Keops, Kefrén y Micerinos) creció una necrópolis (ciudad de los muertos),
que cuenta con pirámides menores para las reinas, tumbas pequeñas para los
miembros de la corte (miembros menores de la familia real, altos mandos
militares y religiosos, funcionarios) y grandes recintos para los barcos
sagrados de los faraones. La mayoría son mastabas.
Entre las pirámides posteriores destaca la tumba del faraón Neferer-re en Abusir, excavada por el checo Miroslav Verner.
En la V Dinastía comienzan a construirse los templos
funerarios, uno bajo junto al Nilo y otro junto a la pirámide, unidos los dos templos
mediante una calzada sagrada. Hay dos ejes: El Este/Oeste; el Este de los vivos,
el Oeste de los muertos. El Norte-Sur del curso del Nilo.
Frente a la relativa abundancia de restos
monumentales de carácter funerario conservados, apenas hay ejemplos de arquitectura
doméstica y construcciones civiles de las ciudades egipcias del Imperio Antiguo;
puede suponerse su disposición sobre calles bien trazadas y planificadas, tal y
como se hizo en las necrópolis, pero la utilización del adobe (ladrillos de barro
mezclado con heno o paja y cocidos al sol) para levantar los palacios y viviendas
no ha permitido su conservación hasta nuestros días. De este modo, los templos
y tumbas, edificados en piedra y construidos con una clara idea de eternidad,
proporcionan la mayor y casi única información acerca de las costumbres y forma
de vida de los antiguos egipcios.
Las primeras inscripciones en las pirámides aparecen hacia el 2300 aC, a finales del Imperio Antiguo, en la cámara de la pirámide de Honos.
Imperio Medio.
La arquitectura del Imperio Medio nos
ha legado pocos restos.
Destaca la llamada Capilla Blanca, una pequeña construcción vinculada a Sesostris
I (1962-1928 aC), faraón de la XII dinastía, recuperada del interior del tercer
pilono (puerta monumental) del templo de Karnak, para el que se utilizaron sus
ladrillos como material de relleno. Esta pequeña capilla puede considerarse como
el ejemplo típico del estilo de la época. De forma cúbica, construida con un riguroso
sistema de pilares y estructuras adinteladas, se caracteriza por la pureza de líneas
y las proporciones equilibradas. Los muros o entrepaños están decorados con bellos
relieves del faraón y divinidades egipcias.
Imperio Nuevo.
Los faraones de las dinastías XVIII a
XX fueron grandes constructores de arquitectura religiosa. Tras el restablecimiento
de la capital en Tebas la realeza divina de los faraones se asoció al dios local
Amón, que llegó a ser la divinidad suprema más importante de Egipto y reinaba sobre
los dioses secundarios.
Una excepción en la arquitectura de los templos es el breve periodo de Amarna, como se llamaba la capital del reinado del faraón Akenatón, que se caracteriza por el uso exclusivo de salas hípetras, sin
salas hipóstilas, para que el sol penetrara sin obstáculos en el interior, mientras que su decoración escultórica y pictórica es inusualmente realista.
Casi todos los faraones del Imperio Nuevo
se preocuparon por ampliar y hacer nuevos añadidos en el conjunto de templos de
Karnak y Luxor, centro del culto a Amón, convirtiéndose así en uno de los más impresionantes
complejos religiosos de la historia.
El mayor de todos ellos es el de Karnak;
sus gigantescos pilonos, la gran sala hipóstila, los vestíbulos plagados de columnas,
los obeliscos y las estatuas dispuestas en numerosos lugares, llevan directamente
a pensar en el poder y majestuosidad del faraón y el Estado de aquella época.
Próximo a este conjunto destaca también
el templo de Luxor, con una fachada compuesta de dos enormes muros macizos que
flanquean la entrada y conduce al patio. Ya en el interior encontramos una serie
de recintos y capillas, dispuestos simétricamente, que albergan el sanctasanctórum,
una sala cuadrada con cuatro columnas.
En la ribera occidental del Nilo, cerca
de la necrópolis de Tebas, se construyeron más templos para el culto y honras
fúnebres de los faraones.
Durante el Imperio Nuevo los cuerpos
de estos faraones se enterraron en tumbas excavadas en la roca en el entorno denominado
Valle de los Reyes, ya en pleno desierto, con los templos funerarios o mortuorios
a cierta distancia fuera del valle.
De estos templos, uno de los primeros fue
el de la reina Hatshepsut en Deir el Bahari, levantado por el arquitecto Senmut
(o Senemut) (muerto hacia el año 1428 aC). Situado frente a los acantilados del
río Nilo, junto al templo de Mentuhotep II, de la XI Dinastía, y probablemente inspirado
en él, el templo es una extensa terraza con numerosas capillas para los dioses
y relieves representando los éxitos logrados por Hatshepsut a lo largo de su reinado.
Puerta de entrada y pilono del templo de Luxor.
Otros faraones no siguieron este precedente,
y construyeron sus templos al borde de las tierras fértiles, lejos de los escarpados
riscos del desierto.
A pesar de que la estructura de los templos era similar a la del Imperio Antiguo y Medio en el Nuevo se alcanzó la perfección clásica. Se pueden distinguir tres tipos dependiendo de la función para la que se construían. Comenzamos por el segundo, que es el templo mortuorio consagrado directamente al faraón, en el que se realizaban todos los ritos funerarios desde su muerte hasta el momento del enterramiento y después se veneraba su memoria, en ocasiones durante milenios, como sucedió en el Ramesseum y en los templos de Medinet Habu. El tercero es el cenotafio, construido por el faraón como templo mortuorio secundario, como los hallados en Abidos. Podría añadirse un cuarto tipo, pero su forma es muy variada y sobre todo funcional, y es el templo consagrado a uno de los muchos animales sagrados, en cuyo caso incluían dependencias específicas destinadas al animal y auténticos cementerios con miles de momias de cocodrilos, ibis, gatos o vacas.
El primer tipo es el templo propiamente dicho, que estaba consagrado a una divinidad y se construía en honor a uno o varios dioses, de los que destacan los de Karnak y Luxor. Se pueden clasificar los templos de este primer tipo en oficiales y del pueblo, correspondientes los primeros a una religión oficial o estatal, en los que se destacaba el papel del faraón, y los segundos a una religión popular, que satisfacía la preocupación del pueblo ante sus problemas cotidianos y en los que depositaba pequeñas imágenes o utensilios relacionados con su trabajo como ofrenda o agradecimiento ante un embarazo, una curación o una buena cosecha.
Los templos egipcios tienen en el pequeño templo de Jonsu (o Khonsu) en Karnak uno de sus modelos más reconocidos, construido en su mayor parte en el reinado de Ramsés III (1184-1153).
Vista axionométrica con planta del templo de Jonsu, en Karnak.
Pilonos y entrada del templo de Konsu, en Karnak.
Los templos se dividen en varias partes, siendo la primera la exterior, una avenida de esfinges que conduce desde la ribera del río hasta el recinto templario, rodeado por un muro exterior, en el que penetra la avenida hasta llegar a la puerta monumental, delante de la cual se sitúan dos obeliscos que aluden a la morada del dios, a la relación entre lo terrestre y lo solar o sagrado. También pueden situarse allí ocasionalmente (por ejemplo en el templo de Luxor) estatuas colosales de faraones, normalmente sedentes, simbolizando los hijos vivientes del dios. Obeliscos y colosos estaban decorados con escenas en relieve de temas históricos o religiosos o sacrificio de prisioneros por parte del faraón en presencia del dios al que estaba dedicado el templo, un programa iconográfico que continuaba en el interior.
La puerta monumental está flanqueada por dos torres o moles trapezoidales en talud llamadas pilonos (el término puede utilizarse también para toda la puerta), que representaban los acantilados de cada lado del valle del Nilo, pero también eran, a la vez, las dos montañas que flanquean el disco solar. En cada uno de los pilonos se encajaban dos mástiles para las banderas que simbolizaban la presencia del dios.
En el interior hay tres grandes estancias claramente diferenciadas, que bajan progresivamente en altura y espacio a medida que se va entrando en el eje o Camino del Dios: la sala hípetra, la sala hipóstila y las dependencias del dios.
La primera estancia es la llamada sala hípetra, una sala abierta en la parte superior y rodeada por tres lados con un pórtico formado con una doble fila de columnas que acogía un altar para los sacrificios. A esta primera estancia podía acceder todo el pueblo para depositar ofrendas y alberga numerosas estatuas monumentales de los faraones, a imitación de los colosos exteriores, con escenas narrativas de sus hazañas o imágenes de adoración. Podía haber más de un patio con su consiguiente puerta de acceso
Más al interior sigue la segunda sala, esta vez hipóstila, llamada así porque contiene un bosque de columnas altas y gruesas que sostienen una cubierta arquitrabada. Podía estar precedida por un vestíbulo y durante el Reino Nuevo se encontraba sobre una plataforma y en la época tolemaica a ras de suelo. De nuevo dos filas de columnas rodean el recinto, pero a diferencia de la primera aquí sólo podían acceder los notables. Generalmente está decorada con relieves en los fustes de las columnas. En los mayores templos hay varias salas hipóstilas. La sala hipóstila tenía la función de salón de recepción del dios, lo que explica que las filas centrales sean más anchas y altas que las laterales, de modo que el espacio se eleva en la zona del eje central del templo formando una especie de nave principal para favorecer el Camino del Dios. Esto permitía además abrir ventanas laterales por las que penetraba la luz, aunque escasa ya que a medida que se accedía al santuario se disminuía la cantidad de luz. Los relieves con los que se decoraba la sala hipóstila representaban escenas de las ceremonias religiosas que se practicaban en el templo. El acceso a la sala hipóstila estaba restringido a los altos funcionarios, escribas y gente noble. Cuando el templo tenía más de una sala hipóstila el acceso a cada una de ellas era cada vez más restringido a medida que se penetraba en el interior.
La tercera estancia corresponde a las dependencias del dios. Se reparte entre varias cámaras, que albergan la barca sagrada y otros tesoros, y finalmente se halla el santuario o sanctasanctórum, que es la sala más profunda, estrecha y baja del templo, donde se guardaba la imagen del dios en el tabernáculo realizado en piedra, granito o madera, oculta a todos los ojos excepto al faraón y a los sacerdotes, los únicos capaces para el elaborado ritual diario, que comprendía tres actos diferentes: las ceremonias preliminares, el despertar y atavío del dios, y la comida.
En las ceremonias preliminares el sacerdote (o excepcionalmente el faraón), se purificaba y ahuyentaba las malas influencias con fuego e incienso, en las dependencias destinadas a tal efecto, para posteriormente acceder a la capilla en la que se encontraba el dios rompiendo el sello de la puerta.
Después de despertar al dios, el sacerdote se postraba ante la imagen divina entonando alabanzas o himnos específicos. Luego limpiaba la estatua con ungüentos y productos preparados en una de las salas. Después se la vestía y adornaba con los objetos reales y divinos, y se aplicaban los cosméticos oportunos al rostro.
Por último se servía la comida al dios, con gran cantidad y variedad de alimentos, una obvia invocación para que el dios favoreciera a su pueblo. La comida podía llevarse a cabo hasta cuatro veces, según los cuatro puntos cardinales, para que el dios pudiese alimentarse en cualquier punto del Universo.
Tras retirar las ofrendas se volvía a sellar la puerta, hasta el nuevo ritual, que se repetía tres veces al día, al amanecer (el más importante), al mediodía y al atardecer.
Alrededor de las cámaras y el santuario hay otras dependencias menores, utilizadas en el culto de dioses locales, dedicadas a la protección de dioses exteriores que visitaban el templo en las procesiones, o salas para albergar los objetos necesarios para llevar a cabo el ritual religioso.
Los templos más importantes incluían elementos exteriores, como tribunas (mamisi) en la era tolemaica, y el lago sagrado.
Las tribunas eran pequeños edificios delante de los pilonos, decorados con colores alegres y escenas de diosas tocando instrumentos y danzas burlescas; simbolizaban el lugar escogido por la diosa para esperar el nacimiento de su hijo, y en ellos el faraón y su corte contemplaban las ceremonias religiosas.
El lago era un gran estanque, profundo para aprovechar las aguas del Nilo en épocas de sequía, con escaleras descendentes, y simbolizaba las aguas primigenias de las que había surgido el Mundo. En él se efectuaban los rituales ligados a la resurrección de Osiris.
Las tumbas subterráneas del tipo hipogeo del Valle
de los Reyes fueron excavadas en el interior de la roca, en un esfuerzo —casi nunca
conseguido— por ocultar los sepulcros donde reposaban las momias de los faraones.
Largos pasajes y corredores, escaleras y cámaras funerarias fueron decorados con
relieves y pinturas de escenas de textos religiosos destinados a proteger y amparar
el espíritu del difunto para su próxima vida.
La tumba subterránea de
Tutmosis I en el Valle de los Reyes en Tebas, llego a albergar casi 30 faraones enterrados,
pues ya no se hacían pirámides en Egipto.
En el año 1337 aC moría Tutankamón,
uno de los últimos 14 reyes de la XVIII Dinastía y su hipogeo nos ha legado un fascinante tesoro.
Durante la XIX Dinastía, en época de Ramsés
II, uno de los más importantes faraones del Imperio Nuevo, se levantaron los gigantescos
templos de Abu Simbel, en Nubia, al sur de Egipto. Fueron excavados en el interior
de la roca, sobre la falda de una montaña y con las fachadas custodiadas por cuatro
figuras monumentales del faraón y su esposa respectivamente. Entre 1964 y 1968 ambos
templos tuvieron que ser recortados en bloques y trasladados a un lugar más elevado
con el fin de salvarlos de su inmersión bajo las aguas de la nueva presa de Asuán.
Como en todas las épocas, la arquitectura
doméstica y palaciega se hizo fundamentalmente con materiales más baratos y cómodos
que la piedra: el adobe, los ladrillos de barro mezclado con paja o heno y cocidos
al sol. No obstante, se han conservado los suficientes restos como para dar una
idea aproximada de la planificación de los palacios y sus múltiples estancias con
pinturas y decoraciones diversas en suelos, paredes y techos.
Las viviendas de las clases privilegiadas
formaban amplios conjuntos urbanos integrados por edificios residenciales y para
el servicio. Casas modestas para los obreros pueden aún encontrarse agrupadas.
De la arquitectura posterior, hasta la época romana, subsisten grandes reformas y añadidos monumentales en los complejos religiosos. Mención especial merecen las 400 pequeñas pirámides de estilo egipcio del reino nubio de Kush, en conexión con la montaña sagrada de Gebel Barkal (la antigua Napata), “montaña pura” —investigada por Tim Kendall—. La fusión de la cultura nubia y egipcia legitimó el dominio de los faraones nubios sobre Egipto, h. 750 aC, sobre todo con el faraón Taharqa. Desgraciadamente, las pirámides de Meroe fueron saqueadas ya en la Antigüedad y la última se edificó en el siglo IV dC.
Dromos y
puerta principal del templo de Amón-Ra, de la época de Nectanebo I (378-262 aC), uno de los últimos grandes proyectos de la arquitectura clásica egipcia.
De la arquitectura persa en Egipto solo nos han llegado restos de fortificaciones y de la ptolemaica apenas quedan restos en Alejandría, pues sus monumentos más famosos como el Faro, el Museion y la Biblioteca de la ciudad fueron arrasados hace siglos.
Sala hipóstila del templo de Luxor, transformada en la época romana.
ESCULTURA.
El ojad era el cuerpo material,
“algo que se pudre”. La muerte era el fin del cuerpo pero el inicio de la vida inmortal
del espíritu. Esculpir era pues infundir vida a la materia si se usaban los materiales más duraderos, como la abundante piedra de las montañas vecinas del Nilo.
Imperio Antiguo.
Desde las primeras figuras de arcilla,
hueso y marfil del periodo predinástico, la escultura egipcia se desarrolló con
gran rapidez. En la época de Dzoser (2737-2717 aC) se hicieron grandes estatuas
de los faraones y gobernantes sobre las que debían reposar los espíritus que perpetuaran
la memoria de los difuntos. Hieratismo, rigidez, formas cúbicas y frontalidad son
las características esenciales de la escultura egipcia. Primero se tallaba un
bloque de piedra de forma rectangular, y después se dibujaba en la frente y en
las dos caras laterales de la piedra la figura objeto de representación. La estatua
resultante era, en consecuencia, una figura destinada a ser vista principalmente
de frente (ley de la frontalidad). No había necesidad, pues, de esculpir la figura
por todos sus lados, ya que el objetivo era crear una imagen eterna que representara
la esencia y el espíritu de la persona retratada, para lo cual bastaba una composición
frontal de la misma.
El artista egipcio no buscaba la representación
del movimiento. Las figuras de personajes puestos en pie no posaban como si estuvieran
caminando, sino en reposo. Desde el inicio del periodo dinástico se tenía un correcto
conocimiento de la anatomía humana, pero se la idealizaba. La estatua sedente del
faraón Kefrén (c. 2530 aC, Museo Arqueológico de El Cairo), artífice de la segunda
pirámide más grande del conjunto funerario de Guiza, engloba en sí misma todas
las características que hicieron memorable a la escultura egipcia de carácter regio.
El faraón aparece sentado sobre un trono decorado con el emblema de las tierras
unificadas, con sus manos sobre las rodillas, la cabeza erecta, rígida y de frente,
y los ojos mirando al infinito. El halcón que representa al dios Horus aparece
detrás de la cabeza de Kefrén, simbolizando que es él, el faraón, el Horus viviente.
La estatua, tallada en diorita, presenta en su conjunto una gran unidad y equilibrio,
creando una potente imagen de la majestad divina.
Tríada de Micerino.
Estatua de Micerino.
Las representaciones de individuos y personajes
particulares ofrecen diversos modelos y formas. Además de las figuras individuales
sedentes o en pie se hicieron otras emparejadas y también formando grupos escultóricos
en los que el difunto aparece con los miembros de su familia. Los materiales utilizados
fueron la piedra, la madera y, en menor proporción, el metal; se pintaban las superficies;
los ojos eran piezas incrustadas de otro tipo de material, como el cristal de roca,
que realzaba la apariencia de realidad que pretendía transmitir la estatua. Tales
representaciones iban destinadas exclusivamente a los personajes importantes; existió
otro tipo de obras, no obstante, que representaban a los trabajadores en sus diversos
oficios y a las mujeres ocupadas en sus tareas domésticas. Todas tenían un destino
común: la tumba del difunto. A finales de la IV dinastía se introdujo una tercera
posición escultórica tan asimétrica y estática como las dos anteriores (de pie
y sentadas): la del escriba en cuclillas en el suelo con las piernas cruzadas. Otra
invención del Imperio Antiguo es el retrato de busto.
El escriba sentado (c. 2500 aC). Museo del Louvre.
La escultura en relieve servía a dos
propósitos fundamentales: en los muros de los templos para glorificar al faraón;
en las tumbas para preparar al espíritu en su camino hacia la eternidad. En las
cámaras funerarias de las tumbas privadas es frecuente la decoración con escenas
del muerto ocupado en las actividades cotidianas que desarrolló en vida.
La forma de representación del cuerpo
humano en dos dimensiones (frente y perfil), tanto en relieve como en pintura, era
determinada por el deseo de preservar la esencia de lo representado. Se buscaba,
por encima de todo, la eternidad frente a lo transitorio. Como resultado de esto,
se combina en las figuras la disposición de perfil para la cabeza y extremidades
inferiores con la frontal de los ojos y el torso. Esta regla o canon se aplicó rigurosamente
a los faraones y miembros de la nobleza, mientras que para los sirvientes y campesinos
se usó menos. Los relieves solían pintarse para dar una mayor sensación de realidad,
siendo frecuente la inclusión en ellos de diversos detalles sólo pintados, sin
necesidad de haberlos tallado previamente en la roca; la pintura de carácter meramente
decorativo aparece muy raras veces en las piezas del Imperio Antiguo.
El conocimiento que poseemos sobre la
mayor parte de las costumbres y modo de vida de los egipcios se ha conseguido
gracias a estos relieves (y los objetos de los ajuares funerarios), que
informan sobre las variedades de comida y sus formas de elaboración, los métodos
de pastoreo, la caza de animales salvajes, la construcción de embarcaciones y muchos
otros oficios perfectamente representados. Dispuestos en la pared por medio de
bandas o registros, podían leerse fácilmente los relieves como una narración continuada;
tales representaciones no fueron concebidas tanto como acontecimientos acaecidos
en un momento determinado sino como ocupaciones y oficios en general, con un claro
carácter de atemporalidad y eternidad. Para la escultura en relieve, al igual que
para la exenta o de bulto redondo, los escultores trabajaron formando equipos o
talleres con diferentes niveles de trabajo asignado a los distintos integrantes
del grupo.
Imperio Medio.
La escultura del Imperio Medio se caracteriza
por su inclinación hacia el realismo. Las primeras obras de este periodo imitan
claramente los ejemplos del Imperio Antiguo en un intento por restablecer las viejas
tradiciones, pero la escultura de la XII dinastía muestra un renovado interés por
la realidad. Los retratos de faraones como Amenemes III y Sesostris III son muy
diferentes de aquellos otros faraones del Imperio Antiguo.
Durante la XII dinastía las imágenes del
faraón no se idealizan hasta el punto de convertirlo en dios. La gravedad e importancia
de su alto rango se reflejan de forma clara en el rostro. La estructura ósea se
insinúa bajo una superficie rígida, produciendo un tipo de realismo que nunca
se había dado con anterioridad en el arte egipcio. Las estatuas de personajes
privados tienden, como en todas las épocas, a imitar el estilo de las de los faraones;
así lo vemos por ejemplo en los retratos de la nobleza de la XII dinastía, tendentes
también hacia el realismo.
Durante el Imperio Nuevo la escultura alcanzó
una nueva dimensión. La rigurosa y severa estilización del Imperio Antiguo y el
áspero realismo del Imperio Medio fueron reemplazados por un estilo cortesano en
el que se combinaban perfectamente la elegancia y la cuidadosa atención hacia los
detalles más delicados. Iniciado durante los reinados de Hatshepsut y Tutmosis III,
este estilo alcanzará su madurez en tiempos de Amenhotep III (Amenofis III). Los
retratos de los faraones y de los cortesanos fueron obras plenas de gracia y sensibilidad.
El arte en la época de Akhenatón (o Ajnatón), hijo de Amenhotep III, refleja la revolución religiosa
promovida por el faraón. Akhenatón adoraba a Atón, dios solar, e imaginó y proyectó
una línea artística encaminada hacia esta nueva dirección, es decir, a eliminar
la inmovilidad tradicional del arte egipcio. Al comienzo de su reinado se utilizó
un realismo casi caricaturesco, pero poco a poco fue derivando hacia un estilo
de sutil belleza y profunda ternura, cualidades perfectamente ejemplificadas en
la cabeza de caliza pintada de su esposa, la reina Nefertiti (c. 1365 aC, Staatliche
Museen, Berlín).
Busto de Nefertiti.
Relieve del faraón Akenatón y su esposa Nefertiti, con dos hijas.
Los temas son ahora, por primera vez, la vida cotidiana y las
relaciones afectuosas de la familia real, retratada con un realismo físico sorprendente.
Otra innovación es la representación frontal del cuerpo, aunque la cabeza sigue
estando de perfil.
Estatua del faraón Pinegem I, de la XXI Dinastía (1069-945 aC), reutilizando una estatua de Ramsés II.
PINTURA.
Imperio Antiguo.
La pintura, siempre de carácter meramente
decorativo, aparece muy raras veces en las piezas del Imperio Antiguo que se han
descubierto hasta el momento presente. Sin embargo, desde la VI dinastía, su calidad
es incontestable, por su dibujo naturalista y sus colores brillantes y variados.
Abundan las escenas cotidianas, de animales o de caza.
El color verde (hecho con malaquita) es uash, el mismo nombre del papiro, es el color de la vida, lo que explica su temprana frecuencia en las pinturas.
Imperio Medio.
La costumbre entre los nobles de enterrarse
en tumbas construidas en sus propios centros de influencia en lugar de hacerlo en
la capital, se mantuvo vigente. Aunque muchas de ellas estuvieron decoradas con
relieves, como por ejemplo las tumbas de Asuán, en el sur, otras como las de Beni
Hassan y El Bersha, en el Egipto Medio, fueron por regla general decoradas exclusivamente
con pinturas. Los ejemplos conservados muestran el trabajo de los artistas y artesanos
locales en su intento por adherirse a los modelos de los talleres regios. Aparecen
algunas novedades en los tipos y formas representativas, aunque los viejos modelos
todavía servían de guía para muchos temas y composiciones. La pintura también decoraba
los sarcófagos rectangulares de madera típicos de este periodo. Los dibujos eran
muy lineales y reflejan una gran minuciosidad en los detalles.
Fresco de actividades económicas.
Imperio Nuevo.
Máscara funeraria del faraón Tutankamón.
Mientras que el relieve se utilizó en el
Imperio Nuevo principalmente para la decoración de edificios religiosos, la pintura
predominará en la decoración de las tumbas privadas. La necrópolis de Tebas es una
rica fuente de información sobre la lenta evolución de la tradición artística, así
como también de excelentes ilustraciones de la vida de aquella época.
El medio pictórico permitió mayores posibilidades
que el escultórico, al conceder al artista la posibilidad de crear coloristas imágenes
de la vida cotidiana. Los funcionarios aparecen representados inspeccionando los
exóticos tributos llevados a Egipto desde todos los rincones del mundo conocido.
Los oficios de los talleres regios están representados con meticuloso detallismo
ilustrando la elaboración de todo tipo de objetos, desde grandes esculturas a delicadas
joyas. Los ritos funerarios, desde el cortejo fúnebre hasta las últimas plegarias
elevadas a los espíritus, también se representan. Uno de los elementos comunes en
la pintura de las tumbas tebanas, conocido ya en el Imperio Antiguo, es la representación
del difunto cazando y pescando entre los papiros de las marismas, entretenimientos
y actividades de las que desearía gozar durante toda la eternidad.
ARTES DECORATIVAS.
Imperio Antiguo.
En la cerámica, la rica decoración del
periodo predinástico se reemplazó por bellas piezas no decoradas, de superficies
pulimentadas y dentro de una gran variedad de formas y modelos destinados a servir
de objetos para uso cotidiano.
La cerámica servía para los mismos usos
que hoy damos al cristal, la loza, el metal, la porcelana o el plástico; en consecuencia,
el abanico de posibilidades abarca desde vasijas y recipientes para comer y beber
hasta grandes envases y contenedores de almacenaje o incluso depósitos o cubos
para la fermentación de bebidas.
Las joyas se hicieron en oro y piedras
semipreciosas, incorporando formas y diseños animales y vegetales. En toda la historia
de las artes decorativas de Egipto hubo una gran predilección por tales asuntos
o motivos artísticos.
Se ha conservado poco mobiliario,
generalmente en tumbas reales, pero la abundante presencia de los mismos en las
imágenes de las tumbas nos proporciona abundante información sobre el diseño de
sillas, camas, escabeles, sillones y mesas. Generalmente los diseños fueron simples,
sencillos, incorporando formas vegetales y garras de animales para rematar los acabados
inferiores de los muebles (patas de sillas y mesas, por ejemplo). No se utilizaban
clavos, sino que las piezas se unían mediante espigas y mortajas o se pegaban
con cola extraída de los animales. Destacan los cabezales rodeados de genios para
proteger el sueño. Uno de los más bellos conjuntos de muebles del Imperio Antiguo
es el de la tumba de la reina Heteferes, madre de Keops, que destaca por su grandiosidad
y sobriedad.
Al finalizar la VI Dinastía el poder centralista
de Egipto había disminuido; los gobernantes locales decidieron emplazar sus sepulcros
en sus propias provincias en lugar de enterrarse cerca de las necrópolis de los
faraones a quienes servían. De esta dinastía data la estatua en metal más antigua
que se conoce en Egipto: una imagen en cobre (c. 2300 aC, Museo Arqueológico de
El Cairo) de Pepi I (faraón c. 2395-2360 aC).
El primer periodo intermedio (VII a X
dinastías) fue una época de anarquía y agitación y, aunque hubo un débil intento
por mantener las tradiciones artísticas del Imperio Antigu, hasta la reunificación
del país con los faraones de Tebas, en el sur, no se pudo reanudar la actividad
artística para igualarla a su anterior época de esplendor.
Imperio Medio.
En el Imperio Medio se produjeron magníficos
trabajos en artes decorativas, en particular joyas realizadas en metales preciosos
con incrustación de piedras de colores. En este periodo aparece la técnica del
granulado. El barro vidriado alcanzó gran importancia para la elaboración de amuletos
y pequeñas figuras. Quizá lo más conocido fueron los hipopótamos de barro vidriado
en color azul decorados con pinturas de plantas acuáticas.
Imperio Nuevo.
Durante el Imperio Nuevo las artes decorativas,
al igual que la pintura y la escultura, alcanzaron las más elevadas cotas de perfección
y belleza. Los objetos de uso cotidiano utilizados por la corte real y la nobleza
fueron exquisitamente diseñados y elaborados con gran destreza técnica. No hay
mejor ejemplo para ilustrar esta afirmación que el ajuar funerario de la tumba
(descubierta en 1922) de Tutankamón, donde con ricos materiales —alabastro, ébano,
oro, marfil y piedras semipreciosas— se crearon múltiples objetos de consumada
habilidad artística.
La cerámica del Imperio Nuevo ofrece también
este mismo gusto decorativo, con sus superficies frecuentemente pintadas con motivos
vegetales.
En este periodo se produce el apogeo del vidrio egipcio donde los vidrieros
mostraron una gran originalidad. En general, y a tenor de los restos conservados,
se puede decir que los egipcios de esta época encontraron un particular deleite
en la riqueza ornamental y en los vivos colores de las pinturas y artes decorativas.
APÉNDICE.
Arqueólogos en Egipto.
Catherine Berger, de l'Ecole d'Haux Etudes.
Bietak, austriaco en Avaris.
Charles Bonnet, suizo, en Kerma (Sudán).
Betsy Bryan, pinturas en la tumba del
mayordomo Su-ennuit.
Joao Campos, experto en reconstrucción
informática de rostros, Universidad de Londres.
Rosalie David, experta en momias, de Manchester.
Vivian Davies, conservador del British
Museum.
Peter Dorman, de Universidad de Chicago.
Günter Dryer, excavador alemán en Abidos.
Dina Faltings, excavadora alemana en Buto.
Joann Fletcher, experta en peluquería
y cabello egipcios, Universidad de Manchester.
Renée Friedman, de Universidad de Berkeley,
excavadora en Hieraconpolis.
Joyce Fyler, especialista en análisis
tomográfico de cuerpos, del British Museum.
Zawi Hawas, director de excavaciones en
las pirámides de Giza.
David Jeffreys, excavador norteamericano
en Menfis.
Michael Jones, del Instituto Americano
de Egipto.
Margaret Judd, Sociedad Arqueológica del
Sudán.
Tim Kendall, en la montaña sagrada de
Gebel Barkal.
André Labrousse, arqueólogo francés del
CNRS.
Jean-Philippre Lauer, arqueólogo francés
de Sakkara desde 1926 con Firth.
Jean Leclant, experto francés en inscripciones.
Ian Mathieson, arqueólogo en Abidos.
Paul Nicholson, experto en inscripciones,
de Universidad de Cambridge.
David O'Connor, excavador en Abidos.
Carmen Pérez Die. Conservadora de Egiptología
del Museo Arqueológico Nacional, de Madrid. Directora desde 1985 de las excavaciones
españolas (iniciadas en 1966 por Martín Almagro) en la necrópolis de Heracleópolis
Magna, hacia 2134-1991 aC, de las dinastías IX y X.
Paule Posener, de l'Ecole d'Haux Etudes.
John Ray, experto en inscripciones, de
Universidad de Cambridge.
Rainer Stadelmann, director del Instituto
Arqueológico Alemán en El Cairo, que investiga en las pirámides de Snofru en Meidun.
John Taylor, experto en momificación
del British Museum.
Miroslav Verner, arqueólogo checo en la
tumba del faraón Neferer-re en Abusir.
Roxie Walker, experto en Egipto de la Fundación
de Antropobiología.
Derek Welsby, arqueólogo británico en
Kerma (Sudán).
Fred Wendorf y el polaco Schild, excavadores
del oasis del Sahara húmedo en Playa Nafda.
Hourig Zarousian, arqueóloga del Instituto
Arqueológico Alemán en El Cairo.
FUENTES DE HISTORIA Y ARTE DEL EGIPTO ANTIGUO.
Internet.
[Museoegizio.it]
Museo Egipcio de Turín, uno de los mejores del mundo, inaugurado en 1824.
Enciclopedia Encarta de Microsoft. Gran parte de los textos del artículo parafrasean los de esta enciclopedia ya extinta.
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