FRANCISCO DE GOYA, PINTOR
CORTESANO FRENTE A LA CRISIS DEL ANTIGUO RÉGIMEN.
Parte del Curso en la UIMP de Santander (29 julio-2 agosto de
1996), por Fernando Checa: La imagen del poder en la Europa de la Edad
Moderna: de Tiziano a Goya.
Hay una creencia general de
que Velázquez y Goya son genios nacidos dentro de una España que era un
desierto cultural y artístico. La tesis de Checa, en cambio, es que vivieron en
un ambiente cultural muy inspirador, basándose en los aportes de Nigel
Glendinning, el estudioso más celebrado sobre el ámbito cultural de Goya, un
pintor de notables conocimientos que leía en francés y conocía muy bien la
historia de la pintura.
Goya pudo contemplar las magníficas
colecciones reales, gracias a lo cual pudor hacer una revisión crítica de la
obra de Velázquez. Otra fuente de inspiración goyesca fueron los retratos de la
familia imperial austriaca pintados por Mengs.
Goya en su convencional retrato de Floridablanca, muestra su aprendizaje de estos antecedentes.
Arcimboldo. El emperador Maximiliano II y la emperatriz María con sus hijos (1553). [http://www.friendsofjade.org/current-article/2006/9/2/jade-at-the-court-of-emperor-rudolf-ii-in-prague.html]
Era una práctica común en
las obras cortesanas. Por ejemplo, en el retrato de familia, el fresco renacentista
pintado por Mantegna en la Cambra dei Sposi en Mantua, influye en el retrato por
Arcimboldo del emperador Maximiliano II y la emperatriz María. Y esa tradición
llega a Velázquez, y a través de este a Goya, como se advierte en el muy velazqueño
retrato de la familia de los duques de Osuna, un retrato de aparato, de gran
tamaño, en los que adoptan una pose natural, con los niños enfrascados en sus
juegos.
Van Loo. La familia de Felipe V (1743). Fragmento.
Goya. La familia del Infante Don Luis (1783).
Un acusado contraste se
advierte entre el retrato de La familia de Felipe V (1743) de Van Loo,
caracterizado por el gran tamaño, la teatralidad y el lujo, y el retrato que realiza
Goya en La familia del Infante Don Luis (1783), feliz en su pequeña corte de Arenas
de San Pedro, junto a su esposa María Teresa Vallabriga y otros familiares, y
en el que Goya se autorretrata en plena tarea, aunque de espaldas.
Goya. La familia de Carlos IV (1800).
La familia de Carlos IV es una obra maestra, en la que Goya
se pinta ahora de frente, mucho más seguro de su status profesional. Carlos IV,
un monarca culto y sensible, aunque mal político y peor tratado por la
Historia, se nos muestra campechano, cercano, lo que encaja en la estética de
un tiempo revolucionario, herencia de las ideas ilustradas. No hay adulación en
el cuadro, sino una crítica mordaz aunque involuntaria. El absolutismo se
retira, y con él su manera barroca de representación icónica, en la que el rey era
sagrado. La tradición se mantiene empero en algunos aspectos: la presentación
en friso es una alegoría de la familia dinástica, así como el protagonismo central
del rey y la reina, aunque destacando el papel del heredero, el futuro Fernando
VII, que está en el primer plano cerca de su padre. Pero hay también ruptura
con la tradición: la perspectiva y el espacio son nuevos. Goya hace como
Velázquez, pero lo contrario: se pone a sí mismo en el mismo lugar que Velázquez
en Las Meninas, pero recluido en un
espacio más pequeño, en el que compone los personajes con habilidad en varios
grupos. Estudia la luz y las sombras con admirable perfección. Es una pintura
plana, bidimensional, moderna por ello, superando la pintura aérea y profunda
de Velázquez, que era la culminación del Renacimiento y el Barroco.
Goya. Carlos III.
Algunos retratos nos brindan
ejemplos del retrato de aparato: Carlos III, Carlos IV, La
reina María Luisa, adornados con los atributos del poder. La mayoría eran del
taller de Goya, que entonces sólo ejercía una supervisión, escasa en el
imperfecto Carlos III. Pero en cambio destacan los retratos ecuestres
del rey y de la reina.
En el caso de Cabarrús, el
más avanzado de los ilustrados españoles, Goya realiza un retrato naturalista, antisimbólico,
y son muy convincentes los retratos de personajes no cortesanos, como el
general Urrutia o Jovellanos.
Goya. Jovellanos.
Goya. Alegoría de la Villa de Madrid (1809).
Las alegorías son escasas. Alegoría de la Villa de Madrid (1809) (a veces se ha titulado El dos de mayo) representa un tema ambiguo por sus varios cambios acerca de a quien
se dedicaba: primero fue una alegoría del poder de José I, luego de Fernando
VII, más tarde de la Constitución, y finalmente del 2 de mayo; lo único que no cambió
fue a quién homenajeaba, la ciudad de Madrid.
Goya. Alegoría de la Constitución de 1812.
Otro cuadro muy controvertido por su amplia variedad de títulos, como Alegoría de España, Alegoría de la Constitución de 1812, España, El tiempo o Las Viejas (Museo de
Estocolmo), nos muestra a Cronos preservando a España (y/o) a la Constitución, mientras la
Historia escribe sus hechos.
Goya. El Coloso. La alegoría del terror, de la guerra, es patente
en esta obra. En 2008 su atribución a Goya fue negada por
Manuela Mena, pero Glindenning, Vega y Foradada la mantienen, con acierto.
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