LA CRISIS DE LA
REPRESENTACIÓN EN EL REINADO DE LUIS XIV.
Parte del Curso en la UIMP de Santander (29 julio-2 agosto de
1996), por Fernando Checa: La imagen del poder en la Europa de la Edad
Moderna: de Tiziano a Goya.
Checa usa para analizar el
periodo comprendido entre la segunda mitad del siglo XVII y los inicios del
siglo XVIII, el libro de Peter Burke, La
creación de Luis XIV, y en el de Francisco Rico, El
pequeño mundo del hombre. En ellos se trasluce que entonces se
pensaba que había una correspondencia entre los reyes y los héroes mitológicos,
así como que un edificio es perfecto en cuanto refleja la perfección del cuerpo
humano, del cielo y de las estrellas.
En la segunda mitad del
siglo XVII, por influjo de Descartes, las élites intelectuales de la sociedad desarrollan una
nueva imagen del mundo, que deja de ser entendido como un reflejo para
convertirse en una máquina. La teoría estética cambia asimismo: el predominio
de la pintura de historia heroica como género máximo cede ante nuevos géneros más
atentos a la vida cotidiana. Ya no habrá una jerarquía clara entre los géneros.
El siglo XVIII será “El triunfo y la muerte del héroe”.
El sistema de
representación cambia, al perder verosimilitud la exageración del heroísmo de
los reyes, hasta resultar grotesca, como ocurrirá con Fernando VII ya en los
primeros decenios del siglo XIX.
Winckelmann escribe en 1756
Investigación
sobre una alegoría, en la que la alegoría moderna debe tener tres
rasgos: la sencillez, la claridad y la amabilidad. La sencillez, como rechazo
de la exageración, con una sola figura. La claridad, como relación próxima con
la cosa que se quiere representar; no como popularización. La amabilidad, como
obra sin inconveniencia o terribilidad, sin ese gusto por lo sublime y trágico (naufragios,
desastres) que estaba de moda en Inglaterra entonces.
Algarotti afirma en su Tratados sobre la arquitectura, la pintura y la música
que el pintor debe evitar la erudición y
la mitología demasiado compleja.
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