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viernes, 11 de marzo de 2016

Dosier: Fernando Checa. Crisis de la alegoría. Dos espacios enfrentados: Madrid y Versalles.

CRISIS DE LA ALEGORÍA. DOS ESPACIOS ENFRENTADOS: MADRID Y VERSALLES.
Parte del Curso en la UIMP de Santander (29 julio-2 agosto de 1996), por Fernando Checa: La imagen del poder en la Europa de la Edad Moderna: de Tiziano a Goya.

Los palacios reales de Madrid y París permiten mostrar dos ideas contrapuestas del principal espacio oficial de la monarquía absoluta en el siglo XVII.


Plano de Pedro Teixeira (1656).

En España el Alcázar Real de Madrid es el gran centro del poder. Nos han llegado planos de Witt y uno aun más famoso de Pedro Teixeira, así como dos vistas de su construcción en el siglo XVI, de Wingaerde.
Era un edificio sin una simetría regular, un laberinto inextricable, sin perspectivas exteriores a la ciudad, desigualmente distribuido entre los Cuartos del Rey y de la Reina. Tenía un claro desarrollo en altura, como una fortaleza medieval con torres. En su fachada no hay clasicismo, ni siquiera columnas. En suma, es un espacio organizado para que el rey no se manifieste públicamente, sino que se esconda a sus súbditos, alejándose del pueblo.



Vista del Alcázar por Félix Castello (c. 1640).

Se advierte que tenía unas calles irregulares de comunicación con Madrid, destacando la calle Mayor. Un muro llevaba a la Armería Real. Los jardines eran pequeños: destacaba uno abierto al público, en el que se respetaba la naturaleza salvaje, en una pendiente lateral que llegaba hacia el río Manzanares; pero el principal era el Jardín de los Emperadores, al sur, privativo de la Corte, a cuyo estaba la gran Casa del Tesoro, que albergaba las dependencias de la servidumbre.
La Torre Dorada fue hecha por Gaspar de Becerra o Juan Bautista de Toledo, por encargo de Felipe II y contaba con un despacho en la planta baja y una biblioteca “studiolo” en la planta superior.
La fachada frontal se dedica a galerías y salas, las cuales aprovechará Felipe IV para instalar su colección. Destacan las galerías del Mediodía, la Sala Ochavada y el Salón de los Espejos, y en el Cuarto Bajo de Verano estaban las Meninas. Cabe mencionar que se perdieron las obras artísticas colgadas de la última planta, que no pudieron ser evacuadas en el infausto incendio de 1734.


El incendio del Alcázar.

 Ardemans hizo reformas muy importantes, al cambiar la planta y la decoración barroca por un estilo cercano al rococó francés, además de cerrar la plaza. Los jardines se ampliaron y regularizaron, pero con esa reforma desapareció el Jardín de los Emperadores. Se construyó el pasadizo de la Encarnación, que llevaba desde la Casa del Tesoro hasta el convento de la Encarnación, bordeando los jardines. En este pasadizo había una pinacoteca menor y una biblioteca pública abierta por Felipe V, origen de la Biblioteca Nacional.


El otro palacio real madrileño era el conocido como Palacio del Buen Retiro, una obra monumental promovida por el conde-duque de Olivares para enfatizar la idea de la hegemonía imperial del rey Felipe IV, de quien quería construir una imagen de "rey Planeta". Tampoco tenía regularidad en la composición de los patios  y no mostraba elementos clásicos en la fachada. Los jardines diseñados por el italiano Cosme Lotti eran cerrados, sin perspectivas. Sólo se conservan unas partes: el museo del Ejército, el Casón del Buen Retiro y parte del museo del Prado, que antes formaban un solo conjunto.

El palacio de Versalles.







El palacio de Versalles era muy distinto al Alcázar madrileño. La obra de Louis Le Vau y Jacques-Hardouin Mansart destaca por su traza ortogonal con amplias perspectivas a los jardines simétricos diseñados por André Le Nôtre, ornados con terrazas ideadas como amplios espacios teatrales alrededor de estanques decorados con esculturas de tema mitológico (el Sol es el tema principal).
En contraste con las fortalezas medievales defendidas por altas torres, el palacio tiene un desarrollo horizontal, de modo que se evidencia mejor el clasicismo de su geometría regular. Es un espacio organizado para que el rey Luis XIV se manifieste públicamente, impresionando a sus súbditos con su majestad.

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