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sábado, 5 de marzo de 2016

Dosier: Fernando Checa. Los espacios del poder en España en el siglo XVII: la ciudad, el palacio y el convento.

LOS ESPACIOS DEL PODER EN ESPAÑA EN EL SIGLO XVII: LA CIUDAD, EL PALACIO Y EL CONVENTO. LA RELACIÓN ENTRE EL ESPACIO Y EL PODER.

Parte del Curso magistral en la UIMP de Santander (29 julio-2 agosto de 1996), por Fernando Checa: La imagen del poder en la Europa de la Edad Moderna: de Tiziano a Goya.

Norbert Elías, en La sociedad cortesana [México. 1982] estudia las “estructuras habitacionales”, o sea los palacios, en la Corte de Luis XIV, con su etiqueta y costumbres que muestran la organización y expresión de una sociedad cortesana. La nobleza y servidores condicionaban el comportamiento de los reyes y dependían de ellos, en una interdependencia mutua.
En la Edad Contemporánea los funcionarios de la burocracia son cargos, permanentes, institucionales, mientras en el Antiguo Régimen los nobles tenían una relación personal con los reyes, siendo sus servidores personales. Max Weber, como su discípulo Norbert Elías, afirmaba que esta sociedad cortesana del palacio se basa en la antigua comunidad patriarcal, una comunidad doméstica. Había un Cuarto del Rey y un Cuarto de la Reina, grandes partes del palacio, cada uno con sus dependencias propias.

LA CIUDAD.
La ciudad barroca es como un teatro, una autorrepresentación, un escenario del poder. Entre los autores que han abordado el tema destacan José Antonio Maravall, un gran estudioso del teatro y la cultura en el Barroco; Julián Gállego, que ha afirmado el urbanismo del Madrid barroco era un urbanismo del teatro; y Antonio Bonet Correa, que profundizado en la función de las plazas mayores del Barroco castellano.


La misma función tendrían más tarde en el neoclasicismo los arcos triunfales y otros ornatos levantados por Ventura Rodríguez para la entrada solemne de Carlos III en Madrid.

EL PALACIO.


El rey Felipe III dispuso que su palacio en el monasterio de El Escorial tuviera una enorme desproporción entre su pequeñez y la enormidad del monasterio, entre lo privado y lo público. Se situó en “el mango de la parrilla”, casi separado del conjunto cuadrado del edificio, como consta en los primeros dibujos de Perret, cuando lo construía Juan de Herrera, en los que ya se advierte la función espacial de distribución del vecino Patio de Mascarones. El palacio está en un nivel más bajo que el monasterio, aunque en un nivel similar entre el nivel del altar mayor y el tercer piso del palacio, para favorecer que el rey asistiera a misa desde sus habitaciones. Muy cerca, tocando el palacio, el Panteón está en una gran cripta debajo del altar mayor de la basílica.
El palacio se articula según un estricto módulo de 30 pies. 

El rey tenía unas pequeñas habitaciones de residencia, con oratorio y otros servicios como las habitaciones para las reliquias y el jardín privado. Le gustaba ir por pasillos solitarios, lo que explica la proliferación de vías de comunicación (anditos, puertas secretas, pasillos...). Las procesiones se hacían en el ala derecha, alrededor del crucero y del claustro. Se distinguen dos cuerpos del rey [léase Kantorowitz, Los dos cuerpos del rey], el muerto y el vivo, con una continuidad esencial de la monarquía.
En la desamortización se perdieron muchos de sus bienes religiosos y artísticos (pinturas, relicarios, tapices), lo que da una falsa impresión de austeridad, muy distante del lujo de la época. Se han perdido casi todos los 7.000 relicarios de Felipe II.

EL CONVENTO.
Los conventos de la Corte eran reflejo de la preocupación religiosa de los Austrias.


El convento de San Jerónimo de Madrid, tiene un Cuarto del Rey (Felipe II), relacionado con el templo vecino.


Felipe III se preocupó por la construcción del convento de la Encarnación, para su esposa Margarita de Austria.



El más antiguo convento de las Descalzas Reales muestra mejor que El Escorial cómo era un espacio religioso del Barroco. Se conserva la tumba de Juana de Portugal, asi como una notable colección de pinturas, libros y objetos, que incluye una galería de retratos reales. Pero se ha perdido el gran retablo realizado por Gaspar Becerra. La emperatriz María, hija, esposa y madre de emperador, famosa por su severo catolicismo, después de enviudar de Maximiliano II, vino a España en 1582 y se retiró en este convento, hasta su muerte en 1604, acompañada por su hija Margarita de la Cruz (1567-1633, que rechazó casarse con su tío Felipe II. Más tarde, la infanta Isabel Clara Eugenia envió al convento varias obras importantes de Rubens.


El Relicario de las Descalzas es una habitación llena de cofres y arquetas llenas de reliquias. Santa Teresa de Jesús describe las reliquias de la duquesa de Alba que una vez visitó: destaca un relicario regalado por el filoprotestante Maximiliano II (el “rey virtuoso” debía ser hábil en orfebrería, la traducción u otras disciplinas). Otro miembro de la rama vienesa, Ana Dorotea, hija póstuma de Rodolfo II, de la que se conserva una pintura (hoy en la col. Wellington), también regaló un cáliz. Un órfebre alemán manierista, Wenceslao Gamnizer realizó el extraordinario Relicario de San Mauricio, el mejor del convento.

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