Introducción.
El ámbito geográfico.
Una sociedad agrícola.
Una estructura urbana
dual.
LAS ARTES.
Arquitectura.
Escultura.
Pintura.
Artes decorativas.
EL ÁREA MESOAMERICANA.
Periodo preclásico.
Los olmecas.
Las culturas de Colima, Jalisco
y Nayarit.
Periodo clásico.
La cultura de Teotihuacán.
Los mayas.
La ciudad maya-tolteca de Chichen Itzá.
Los zapotecas
(Monte Albán).
La cultura
clásica de Veracruz.
Periodo postclásico.
Las culturas toltecas y maya-toltecas.
Los purépechas o tarascos.
Los huastecas y totonacas.
Los mixtecos.
Los aztecas.
EL ÁREA CENTRAL
ANDINA.
Periodo precerámico.
Periodo preclásico.
La cultura de Chavín.
La cultura de Paracas.
Periodo clásico.
Los mochicas (Moche).
La cultura de Nazca.
La cultura de Tihuanaco.
Los huari.
Periodo postclásico.
Los chimú (Chan
Chan).
Los incas.
La ciudadela inca de Machu Picchu.
EL ÁREA
INTERMEDIA.
Las culturas del sur de Centroamérica.
Las culturas de Colombia.
Las culturas de Ecuador.
Las culturas de Chile,
EL ÁREA
PERIFÉRICA.
Las culturas de la cuenca amazónica.
Las culturas del mar Caribe.
FUENTES.
ARTE PRECOLOMBINO.
Introducción.
El arte precolombino se refiere a las obras artísticas
y arquitectónicas de las civilizaciones indígenas de América del Norte, Central
y del Sur hasta el siglo XV dC.
Durante milenios, antes de la exploración y
colonización del continente americano por los europeos, las civilizaciones
nativas desarrollaron logros artísticos e intelectuales que podían rivalizar
con los de las civilizaciones de China, India, Oriente Próximo o el
Mediterráneo. Fueron logros sorprendentes si tenemos en cuenta que la mayoría
de las técnicas de las civilizaciones del hemisferio oriental no eran conocidas
en América. La rueda, por ejemplo, se usaba en Mesoamérica solamente en los
juguetes y nunca llegó a aplicarse a la alfarería, a la construcción de
carretas o como sistema de arrastre. El uso de herramientas de metal no era
frecuente, y además, no empezaron a utilizarse hasta poco antes de la conquista
europea. Así, los mayas o los incas realizaban sus construcciones así como sus
elaboradas esculturas y complejos ornamentos de jade golpeando una piedra con
otra.
El ámbito geográfico.
Las culturas precolombinas se clasifican en zonas
geográficas, sobre las que hay bastante consenso en los especialistas.
América del Norte engloba los territorios actuales de
Estados Unidos y Canadá. Fue el reducto más duradero porque su arte, sobre todo
en el área del Pacífico norte, subsistió hasta bien entrado el siglo XIX. Pero
sus civilizaciones no desarrollaron un arte y una arquitectura de calidad
comparable a las del Centro y Sur, aunque interesan sus labras de madera y
hueso.
Mesoamérica, una de las regiones culturales de mayor
importancia, abarca los actuales países de México, Belice, Guatemala, Honduras
y El Salvador. En ella destacan las culturas maya, tolteca o azteca, con
extraordinarios logros artísticos.
La región de las islas del Caribe, enclaves de los
pueblos taino y caribe, tuvo una cultura material poco desarrollada, aunque son
apreciables su cerámica y trabajos en oro.
Una región intermedia la integran la parte sur de
América Central con Nicaragua, Costa Rica y Panamá, más el norte de Venezuela,
Colombia y Ecuador, ya en América del Sur. Sus variadas zonas destacan por su
cerámica y orfebrería del oro, especialmente el pueblo chibcha.
Una región cultural de gran importancia la constituyen
Perú, Bolivia y sur de Ecuador, que forman el área central andina, famosa sobre
todo por la arquitectura y los trabajos textiles de los incas y otros pueblos
anteriores, como los chimúes.
Las regiones periféricas del resto de América del Sur
comprenden la Amazonia, la costa de Brasil, Chile y el conjunto de Paraguay,
Uruguay y Argentina. Sus pueblos no desarrollaron civilizaciones importantes.
Durante el siglo XIX y gran parte
del XX se consideraba que las regiones mecionadas eran entidades culturales
separadas pero las investigaciones arqueológicas más recientes han demostrado
que existió una fluida interrelación cultural entre ellas, que provocó
significativas semejanzas culturales.
Cronología.
Tradicionalmente se sugirió para
todas las civilizaciones precolombinas una división cronológica de tres
periodos u horizontes tomando como modelo la civilización maya, que comprendían
tres periodos importantes: el preclásico o de formación (c. 1500 aC-c. 300 dC); el
clásico o de florecimiento (c. 300-c. 900 dC); y el postclásico (c. 900-1540
dC).
Pero esta división es muy forzada y
no se adapta bien a varias civilizaciones, pues el término periodo clásico da
a entender que en él se alcanzó un punto máximo del desarrollo cultural, pero
los descubrimientos en el arte y la arquitectura de cuatro civilizaciones
post-clásicas, la mixteca y la azteca en México, así como la chimú y la inca en
Perú, demuestran que son tanto o más relevantes que los de sus predecesoras
clásicas, y difieren únicamente en el gusto o el propósito cultural.
En el periodo preclásico pueden
apreciarse ya algunos de los rasgos del desarrollo pleno de la civilización
precolombina. En ese periodo temprano América estaba conformada por jefaturas
tribales aisladas y reinos pequeños cuyas respectivas culturas se
desarrollaron, en su mayor parte, independientes unas de otras. Sin embargo,
existen pruebas de la amplia difusión de algunas ideas religiosas y motivos
visuales. Tanto la civilización olmeca de México, como la cultura de San
Agustín en Colombia y la cultura chavín en Perú adoraban a una deidad felina, y
todas compartían una iconografía artística muy similar.
Durante el periodo clásico se
desarrollaron imperios muy complejos. Sus dirigentes eran generalmente
sacerdotes, en lugar de los sacerdotes-guerreros que gobernaron más tarde las
civilizaciones postclásicas, y las culturas se difundían o asimilaban más
rápidamente. Aunque suele considerarse un periodo pacífico, los estudios
arqueológicos más recientes han demostrado que la mayoría de las civilizaciones
del periodo clásico eran guerreras. Las conquistas y el comercio produjeron una
acumulación de riqueza que se utilizó para la construcción de centros
ceremoniales y grandes ciudades, así como para la creación de objetos de uso
personal cada vez más lujosos y objetos funerarios o rituales de gran calidad.
El periodo postclásico se
caracteriza por las frecuentes guerras provocadas por las presiones
socioeconómicas derivadas del aumento de la población, el desarrollo técnico y
el agotamiento de recursos naturales (el caso maya es paradigmático). Las
culturas y civilizaciones de este periodo son las mejor documentadas, debido a
que los cronistas españoles recogieron sus impresiones personales o recopilaron
historias de los conquistados.
Una sociedad agrícola.
Las civilizaciones precolombinas eran principalmente
agrícolas.
El cultivo del maíz se convirtió en el alimento
principal en Mesoamérica, mientras la papa o patata lo fue en la zona andina de
Perú y Bolivia.
Hasta la relativa secularización que se dio en el
periodo postclásico, la religión fue primordial en la configuración y el
desarrollo de la cultura precolombina. Sin embargo, las creencias y ritos
religiosos estaban muy condicionados por preocupaciones relacionadas con la
fertilidad de la tierra y la productividad de las cosechas que suelen dominar
las sociedades agrícolas. Por lo tanto, gran parte del arte y de la
arquitectura de la época precolombina está relacionada con la astronomía, a
través de la cual los indígenas americanos establecían las épocas más
apropiadas para plantar y recoger la cosecha.
Una estructura urbana
dual.
Los precolombinos desarrollaron una tipología urbana
dual.
Un tipo era el centro ceremonial, de estructura
compleja constituida principalmente por edificios religiosos y administrativos
que se construían alrededor de plazas y que carecía de viviendas y calles. En
estos centros solamente vivían los gobernantes seglares y religiosos con sus
cortes, mientras que la mayoría de la población residía en fincas pequeñas en
una zona rural circundante.
El otro tipo era la ciudad propiamente dicha, que tenía
calles que separaban las residencias de las diferentes clases sociales, así
como templos y edificios administrativos orientados hacia la plaza central.
Tanto los complejos ceremoniales como las ciudades
servían como centros religiosos, gubernamentales y comerciales. El comercio no
sólo era importante para el suministro de bienes necesarios y superfluos, sino
también como medio de transmisión de ideas y técnicas, así como de formas y
motivos artísticos.
LAS ARTES.
Los artes precolombinas más sobresalientes son la arquitectura,
la escultura, las pinturas murales y las artes decorativas como la cerámica, la
metalistería y los tejidos.
Arquitectura.
Los edificios precolombinos más antiguos estaban
construidos en madera, juncos trenzados, esteras de fibra o paja, y otros
materiales perecederos. Las estructuras permanentes o monumentales construidas
en piedra o adobe (ladrillos de barro secado al sol) se desarrollaron
principalmente en Mesoamérica y en la zona central andina.
Las técnicas de construcción precolombinas eran
rudimentarias. La mayor parte de las estructuras se construían con el sistema
de pilastra y dintel o de vigas horizontales sin arcos, aunque la cultura
chavín del Perú y la maya de Mesoamérica emplearon el arco falso o bóveda de
piedra salediza, que consiste en colocar una piedra sobre otra para conseguir
una forma de arco. Utilizaban herramientas de piedra y pocas veces de metal, y
tanto el transporte como la construcción de edificios como las pirámides,
palacios, tumbas y templos sobre basamentos escalonados, se llevaban a cabo
manualmente sin ayuda de maquinaria.
La pirámide precolombina era diferente a su
equivalente egipcia, ya que no estaba construida con fines funerarios sino como
residencia de una deidad, pero muchas excavaciones confirman que las pirámides
solían incluir tumbas en el fondo o el interior. Los pictogramas de los códices
permiten suponer que las pirámides tenían gran importancia cívica y cultural.
El símbolo azteca para representar la conquista era una pirámide en llamas en
la que el calli, o casa del dios (el
Templo Mayor), había sido derribado por el conquistador, anunciando un cambio
de era. Entonces, para incrementar el
prestigio del gobernante, muchas de las pirámides mesoamericanas se reconstruían
periódicamente sobre la estructura anterior, lo que las hacía más monumentales.
Escultura.
La mayor parte de las esculturas precolombinas que se
conservan son figurillas de barro o arcilla y efigies con forma de vasija. Las
esculturas de piedra se encuentran principalmente en Mesoamérica y, con menos
frecuencia, en las áreas intermedias y centroandinas, que son regiones en las
que la metalurgia se desarrolló antes y se utilizó más ampliamente. Aunque la
técnica de trabajar los metales estaba muy evolucionada, seguían utilizando los
instrumentos de piedra para tallar.
Pintura.
Las excavaciones arqueológicas siguen sacando a la luz
nuevos ejemplos de pinturas murales. En Teotihuacán, México, tanto las paredes
interiores como las exteriores de los edificios se cubrían con una capa gruesa
de estuco en la que se pintaban diseños decorativos o escenas narrativas. En
Bonampak y Chichén Itzá, también en México, los mayas y los maya-toltecas
pintaban el interior de los templos con frescos realistas en los que representaban
hechos históricos. Entre las pinturas murales descubiertas más recientemente
están las de Cacaxtla, en Tlaxcala, con su impresionante descripción de las
jerarquías divinas, sacerdotales y guerreras. Aunque las primeras pinturas
murales se encontraron en Mesoamérica, también se han descubierto en el área
intermedia diseños geométricos en tumbas subterráneas en Tierradentro,
Colombia, y murales con representaciones mitológicas en Panamarca, Perú.
También en Perú, las vasijas mochicas con forma de estructuras arquitectónicas
nos indican que el exterior de los edificios se pintaba a menudo con motivos
simbólicos.
La refinada habilidad para la pintura y el dibujo de
muchos de los pueblos precolombinos puede apreciarse en la escritura
pictográfica de los códices mayas, mixtecas y aztecas. Las páginas de estos
libros, hechas de piel de venado, fibras vegetales o cortezas de diferentes
árboles, y plegadas a manera de biombo, estaban cubiertas con figuras y
símbolos de gran riqueza cromática y meticuloso dibujo que registraban hechos
históricos o mitológicos. Muchos códices fueron destruidos durante el siglo XVI
por los misioneros españoles, por considerarlos instrumentos del mal e inducir
a la idolatría. Entre los pocos que se conservan, todos ellos del periodo
postclásico, están tres códices mayas (actualmente en Dresde, París y Madrid,
en la Biblioteca Nacional), el Códice Nuttall de los mixtecos (actualmente en
el Museo Británico, Londres), y algunas obras aztecas.
También se encuentran muestras de la pintura
precolombina en la decoración de vasijas. La cerámica maya, la mochica y la
peruana de Nazca proporcionan algunos de los ejemplos más excepcionales sobre
diseños y técnica.
Artes decorativas.
Muchos de los objetos procedentes de excavaciones
precolombinas están relacionados con lo funerario y tienen una función más
utilitaria o ceremonial que decorativa. Aún sin contar con las ventajas de
técnicas mecánicas básicas, son objetos de una calidad de ejecución y diseño
equiparable a cualquier ejemplo artístico destacado de cualquier parte del
mundo preindustrial.
Cerámica.
De todo el mundo precolombino son los objetos de
cerámica los que en mayor número han
llegado hasta nuestros días. Se cree que la cerámica surgió en Colombia o
Ecuador y que sustituyó a las canastas y vasijas de calabaza seca utilizadas
como recipientes. Se hacían objetos de cerámica y arcilla tanto a mano como
utilizando moldes para luego decorarse con diseños estampados mediante un
bloque de terracota o piedra, relieves o bajorrelieves y diferentes técnicas de
pintura y pulido. Aunque existen algunos ejemplos de cerámica policromada, la
mayor parte estaba pintada con uno o dos colores o se dejaba sin pintar.
Metalistería.
Desde su supuesto origen en el norte de la zona
central andina alrededor del 700
aC, el trabajo del metal se extendió hacia el área
intermedia y alcanzó Mesoamérica alrededor del 1000 dC. Debido a la insaciable
sed de oro y plata de los europeos durante la conquista y después de ella, la
mayoría de los objetos que no estaban enterrados o escondidos fueron fundidos
por los conquistadores españoles y transportados como lingotes a España. Aunque
las culturas prehispánicas no conocían el hierro ni el acero, habían trabajado
mucho el cobre y habían descubierto la aleación del bronce alrededor del 1000
dC. La tumbaga, una aleación de cobre y oro, se utilizó en Perú, Colombia y
Ecuador. Se aplicaron muchas técnicas para trabajar el metal, que iban desde la
cera perdida hasta la soldadura, el repujado y el grabado. Los trabajos en
metal solían estar grabados, chapados en oro o decorados con incrustaciones de
piedras y conchas.
Textiles.
Gracias a su clima extremadamente seco, la costa de
Perú es la única región de la que se conservan ejemplos importantes de tejidos
de periodos precolombinos tempranos. Enterrados en tumbas del desierto,
especialmente en la península de Paracas, se han conservado en perfecto estado
tejidos que tienen una antigüedad de 2.500 años. La fibra más común utilizada
para tejer vestidos era el algodón, aunque en la zona central andina también se
usaba la lana de llama, alpaca y vicuña. A menudo se coloreaban dichos
materiales con tintes minerales y vegetales. Las telas presentaban diseños e
imágenes que se incorporaban directamente al tejerlas, o que se pintaban,
estampaban, bordaban o aplicaban posteriormente. En el periodo postclásico en
Perú y Mesoamérica también se utilizaban plumas para hacer mosaicos y otros
objetos como escudos y tocados.
EL ÁREA MESOAMERICANA.
La mayor parte de los emplazamientos mesoamericanos
precolombinos se encuentran en lo que actualmente es México.
Periodo preclásico.
Las culturas preclásicas más importantes de México
fueron la olmeca y las culturas occidentales de Colima, Jalisco y Nayarit.
Los olmecas.
Instalados en la región costera central del Golfo de
México, los olmecas desarrollaron la primera civilización mesoamericana
importante, entre aproximadamente el 1500 y el 600 aC. En las cuencas
pantanosas y selváticas de los actuales estados mexicanos de Veracruz y Tabasco
había grandes centros ceremoniales como La Venta, Tres Zapotes y San Lorenzo. Muchos de los
elementos más característicos de la civilización mesoamericana se originaron
con los olmecas, como ha quedado demostrado especialmente en La Venta, que es
la capital administrativa y ceremonial más conocida de esta cultura.
La Venta, al igual que muchos emplazamientos
mesoamericanos posteriores, está planificada siguiendo un eje norte-sur. En el
centro de esa disposición axial de templos, plataformas y plazas se construyó
una pirámide rectangular con tierra apisonada de 30 metros de altura, que es
una de las primeras de Mesoamérica. Este trazado se convertiría en algo común
en los centros ceremoniales mesoamericanos que se construyeron posteriormente.
Los olmecas fueron los primeros en utilizar la piedra en arquitectura y
escultura, a pesar de la dificultad de su extracción y transporte desde las
montañas de Los Tuxtlas a 97
km al oeste. Fueron también los primeros creadores de
mosaicos en piedra de América.
Los objetos olmecas más impresionantes son las cabezas
colosales de piedra, de alrededor de 2,7 metros de altura que, por su realismo,
parecen retratos. Se han descubierto relieves de gran tamaño y detalle que
representan deidades o hechos mitológicos, al igual que estatuillas de basalto
y de jade talladas de modo exquisito. Sin embargo, a pesar de su importancia,
la escultura no se combinó con la arquitectura como en civilizaciones
mesoamericanas posteriores. Se erigieron estelas de piedra o lápidas de roca
aisladas, posiblemente para conmemorar hechos significativos, y se grabaron con
inscripciones de símbolos iconográficos, precursores de la escritura
mesoamericana posterior.
Cabeza olmeca.
El arte olmeca, como el de los mayas, se caracteriza
por un alto grado de naturalismo. Predomina lo curvilíneo por encima de lo
rectilíneo, lo cual crea formas rítmicas y fluidas que parecen mantener una
armonía con un entorno tropical, en contraste con el arte estilizado y anguloso
que suele encontrarse en los valles relativamente austeros de las montañas del
centro y sur de México.
La esfera de influencia de los olmecas se extendió
desde su centro en el Golfo de México a través de la altiplanicie Mexicana, el
valle de México conocido como Anáhuac, la región de Oaxaca, y por el oeste
hacia la región de Guerrero. Aunque la cerámica olmeca que se elaboró en el
centro es de menor importancia, en los emplazamientos olmecas de la
altiplanicie, Tlatilco y Tlapacoya, se han encontrado estatuillas huecas de
arcilla que son, probablemente, las primeras de Mesoamérica y se cuentan entre
los mejores ejemplos de escultura en cerámica mesoamericana. La cultura
indígena de Tlatilco produjo también una gran cantidad de estatuillas de
mujeres con elaborados peinados y una ornamentación corporal muy detallada que
se conocen genéricamente como “mujeres bonitas”. Los rasgos femeninos
exagerados de su anatomía parecen indicar que se utilizaban como símbolos de la
fertilidad tanto para la fecundidad humana, como para la de la tierra puesto
que se enterraban en los campos de cultivo.
En los Estados mexicanos de Morelos y Guerrero se
aprecia la influencia olmeca en las figurillas de barro de Xochipala, en la
pintura de la cueva de Oxtotitlán, en Guerrero, y en los bajorrelieves de las
paredes de la cueva de Chalcatzingo, en Morelos. Estos dos últimos lugares
estaban consagrados al culto de una divinidad encarnada en el jaguar, cuyo
poder y relación con los jefes gobernantes constituía el tema de la mayor parte
del arte olmeca.
Las culturas de
Colima, Jalisco y Nayarit.
A finales del periodo preclásico y principios del
clásico se desarrollaron importantes culturas en la zona occidental de México.
Aunque antaño se denominaron tarascas por error, actualmente se les conoce con
los nombres de los Estados mexicanos donde se encuentran los emplazamientos: Colima,
Jalisco y Nayarit.
No se construyeron emplazamientos arquitectónicos
importantes y se realizó muy poca escultura en piedra, pero de allí provienen
algunas de las figurillas de barro y vasijas en forma de efigie mejor
realizadas de Mesoamérica.
Aunque menos dinámicas y espontáneas en su
naturalismo que las de las otras dos culturas, las figurillas de Colima son de un realismo
con formas más monumentales y contornos más redondeados. Las más conocidas son
las de los perros techichi o tepescuintli, que se modelaban en todas las formas
y posturas imaginables.
Las estatuillas de Jalisco son las más ingenuas de
estilo aunque se caracterizan por su llamativa presencia. El realismo vital de
las esculturas de barro de la zona occidental mexicana las ha convertido en los
ejemplos más conocidos del arte precolombino. Gracias a haber sido enterradas
en tumbas con cámaras huecas, se ha conservado una cantidad de piezas muy elevada.
Estatuilla de Navarit, ca. 300 dC.
En Ixtlán del Río (Nayarit), los artesanos crearon esculturas de género muy detalladas, llegando incluso a la caricatura, en las que se representaban todos los aspectos de la vida urbana. Estas escenas pintadas en negativo (dejando en reserva el tema, protegiéndolo con cera, que se derrite en el momento de la cocción de la pieza) poseen la claridad e inmediatez de una imagen fotográfica.
Periodo clásico.
Teotihuacán, las ciudades mayas, el centro zapoteca en
Monte Albán y la cultura clásica de Veracruz fueron las civilizaciones
dominantes en el horizonte clásico.
La cultura de Teotihuacán.
A unos 40
km al noroeste de la ciudad de México se encuentra
Teotihuacán (Lugar de los dioses). Allí se desarrolló la primera civilización
auténticamente urbana de Mesoamérica; fue la primera ciudad del hemisferio
occidental e inició su crecimiento urbanístico antes del comienzo de la era
cristiana, continuando su florecimiento hasta alrededor del 700 dC., época en
la que había alcanzado una población cercana a los 125.000 habitantes. En
Teotihuacán se desarrolló una estética clásica, basada en el orden y el refinamiento.
La elegancia austera y el diseño estilizado caracterizan el arte monumental,
que produce el efecto de una serena sencillez y una noble grandeza. Los
edificios, por ejemplo, se diseñaron con el sistema de talud y tablero formando
plataformas escalonadas. Mediante este sistema de construcción se lograba
controlar y unificar totalmente los elementos horizontales y los verticales,
así como las partes salientes y las recesivas, los efectos de luz y sombra,
además de la ornamentación ilustrativa y geométrica.
La arquitectura de Teotihuacán es de escala
monumental. La pirámide del Sol es por su tamaño la segunda edificación
precolombina existente, sólo superada por la pirámide de Quetzalcóatl en
Cholula. Si se tiene en cuenta la superficie y el volumen que ocupan, ambas
estructuras son más grandes que cualquiera de las pirámides de Egipto. Los
palacios de Teotihuacán estaban organizados alrededor de plazas y constituyen
algunos de los ejemplos más impresionantes de edificios residenciales
precolombinos. Al principio se cubrían todas las edificaciones de Teotihuacán
con una gruesa capa de estuco, que solía pintarse. Los ejemplos mejor
conservados de pinturas murales son los frescos que decoran el interior de los
palacios de Teotihuacán. Se distinguen tres estilos de murales: diseños
decorativos de significado simbólico, estilizadas imágenes conceptuales de
deidades y criaturas mitológicas y escenas narrativas en una línea más realista
que abstracta o esquemática.
Se conservan unos pocos ejemplos monumentales de escultura
en piedra. De estas esculturas la más famosa es un monolito arquitectónico
dedicado a la diosa del agua, de la fecundidad y del maíz Chalchiuhtlicue.
Obras talladas en piedra en Teotihuacán
son las estilizadas máscaras antropomorfas.
Se produjeron dos tipos diferentes de cerámica. Una
cerámica anaranjada de moldeado fino y delicado (llamada cáscara de naranja),
que se comercializó mucho en toda Mesoamérica, y los objetos ceremoniales
hechos con cerámica recubierta con una capa delgada de estuco que se trabajaba
con la técnica del campeado y se pintaba después de modo parecido a los murales
de los edificios ceremoniales. Inventaron el vaso trípode (una vasija de caras
planas apoyada en tres vástagos planos) que fue uno de los objetos que más
produjeron los ceramistas de Teotihuacán. También crearon figurillas, muchas de
ellas retratos de gente de la época y otras representaciones de los espíritus
de los muertos.
Los mayas.
La civilización maya dominó el sur de Mesoamérica
durante la segunda mitad del primer milenio de nuestra era. Aunque se originó
en el periodo preclásico, la cultura maya alcanzó su apogeo artístico e
intelectual durante la última etapa clásica, desde alrededor del año 600 dC hasta
aproximadamente el 900 dC. En la época de la conquista española ya se
encontraba en grave decadencia.
Ninguna otra civilización precolombina igualó a los mayas
en la variedad y calidad de su arquitectura. Los emplazamientos mayas clásicos
se fundaron en un principio en las zonas de las tierras bajas tropicales.
Comparados con la cultura de Teotihuacán, dichos emplazamientos parece que
prestaron mayor atención a los aspectos ceremoniales y dedicaron menos interés
a los urbanos.
La mayoría de las ruinas mayas están en México. Entre
ellas se puede mencionar Palenque, Yaxchilán y Bonampak y en la península de
Yucatán, Chichén Itzá, Cobá, Dzibilchaltún, Edzná, Hochab, Kabah, Labná, Sayil,
Uxmal, y Xpuhil. Otros emplazamientos importantes son los de Copán, en
Honduras, y los de Guatemala: Piedras Negras, Quiriguá y Tikal, el mayor de
todos los centros ceremoniales mayas. Su arquitectura se caracteriza por un
sentido exquisito de la proporción y el diseño, así como por su refinamiento
estructural y la sutileza de los detalles.
Los mayas utilizaron la escultura más ampliamente en
la decoración arquitectónica que todas las demás civilizaciones precolombinas.
La bóveda de saledizo se empleó no sólo para cubrir espacios interiores sino
también para construir arcos apuntados o trilobulados.
Construyeron caminos pavimentados que conectaban los
centros administrativos y religiosos más importantes. Se cree que se utilizaban
sobre todo para procesiones ceremoniales y como símbolo de lazos políticos.
El arte maya es el más refinado y elegante de todos
los desarrollados por las civilizaciones precolombinas. Es digno y majestuoso,
exuberante y sensual, y presenta una ornamentación espléndida.
Las estelas con relieves figurativos e inscripciones
son los ejemplos más característicos de las esculturas conmemorativas exentas
realizadas en piedra por los mayas. Los ejemplos más elaborados se encuentran
en Copán, donde la maleabilidad de la piedra permitió una exuberancia
ornamental barroca. La mayor parte de los emplazamientos importantes cuenta con
una evolucionada tradición en la realización de paramentos de piedra decorados
con relieves. En Palenque se utilizó el estuco para crear relieves de gran
complejidad que decoraban los templos y palacios, como las célebres cabezas de
la cripta de la pirámide de las Inscripciones.
Los mayas dominaron todas las formas artísticas
precolombinas conocidas, menos el trabajo en metal. Aunque no se conservan
telas tejidas por los mayas, su calidad y decoración pueden apreciarse a través
de las representaciones en pinturas, figurillas y esculturas. Tallaban con
maestría el jade, la madera, el hueso y las conchas, pero fue en los trabajos
realizados con arcilla donde más destacaron. Sus figurillas de un realismo
extraordinario (especialmente las provenientes de la isla de Jaina en Yucatán)
y su cerámica policromada en la que se representan escenas mitológicas o de la
vida cotidiana (producida con técnica de champlevé en Guatemala) se cuentan
entre las mejores piezas de cerámica pintada precolombina.
Ejemplos de frescos mayas particularmente
excepcionales se han hallado en Bonampak, Palenque y Tikal. También produjeron
códices con escritura jeroglífica. De los códices mayas que se conservan, el
Códice de Dresde (Sachsische Landesbibliothek, Dresde, Alemania) es el que
mejor ilustra el uso descriptivo y formalmente dinámico de los signos por parte
de los mayas.
El calendario maya, que antes se calculaba que
comenzaba hacia 3114 aC,
se cree en 1999 que comenzó en 3309
aC, tras las excavavaciones realizadas en 1999 en
Palenque, en las que se han hallado un altar-trono en el templo XIX y una
cámara funeraria en el templo XX, ambos situados en la llamada Plaza de la
Cruz. La cámara funeraria tiene la primera pintura mural con personajes (la
tríada original de dioses mayas) que se ha hallado en un templo. La excavación
es particularmente interesante por coincidir con la Baja época maya, un periodo
de oscuridad entre el 731 y 774 dC, del que se desconoce casi todo.
En 2000 arqueólogos, dirigidos por Arthur Demarest de
la Universidad de Vanderbilt (EE UU) y Tomás Barrientos de la Universidad del
Valle (Guatemala) descubrieron en las ruinas de la ciudad de Cancuén (“lugar de
serpientes”, en maya), en la selva de Petén, un enorme palacio maya, fechado
hacia 800 dC, con más de 170 habitaciones y 11 terrazas en tres pisos, dedicado
al comercio a larga distancia, como complemento de la religión y la guerra.
[Redacción. Los restos de un enorme
palacio maya ven la luz en Guatemala. “El País” (9-IX-2000) 35.]
La ciudad maya-tolteca de Chichen Itzá.
El núcleo de Chichen Itzá, situado en el norte de la península de
Yucatán, en el municipio mexicano de Tinum, muestra el legado de dos
desarrolladas civilizaciones precolombinas: la maya y la tolteca.
Aunque secundario respecto a las
principales ciudades fue un importante centro ceremonial maya en el periodo
clásico (siglos V-X), cuando se construyeron el templo de los Tres Dinteles o
el recinto de las Monjas, pero las construcciones más importantes son
posteriores.
En el siglo X los toltecas invadieron
Yucatán y ocuparon Chichen Itzá, fusionándose con los mayas, lo que inició una
segunda época de prosperidad que duró dos siglos.
La síntesis de las arquitecturas maya
y tolteca se expresa en tres grandes edificios: la pirámide escalonada El
Castillo, El Caracol y el Templo de los Guerreros, junto al que se encuentra el
Templo de las Mil Columnas.
El Castillo o Pirámide de Kukulcán es
la construcción más conocida e imponente. Está dedicada al dios Kukulcán,
divinidad de la mitología maya que participó en la creación de la Tierra y cuyo
nombre significa serpiente emplumada. Es de planta cuadrada, con 55 metros en
cada uno de los lados, y sus nueve cuerpos escalonados ascienden más de veinte
metros. En la parte superior la corona un templo de planta rectangular, al cual
se accede por cualquiera de los lados de la pirámide: cada uno tiene una
escalinata de 91 escalones, por lo que, en total, sumando un último escalón que
llega hasta el templo, hay un total de 365 escalones, uno por cada día del año.
El Caracol fue tal vez el primer
edificio de este peridoo, a principios del siglo X, con la función de observatorio
astronómico. Es una torre elevada sobre plataformas de planta cuadrangular y
tiene una escalera en espiral (de ahí su nombre) dispuesta en el interior de la
torre.
El Templo de los Guerreros es una
pirámide escalonada de cuatro cuerpos que está conectada con el Templo (a
menudo se le llama Bosque) de las Mil Columnas, una plaza que servía de
conexión entre los edificios del complejo.
En el siglo XII se aceleró la
desintegración de la civilización maya y cuando llegaron los primeros conquistadores
españoles al Yucatán, en 1527 apenas quedaban unas pocas ciudades, dominadas
por empobrecidas familias nobles.
El salmantino Francisco de Montejo fue
el primer español que divisó y reportó el complejo arquitectónico de Chichen
Itzá, entonces cubierto por la selva, aunque todavía recibía peregrinos mayas,
que lo llamaban ‘En la boca del pozo’ (Chichén)
de los brujos de agua (Itzá).
Los zapotecas
(Monte Albán).
La cultura zapoteca (también denominada cultura de
Monte Albán) dominó el valle de Oaxaca. Se originó en el periodo preclásico
(comenzó c. 1500 aC
y alcanzó su apogeo entre el año 300 dC, aproximadamente, y el 700 dC.
En Monte Albán (fl. alrededor del 500 aC y el 500 dC), que es
el mayor conjunto urbano zapoteca, se aprecia que esta civilización mantuvo lazos
primero con los olmecas y después con Teotihuacán. Dado que concedían gran
importancia a la adoración de sus antepasados más ilustres, los zapotecas
tienen una gran producción artística relacionada con los ritos funerarios. Las
tumbas de Monte Albán y de toda la zona de Oaxaca poseen elaboradas urnas
funerarias con figuras que representan divinidades asociadas con fuerzas
naturales como la lluvia y el viento.
En los templos de Monte Albán se aprecia la influencia
del sistema de talud y tablero utilizado en la arquitectura de Teotihuacán, al
igual que en las espaciosas plazas rodeadas de escaleras monumentales que
conducen a los basamentos de los templos. También hay estelas con relieves e
inscripciones glíficas diseminadas por la zona. Las tumbas tenían antecámaras y
numerosos nichos y estaban decoradas con frescos que denotan la influencia de
los murales de Teotihuacán.
La cultura
clásica de Veracruz.
A lo largo
del golfo de México se desarrolló una cultura que en el pasado se denominó
erróneamente totonaca, y que actualmente conocemos como cultura clásica de
Veracruz. Recibe su nombre del actual estado mexicano de Veracruz, que
corresponde aproximadamente a la zona donde se concentró la actividad de dicha
cultura. En El Tajín, principal centro ceremonial, se encuentran siete
edificaciones para el juego de pelota, que indican la importancia que tenía
para la cultura clásica de Veracruz el juego de pelota mesoamericano, un
deporte alegórico de carácter ritual, el tlachtli. Muchos de los
relieves más importantes de esa civilización decoran las edificaciones
destinadas a este juego, y en algunos se representa el sacrificio ritual de los
participantes.
Los objetos más importantes de la cultura clásica de
Veracruz son las hachas, yugos y palmas, todos ellos realizados en piedra.
Aunque se asocian con el juego de pelota, la función precisa de esos
instrumentos ha sido objeto de grandes controversias. Sin embargo, la mayoría
de los expertos creen que les eran concedidos a los mejores jugadores, que no
los utilizaban durante el juego sino en celebraciones y procesiones
ceremoniales. Las hachas también podrían haberse utilizado para delimitar las
zonas del juego. Destacan asimismo las figuras de barro que representan a los
jugadores ataviados con todos sus atributos, desde los complicados peinados,
las faldas con símbolos distintivos, y gruesos cinturones, hasta el calzado y
todos los accesorios como rodilleras, coderas y elementos necesarios para
practicar el deporte sagrado del juego de pelota.
Existe también una amplia producción de figurillas de
barro de gran calidad, especialmente en la región de Remojadas, famosa por sus
estatuillas de rostro amplio y sonriente conocidas como “caritas sonrientes”.
Las figurillas huecas, de gran realismo, producidas en su totalidad o en parte
utilizando moldes, se cuentan entre las esculturas de barro a gran escala más
significativas del periodo precolombino. Los rasgos y los detalles ornamentales
de las llamadas 'caritas sonrientes' se caracterizan por estar resaltados con
la aplicación de chapopote (brea negra o asfalto) después de la cocción.
Probablemente por estar ubicada en las rutas
comerciales y entre otras culturas mexicanas, la clásica de Veracruz era una
cultura ecléctica. Su arte y arquitectura, especialmente los de cerro de Las
Mesas, denotan influencias olmeca, de Teotihuacán, zapoteca y maya.
Periodo postclásico.
Durante el periodo postclásico se desarrollaron varias
culturas importantes: la tolteca, la purépecha o tarasca, la huasteca y
totonaca, la mixteca, y la azteca.
Las culturas toltecas y maya-toltecas.
Tula, situada a unos 64 km al norte de la ciudad
de México, era la capital de los militaristas toltecas, que establecieron su
imperio a principios del periodo postclásico, en el siglo X dC. Se trataba de
una sociedad austera de guerreros pragmáticos (al modo de los primeros romanos),
que parecían más interesados por la función que por la forma, de modo que
produjeron pocos objetos lujosos.
La cerámica más apreciada fue la llamada plomiza o
plumbate y la anaranjada fina importada de artesanos no toltecas que vivían en
la costa del Pacífico, cerca de la actual frontera entre México y Guatemal. La
cerámica plomiza, única cerámica vidriada de Mesoamérica, tiene una superficie
metálica, habitualmente gris verdosa resultado de la vitrificación de una
barbotina de arcilla durante la cocción para obtener el brillo.
La arquitectura y la escultura toltecas reflejan la
influencia de la cercana Teotihuacán. Sin embargo, los toltecas
pretendían inspirar temor en vez de aspirar a la armonía espiritual que
perseguía la civilización de Teotihuacán. El templo que se encuentra en la cima
de la pirámide de Tlahuizcalpantecuhtli o de la Estrella Matutina
en Tula tiene unas columnas de 4.6
m de alto, modeladas como imponentes guerreros rígidos,
conocidos como atlantes, que guardan el recinto sagrado. Alrededor de la base
de esta pirámide existen palacios y recintos ceremoniales, probablemente para
la élite militar.
Al pie de la cara norte de la pirámide hay un elemento
arquitectónico ideado por los toltecas que puede haber servido para encerrar un
espacio ceremonial secreto que se denomina coatepantli o muralla de
serpientes. El coatepantli consiste en un friso labrado en piedra que muestra
una sucesión de serpientes que persiguen y devoran esqueletos.
Otro elemento arquitectónico fue el tzompantli,
o altar de cráneos, una plataforma baja, cercana a la pirámide principal,
provista de soportes para apilar o ensartar las cabezas cercenadas de los
sacrificados.
El recio arte tolteca muestra una faceta de vigor en
las formas que anuncian el predominio del guerrero sobre el sacerdote, una
visión que se mantendría a lo largo del horizonte postclásico mesoamericano.
Según narraciones mítico-históricas posteriores, los
toltecas invadieron la península de Yucatán alrededor del 1000 dC y
establecieron su capital en la ciudad maya de Chichén Itzá.
Una parte importante de la arquitectura e iconografía
de este lugar refleja la fusión de la cultura maya tardía con la cultura
tolteca temprana. Algunos elementos arquitectónicos encontrados en Tula, como
las columnas con forma de serpiente que aluden a Quetzalcóatl (la serpiente
emplumada) y al Chac-mool (una figura reclinada que sostiene vasijas para las
ofrendas en los sacrificios) se repiten en Chichén Itzá. Hay frescos con
imágenes del asentamiento de un grupo tolteca. La calidad del diseño y del arte
en Chichén Itzá es superior a los de Tula, lo cual refleja el mayor grado de
evolución de la capacidad artística de los arquitectos y artesanos mayas además
de la influencia que ejercieron sobre ellos las numerosas culturas con las que
tuvieron contacto.
Hacia el año 1250 se estableció una nueva capital maya
en Mayapán, Yucatán: una ciudad amurallada en lugar del centro abierto
construido por los mayas clásicos. La Tulum es otra ciudad amurallada maya del
periodo postclásico. Ubicada sobre la costa caribeña, fue una de las primeras ciudades mesoamericanas descritas por los españoles.
Los purépechas o tarascos.
La cultura purépecha o tarasca floreció en el oeste de
México desde comienzos del periodo postclásico hasta la conquista española. En
su capital, Tzintzuntzan, sobre el lago de Pátzcuaro, se han encontrado las
yácatas (templos circulares y escalonados dispuestos en línea sobre un
basamento rectangular).
Se cree que los purépechas fueron los primeros que
trabajaron el metal en Mesoamérica. Es probable que aprendieran las técnicas de
la metalurgia gracias al comercio con las civilizaciones de América Central y
las andinas a través del océano Pacífico. Los ornamentos de cobre, oro, bronce
y otras aleaciones hechos por los purépechas eran tan apreciados como sus
trabajos con plumas y sus telas.
Los huastecas y totonacas.
En la época de la conquista española la cultura
huasteca estaba asentada en la costa norte del golfo de México, mientras que la
costa central estaba ocupada por los totonacas, cuya ciudad principal era
Zempoala (o Cempoala en las crónicas de la Conquista). Los huastecas eran
conocidos por sus esculturas en piedra y por trabajar las conchas con
intrincados dibujos recortados.
Los mixtecos.
Hacia el siglo X, los mixtecos (habitantes del país de
las nubes) provenientes de la altiplanicie, penetraron en parte del territorio
vecino de los zapotecas, en los valles de Oaxaca, por medio de guerras o de
matrimonios mixtos. Utilizaron Monte Albán como necrópolis, o ciudad de los
muertos, y se asentaron en ciudades fortificadas como Yagul y Mitla, que fue un
importante centro religioso. Las edificaciones mixtecas están decoradas con
unos mosaicos geométricos de piedra que son característicos.
La pictografía (ejemplificada en el Códice Nuttall),
los murales y la cerámica pintada de los mixtecos demuestran la habilidad
artística de esa cultura. También fueron los más destacados en el trabajo de
metalurgia en Mesoamérica, y la cerámica que se hacía en Cholula al estilo
mixteco-poblano era la más apreciada en México durante los siglos XIV y XV. En
las tumbas de Monte Albán han aparecido ofrendas extraordinarias compuestas por
vasijas de tecali (mármol), copas de cristal de roca, collares, perlas, objetos
de ópalo, ágata, jade, ámbar, turquesa y elaborada joyería de filigrana de
plata y oro. Los mixtecos sobresalieron también en la decoración de máscaras,
cuchillos ceremoniales y otros objetos con incrustaciones de coral, conchas,
turquesa, obsidiana y otras piedras. Se especializaron en el labrado de la
madera, destinado principalmente a las complejas decoraciones de los átlatl
(instrumento utilizado para lanzar flechas) y en el tallado de los teponaztli
(instrumentos horizontales de percusión de forma cilíndrica y ahuecados), de
uso ceremonial.
Los aztecas.
La última civilización mesoamericana importante fue la
de los aztecas, también llamados mexicas (de donde proviene el nombre de
México). Entre 1428 y 1521 los aztecas produjeron y reunieron, a través de los
tributos imperiales, objetos que hoy constituyen algunos de los mejores
ejemplos del arte precolombino que ha llegado hasta nuestros días.
En la época de la conquista española, el corazón del
imperio azteca era Tenochtitlán, ubicada donde está hoy la Ciudad de México, era
probablemente la población más grande y una de las más hermosas del mundo.
Construida en el lago de Texcoco sobre islas naturales y artificiales llamadas
chinampas, la Gran
Tenochtitlán se parecía en su concepción a la ciudad italiana
de Venecia. Las calles eran básicamente canales y el medio principal de
transporte eran las canoas. Hoy en día, la plaza central (el zócalo) de la
capital mexicana se extiende encima del principal centro ceremonial azteca.
Excavaciones recientes, llevadas a cabo por arqueólogos mexicanos en el Templo
Mayor de los aztecas, han sacado a la luz espectaculares hallazgos
arqueológicos.
Los aztecas produjeron esculturas exentas en piedra
con carácter monumental. En ellas utilizaron tanto expresiones abstractas como
realistas para revelar el carácter interno y externo de la divinidad, persona o
animal retratados. La mayor parte de la escultura en piedra se utilizó para la
decoración arquitectónica y las representaciones de dioses. También se empleó en
los altares para sacrificios humanos, en los cuauhxicalli (recipientes
para la sangre y el corazón), calendarios de piedra, y otros objetos
ceremoniales importantes. Ejemplos ilustrativos de la monumentalidad de la
escultura mexicana son la extraordinaria figura de la diosa Coatlicue, símbolo
de la dualidad que caracterizaba las religiones mesoamericanas; el enorme
disco labrado de la Coyolxauhqui desmembrada y el universalmente conocido
Calendario azteca o Piedra del Sol.
La gran calidad de la concepción y ejecución de los códices
aztecas los convierten en ejemplares preciosos de los museos, pues sólo unos pocos sobrevivieron a la
destrucción de las bibliotecas mexicanas durante las guerras que culminaron con
la caída del imperio en 1521.
EL ÁREA CENTRAL
ANDINA.
El florecimiento de las culturas, como sucedió en
Mesoamérica, va acompañado por el desarrollo de las técnicas de cerámica que
preceden a la evolución de las ciudades, no obstante, en el área central andina
la arquitectura monumental es anterior a las primeras cerámicas hechas en la
región.
Periodo precerámico.
Alrededor del 2500
aC se construyeron túmulos ceremoniales de carácter
monumental en Huaca Prieta, en el Valle de Chicama, que está al norte de la
costa peruana. En el mismo sitio también fueron hallados tejidos de algodón de
técnica muy evolucionada y calabazas labradas con estilizados motivos
geométricos. Otro emplazamiento del periodo precerámico en la costa norte es
Las Haldas, donde tal vez se levantaron las primeras pirámides y basamentos de
templos de toda América. Estos fueron construidos con tierra y datan de
alrededor del 1800 aC.
El Paraíso o Chuquitanta, en la zona central de la costa peruana, es el lugar
de mayores dimensiones del periodo precerámico en el que se han realizado
excavaciones. Había varios complejos residenciales construidos con piedra y
arcilla, compuestos de habitaciones y terrazas superpuestas. En Kotosh, otro
centro importante del periodo precerámico, ubicado en la altiplanicie del norte
del Perú, se levantaron templos con terrazas en piedra revestida de arcilla y
decorados con relieves de manos cruzadas, realizados también en arcilla.
Periodo preclásico.
En el Perú se desarrollaron dos culturas importantes
durante el periodo preclásico, la de Chavín y la de Paracas.
La cultura de Chavín.
Entre aproximadamente el 1200 y el 200 aC, floreció en el norte
del altiplano peruano, en el centro ceremonial de Chavín, una civilización
paralela en muchos sentidos a su contemporánea mesoamericana de los olmecas.
Ambas fueron importantes culturas dentro de sus áreas arqueológicas, y ambas
usaron imágenes felinas en sus iconografías religiosas. Parece ser que la
influencia artística de Chavín no se extendió a través de conquistas sino por
difusión religiosa y cultural. Pueden encontrarse muestras de la influencia
artística e iconográfica de la cultura Chavín en emplazamientos que van desde
Ecuador hasta el sur de la costa peruana.
Chavín de Huantar está compuesto por una serie de
plataformas y templos con arcos saledizos en algunos corredores. Los ejemplos
más sobresalientes de escultura en piedra dentro del área central andina se
encuentran en Chavín de Huantar o en emplazamientos relacionados con la cultura
chavín como Cerro Blanco y Cerro Sechín. Sin embargo, a diferencia de la
cultura olmeca y otras culturas mesoamericanas, la chavín y otras
civilizaciones peruanas posteriores produjeron muy pocas esculturas exentas en
piedra o figurillas de barro. El relieve plano chavín alcanzó su apogeo en el
estilizado diseño rectilíneo de la estela conocida como Raimondi, que debe su
nombre al naturalista y profesor italiano Antonio Raimondi, estudioso de Perú
desde que llegó en 1849.
La vasija de asa de estribo, o caño estribo (un
recipiente cerrado que tiene un asa hueca en forma de U coronada por un pico
tubular), se originó probablemente en el norte del Perú y se convirtió en la
vasija más característica de la cerámica chavín. Al igual que la olmeca, la
buena cerámica chavín se hacía en enclaves alejados de los principales centros
ceremoniales. En Cupisnique, Chongoyape y Tembladera, situados en los valles
costeros del norte del Perú, se hacían vasijas de gran calidad en forma de
efigie, con diseños abstractos y realistas.
Con el desarrollo de la metalurgia, la civilización
chavín destacó en la elaboración de adornos corporales en oro repujado. Las
piezas más características son las placas decorativas para adornar la ropa y
las altas coronas cilíndricas con relieves de tema mitológico, que usaba la
nobleza chavín.
La cultura de Paracas.
Entre el 900 y el 400 aC floreció otra
civilización en la costa sur del Perú, la de Paracas. La cultura de Paracas es
conocida sobre todo por sus tejidos, que se han conservado en perfecto estado
gracias a la extrema aridez de la zona. Los muertos eran amortajados con telas
y enterrados en tumbas, en las que la sequedad del aire momificaba los cuerpos.
Dichas mortajas son de gran interés arqueológico ya que las telas están
bordadas, tejidas o pintadas de forma muy elaborada con motivos felinos
claramente relacionados con los de Chavín de Huantar, en el altiplano. También
se aprecia una clara influencia chavín, especialmente en lo relacionado con la
utilización de la iconografía felina, en las vasijas con forma de efigie
halladas en la necrópolis de Paracas.
El estilo general de los objetos producidos en la
región costera del sur del Perú se inclina más por los motivos sencillos y
angulares que se aprecian en los tejidos de Paracas, que por el detallado
realismo y las formas redondeadas de las esculturas de arcilla y de metal
características del arte de la zona norte peruana. Por lo tanto, la decoración
de la cerámica de Paracas es muy estilizada, con diseños realizados mediante
incisiones y policromada con colores brillantes. Las vasijas suelen ser de
doble pico y base redondeada, en lugar de tener asa de estribo y fondo plano
como las de la costa norte.
Periodo clásico.
El periodo clásico estaba dominado por las culturas
moche y nazca, y posteriormente las culturas de Tiahuanaco y las relacionadas
con Huari.
Los mochicas (Moche).*Tiene entrada propia más desarrrollada.
Mucho antes de los
incas, los mochicas (o moche) formaron un
Estado militarista de gran complejidad cultural que se desarrolló entre los
años 200 aC y 800 dC en los valles y desiertos de la costa norte de Perú, en el
valle del río Moche. También se llama Moche a la ciudad principal, el mayor
centro ceremonial y administrativo de esta cultura, denominada mochica en
referencia a su lengua.
La cultura mochica se componía de varios núcleos
urbanos independientes y alejados, con etnias distintas pero que compartían una
estructura religiosa y similares prácticas rituales sangrientas, así como un
universo iconográfico codificado y regulado para la difusión de su mitología y
costumbres.
Desarrollaron la metalurgia y la alfarería a un nivel avanzado
y construyeron monumentales edificios de adobe que usaban para sus prácticas
religiosas, así como eficaces sistemas de irrigación que convirtieron amplias zonas
desérticas en vergeles, pasando de unas 10.000 hectáreas cultivadas en el
inicio a unas 80.000 en su primer apogeo hacia el 100 dC, cambiando lo que era
un árido desierto en campos de cultivo y bosques.
La ciudad de Moche, una de las más antiguas y monumentales
concentraciones urbanas de Perú, se extendía alrededor de dos grandes templos-pirámides
gemelos de varias plantas de adobe, llamados huaca del Sol y huaca de la Luna, adornados
con emocionantes pinturas murales de vivos colores. Otros huacas se encuentran
en el valle.
La sangre y la violencia extrema estaban muy
presentes. No hace falta más que visitar las huacas del Sol y de la Luna. En la
gran plaza central hay enormes frisos de bajorrelieves polícromos en varias
franjas. La inferior recoge a guerreros y prisioneros desnudos en fila atados
por el cuello con una soga rumbo al sacrificio. El segundo nivel retrata a gobernantes
ataviados con lujo y cogidos de la mano. El tercero repite la figura de la
espantosa araña decapitadora. Los cuatro niveles superiores están dedicados a
seres mitológicos, incluido el héroe Ai Apaec. La decapitación y las cabezas
cortadas han sido lugares comunes en los ritos de las culturas precolombinas
americanas, muy representadas en sus expresiones artísticas.
A pesar de que era una sociedad militar, poseía un
gusto artístico muy refinado. Una élite poderosa, sanguinaria y
numerosa, considerando el alto número de tumbas ricas encontradas, requería de
medios para mantenerse y un arte para manifestar su preeminencia. La arqueología
nos ha permitido descubrir a dos significativos miembros de la jerarquía mochica,
en las tumbas intactas del llamado Señor de Sipán, en 1989, y de la denominada La
Dama de Cao, en 2006, acompañados de multitud de ofrendas, en especial objetos
de cerámica y orfebrería que superan en delicadeza y perfección a los de otras
regiones del área central andina.
Tumba del Señor de Sipán.
La cerámica moche destaca por su realismo y carácter
escultórico que la sitúan entre las más refinadas del periodo precolombino. Se pintaba
a menudo con finas líneas de tonos siena y rojos sobre fondo amarillo.
Los llamados jarros retrato son recipientes en los
que el ceramista ha modelado las cabezas, en especial los rasgos faciales y
psicológicos de una persona, con gran realismo.
Otras piezas representan escenas de la vida religiosa
y militar, de seres mitológicos y símbolos esotéricos.
Las escenas religiosas típicas muestran a los sacerdotes
o chamanes que invocan fuerzas ocultas mediante el consumo de alucinógenos y ofrecen
numerosos sacrificios humanos para aplacar a unos dioses que con cierta
frecuencia los maldecían con fenómenos climáticos que arrasaban con todo, lo
que hoy conocemos como el fenómeno cíclico del Niño, alternando años de fecundas
lluvias con otros de extremas sequías. Poder predecir esos estragos es lo que
perpetuaba su poder y para conseguir estados de videncia recurrían a drogas y
alucinógenos como el cactus San Pedro, las hojas de coca del altiplano andino o d ayahuasca que proviene de las regiones amazónicas. Muchos de los dibujos en los huacos
aluden por eso a visiones deformadas, entre terroríficas y fantásticas, de esos
dioses, muchas veces compuestos por animales que ellos consideraban sagrados.
Si bien la representación de mujeres en los objetos
rituales era escasa o funcional, también participaron en el poder religioso,
como demuestra la tumba intacta de la Dama de Cao, encontrada con todas las joyas y símbolos del
poder. Era una joven de alrededor de 20 años que murió poco después del parto y
la conservación del cuerpo permite apreciar los tatuajes de sus brazos. Tal vez
era una familiar de la familia real, o una curandera o sacerdotisa de alto nivel, como las halladas en las tumbas de
San José de Moro.
Ai Apaec.
Las escenas militares muestran historias de las guerras,
con decapitaciones, torturas y sacrificios humanos. Destaca un dios o semidios legendario,
una especie de superhéroe guerrero y omnipresente que lucha con monstruos, al
que llaman Ai Apaec y es reconocible
por sus atributos simbólicos. Tiene sobre la cabeza un tocado con un felino
salvaje –posiblemente un jaguar– y una pluma de cóndor, el señor de los cielos.
De su boca sobresalen unos grandes colmillos. Lleva atada a la cintura una
serpiente cuyos extremos terminan en cabezas de felino.
Un género especial es la cerámica erótica, una de las
más abundantes del periodo precolombino, con huacos o representaciones muy explícitas de los órganos genitales y
de prácticas de la vida sexual de todo tipo, un auténtico catálogo del ars
amandi o de kamasutra, que se
cree que tenían una finalidad ceremonial y establecían un código moral.
La metalistería y orfebrería mochica eran muy elaboradas
y de una técnica más avanzada que los de civilizaciones precolombinas
anteriores. La joyería y los adornos corporales realizados con oro, plata,
cobre y aleaciones solían tener incrustaciones de turquesas y lapislázuli. Los
motivos eran geométricos y mitológicos, especialmente de la deidad felina.
La cultura de Nazca.
La cultura nazca, en el sur de la costa peruana, a lo
largo del valle del río Nazca, era casi coetánea de la mochica.
Como sus predecesores paracas, los nazca produjeron
pocas obras arquitectónicas pero destacaron en los tejidos y la cerámica de
diseños estilizados y colores brillantes, totalmente diferente a la del norte
del Perú, de diseño realista y colores sobrios. La cerámica nazca es de
exuberante policromía y con diseños y decoración audaces. Ya no utiliza
incisiones profundas como la de Paracas y el color se aplica antes de la
cocción, y no después de ella. Aunque tanto los mochicas como los nazca
hicieron vasijas en las que combinaban elementos modelados y dibujados, los
primeros preferían la cerámica escultural y los segundos, la pintada.
Entre los vestigios más enigmáticos del pasado precolombino
destacan las líneas dibujadas en el desierto de Nazca. Son dibujos zoomorfos realizados arrancando las
piedras de la superficie oscura para dejar al descubierto un sustrato más
claro. Los dibujos representan, a una escala enorme, formas geométricas,
animales, pájaros y peces que sólo pueden apreciarse en su totalidad desde el
aire. Se asemejan a las imágenes pintadas de la cerámica nazca y se cree que probablemente
tuvieran una función ceremonial o astronómica.
La cultura de Tihuanaco.
Tihuanaco es un emplazamiento boliviano próximo al
lago Titicaca, en el sur del altiplano central andino, que data entre el 200 aC y el 600 dC, cuando
este complejo urbanístico se convirtió en el centro de una importante civilización
del periodo preclásico.
El arte y la arquitectura de Tiahuanaco buscaba que
las obras fueran austeras y perdurables. Fue una de las pocas culturas del área
central andina que utilizó la piedra de forma masiva en arquitectura, escultura
y objetos ceremoniales.
Los motivos decorativos y las imágenes religiosas se
caracterizan por la rigidez, y tanto las edificaciones como las esculturas se
caracterizan por su aspecto monolítico y monumental.
La Puerta del Sol de Tiahuanaco, hecha de un solo
bloque de piedra y decorada con relieves de espléndida ejecución, tiene 3 metros de altura y 4 de
ancho, y debe su monumentalidad a la grandiosidad del diseño. Diseminadas por
toda la zona de Tiahuanaco hay estatuas monolíticas antropomórficas que
alcanzan alturas de más de 6
metros y están decoradas con bajorrelieves.
Los huari.
La civilización huari (o wari), aunque tenía la misma
religión e iconografía que la civilización de Tiahuanaco, presentaba
características socioeconómicas distintas. Aproximadamente entre el año 750 y
el 1000 dC el imperio huari puso fin al regionalismo cultural en Perú,
preparando así la unificación cultural del periodo inca.
Al igual que la mochica, la huari era una sociedad
guerrera que apreciaba el arte y el diseño. Las culturas huari costeras
(conocidas antaño como tiahuanacos de la costa) produjeron tejidos de la más
alta calidad. Muchos de los diseños, especialmente el de los ponchos, eran
abstracciones de los motivos pintados en la cerámica de Tiahuanaco. Aunque
menos refinada que ésta, la cerámica huari se caracteriza por su solidez, lo
audaz de sus diseños y la riqueza de la policromía.
Periodo postclásico.
Durante el periodo postclásico las culturas más preeminentes de la
Suramérica precolombina fueron la chimú y finalmente la inca.
Los chimú (Chan
Chan).
Desde el año 1000, aproximadamente, hasta el 1470, el
norte de Perú estuvo dominado por los chimú.
La capital imperial, Chan Chan, estaba compuesta por
grupos de edificaciones con paredes de adobe que recuerdan los primeros
asentamientos huari. Es la ciudad más grande de la zona andina, compuesta de
diez o doce divisiones de planta octogonal, cada una de las cuales contiene un
recinto ceremonial, residencias, mercados, talleres, depósitos de agua y de
alimentos y jardines. Las edificaciones están decoradas con mosaicos hechos con
ladrillos de adobe o con bajorrelieves moldeados en un enlucido de arcilla, que
representan animales, pájaros y figuras mitológicas.
Aunque Chan Chan no estaba fortificada, los chimú
defendieron su imperio construyendo fortalezas en las fronteras. Paramonga, que
defendía la frontera sur, está considerada como una obra de arte de ingeniería
militar, al igual que la fortaleza de Sacsahuamán, más allá de Cuzco.
La cerámica chimú se producía principalmente usando
moldes. Su característico color negro se obtenía sofocando prácticamente la
llama al reducir la cantidad de oxígeno del horno durante la cocción. Se
decoraba con relieves hechos en moldes y, después de cocida, la superficie de
la vasija se pulía para darle un reflejo plateado.
Los orfebres chimús producían objetos mediante
técnicas muy variadas como el martillado, de origen colombiano, la soldadura o
la cera perdida. Comparada con la cerámica, la metalistería chimú resulta más
original en lo que se refiere al diseño y ejecución artística. Típicas de este
trabajo las máscaras, los antebrazos, collares, aretes e incluso vestidos con
incrustaciones de oro.
Los tejidos ofrecen características similares a los
demás productos chimú en cuanto a calidad y cantidad. Especialmente
sobresaliente es el arte plumario y sus ponchos decorados con plumas de pájaros
tropicales estaban considerados como una de las vestimentas más lujosas del
periodo postclásico.
Los incas.
Desde su capital, Cuzco (o Cosco, en quechua “ombligo
del mundo”), los incas dirigieron un imperio que se extendía por el área
central andina desde Ecuador hasta Chile. Ellos se autodenominaban tahuantinsuyo,
y el nombre de incas significaba en quechua señor o alteza.
Es la civilización de Suramérica que mejor se conoce
actualmente gracias a las crónicas de los conquistadores españoles. Era un
pueblo guerrero del altiplano, cuyo arte y arquitectura se caracteriza por la
simplicidad de formas, la escasa decoración y la funcionalidad. Las
edificaciones incas, que presentaban una de las estructuras más logradas de
todo el periodo precolombino, estaban construidas con aparejo de piedra,
trabajada y engastada con gran precisión y sin ninguna decoración posterior.
Eran características las puertas y ventanas trapezoidales.
Los incas no produjeron estatuas exentas de gran
tamaño ni esculturas ornamentales. Las figurillas de metal y las pequeñas
vasijas de piedra ceremoniales con representaciones de llamas y alpacas
constituyen los ejemplos más destacados de su escultura.
La cerámica, al igual que la chimú, se producía mediante
moldes, aunque no era de tanta calidad. La pieza más característica fue el
aribalo, recipiente policromado para transportar líquidos. Tanto en los
textiles como en la metalurgia los incas continuaron la tradición centroandina
de alta calidad en el diseño y la ejecución. Desgraciadamente, el fervor
religioso de los conquistadores españoles y la codicia por los metales
preciosos son responsables de la destrucción de gran parte de los objetos incas
de oro y plata, que fundidos y convertidos en lingotes, fueron embarcados rumbo
a Europa.
La ciudadela inca de Machu Picchu.
La fortaleza inca de Machu Picchu.
Machu Picchu.
La ciudadela de Machu Picchu constituye una de las ruinas mejor conservadas de la civilización
inca. Construida hacia 1450 y abandonada a mediados del siglo XVI, la ciudadela
permaneció ígnota para los conquistadores españoles, pero no para los
habitantes locales, que la divisaban fácilmente a lo lejos y la visitaban a
menudo, pese a que se ocultaba bajo la vegetación del bosque montano tropical.
Se encuentra a 2.430 metros de altitud, en plena cordillera de los Andes, en una de las
cimas de las estribaciones orientales de los Andes, sobre el valle del río
Urubamba, a la sombra del Huayna Picchu.
El 1911, el profesor de historia estadounidense Hiram
Binghman, encabezando una expedición de la National Geographic, redescubrió
Machu Picchu: estudió las ruinas y reconoció su importancia, organizando
sucesivas expediciones arqueológicas para conocer mejor el lugar.
Los historiadores discuten su función: para unos fue un
intento fallido de extender la civilización inca hacia la zona selvática; para
otros fue una residencia de descanso del noveno gobernante del Estado Inca,
Pachacútec, además de un santuario del culto solar.
Su arquitectura e ingeniería destacan por su exquisita
armonía con la naturaleza, usando los materiales pétreos de la montaña y
adaptando sus formas a las irregularidades del terreno.
El conjunto se divide en dos zonas: una de cultivos,
con terrazas escalonadas en la ladera de la montaña, unidas por un sistema de
regadíos en pendiente, y una urbana sin fortificar, con palacios, edificios
religiosos y viviendas.
Las construcciones más importantes son el templo del
Sol, la residencia Real y la plaza Sagrada, con el templo de las Tres Ventanas
y el templo Principal.
El templo del Sol alberga el Torreón, tal vez el mejor
edificio de todos por la calidad de sus sillares esculpidos y ensamblados con
la excelente técnica de los constructores incas. Se utilizaba para las
ceremonias religiosas relacionadas con el solsticio de verano, y es posible que
fuera también un mausoleo para las reliquias de Pachacútec.
EL ÁREA
INTERMEDIA.
En el sur de Centroamérica, en Colombia y Ecuador,
también se desarrollaron estilos artísticos y arquitectónicos notables.
Las culturas del sur de Centroamérica.
En Costa Rica y Nicaragua se encuentran esculturas de
piedra monumentales y de magnífica realización. Además de las estatuas de
dioses que reflejan la influencia mesoamericana, las culturas de Centroamérica
realizaron metates ceremoniales de piedra (superficies para moler el maíz y
otros granos) con diseños muy elaborados y hachas ceremoniales de jade muy
trabajado.
La metalistería, de amplia difusión, refleja la
influencia del norte de Suramérica. Entre los ejemplos más destacados se cuentan
los objetos de adorno corporal de la cultura panameña de Veraguas y la de
Chiriquí, de Panamá y sur de Costa Rica.
Audaz en colorido y diseño, la cerámica coclé de
Panamá muestra un parecido sorprendente con los modernos molas, o
apliques invertidos, que los cuna de la cordillera de San Blas cosen en sus
telas, por sus dibujos de ritmo dinámico. La cultura chorotega produjo los
mejores jarros retratos policromados de toda Centroamérica en la península
costarricense de Nicoya.
Las culturas de Colombia.
En Colombia se han descubierto pocos emplazamientos
arquitectónicos. El yacimiento arqueológico más antiguo y más extenso de la
zona se halla ubicado en San Agustín, lugar en el que abundan esculturas
exentas en piedra, relacionadas muchas de ellas con el culto a divinidades
felinas. También hay templos y tumbas subterráneas. En Tierradentro, se han
hallado tumbas ricamente decoradas, excavadas en la roca. En Tairona, en la
zona del Caribe, hay restos de calles empedradas y cimientos de casas
circulares, también de piedra.
Las culturas de los calima, quimbayá, tairona, tolima,
sinú, darién y chibcha o muisca desarrollaron diferentes estilos de trabajar
los metales según cada región, así como diferentes piezas y símbolos iconográficos.
Aunque refleja la influencia centroandina, la orfebrería colombiana suele ser
más innovadora en sus técnicas y diseños. Destaca la orfebrería del oro.
La cerámica colombiana rara vez alcanzó el nivel
estético de la orfebrería, excepto en culturas como la quimbayá, cuyas robustas
figurillas y vasijas de barro eran de tan alta calidad como los objetos que
hacían en oro.
Las culturas de Ecuador.
En Ecuador se encuentra una cerámica de mejor calidad que en
Colombia. Los expertos no se ponen de acuerdo sobre si la cerámica más antigua
del hemisferio occidental procede de la zona de Valdivia (c. 3000 aC) en Ecuador o de
Puerto Hormiga en la costa septentrional de Colombia, que es de la misma época.
En Chorrera, Guangala, Bahía, Jama Coaque, La Tolita, Mantano y Carchi se
elaboraron figurillas y jarros retrato.
Apenas se hallan restos de esculturas de piedra, ni
exentas ni integradas en la arquitectura. Los mejores ejemplos se encuentran en
los bajorrelieves de Manta, en Cerro Jaboncillo. También de este periodo
(850-1500 dC) son las banquetas manabí, unos asientos de piedra en forma de
"V" cuyo pie está formado por una figura de jaguar o atlante, son los
objetos en piedra más característicos de Ecuador. Existen, asimismo, buenos
ejemplos de trabajos en metal.
Las culturas de Chile,
La estética de estas figurillas antiguas prosigue en los chemamull de madera que confeccionaban los mapuches del sur de Chile hasta el siglo XX. Véase su asombrosa semejanza con las piezas cicládicas más minimalistas, precedentes de la escultura minoica, como un ejemplo de la respuesta similar a los problemas estéticos en culturas sin contacto alguno. [http://www.precolombino.cl/#!prettyPhoto] Museo Chileno de Arte Precolombino.
EL ÁREA
PERIFÉRICA.
En la cuenca amazónica se han encontrado objetos de
cerámica en diversos yacimientos arqueológicos, y en la zona del Caribe los
arawaks y los taínos desarrollaron una cultura y un arte propios.
Las culturas de la cuenca amazónica.
La mayor parte del arte amazónico se realizaba con
materiales perecederos como la madera, las plumas y las fibras vegetales. La
cerámica precolombina más importante de esta región se ha encontrado en Brasil,
en el delta del río Amazonas. En Santarem se han descubierto vasijas que datan
de 1250 al 1500 dC aproximadamente, con elaboradas formas figurativas. De los
túmulos fechados entre el año 1000 y el 1250 de la isla de Marajó se han
extraído objetos de cerámica pintada, decorados con incisiones y complicados
dibujos, así como enormes urnas funerarias. En la isla de Maracá se han
encontrado jarros con retratos de hombres sentados.
Las culturas del mar Caribe.
La mayor parte de los objetos precolombinos de la zona
caribeña proceden de las islas antillanas de Puerto Rico, Jamaica, Haití y
República Dominicana. Estas islas estaban habitadas principalmente por los
arawaks, procedentes de la desembocadura del río Orinoco en Venezuela. Por esa
razón su arte está íntimamente relacionado con el del norte de Suramérica. Los
arawaks, también llamados taínos, se establecieron en Puerto Rico alrededor del
200 dC y su cultura perduró hasta la conquista española. Los objetos taínos
característicos están hechos de hueso, madera y piedra. Incluyen espátulas para
provocar el vómito como purificación por motivos religiosos; dijos o
bancos ceremoniales de madera tallada para los sacerdotes o jefes; y los cemíes
o trigonolitos, piedras triangulares labradas con figuras de animales o seres
humanos que representan a los dioses más importantes y espíritus de la
naturaleza. Dentro de la cerámica aparecen vasijas decoradas con incisiones que
forman dibujos geométricos y jarros antropomorfos.
El complejo arquitectónico taíno de mayor
monumentalidad se encuentra en Utuado, Puerto Rico, donde hay un trazado de
diez manzanas delimitado por piedras con incisiones, lo cual indica que el tlachtli,
juego ceremonial de pelota mesoamericano, procedente de México, se había
introducido allí.
FUENTES.
Internet.
La enciclopedia Encarta Microsoft es la fuente principal del artículo.
Documentales / Vídeos.
Mayas, aztecas e incas. Documental. 49 minutos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario