Su obra más conocida es el Tríptico del Jardín de las Delicias. En El carro de heno, fustiga a todos, poderosos y plebeyos. En La piedra de la locura critica a la medicina. En el Tríptico del Nacimiento fustiga a los ejércitos y los símbolos religiosos.
Descripción.
El Jardín de las
Delicias es el título actual de la obra más famosa del pintor holandés Jheronimus
van Aken, conocido como Hieronimo Bosco o El Bosco, nacido en Hertogenbosch en 1450
y muerto en la misma localidad en 1516.
Es
un tríptico al óleo sobre tabla (220 x 389), compuesto por una tabla central
(220 x 195) y dos tablas laterales (220 x 97 cada una), pintadas las dos a
ambos lados para que se puedan cerrar sobre la central.
Datación e historia de la obra.
Los análisis científicos de la madera de roble apuntan
a 1460-1466, estableciendo una fecha post
quem. Pero parece imposible que en esas fechas El Bosco tuviera la maestría para pintar
esta obra cimera. No ponía la fecha de sus obras por lo que la datación debe hacerse
en base a los documentos históricos y los análisis de los especialistas, que
nunca han llegado a un acuerdo.
Las tres posiciones
fundamentales la sitúan en tres decenios aproximadamente: 1) sería de un primer
periodo, casi juvenil, hacia 1480-1490, cuando el pintor estaba en la treintena,
para Vermet (apunta 1480-1485), Baldass (precisa 1485) y otros autores, como en
la antológica del artista en Róterdam en 2001 (sugieren 1480-1490). 2) Sería
del decenio de 1490, ya más asentado en su estilo, para los autores del catálogo
digital del Museo del Prado y otros especialistas, y probablemente están en lo cierto por motivos de analogía con otra obra, La Adoración de los Magos (1494) y otras concordancias iconográficas. 3) Sería posterior a 1500,
en un periodo de plena madurez, e incluso de sus años
finales, yendo desde Cinotti
(1503), a la guía del Museo del Prado (1500-1505) o Tolnay y Larsen (1514-1515).
En resumen, la inmensa mayoría de los historiadores apuntan a una datación entre 1480 y 1505.
El palacio de Coudenberg en Bruselas en su forma aproximada del siglo XVI.
Parece seguro que fue un encargo de Engelbrecht II o de
su sobrino Enrique III de Nassau para su palacio de Coudenberg en Bruselas
donde el primer biógrafo del artista lo vio en 1517, un año después de la muerte
de El Bosco, y lo describe con detalle. Siguió en la Casa de Nassau hasta que
en 1568 fue confiscado por el duque de Alba cuando el palacio del líder rebelde Guillermo de Orange fue saqueado, y
pasó a su hijo Fernando hasta que en la venta de sus bienes en 1593 compró el tríptico el rey español Felipe II, que admiraba tanto a El Bosco que adquirió además El carro de heno y la Mesa de los pecados capitales
Durante largo tiempo se guardó en el Monasterio de El Escorial, donde
en 1857 ya se le llamaba El Jardín de los Deleites Carnales y desde 1939
está en el Museo del Prado, con su nombre actual.
Análisis formal y significado
del tríptico.
El Jardín de las Delicias se puede contemplar en dos propuestas.
En el tríptico cerrado El Bosco pinta
en grisalla una sola imagen (la unidad divina) que une el conjunto formado por los
reversos de las dos tablas laterales. Es una visión de la Creación del mundo, título con el que conocía el tríptico en la
Edad Moderna. La Tierra es un globo terráqueo encerrado en una esfera
transparente, lo que permite contemplar minerales y vegetales, sin animales o
personas, lo que indica que es el tercer día del Génesis (otra hipótesis es el
mundo tras el Diluvio Universal), cuando Dios Creador, situado en la esquina superior
izquierda, separó las aguas de la tierra y creó el Paraíso, tal como apuntan
dos inscripciones latinas, una en cada tabla: “Él mismo lo dijo y todo fue hecho” y “Él mismo lo ordenó
y todo fue creado” (Salmos 33, 9 y 148, 5). La paleta en blanco, negro y gris se corresponde
con un mundo sin Sol ni Luna, en contraste con el vivo colorido del tríptico
abierto.
El tríptico abierto se estructura en
tres (la tríada divina) tablas verticales, con el Paraíso a la izquierda, el
Jardín en el centro y el Infierno a la derecha, en lo que para Falkenburg (2016)
es un mensaje sobre el destino de la Humanidad. Cada tabla se subdivide a su
vez en otras tres franjas horizontales, conformando tres planos de progresiva
profundidad, para dar cabida a mensajes distintos en cada espacio.
Una interpretación geométrica de la composición, por Ballester.
Por su enorme riqueza formal y de
significado sigue un estudio individualizado de cada tabla.
Análisis formal y significado
del Paraíso.
El Paraíso, en la tabla de la
izquierda, muestra el último día de la Creación, cuando Dios (en forma de
Jesucristo) reúne a Adán y Eva, junto al Árbol de la Vida (un drago canario) y
el Árbol de la Ciencia (o del Bien y del Mal, una palmera en la que se enrolla
una serpiente), todos situados en un plano por debajo de la Fuente de la Vida.
En este Paraíso ya se insinúan los peligros y las tentaciones que llevarán al
siguiente estadio: serpientes, la cara de un diablo, luchas entre animales...,
siendo lo terrenal y acuático referencia al pecado femenino y lo aéreo
relacionado con el pecado masculino.
El cromatismo es muy vivo: el blanco de Adán y Eva contrasta con el manto rojo de Dios y el verde y azul de la naturaleza.
Análisis formal y significado
del Jardín del Edén.
El Jardín del Edén en la tabla central
muestra los placeres, en especial una lujuria desatada, aunque aparentemente
sin conciencia del Bien y del Mal, sin castigo aparente, pues no sabemos a
ciencia cierta si El Bosco condena o solo describe este Paraíso terrenal, en el
que no existen el tiempo (todos son adultos jóvenes), el trabajo, el dolor, la
enfermedad ni la muerte.
Las interpretaciones son tantas y tan
complejas que no podemos siquiera enumerarlas, pero se pueden clasificar en dos
grupos: unos autores (Juan Antonio Ramírez recientemente) ven en El Bosco una
visión positiva de los placeres como un regalo divino al que podemos
entregarnos sin pesar, y otros autores (como como el padre José de Sigüenza en
1605 o Vanderbroek en 2001) apuestan por
una visión negativa en la que los placeres efímeros del cuerpo van royendo el
alma humana y finalmente la llevan al abismo infernal.
Probablemente se juntan las dos: el
Jardín del Edén está descrito en positivo aquí tal como aparece en el Génesis (los cuatro ríos, los árboles
místicos o los animales), pero en negativo se muestra al ser humano tentado por
los placeres y optando por abandonarse a lo material y alejarse de lo
espiritual divino.
Los cientos de personajes y animales son
descritos con desbordante fantasía. Hay hombres y mujeres (como signo de la
escasa diferenciación sexual solo se distinguen por sus genitales y sus pechos,
pues todos son pecadores por igual), blancos y negros, desnudos en variadas
relaciones eróticas, la mayoría heterosexuales, y también participan de la
orgía los animales (reales o fantásticos, de dimensiones en general mucho mayores
que las normales) y las plantas, cuyos frutos (fresas, frambuesas, cerezas o
uvas) son conocidos símbolos eróticos. Es un mundo al revés de las convenciones
cristianas, un mensaje enfatizado por los numerosos personajes que aparecen en
posición invertida. Solo hay un personaje vestido, en primer plano, tal vez
Adán o San Juan Bautista, testigo de la locura de la Humanidad, que indica a
Eva tumbada en la cueva.
Las variadas estructuras en lo que se desarrollan
las escenas parecen instrumentos alquímicos (la alquimia que tanto interesaba a
Felipe II y sus contemporáneos) y el estanque del fondo, poblado de hombres,
mujeres y animales transidos de deseo, se relaciona con la diosa Venus y las
ninfas, o el adulterio.
La estructura de tres franjas es muy
clara y el horizonte muy alto para aumentar al máximo la amplitud espacial y
así poder situar tantas escenas, que aparentan desorden en el primer plano y en
cambio una geometría muy ordenada en el segundo y tercer planos. La composición
es análoga formalmente a la de la primera tabla, tanto en el horizonte como en
el lago al mismo nivel, lo que sugiere una continuidad esencial entre el primer
Paraíso de Adán y Eva y el Paraíso terrenal de sus descendientes.
El cromatismo es de colores muy variados
(blanco de los cuerpos, rojo y azul de los animales y las frutas) y vivos, con
una luz que parece proceder de todas partes y de los mismos personajes,
iluminando todos los pecados a la vez y en igualdad.
Análisis formal y significado
del Infierno.
El Infierno en la tabla derecha muestra
unos cincuenta símbolos de humanos-bestias, tormentos musicales, luces
misteriosas y espacios angustiosos, en un mensaje de castigo por los pecados de
los seres humanos.
Llaman la atención que en esta tabla
hay más pecados (todos los capitales) que en la segunda tabla (casi monotemática
de la lujuria) y la abundante selección de instrumentos musicales, por lo que
tal vez El Bosco asocia la Música profana a la Matemática (representante de la
Ciencia o Sabiduría) como enemiga de la Salvación.
Como las otras dos tablas aquí hay
otra clara división en tres franjas horizontales. Arriba está el espacio del
incendio o fuego infernal que consume la ciudad (sede del pecado) y aquí caben
las torturas más escabrosas, con referencias evidentes como el cuchillo peneal
entre dos orejas.
Una alusión a la lujuria: el abrazo de un hombre y una cerda ataviada de monja.
Los tormentos de los condenados.
En el centro aparece un grupo de
llamativas figuras, sobre todo un hombre-árbol aparentemente enfermo o herido
del que se ha propuesto que sería un autorretrato del pintor como testigo (una
práctica común en muchos pintores flamencos), y otras figuras fantásticas son
interpretadas como alusiones a Satanás y a pecados como la soberbia, la gula,
la avaricia… Abajo un grupo de jugadores sirve para presentar diversos juegos y
vincularlos con la molicie.
En contraste a la analogía formal de la
composición en las dos tablas precedentes (la luz, los lagos) en el Infierno el
espacio es oscuro y claustrofóbico.
La paleta está dominada por el negro y
los grises, en alusión a la oscuridad como opuesta a la luz divina, y el rojo
vívido del fuego que destruye la carne antes pecadora.
Contexto histórico-artístico.
La
obra resume las características de la mejor pintura flamenca en el periodo de
transición entre el Gótico flamenco y el Renacimiento nórdico, satisfaciendo el
gusto exquisito de unas clases sociales enriquecidas, desde la realeza a la
aristocracia y la alta burguesía: el realismo en la anatomía, la minuciosidad
en los detalles cargados de simbolismo, el paisaje compuesto en una perspectiva
más empírica que científica pues el desorden espacial domina el conjunto, la fantasía
en la creación de imágenes, el colorido variado e intenso, y el tratamiento de
la luz natural privilegiando el claroscuro en las escenas interiores a menudo
sombrías.
Esta
obra de El Bosco gozó de una gran fama muy pronto y se conocen muchas copias o
noticias ya en el siglo XVI y siguió así posteriormente, influyendo en el
género costumbrista de muchos pintores del Manierismo y el Barroco, hasta el
simbolismo de finales del siglo XIX o el surrealismo de la primera mitad del
siglo XX, notablemente en Joan Miró, Marx Ernst o Salvador Dalí, o el cómic de Max.
Fragmento de El tríptico de los encantados. Cómic de Max.