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lunes, 19 de diciembre de 2011

Comentario: Miguel Ángel, la Bóveda de la Capilla Sixtina y La creación de Adán (1512).

Comentario: Miguel Ángel, la Bóveda de la Capilla Sixtina y La creación de Adán (1512).

         


Descripción.

La obra cumbre de Miguel Ángel como pintor es la escena de La creación de Adán, un fresco de 280 x 570 centímetros, la cuarta escena del Génesis y sin duda la principal del conjunto que pintó en la bóveda de la Capilla Sixtina del Vaticano en Roma. 


El encargo y la datación de la bóveda de la Capilla Sixtina.

Miguel Ángel recibió inicialmente (carta VII), hacia mayo de 1506, el encargo del papa Julio II de pintar a los Doce Apóstoles en las pechinas triangulares que sostenían la bóveda y cubrir la parte central de esta con adornos. El edificio había sido construido por el papa Sixto IV, tío de Julio II, ambos de la familia Médicis.

El artista lo aceptó de mala gana al principio, porque prefería continuar su proyecto más querido de esculpir las figuras para la tumba del papa Julio II, que finalmente dejó inconcluso en 1516, tras la larga interrupción por el proyecto de la Capilla Sixtina, aunque dejando obras de tanta importancia como el Moisés y los Esclavos. 

Finalmente, tras dos años de negociaciones, en mayo de 1508 Miguel Ángel recibió el primer pago por su trabajo y de inmediato pidió (carta IX) colores a los monjes del convento de San Giusto alle Mura de Florencia. Además, según contaba años después, entendía que el proyecto inicial para la Capilla era poco ambicioso, pero que finalmente se le ocurrió un proyecto de enorme tamaño y ambición intelectual, que plasmaría su compleja concepción de la religión y la vida. Explicaba que convenció al Papa y se entregó por completo a este nuevo proyecto mucho más atrevido, que sería su consagración definitiva como pintor y para el que Julio II le concedió una plena libertad creativa. Otra interpretación más plausible es que el enorme y complejo programa iconográfico fue supervisado e influido por el mismo Papa y su círculo, aunque sin duda Miguel Ángel tuvo plena autonomía en el aspecto formal, y esta libertad se puede comprobar en la evolución estilística de la decoración, más insegura en los primeros frescos, pues en enero de 1509 se queja (carta XII) de la “dificultad del trabajo y de no ser mi verdadera profesión”, pues prefería su faceta de escultor, y, en cambio, va ganando confianza y alcanza una extraordinaria madurez y perfección en el dibujo y compositiva en los últimos frescos, como La creación de Adán.

El artista se pasó la mayor parte de cuatro años, entre mayo de 1508 y el verano de 1512, pintando toda la obra, encaramado en un ingenioso andamio móvil, en una posición horizontal, con un enorme sacrificio físico y mental. Lo hizo todo él mismo, salvo la ayuda de algún asistente para los trabajos mecánicos del andamio, sin que hubiera otra mano en los pinceles. En el verano de 1510 terminó la primera parte de la bóveda, con los seis primeros tramos, y reclamó nuevos pagos para continuar el resto (cartas XVII y XVIII), pero el papa no regresó a Roma hasta el verano de 1511, y entonces se reanudaron los pagos y con ellos la obra, que estaba en su apogeo de intensidad creativa en agosto de 1512 y pudo inaugurarse en la vigilia del día de Todos los Santos, el 31 de octubre de 1512. Julio II murió tres meses después, el 12 de febrero de 1513.

Fue uno de los pocos grandes proyectos que Miguel Ángel pudo acabar en vida. Sufría dos graves problemas: su temperamento volcánico que dificultaba su relación con los mecenas (su gran amigo Sebastiano del Piombo, el único con el que colaboró con éxito durante su vida pues era su aliado contra sus archienemigos Bramante y Rafael, le escribió que "hasta los papas" le temían) y su rechazo soberbio a la ayuda de otros artistas de valía pues juzgaba que ninguno estaba a su altura y temía que otro le quitara su monopolio del mérito, lo que mostró cuando despidió a principios de 1509 al equipo florentino que le asistía en la Capilla Sixtina, aunque ellos estaba su amigo de la infancia Francesco Granacci (carta XI).


El conjunto de la bóveda de la Capilla Sixtina.




El proyecto de Miguel Ángel representa la Creación, la Caída del Hombre, la Promesa de Salvación a través de los profetas y la genealogía de Cristo, incluyendo la bóveda en la narración de las paredes laterales de la capilla, que representa gran parte de la doctrina de la Iglesia Católica. El propio Miguel Ángel acabaría mucho después el conjunto con el Juicio Final, en un estilo manierista.

La composición se extiende sobre 500 metros cuadrados y contiene más de 300 figuras.



Adán y Eva en el Jardín del Edén. Llama la atención el triángulo verde de la izquierda, similar al de la Creación de Adán.


En su centro hay nueve episodios del Libro del Génesis, divididos en tres grupos: La Creación de la Tierra, La Creación de la humanidad y su caída en desgracia de Dios; y la Evolución del inicio de la Humanidad en Noé y su familia. Las escenas más famosas son La creación de AdánAdán y Eva en el Jardín del Edén y el Diluvio,

En las pechinas que sostienen la bóveda hay una docena de figuras de hombres y mujeres que profetizaron la venida de Jesús: siete profetas de Israel y cinco sibilas (mujeres proféticas del mundo clásico pagano). ​Destacan por su calidad el Profeta Jeremías y la Sibila de Cumas.


La datación de la Creación de Adán.

Aunque algunos estudiosos alegan que es probable que acabase La creación de Adán en 1510 y otros en 1511, y tenemos noticias de que fue una de las últimas en terminarse, no sabemos con datos incontrovertibles en qué momento concreto acabó esta escena principal, por lo que se la data generalmente en el año en que se pudo ver todo el conjunto, 1512.


Análisis temático y formal de la Creación de Adán.



Es una representación del episodio bíblico del Génesis (1, 27) en el que Dios da vida a Adán, el primer ser humano: "Dios creó al hombre a su imagen y semejanza”.

Se la considera una alegoría del origen del ser humano como ser que participa en la divinidad. Ambas figuras tienen tamaños y una corporalidad muy semejantes, pero hay un sutil matiz, amén de las diferencias de edad y postura, puesto que Dios es diestro y Adán, como Miguel Ángel, es zurdo.



Dios es un anciano con barba, que estira generoso su brazo derecho para darle con apenas un toque de un dedo la vida a Adán, una forma poética de insinuar el misterio de la creación de vida. Originalmente estaba desnudo, como todas las figuras de la bóveda y del más tardío Juicio Final en el ábside, pero un Papa timorato encomendó a Danielle Volterra cubrir con paños todos los miembros sexuales, por lo cual se le llamó desde entonces el ‘Braghetone’.



El entorno divino es una nube tormentosa, turbulenta, creada por poder irresistible, que algunos han interpretado como la forma de un cerebro humano y otros como un útero con un cordón umbilical recién cortado. En esa nube rodean a Dios varios ángeles en forma de querubines, algunos de una anatomía muy desarrollada, casi juvenil (nada raro en Miguel Ángel, que pintaba a niños recién nacidos como forzudos atletas), y sorprende la presencia de una muchacha protegida bajo el brazo izquierdo de Dios, que podría ser interpretada como una Eva ya creada en espíritu pero que todavía espera a encarnarse en la Tierra, una compañera divina (¿un Olimpo de dioses masculinos y femeninos?) o incluso, mucho menos probable, un favorito andrógino (Miguel Ángel tenía una tendencia homosexual, aunque nunca se supo con certeza que tuviera un amante físico).




En cambio, Adán, también musculoso, pero joven y pasivo, es sumiso al poder de su creador, y ostenta un acabado anatómico perfecto aunque con un miembro masculino inusualmente pequeño (probablemente una concesión al gusto todavía demasiado púdico de la época, porque insistimos que es una característica repetida de los desnudos miguelangelescos) y es interesante la cuestión de que Adán tiene un ombligo, pues hubo entonces una controversia teológica al respecto (¿para qué tendría un ombligo si no había nacido de mujer?). La figura indolente de Adán surge de la tierra y levanta su mano débilmente, casi sin fuerza, con la esperanza de que su creador le insufle vida. E el dedo de Dios concentra toda la fuerza terrible de la creación para transmitirla a su criatura y convertirla en lo que es.


El entorno humano de Adán es un triángulo verde, que asociamos a la previa creación de la Tierra y su vida, en las tres escenas previas del Génesis, con el mismo triángulo en Adán y Eva en el Jardín del Edén.



Las características formales son las propias del Cinquecento clasicista de Miguel Ángel: una composición abierta aunque el grupo divino en la derecha es centrípeto fundiendo los ángeles con los bordes del cuerpo de Dios, una composición en la que se establece una relación armoniosa entre los dos personajes principales con una línea de ligero movimiento curvilíneo en sus brazos que ya habíamos visto en el contraposto del cuerpo del David; las triangulaciones del cuerpo de Adán; la luz divina que parece surgir de todos los rincones y que logra así muchos rincones de claroscuro en los cuerpos para enfatizar la corporalidad; un colorido vivo y variado; un cuidado exquisito del dibujo lineal; un dominio de la perspectiva lineal, solo usado aquí en el grupo divino; y, sobre todo, su más señalado rasgo, la volumetría generosa de un artista que en sus pinturas parecía más esculpir que pintar, con un conocimiento anatómico perfecto del cuerpo humano.


El contexto histórico-artístico.

La obra es un excelente ejemplo de la pintura renacentista por sus características de búsqueda de la belleza ideal en equilibrio con el naturalismo, una concepción antropocéntrica y la recuperación de los modelos de la pintura antigua del mundo clásico, pero siempre acorde con una visión cristiana de la vida.  Esta obra, considerada por consenso, como una lograda alegoría del origen del ser humano como ser que participa en la divinidad, ha alcanzado un éxito iconográfico indiscutible y se ha reproducido en incontables estampas, grabados y libros.

Por su parte, el papa Julio II, al dar su apoyo al genial artista, vinculaba su nombre al de este, alcanzando así fama imperecedera como gran mecenas de las artes. Además, establecía una interpretación icónica que iba a perdurar en los siglos siguientes, y no extraña que la importancia simbólica de la Capilla Sixtina para la Iglesia Católica haga que el cónclave que elige a los papas se celebre en su interior.


FUENTES.
Internet.

Vídeos / Documentales.


Ceiling of the Sixtine Chapel. SmartHistory. 6:46. [https://www.youtube.com/watch?v=PEE3B8Fsuc0]


La Capilla Sixtina. ArteHistoria. 3:38. [https://www.youtube.com/watch?v=munrh2PEujs]


La creación de Adán, de Miguel Ángel. 10:38. [https://www.youtube.com/watch?v=nKPPkIpbUEE]

Conferencias.


La basílica de San Pedro y la Capilla Sixtina. Un monumento plural. Conferencia de Fernando Marías en la Fundación Juan March (2016). 1:01:30. [https://www.youtube.com/watch?v=xPy99iI57TQ]

Libros.
García López, David (ed.). Miguel Ángel. Cartas. Selección,  traducción y prólogo de David García López. Alianza Editorial. 2008 y 2020. 329 pp. Incluye las cartas citadas arriba y un resumen de la actividad del artista en la Capilla Sixtina.

Artículos.

Ruiz Gómez, Leticia. Obituario. Gianluigi Colacucci, las manos que restauraron la Capilla Sixtina. “El País” (5-IV-2021). El restaurador italiano Gianluigi Colacucci (Roma, 1929-2021), discípulo de Cesare Brandi y Giovanni Urbani. Se especializó en pintura del Renacimiento y Barroco, y en 1980 comenzó la restauración de la Capilla Sixtina.


Apéndice: Miguel Ángel y los desnudos de la Capilla Sixtina, según Elena Lazzarini.
Una noticia en “ABC” (22-XI-2010) informa que, según Elena Lazzarini (Nudity, Art and Decorum: Aesthetic Changes in 16th Century Art. Pacini Editore. Pisa. 2011. 52 páginas), profesora de Historia del Arte de la Universidad de Pisa, Miguel Ángel se inspiró para pintar los frescos de la bóveda de la Capilla Sextina en los hombres desnudos que veía en las “stufe” (baños públicos) romanas.


Desnudos de Adán y Dios de la escena de la Creación en la bóveda de la Capilla Sixtina.


Desnudos de una escena de “stufe” en la Baja Edad Media.

En mi opinión, es probable que Miguel Ángel observara desnudos en los baños públicos, porque eran muy concurridos y a ellos iban casi todos los artistas, interesados o no en la figura humana. Pero considero que el artículo de Lazzarini, salvo que en el futuro presente pruebas sólidas como documentos, memorias, cartas, etc., parece demasiado taxativo sobre esta influencia.
En la biografía de Miguel Ángel de su amigo Ascanio Condivi o en los estudios mucho más actuales de Mary Margaret Eaton, Hermann Grimm, Charles de Tolnay (el mejor en mi opinión), Frederick Hartt, Creighton Gilbert... no se menciona una especial afición suya a ir a la 'stufa' (salvo una carta de su padre en 1500 en la que le aconseja que no se deje tocar por otros si va a los baños), sino que se da abundante y bien documentada información sobre que utilizaba regularmente a modelos masculinos y femeninos en su propio taller, a los que dibujaba con paciencia, esmero y su habitual genialidad, como demuestran numerosos bocetos, aunque desgraciadamente se hayan perdido los de la Capilla Sixtina. ¿Necesitaba pues ir a los baños públicos para inspirarse?
El estudio de Lazzarini ha sido, a mi juicio, acertadamente criticado por otros expertos más especializados, como William Wallace y John Spike, que insisten en parecidos argumentos a lo indicados arriba. [storiedellarte.posterous.com/?tag=elenalazzarini]

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