domingo, 1 de marzo de 2015

El arte precolombino de los mochicas.

El arte precolombino de los mochicas.

Mucho antes de los incaslos mochicas (o moche) formaron un Estado militarista de gran complejidad cultural que se desarrolló entre los años 200/100 aC y 800 dC en los valles y desiertos de la costa norte de Perú, en el valle del río Moche. También se llama Moche a la ciudad principal, el mayor centro ceremonial y administrativo de esta cultura, denominada mochica en referencia a su lengua.

La cultura mochica se componía de varios núcleos urbanos independientes y alejados, con etnias distintas pero que compartían una estructura religiosa y similares prácticas rituales sangrientas, así como un universo iconográfico codificado y regulado para la difusión de su mitología y costumbres. Holmquist explica: ‹‹Lo que llamamos mochica –por el río Moche, que articula dichos valles– no es un grupo étnico, sino la identidad construida y compartida por los pueblos de la costa norte, una suerte de Estado corporativo multiétnico. Las huacas del Sol y de la Luna en el complejo El Brujo, y el núcleo urbano de Moche cerca de la actual ciudad de Trujillo fueron grandes centros productores de ideología política-religiosa y también de cultura material de élite››.



Desarrollaron la metalurgia y la alfarería a un nivel avanzado y construyeron monumentales edificios de adobe que usaban para sus prácticas religiosas, así como eficaces sistemas de irrigación que convirtieron amplias zonas desérticas en vergeles, pasando de unas 10.000 hectáreas cultivadas en el inicio a unas 80.000 en su primer apogeo hacia el 100 dC, cambiando lo que era un árido desierto en fértiles campos de cultivo abonados con guano y en extensos bosques para abastecerse de madera de construcción y combustible. Algunos de sus canales siguen funcionando casi dos milenios después.
Su final fue abrupto. Luis Jaime Castillo Butters explica que ‹‹hacia el año 750 de nuestra era estas sociedades comenzaron a afrontar una serie de problemas: algunos externos, como la codicia de sus vecinos o un medio ambiente que súbitamente y por extensos periodos de tiempo se volvió hostil; otros internos, como un incremento de los conflictos entre comunidades mochicas o la quiebra de los sistemas político y económico que precisamente habían propiciado el éxito de las sociedades mochicas. Estos problemas, o mejor dicho, la incapacidad de predecirlos y enfrentarlos exitosamente, llevaron a que las sociedades mochicas fueran colapsando una tras otra. (…) Los Estados mochicas colapsaron súbita y permanentemente, sus templos fueron abandonados y sus ciudades desocupadas. En muchos casos nunca nadie regresó a ellos, a no ser para enterrar a sus muertos, es decir, que se convirtieron en verdaderas ciudades fantasma… Sus dioses dejaron de ser reverenciados y sus rituales jamás volvieron a escenificarse; muchos de sus logros artísticos y tecnológicos dejaron de producirse, y sus gobernantes se extinguieron seguramente en una lluvia de fuego››.
Ulla Holmquist confirma que ‹‹El declive de la integración política mochica parece haber estado en la misma esencia de este tipo de Estado. Dependían para su existencia y mantenimiento del poder de las élites, de una vida ceremonial muy intensa que demandaba muchos recursos y producción de objetos muy sofisticados (que requería de materias primas, artesanos especialistas…). Las catástrofes ambientales parecen haber puesto presión sobre esta sociedad que no supo dar respuesta a la crisis sino incrementando la demanda por el mismo tipo de recursos y producción, lo cual fue causa de su colapso. Es decir, podríamos resumir diciendo que la élite no dio una respuesta creativa a la crisis. Algo muy actual, ¿no es así?››.
Pero dejaron pruebas incontestables del alto nivel de su cultura.
La ciudad de Moche, una de las más antiguas y monumentales concentraciones urbanas de Perú, se extendía alrededor de dos grandes templos-pirámides gemelos de varias plantas de adobe, llamados huaca del Sol y huaca de la Luna, adornados con emocionantes pinturas murales de vivos colores. Otros huacas se encuentran en el valle.



La sangre y la violencia extrema estaban muy presentes. No hace falta más que visitar las huacas del Sol y de la Luna. En la gran plaza central hay enormes frisos de bajorrelieves polícromos en varias franjas. La inferior recoge a guerreros y prisioneros desnudos en fila atados por el cuello con una soga rumbo al sacrificio. El segundo nivel retrata a gobernantes ataviados con lujo y cogidos de la mano. El tercero repite la figura de la espantosa araña decapitadora. Los cuatro niveles superiores están dedicados a seres mitológicos, incluido el héroe Ai Apaec. La decapitación y las cabezas cortadas han sido lugares comunes en los ritos de las culturas precolombinas americanas, muy representadas en sus expresiones artísticas.
A pesar de que era una sociedad militar, poseía un gusto artístico muy refinado. Una élite poderosasanguinaria y numerosa, considerando el alto número de tumbas ricas encontradas, requería de medios para mantenerse y un arte para manifestar su preeminencia. La arqueología nos ha permitido descubrir a dos significativos miembros de la jerarquía mochica, en las tumbas intactas del llamado Señor de Sipán, en 1987, y de la denominada La Dama de Cao, en 2006, acompañados de multitud de ofrendas, en especial objetos de cerámica a mano y orfebrería que superan en delicadeza y perfección a los de otras regiones del área central andina.



Tumba del Señor de Sipán.

La cerámica moche destaca por su realismo y carácter escultórico que la sitúan entre las más refinadas del periodo precolombino. Se pintaba a menudo con finas líneas de tonos siena y rojos sobre fondo amarillo. La mejor colección está en el Museo Larco Herrera [http://www.museolarco.org/], en Lima, con 15.000 cerámicas mochicas. Holmquist informa que ‹‹Es el material más abundante, ya que en las tumbas se acostumbraba incluir estas vasijas, botellas u otros contenedores de cerámica. Estas son en realidad el soporte para el relato de su mitología, de sus mensajes para el otro mundo. Son recipientes que comunican y propician el adecuado pase de los habitantes al mundo de abajo (al morir). No son botellas en el sentido actual, sino que habría que considerarlas más como libros tridimensionales donde su cosmovisión ha sido escrita, comunicando un orden del mundo. Son esculturas contenedoras que forman parte de un sistema de comunicación mayor.››



Los llamados jarros retrato son recipientes en los que el ceramista ha modelado las cabezas, en especial los rasgos faciales y psicológicos de una persona, con gran realismo.







Otras piezas representan escenas de la vida religiosa y militar, de seres mitológicos y símbolos esotéricos. También escenas cotidianas de las clases populares y de caza, en particular de venados, una de las prácticas más estimadas por la clase alta mochica. Holmquist explica que muchas de las vasijas y botellas no eran de uso común o utilitario, sino solo ritual. ‹‹La mayoría de estos objetos de cerámica fueron de uso ceremonial: ritos de libación, de entrega de chicha (bebida alcohólica producto de la fermentación del maíz), de propiciación agrícola, de danza y fiestas (hay que considerar que estamos también frente a objetos sonoros en los que el agua y el aire producen sonido) y funerario››.
Las escenas religiosas típicas muestran a los sacerdotes que invocan las fuerzas ocultas de la naturaleza y ofrecen numerosos sacrificios humanos, a menudo después de una lucha entre dos contrincantes, en la que el perdedor es decapitado y se usa su sangre y su corazón para el ritual, cuya finalidad era aplacar a unos dioses que con frecuencia castigaban a los mochicas con fenómenos climáticos que arrasaban con todo, lo que hoy conocemos como el fenómeno cíclico del Niño, alternando años de fecundas lluvias con otros de extremas sequías. 
Poder predecir esos estragos naturales es lo que perpetuaba el poder de la jerarquía religiosa y para conseguir estados de videncia los sacerdotes chamanes recurrían a drogas y alucinógenos como el cactus San Pedro, las hojas de coca del altiplano andino o de ayahuasca que proviene de las regiones amazónicas. 
Muchos de los dibujos en los huacos aluden por eso a visiones deformadas, entre terroríficas y fantásticas, de esos dioses, muchas veces compuestos por animales que ellos consideraban sagrados. También era frecuente el signo de la espiral entrelazada, que sugería la dinámica cíclica de la naturaleza.


Cuerpo de la Dama (o Señora) de Cao.

Si bien la representación de mujeres en los objetos rituales era escasa o funcional, también participaron en el poder religioso, como demuestra la tumba intacta de la Dama de Cao, encontrada con todas las joyas y símbolos del poder. Era una joven de alrededor de 20 años que murió poco después del parto y la conservación del cuerpo permite apreciar los tatuajes de sus brazos. Tal vez era una familiar de la familia real, o una curandera o sacerdotisa de alto nivel, como las halladas en las tumbas de San José de Moro.
Holmquist explica: ‹‹Se deduce de la iconografía que la mujer participó en la vida ritual asumiendo roles de menor envergadura, lo mismo que otros sacerdotes mochicas varones. Por otro lado, lo que sí es evidente es una identidad mitológica muy fuerte de identificación de la mujer con la Luna. En su cosmogonía, la dualidad de los elementos era fundamental. También se la asocia al ámbito textil. Sabemos que el tejido era una actividad muy relevante en el antiguo Perú, no solo porque los objetos tejidos tenían un gran valor, sino también porque estaba asociada al registro de información identitaria, política y cosmológica a través de las telas. Por eso se suele representar a la mujer como una araña››.





Ai Apaec, con la espada y una cabeza cortada.

Las escenas militares muestran historias de las guerras, con torturas, decapitaciones (el final imprescindible de los combates) y sacrificios humanos. Destaca un dios o semidiós legendario, una héroe guerrero y omnipresente que lucha con los monstruos, encarnaciones de las amenazas de la naturaleza y de los pueblos enemigos. Le llamaban Ai Apaec y es reconocible por sus atributos simbólicos. Tiene sobre la cabeza un tocado con un felino salvaje –posiblemente un jaguar– y una pluma de cóndor, el señor de los cielos. De su boca sobresalen unos grandes colmillos. Lleva atada a la cintura una serpiente cuyos extremos terminan en cabezas de felino. Holmquist explica que ‹‹Ai Apaec es el héroe mitológico mochica. Aparentemente, este personaje constituye un referente común para todos ellos››. Sus hazañas se recogen en escenas pintadas delicadamente en vasijas o se representan en cerámicas escultóricas donde lo vemos luchando con cangrejos gigantes o monstruos marinos, lo vemos volar montado en aves y también morir para continuar sus labores en el inframundo.






Un género especial es la cerámica erótica, una de las más abundantes del periodo precolombino, con huacos o representaciones muy explícitas de los órganos genitales y de prácticas de la vida sexual de todo tipo (coitos vaginales y anales, posiciones acrobáticas, felaciones y masturbaciones), un auténtico catálogo del ars amandi o de kamasutra, que se cree que tenían una finalidad ceremonial y establecían un código moral relacionado con el animismo: el sexo era el instrumento de la fecundidad y prosperidad de la sociedad. Holmquist subraya su exclusivo uso religioso. ‹‹Es que estamos pensando en que estos huacos eran decoración de las casas, y esa no era su función. O que eran una foto de la realidad, lo cual no es así. No es un registro histórico de actividades cotidianas, sino un sistema de comunicación simbólico-tridimensional. Estamos hablando de escenas escultóricas que comunican y propician ciertas conexiones a través de los fluidos (reales o simbólicos) que allí se contenían, y que esas conexiones activarían adecuadamente relaciones que era necesario mantener entre los diversos mundos. Estos huacos eróticos eran puestos en lugares especiales de las tumbas. Por otro lado, no se representa el placer en estas escenas. Pareciera que son muchas las poses, pero en realidad no lo son, son pocas y muy recurrentes, precisamente por tratarse de estos flujos o conexiones… desde el mundo de los vivos al mundo de los muertos, la propiciación de la fertilidad, la activación de los ancestros en el mundo interior…››.





La metalistería y orfebrería mochica eran muy elaboradas y de una técnica más avanzada que los de civilizaciones precolombinas anteriores. La joyería y los adornos corporales realizados con oro, plata, cobre y aleaciones solían tener incrustaciones de turquesas y lapislázuli, y es que a menudo se usaban en un mismo objeto materiales distintos, como el oro y la plata, u oro y piedras preciosas, una práctica muy común en las culturas precolombinas y que se ha interpretado como una representación simbólica de la dualidad complementaria (sol y luna, día y noche, vida y muerte, siembra y cosecha, hombre y mujer, paz y guerra...). Los motivos eran geométricos y mitológicos, especialmente de la deidad felina.



Uno de los objetos rituales de metal más llamativos es la nariguera que el rey se ponía en el rostro para ocultar sus estados de ánimo a los súbditos.


FUENTES.
Internet.

Documentales.
Mochica. 10 minutos. [https://www.youtube.com/watch]
El señor de Sipán. National Geopgraphic. 50 minutos.
La Dama de Cao. RTVE. 53 minutos.

Exposiciones.
*<El arte mochica del antiguo Perú. Oro, mitos y rituales>. Barcelona. CaixaForum (5 marzo-7 junio 2015). Itinerante a CaixaForum de Madrid (desde 11 junio), Palma de Mallorca. Zaragoza, Tarragona y Girona. Cat. Textos de Ulla Holmquist (comisaria) y Luis Jaime Castillo Butters. Reseña de Jarque, Fietta. Mensaje de ultratumba. “El País” Semanal 2.004 (22-II-2015) 50-57. / Montañés, J. Á. Sexo y sacrificios mochicas. “El País” Cataluña (6-III-2015) 5.

Artículos.
Redacción. Descubren tumba y cetro semejante al del Señor de Sipán. "La República" (11-VII-2014). [http://www.larepublica.pe/11-07-2014/descubren-tumba-y-cetro-semejante-al-del-senor-de-sipan]

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