lunes, 8 de febrero de 2021

Comentario: Los fusilamientos del 3 de mayo (1814), de Goya.

Comentario: Los fusilamientos del 3 de mayo (1814), de Goya.


Los fusilamientos del 3 de mayo (1814).

Fragmento.

Descripción y datación
Los fusilamientos del 3 de mayo (1814), llamado originalmente El tres de mayo de 1808 en Madrid: los fusilamientos en la montaña del Príncipe Pío, es un óleo sobre lienzo de gran formato (266 x 345 cm) que pintó Goya en su taller de Madrid. Lo propuso a la regencia del infante Luis María de Borbón con la intención de ofrecérselo cuando llegase al rey Fernando VII, para congraciarse con el monarca que volvía de su exilio en Francia y confluyeron también dos motivos personales, uno era proclamar el artista su condición de nacionalista español contra las críticas que se le hacían por su afrancesamiento y, otro era denostar los horrores de la guerra,
Narra el fusilamiento real de 44 españoles por las tropas napoleónicas en la noche del 2 al 3 de mayo de 1898, en la Montaña del Príncipe Pío, apenas a unos cientos de metros del Palacio Real. Sus cadáveres fueron expuestos durante días como escarmiento de la población y sus restos hoy reposan en el Cementerio de la Florida.

            El dos de mayo o La carga de los mamelucos.
 
Es la pareja de otra obra maestra contra la guerra, El dos de mayo de 1808 en Madrid: la carga de los mamelucos, pertenecientes las dos al género histórico.
En su época las dos obras no tuvieron éxito y permanecieron en los depósitos de la Colección Real y más tarde del Museo del Prado hasta 1872, cuando por fin comenzaron a exhibirse, siendo desde entonces sus obras más famosas y reproducidas.

Análisis temático.
En los fusilamientos, Goya plantea por primera vez el tema de un acto de guerra sanguinario como si se tratara de una crónica de fotografía periodística. El artista vio aquella misma noche los cuerpos de algunos ajusticiados y cuando pintó el cuadro incluso se entrevistó con uno de los presos, que se fugó a tiempo, y visitó el lugar exacto del fusilamiento.
Los sublevados el día anterior, todos ellos pertenecientes a las clases humildes de Madrid, y desorganizados y aterrorizados, son llevados ante el piquete de ejecución. Sobre el suelo ensangrentado yacen los ejecutados; sobre ellos se levanta el grupo que va a morir inmediatamente, en actitud de martirio; a su derecha, los que esperan el turno. Frente a ellos, perfectamente alineadas, las figuras homogéneas, bien pertrechadas y organizadas, de los anónimos ejecutores a los que no se les ve el rostro. En el centro, un enorme farol ilumina la escena de horror. Al fondo, la ciudad parece dormir como si nada ocurriera.
Nada más lejos de este cuadro realista que los ideales neoclasicistas de Jacques-Louis David. Goya presenta la historia como carnicería, la naturaleza como el marco casi abstracto donde el horror acontece. No hay lugar para la belleza ni el equilibrio formal. La pincelada es desgarradora y la luz enérgicamente violenta. Ante los fusiles que parecen avanzar como mortales dagas se convulsionan desesperados los que van a morir. Todo lo que han hecho y los ideales por los que mueren parecen ya olvidados, sólo permanece el omnipresente terror ante la muerte inmediata.

Análisis formal.

Los fusilamientos del 3 de mayo (1814).

Goya pinta compone el cuadro con una pincelada muy libre y suelta, casi impresionista, de trazo largo a veces quebrado para trazar manchas más que líneas, todo lo cual confirma su plena maestría técnica en esta época de plena madurez artística.
La paleta cromática es densa y variada, con una gama oscura como la muerte, apenas con el destacado contraste del blanco y del amarillo en el personaje central o en el fanal, predominando el negro más unas notas de verde, ocre, marrón, rojo sangre, rosa y azul.


            La iglesia del convento de María de Aragón y el cuartel del Prado Nuevo, hoy desaparecidos. SE ha interpretado que la muchedumbre del fondo, que es apartada por unos soldados, podría ser el pueblo testigo de la matanza o una representación de las élites cortesanas que no participaron en la rebelión.

El paisaje es nocturno, reconociéndose a la derecha la vista urbana del centro del Madrid de la época, recortado en la penumbra de una luz fantasmal contra el negro intenso del cielo sin estrellas, y la mole de la montaña verdeamarillenta que parece descender sobre los personajes. 
La composición espacial de las personas se organiza de un modo abierto a partir de la luz que procede de un fanal naval en el suelo y de la camisa blanca del personaje central, contando así con teatrales efectos lumínicos de claroscuro cercanos al tenebrismo de Caravaggio y sus seguidores españoles del Barroco, y estructurando los personajes en dos grupos, el de los anónimos franceses a la derecha y el de los españoles a la izquierda.


Goya. Grabado de la serie Los desastres de la guerra (1810-1915). Nótese la similitud en la composición de los soldados franceses a la derecha.


Los soldados franceses del pelotón de fusilamiento se disponen en diagonal con una línea de fuga hacia el horizonte negro de la izquierda superior, dándonos la espalda de modo que nos ocultan sus rostros, y solo los identifican sus uniformes de infantes de marina así como su fanal naval. Son sujetos anónimos, como si estuvieran avergonzados de la crueldad en la que participan como verdugos. Goya los compone en un juego de triangulación: los triángulos formados por las piernas separadas los asientan en el suelo, en cambio los triángulos formados por sus cuerpos y los fusiles los alejan anímicamente de los que van a morir, pero a la vez los fusiles penetran el espacio de los fusilados, como si los apuñalaran. Hay una cierta sensación de inmovilidad en estos militares, reforzada por el acartonamiento de sus uniformes, con una simplificación geométrica que anuncia lo que será el cubismo un siglo después.


Los patriotas españoles son los únicos cuyo rostro y gestos contemplamos, lo que les otorga una condición humana individual. Se subdividen espacialmente en tres grupos en una composición circular: la bayonetas en las puntas de los fusiles parecen empujar al grupo de los presos que esperan su turno mortal, uno en una actitud tan realista que se muerde los nudillos y otros tapándose los ojos; en el centro el grupo de los presos arrodillados a punto de ser ejecutados, en el que sobresalen un hombre de luminosa camisa blanca y pantalones amarillos que abre los brazos en cruz semejando un Cristo (incluso tiene una cicatriz en la palma de su mano derecha que semeja un estigma), un cura rezando y atrás uno que cierra el puño en actitud desafiante y otros más allá que parecen aceptar su muerte sumisamente; y a sus pies los que ya han perecido sobre un charco de sangre, todos mostrados en contrapuestos escorzos, destacando el del primer término, con los brazos abiertos y extendidos hacia nosotros, como queriendo abrazarnos en el más allá y, desde el punto de vista forma, dejando más abierta la composición hacia abajo. 


A la izquierda se entrevé la sombra de una mujer, que parece sostener en sus brazos a una víctima, insinuando una pose similar a la Piedad. Formalmente, sirve para compensar los volúmenes y los colores, y mejorar la perspectiva aérea hacia el fondo.

Detalle de las cabezas en segundo término.

            El grupo central en el que destaca el prisionero arrodillado, coloreado de amarillo y blanco, mirando directamente a los soldados, y la tradición cuenta que era Rafael Canedo, que había matado a navajazos a dos mamelucos el día anterior. A su lado un clérigo con sotana; se sabe que el único sacerdote fusilado fue don Francisco Gallego y Dávila, el único personaje identificado con certeza.



Detalles del rostro y de la mano derecha con un estigma del preso central.

El muerto en primer término, en un violento escorzo, como los otros muertos, amontonados en desorden.

Significado y contexto histórico-artístico.

Goya. Autorretrato (1815).

Goya realiza en 1814 para el rey Fernando VII dos de sus lienzos más revolucionarios, dos obras maestras contra la guerra. El dos de mayo de 1808 en Madrid: la carga de los mamelucos y El tres de mayo de 1808 en Madrid: los fusilamientos en la montaña del Príncipe Pío. Son un paso más en su continuas rupturas respecto a su estilo o estilos anteriores. 
La obra de Goya vivió una constante evolución y progreso, pues no fue un artista precoz, de modo que sus obras más llenas de genialidad llegaron a partir de su madurez, bien entrado en los cincuenta años. Influencias destacadas son las de los maestros de la colección real, en especial Velázquez. De este modo Goya fue pasando por casi todos los estilo de su tiempo, desde el barroco rococó hasta el neoclasicismo y, finalmente, el romanticismo, en el que se podría clasificar perfectamente este cuadro de Los fusilamientos del 3 de mayo.
La innovación de su arte no es propiamente técnica, pues esta es tradicional, sino que reside en la mentalidad auténticamente moderna, en la preocupación por los temas sociales y de la guerra, por la problemática de la razón, y, sobre todo, por su radical transgresión de los ideales de belleza: para Goya la fealdad, lo grotesco, se convierte en gran arte. Lo feo puede ya ser reconocido como estético. Es la estética lo “sublime”, más propia del romanticismo alemán que del inglés.
Destacará siempre por su dominio del colorido y la luz, con un perfecto dominio de la pincelada, captación de la personalidad con pocos trazos, sin dibujo, con manchas. Podemos distinguir dos grandes etapas, no completamente homogéneas: en la primera, la del triunfo creciente, utiliza colores vivos, su visión es optimista, con temas amables; a partir de 1790, ya triunfador, pero recibiendo los primeros grandes golpes, utiliza más el negro, que se vuelve dominante hacia 1820, y su visión es cada vez más pesimista y patética.
Su ideología liberal se plasma en su obra: al principio es un conservador reformista, en la mejor línea del despotismo ilustrado, que con las reformas desea conservar lo mejor del sistema social establecido y que deplora la estupidez popular, pero con la madurez se transforma en un crítico social, un liberal reformista que al menos desde 1800 denuesta al Antiguo Régimen y que recupera una mirada emotiva, aunque siempre crítica, hacia el pueblo llano. En cambio, los gobernantes son retratados con un realismo despiadado, que refleja la decadencia de los Borbones y el advenimiento de la Edad Contemporánea, de las revoluciones. Goya se desgarra entre dos pulsiones: la razón y la mística, y este conflicto marca sus mejores obras.
La significación social de la pintura de Goya es extraordinaria. La relación arte-artista-sociedad se evidencia con trazos muy claros en el caso de Goya. El pintor dotado de un vitalismo optimista de los cartones para tapices desaparece con la sordera y de manera más definitiva con la guerra para dar paso a un artista amargamente crítico y cuya fantasía crea un mundo alucinante de brujas y monstruos, que no ofrecen ningún punto de contacto con las manolas de su primera época madrileña. Si se tratase de obra anónima sin duda se atribuiría a dos pintores diferentes.
Situada su biografía entre dos épocas históricas, el Antiguo Régimen, con sus monarquías absolutas y la prepotencia social de los estamentos privilegiados, y el Régimen Liberal, nacido de los principios revolucionarios franceses, con la exaltación de las clases medias, el papel inspirador de los intelectuales y la limitación de todo centro de poder mediante la redacción de cartas constitucionales que reconocen la soberanía del pueblo y el equilibrio contrastado de los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, Goya es testigo no sólo de los acontecimientos sino también de los procesos profundos, que no se escaparon a su aguda pupila. 
Desde el punto de vista social su experiencia no pudo ser más completa. Por familia pertenecía a la clase artesanal lugareña, por su trabajo se codeó con las aristocracias de la Corte e incluso con la familia real, por talante se convirtió en amigo y contertulio de los intelectuales reformistas.
Algunas notas se desprenden de su extensa obra. En primer lugar el amor al pueblo, en el que puede leerse su intuición de que se aproxima la llamada “primavera de los pueblos”, la serie de revoluciones que lo convierten en sujeto protagonista de sus propios destinos. Las escenas populares, fiestas y trabajos, están representadas con simpatía y los cuadros patrióticos traslucen una honda compasión por los sufrimientos colectivos. 
En esta pareja de pinturas se exhiben la crueldad de la guerra que Goya rechaza, para exaltar no lo individual sino lo colectivo. Goya rechaza el estilo propagandístico de sus antecesores como Tiziano, Rubens o Velázquez que privilegiaban a los poderosos y ensalzaban sus victorias, sino que abre el camino contemporáneo de dar protagonismo al pueblo llano. En su estilo la transmutación definitiva la consiguió la guerra, un drama, un sufrimiento social sin parangón.
Después de este cuadro, gozne de un cambio esencial en su estilo, vendrán las famosas Pinturas Negras, que ahondarán en su estudio de la mísera condición humana y que prolonga sus hallazgos formales de realismo y tenebrismo.

Influencia anterior y posterior.


Tiziano. Carlos V en Mühlberg (1548).


Rubens. Los horrores de la guerra (1637).


Velázquez. La rendición de Breda (1634-1635).

Tiépolo. El martirio de San Bartolomé (1722). Nótese la analogía de los brazos abiertos y el contraste de colores, en las obras respectivas del pintor italiano y del español.

Sin duda Goya, como gran conocedor de la pintura de género histórico y en especial del estilo de los grandes maestros de la colección real, se inspiró en las obras de Tiziano, Rubens y Velázquez, y en esta obra laten sus mejores características de realismo en los personajes, de pincelada libre, de composición racional y de claroscuro tenebrista. Pero hay que insistir en que revoluciona su intención: Goya no se centra en los privilegiados sino en los humildes, y en ello podríamos enlazarlo con la concepción realista de Caravaggio y de las mejores obras de Velázquez y Ribera en las que estos destacaban la humanidad de los marginados, y desde el punto de vista formal pudo inspirarse en un cuadro de Tiépolo, El martirio de San Bartolomé (1722), que pudo ver en su viaje a Italia en 1771.
  

Manet. El fusilamiento del emperador Maximiliano (1863). El pintor había visto el cuadro de Goya en una visita al Museo del Prado y profesaba una gran admiración por él y Velázquez.


Picasso. Guernica (1937). Picasso era un gran admirador de Goya.


Picasso. Masacre en Corea (1951).

La influencia de la nueva visión que nos ofrece Goya llegará ya en el siglo XIX a Manet, como vemos en El fusilamiento del emperador Maximiliano (1863), y ya en el siglo XX al Picasso del Guernica (1937), la otra gran obra maestra del antibelicismo, o en Masacre en Corea (1951). 

FUENTES.
Internet.

Blogs,

Documentales / Vídeos.


Goya y los fusilamientos del 3 de mayo3:05. [https://www.youtube.com/watch?v=BjJhzAMD1Mw] Escena de película que muestra a Goya como testigo directo de las ejecuciones.


Goya. Los fusilamientos del 3 de mayo. ArteHistoria. 2:23. [https://www.youtube.com/watch?v=TylGuoEN5x4]


Goya. Los fusilamientos del 3 de mayo. 6:49. [https://www.youtube.com/watch?v=nIpOqxozO18]


Goya. Los fusilamientos del 3 de mayo. Comentario de Alejandro Vergara, Museo del Prado. 8:32. [https://www.youtube.com/watch?v=Ew6PTv5R-hw]


Goya. Los fusilamientos del 3 de mayo. Comentario de Concha Jerez en el Museo del Prado. 8:39. [https://www.youtube.com/watch?v=4UbEIucoE4k]

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