sábado, 2 de junio de 2012

La escultura griega.

LA ESCULTURA GRIEGA.

1. CARACTERÍSTICAS.
2. EVOLUCIÓN DE LA ESCULTURA.
PERIODO PREARCAICO.
PERIODO ARCAICO (VII-VI).
Características.
Evolución:
1) Primera fase (700-600): pequeñas dimensiones.
2) Segunda fase (600-480): la gran escultura del kouros y la koré.
PERIODO CLÁSICO (V-IV):
Características.
Evolución.
1) Primera fase (500/480-450).
2) Segunda fase (450-400): Mirón, Policleto, Fidias.
Mirón.
Policleto.
Fidias.
3) Tercera fase (400-323): Praxíteles, Escopas, Lisipo.
Praxíteles.
Escopas.
Lisipo.
Obras menores.
PERIODO HELENÍSTICO (III-I).
Características.
Evolución: las escuelas de Alejandría, Pérgamo y Rodas.
Escuela de Alejandría.
Escuela de Pérgamo.
Escuela de Rodas.

ESCULTURA.

1. CARACTERÍSTICAS.
Es un arte esencial para el conocimiento del arte griego, porque define muy bien su concepto de la belleza y porque informa la estética de las demás artes. Así, la arquitectura es una escultura del espacio.
La estética escultórica está dominada por el antropocentrismo (hombre como medida de todas las cosas). Hay una evolución desde la abstracción y esquematismo hacia el naturalismo inpirado por unos modelos ideales, en un naturalismo idealizado, aunque muy cercano al realismo. Se gana progresivamente en expresividad y dinamismo.
La escultura sigue la periodización de la arquitectura, con unos comienzos poco conocidos, que se emparentan con las estatuillas votivas (xoanas).
Se usan materiales diversos: madera, piedra caliza y mármol, bronce con procedimiento a la cera perdida y en fundición. Los escultores labraron el mármol y la caliza, modelaron la arcilla y fundieron sus obras en bronce. Las grandes estatuas votivas se esculpieron en láminas de bronce o se recubrieron con oro y marfil sobre estructuras internas de madera. Algunas veces se realizaban por separado las cabezas o los brazos extendidos, que posteriormente se unían al torso.
La policromía era la norma (salvo en el bronce), pues la escultura en piedra y en arcilla estuvo total o parcialmente pintada con pigmentos brillantes, aunque se ha perdido casi por completo y la imagen que tenemos es de una escultura blanca.
Hay dos grandes conjuntos de obras: la escultura monumental en edificios públicos, especialmente templos, en forma de relieves en las metopas, frisos y tímpanos, y la escultura exenta, que podía estar en esos edificios (las imágenes divinas) o en el exterior (dioses, héroes).
Destacan seis grandes artistas: Mirón, Policleto, Fidias, Escopas, Praxíteles y Lisipo. Los artistas firman las obras, gracias a su creciente valoración social.

2. PERIODOS.



PERIODO PREARCAICO.
De la escultura del periodo prearcaico, en su etapa geométrica antes del siglo VII aC, se han encontrado únicamente pequeñas piezas en madera (xoana), marfil, piedra, bronce y terracota. 
Cabe destacar una pequeña estatua de Apolo realizada en bronce (Museo de Bellas Artes de Boston). Las esculturas de este periodo no son representaciones realistas, sino obras de naturaleza esquemática, muy conceptual.

PERIODO ARCAICO (VII-VI).
Características.
La figura humana centró el interés del artista griego desde el periodo arcaico, y el es­cultor en particular atendió a sus formas anatómicas como organismo vivo y a la relación proporcional entre sus partes como ideal y fundamento de belleza, en busca de la expresión de un idealismo que trasciende lo sensitivo.
El kouros y la koré, prototipos escultóricos arcaicos, son el producto de la rápida evolución experimentada por la escultura hasta el siglo VII aC y que ponen de manifiesto la influencia oriental y egipcia, pues los griegos empezaron a esculpir en piedra inspirados en las piezas monumentales de Mesopotamia y Egipto.
Especialmente patente es la influencia egipcia en la escultura arcaica griega en los rasgos de la rigidez, la frontalidad, la simetría estricta, la esquematización geométrica (patente en la musculatura del vientre o de las rodillas), los ojos almendrados, la sonrisa arcaica (apenas insinuada), la cabellera al modo egipcio, los brazos junto al cuerpo con las manos cerradas, y el ligero adelantamiento de la pierna izquierda para sugerir movimiento.
Las esculturas de bulto redondo compartieron la solidez y la característica posición frontal de los modelos orientales, pero, como podemos comprobar en la Dama de Auxerre y el Torso de Hera de Samos (periodo arcaico primitivo, c. 660-580, ambas en el Museo del Louvre de París), sus formas fueron pronto más dinámicas que las de la escultura egipcia.

Evolución:
Se pueden distinguir dos fases: Primera fase (700-600). Segunda fase (600-500).

1) Primera fase (700-600): pequeñas dimensiones.
En la primera fase la escultura es de pequeñas dimensiones, en metal, marfil o madera. Las primeras obras (xóanas), en madera, eran exvotos con reliquias de los héroes y sólo se conocen por la literatura. Se reconocen las escuelas isleñas de Creta y las Cícladas.
En la de Creta la tradición asigna a Dédalo ser el primero que ‹‹abrió los ojos y separó las piernas››; el “dedalismo” se extendió por Grecia en el siglo VII y se caracteriza por una vuelta a la sobriedad formal.
En la de las islas Cícladas descuella la herencia de la esquemática escultura cicládica, en la que destacan los relieves del friso del tesoro de Sifnos en el santuario de Delfos.

2) Segunda fase (600-480): la gran escultura del kouros y la koré.
En la segunda fase aparece la gran escultura, con materiales de mármol o bronce, en gran parte para la decoración exterior de los templos. El bronce se utilizó con la técnica de la cera perdida (la mayoría de sus piezas se han perdido). Atenas nos ha legado la mayoría de las obras. Los tres tipos que predominan son el joven atleta desnudo de pie (kouros), la doncella vestida en pie (kore) y la mujer sentada. Al principio todos con características de cuerpo entero, rigidez, inmovilidad, frontalidad, simetría, cierta desproporción, geometrización (tendencia al esquematismo), ojos globulares, sonrisa arcaica. Todos ellos acentúan las características esenciales del cuerpo y expresan, cada vez más, un conocimiento preciso de la anatomía humana. La razón de ser de la representación de estos jóvenes fue por una parte de índole sepulcral y otra de carácter votivo.
Las esculturas masculinas y femeninas, a partir aproximadamente del 600-575, reflejaron en sus rostros la denominada “sonrisa arcaica”. Aunque esta expresión no parece obedecer a razones específicas en las personas o situaciones en las que aparece reproducida, quizás fue empleada por los griegos como un artificio que proporcionaba a las figuras un rasgo humano distintivo.

Comparación de koré y kouros.

El kouros es un atleta desnudo y erguido con carácter frontal, adelantando la pierna izquierda, con los brazos pegados al cuerpo y los puños cerrados, con la “sonrisa arcaica”. Aparecen primero el Kouros de Sunion y el Apolo primitivo del Museo Metropolitano de Nueva York. Su madurez comienza en el 600, con los gemelos Cléobis y Bitón, del Museo de Delfos, o las figuras de Sunion, evolucionando hacia un mayor realismo y una frontalidad menos rígida, con el Moscóforo (560) y el Jinete Rampin (540). Hacia el 500 aumenta el vigor y la elasticidad, con el Apolo Strangford de Lemnos del Museo Británico de Londres, obra bastante más tardía, y el Kouros de Anavysos conservado en el Museo Arqueológico Nacional de Atenas. En dichas obras, a diferencia de otras más antiguas, puede observarse un estudio más detallado de la estructura muscular y anatómica.

Los gemelos Cléobis y Bitón (600-580) a la izquierda, comparados con el posterior Kouros de Anavysos (520).

Los gemelos Cléobis y Bitón (600-580, Museo de Delfos; encontrados en 1894 en Delfos), son estatuas de gran dimensión (2,18 metros). Pueden ser los Dioscuros o mejor los famosos gemelos Cléobis y Bitón, atletas hijos de la sacerdotisa de Hera en Argos, a los que, tras una hazaña de areté (virtud y fuerza), al tirar del carro de su madre hasta el distante templo, y al pedir su madre que la diosa les concediera el mejor presente que se pudiera conceder, la diosa les durmió para siempre en su templo, de acuerdo al proverbio griego de Solón de que los dioses se llevan jóvenes a quienes aman. Las estatuas reflejan con su marcada musculatura en el cuerpo desnudo el esfuerzo realizado, la fuerza interior, la fama alcanzada en contraste con la fragilidad de la existencia. Siguen la estética egipcia en la moda del peinado de los cabellos, el avance del pie izquierdo, la frontalidad y simetría, la grandiosidad de la masa cúbica. Pero ya se diferencian en que están desnudos y tienen mayor independencia corporal, mientras los egipcios se cubren con un faldellín y se sostienen sobre un pilar dorsal que aumenta su estatismo.


El Moscóforo (570-560) es un tipo muy exitoso, pues su figura será imitada en el arte paleocristiano para representar al Buen Pastor. Es un pastor que porta a hombros a un animal (carnero) para un sacrificio.

El Jinete Rampin (540; la cabeza en el Louvre; el cuerpo en el Museo de la Acrópolis) representa a un dios o a un noble ateniense. Se distingue por su sonrisa mucho más marcada.

El tipo de la koré es sobre todo ático, con una evolución hacia la expresividad en varias fases: 1) primitiva (650-550) con la Dama de Auxerre, 2) transición (550-530), 3) madura (530-500), 4) tardía (500-480). Se visten con el peplo dórico y desde el 550 con el chitón y el himátion jónicos, con pose frontal y sonrisa arcaica. Las korai se asociaban a lo religioso, junto a los templos. Las figuras femeninas, vestidas y de pie, ofrecen una amplia variedad de expresiones, tal y como puede verse en las esculturas del Museo de la Acrópolis de Atenas, que pertenecían a la serie del santuario de la Acrópolis (destruido por los persas en 480 y cuyos restos fueron enterrados y así han podido ser recuperados recientemente, incluso con parte de sus colores). Sus ropajes están tallados y pintados con la delicadeza y la meticulosidad característica de la escultura de este periodo.

Evolución de las korai, desde la Dama de Auxerre a la izquierda.

La primera obra que nos ha llegado completa de la estatuaria arcaica es la Dama de Auxerre (650-620; Museo del Louvre), en caliza. Es cretense, probablemente de la llamada escuela “dedálica”, la primera conocida. Es una imagen votiva, de pequeño tamaño (55 cm), que destaca por su esquematismo idealizado en la expresión (con la típica sonrisa arcaica) y el cuerpo (aunque atenuado por cierto naturalismo, en los cabellos y los pechos), la desproporción (las manos y los pies están exagerados), la frontalidad y la rigidez (aunque atenuada por cierto movimiento, pues gira su mano derecha sobre el pecho en actitud orante, de recogimiento y pudor), la policromía (con predominio del rojo y negro; aunque perdida, se ha reconstruido por el Museo de Cambridge), la decoración geométrica en el faldellín y la moda egipcia en el “peinado de pisos”.
La escultura monumental se aplica a la arquitectura, en los tímpanos, metopas y frisos, primero poniendo figuras de distinto tamaño y luego con una adaptación de las posturas de las figuras a la forma arquitectónica (triangular en los tímpanos). Los relieves escultóricos que se esculpieron con posterioridad a la escultura exenta o de bulto redondo, representaron a sus figuras en movimiento. Los frisos del Tesoro de los Sifnios, en el santuario de Apolo en Delfos (Museo Arqueológico de Delfos), que muestran una de las batallas de la guerra de Troya, son uno de los ejemplos más excepcionales del periodo arcaico medio (c. 580-535). Otra muestra importante es el frontón del templo antiguo de Atenea en la Acrópolis de Atenas, conservado en estado fragmentario (Museo de la Acrópolis), que representa un combate entre dioses y gigantes. Entre los ejemplos del periodo arcaico tardío (c. 535-475) destacan las esculturas de los frontones del templo de Afaia en Egina (510-480; Gliptoteca de Múnich). Las figuras del frontón oriental parecen tan llenas de vida como los atletas que describió el poeta Píndaro.
Los escultores del periodo arcaico continuaron fundiendo esculturas en bronce. Los ejemplos del siglo VI aC describen los músculos de forma esquemática mediante la representación de un estrecho arco en el límite bajo del tórax y unas marcas horizontales. Las esfinges y otras formas realizadas en piedra sirvieron como florones, yelmos o lápidas y, así, el tema de los animales, poco tratado, da obras maestras desde el 600 (caballos, leones, terneros, como el que porta el Moscóforo).
En el siglo XIX se comenzó a valorar el mérito artístico de la escultura del periodo arcaico gracias a los hallazgos de las famosas korai de la Acrópolis.

PERIODO CLÁSICO (V-IV).
Características.
Es la etapa de plenitud, con avances constantes hacia el naturalismo idealizado; la proporción, la armonía y la simetría; la perfección técnica.
Se trata de plasmar la belleza ideal, con un naturalismo idealizado, sin hieratismo. El canon es la representación ideal, sin defectos, por lo que no cabe hablar de puro realismo.
El tema principal es el cuerpo humano, con variantes de joven, hombre maduro, barbudo, mujer joven, mujer madura, lo que rompe la dicotomía prearcaica del kouros y la koré. Hay rasgos “clásicos”: la nariz prolonga la línea de la frente, no hay retinas (se coloreaban)...

Evolución.
Hay tres fases: Primera fase (500/480-450), Segunda fase (450-400), Tercera fase (400-323).

1) Primera fase (500/480-450).
El comienzo del siglo V (500/480 hasta 450) es considerado como una etapa de transición entre el arcaico y el clásico. Algunos la han llamado fase o periodo 'severo'. La datación es solo aproximada, pues unos autores apuntan a un inicio hacia 500 y otros hacia 480.
Tras la victoria sobre los persas (480) hay una explosión artística, con múltiples demandas de arte para los templos que deben ser levantados o reconstruidos. Se produce el abandono paulatino de la rigidez primitiva en busca de unas proporciones ideales que tomarán como módulo la cabeza, de una flexibilidad en el movimiento y la expresión, y en los ropajes femeninos una gran finura y transparencia de los pliegues. La escultura de la alta época clásica no presenta la típica sonrisa o los suaves detalles característicos del periodo arcaico. En su lugar, se expresa una cierta solemnidad determinada por la nueva fuerza y simplicidad de las formas.
De escultores anónimos de la primera mitad del siglo V son, en bronce, el Auriga de Delfos, y el Poseidón del cabo Artemision; en mármol, los Tiranicidas y los relieves de los tronos Ludovisi y de Boston, en los que hay aún un hieratismo solemne y sereno. Los dos guerreros de Riace, en bronce, del siglo V, son de atlética perfección clásica (algunos autores los atribuyen a Fidias por su calidad).

El auriga de Delfos (474, Museo Arqueológico de Delfos) es tal vez del escultor Pitágoras de Regio (otros nombres propuestos son Onatas de Egina, Hegias de Atenas, Sotades). Formó parte de un conjunto mayor, encargado por el tirano Polyzalos de Gela (Sicilia) para conmemorar su victoria en la carrera de caballo en Delfos. Es una obra muy naturalista e idealizada, lo que se evidencia en la cabeza casi totalmente esférica, un ideal de belleza con un rostro que no refleja sentimientos, sino armonía, pero en contraste la parte inferior sigue siendo muy estática, todavía arcaica (tal parece el fuste de una columna dórica), aprovechando el chitón que cubre casi toda la pieza y que necesitaba menos cuidado porque estaba oculta por el carro. Sus materiales son muy ricos: cuerpo de bronce, ojos de cristal, labios que estaban recubiertos de láminas de plata.


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Efebo de Kritios .

Son excelentes el joven de pie o Efebo de Kritios (denominado así por el escultor ateniense Critius o Kritios) y la cabeza del Efebo rubio (ambos en el Museo de la Acrópolis de Atenas), así como el Idolino (Museo Arqueológico de Florencia).
Los escultores de esta época representaron sus personajes en el momento inmediatamente anterior o posterior a la culminación de una acción significativa. En el templo dórico de Afaia en la isla de Egina, hay un conjunto de esculturas de figuras humanas en los frontones, de un naturalismo idealizado (que será común en todo el periodo clásico). En los frontones del templo de Zeus en Olimpia (Museo Arqueológico de Olimpia), en el frontón oriental aparecen los preparativos, supervisados por Zeus, para la fatal carrera de carros ente las legendarias figuras de Pelops y Enomao; en el frontón occidental la batalla entre lapitas y centauros; y las doce metopas conservadas, describen los trabajos de Hércules ayudado por la diosa Atenea.
Muchas de las obras de la alta época clásica se perdieron en la Antigüedad. Algunas han perdurado, sin embargo, en las copias realizadas por los romanos, para los que el estilo clásico tuvo un atractivo considerable. Entre algunas de esas copias se encuentran los Tiranicidas realizados por Kritios en colaboración con Nesiotes (Museo Nacional de Nápoles).

2) Segunda fase (450-400): Mirón, Policleto, Fidias.
La segunda fase es la más importante, la clásica por antonomasia, también conocida como la época de Pericles (aunque propiamente esta fue en 450-430), en que la teoría y la práctica se conjugan a través del dinamismo, la proporcionalidad y el idealismo. Los rostros son serios, serenos, regulares.
En esta fase aparecen los grandes maestros Mirón, Policleto y Fidias; según la tradición, los tres fueron discípulos de Hagéladas de Argos. Fidias y Policleto fueron los escultores más importantes del periodo clásico medio. Según el parecer que se sostuvo en la antigüedad griega, Fidias fue el escultor de los dioses mientras que Policleto fue el de los seres humanos o mortales. En Atenas también trabajan otros notables escultores, como Calamis y Alcámenes de Atenas (las Cariátides del Erecteion), y Agoracrito de Paros, que son discípulos de Fidias, Crésilas de Creta (Pericles), Calímaco (escultor y pintor) y Paionios, con su Niké en vuelo de Olimpia.

Mirón.
Mirón (nacido en Eleutere, Beocia, activo en 470-440) es un broncista que aporta sobre todo el equilibrio en el movimiento.

Destaca como autor del  famoso Discóbolo (en la imagen una copia romana en mármol).
Hay en él lanzador una búsqueda de la suprema armonía del cuerpo humano, de un ideal simbólico del hombre, sin relación con la divinidad. Este idealismo se refleja en que el rostro se mantiene sereno, pese a que debiera estar en el momento de máximo esfuerzo físico. Formalmente, capta el movimiento, el dinamismo, en una pose de instantaneidad, gracias a la forma curvilínea en espiral, contrapesada por las líneas quebradas de brazos y piernas, con varios puntos de vista.
Sus trabajos son contemporáneos a la escultura en el Partenón. El Discóbolo y Palas Atenea y Marsias estuvieron en un principio en la Acrópolis y son conocidas únicamente por las copias romanas conservadas, la mayoría en mármol, alguna en bronce.

Policleto.
Policleto es un broncista (Argos, activo en 450-420), que trabajará en Atenas durante el periodo de grandes obras públicas de Pericles, en abierta rivalidad con Fidias. Al estallar la guerra del Peloponeso volvió a Argos, donde realizó su obra de madurez. Sus dos grandes aportaciones son el canon y el contraposto.

Comparación de los cánones del Diadumeno de Policleto (izquierda) y el más esbelto Apoxiomeno de Lisipo.

Publicó el Canon (la norma), sobre la proporción ideal del cuerpo humano (la cabeza como 1/7 del cuerpo): ‹‹La perfección únicamente se alcanza a través de muchos números››. Defiende que la belleza emana de la proporción, la armonía, la simetría.
Es autor de numerosos trabajos, pero que sólo nos han llegado en copias romanas.

El Doríforo (440, Museo Nacional de Nápoles), “portador de lanza” (tal vez, el lancero representa a Aquiles) es su obra maestra, por ser equilibrada, austera, naturalista idealizada, en una postura “clásica”, con el peso del cuerpo sobre una pierna, doblada la otra hacia atrás, lo que da una sensación matizada de movimiento que es novedosa, en el llamado contrapposto (contrapostura del cuerpo, en un movimiento potencial, más insinuado que real). Hay un perfecto estudio anatómico (naturalismo), con una proporcionalidad de la cabeza (1/7) respecto al cuerpo, de las partes del cuerpo entre sí, como la circunferencia del vientre, la cabeza perfectamente esférica (gracias al peinado), la división de la cara en tres segmentos (frente, nariz y boca)...


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Diadumeno.

Otras piezas de gran calidad son el Diadumeno (440-430, Museo Nacional de Atenas) y la Amazona Capitolina (450-430, Museo Metropolitano de Nueva York). En estas esculturas la postura frontal de las figuras del periodo arcaico se sustituye por posiciones más complejas y actitudes más naturales.
En su vejez en Argos realizó la estatua criselefantina, hoy perdida, de Hera y el programa escultórico del templo de Hera, el Hereo de Argos.

Fidias.
Fidias (Atenas, )490-430?, activo en 470-430) es el gran escultor de los dioses. Trabajó en las grandes obras promovidas por su protector, Pericles, coordinando el trabajo del Partenón. Acusado de robar parte del oro de la estatua de Atenea Parthenos, y, según otros, de blasfemia al autorretratarse en su escudo, fue condenado a una multa y exiliado.
Destaca por sus numerosas y extraordinarias cualidades: la serenidad y monumentalidad, composición equilibrada, proporción en los cánones, austeridad, belleza extrema, armonía en las figuras, realismo anatómico, la técnica de “paños mojados” (que muestran las formas del cuerpo con sensualidad y juego de luz), representación psicológica en los rostros, movimiento... Aúna con rara perfección y belleza el naturalismo idealizado con el realista.
Entre sus obras destacan la extraordinaria decoración escultórica del Partenón. Fidias definió el estilo de las esculturas del templo, pero la mayoría de ellas fueron probablemente ejecutadas por sus discípulos en el taller. Muchas de las esculturas del Partenón y otros monumentos de la antigua Atenas se conservan en la Colección Elgin (porque fue lord Elgin quien los llevó a Inglaterra) en el Museo Británico de Londres.
Destacan las 92 metopas del friso exterior con un ciclo bélico, con dos o tres figuras en cada recuadro, valorando el vacío, con movimiento sereno. Hay cuatro grupos:
- Gigantomaquia. Las metopas orientales representan una batalla de gigantes.
- Amazonomaquia. Las occidentales una batalla contra las amazonas.
- Centauromaquia. Las del sur la batalla entre lapitas y centauros.
- Guerra de Troya. Las del norte la destrucción de Troya.


Selección de metopas de la Centauromaquia

El friso interior (200 metros) representa la ceremonia de la procesión sagrada de las Panateneas, con los ciudadanos atenien­ses acercándose a la diosa Atenea en el cortejo procesional de las fiestas panatenaicas, cuando las doncellas le presentan a la diosa su peplo o vestidura nueva. Destaca la extraordinaria sensación de profundidad.

Fragmento de la procesión de las Panateneas, con una reconstrucción de los colore originales.

Fragmento de la procesión de las Panateneas.

Ceremonia ritual con Panateneas.

Los dioses del Olimpo.


Los caballos del carro de Helios y Dioniso yacente.

Las esculturas de los frontones representan dos grupos: a) en el frontón oriental aparece el nacimiento de Atenea, rodeada de los dioses del Olimpo, b) en el frontón occidental su lucha con el dios Poseidón por el dominio de las tierras del Ática. Las composiciones están adaptadas a los triángulos del centro y de los extremos.

Fidias también esculpió al menos tres gigantescas estatuas criselefantinas (oro y marfil). 

La más famosa es la de Atenea Parthénos en la cella del Partenón, de 12 m de altura, realizada en madera cubierta de oro en el vestido y de marfil en el rostro; fue llevada a Constantinopla y desapareció después del 1204, cuando la ciudad cayó en manos de los venecianos en la IV Cruzada). 

Estatua de Varvakeion, copia romana aproximada de la Atenea Parthenos.

La de Atenea Prómachos se exhibía en la explanada de la Acrópolis apenas se salía de los Propileos, en el camino de ascenso al Partenón.
Aunque ninguna de las dos anteriores Ateneas se ha conservado y ni siquiera existen buenas copias de las mismas, la Estatua de Varvakeion es al parecer una copia aproximada de la Atenea Parthenos. Además, la cabeza de la Atenea Lemnia (Museo Cívico de Bolonia), copia romana de una obra de Fidias, junto con el trabajo de sus discípulos Alcámenes y Agorácritos, permiten deducir algunas ideas de su iconografía.

Fidias trabajó al final de su vida en el templo de Zeus en Olimpia, para cuya cella esculpió la inmensa estatua criselefantina de Zeus, en postura sedente, coronada de laurel, con un cetro rematado en águila en su mano izquierda y una Victoria alada en la derecha. Fue considerada entonces su obra más perfecta, una de las siete maravillas del mundo antiguo, pero también ha desaparecido y su imagen se ha conservado sólo en monedas y en descripciones de Estrabón y Pausanias. Su taller en Olimpia se ha hallado en las excavaciones enfrente del templo, reconvertido en un templo bizantino; se encontró incluso una cerámica con su nombre escrito, tal vez (soñamos) de su mano.

3) Tercera fase (400-323): Praxíteles, Escopas, Lisipo.
El siglo IV aC la fase de clasicismo tardío se caracteriza por desarrollar más naturalismo realista (en detrimento del naturalismo idealista, aunque todavía está presente), más sensual y de proporciones más estilizadas (el canon se estiliza, es más esbelto), con los temas de los dioses y los atletas mostrados en la cotidianeidad y con la aparición del desnudo femenino. La escultura del último clasicismo estuvo dominada por Praxíteles, Escopas y Lisipo.

Praxíteles.
Praxíteles (Atenas, nacido c. 400, activo en 380-330 o 320). Hijo del escultor Cefisódoto el Viejo, autor del grupo de Irene y Plutos (370, Gliptoteca de Múnich), que le influye en el realismo y la talla más suave.
Praxíteles se define por su estilo delicado y elegante, lleno de belleza y refinamiento sensual, caracterizado formalmente por la famosa “curva praxiteliana” (una mayor inclinación de la cadera). Trabaja tanto el mármol como el bronce.

Es admirado, sobre todo, por el primer desnudo femenino, la Afrodita de Cnido (370-350 ac, conocida por una copia romana en mármol en los Museos Vaticanos de Roma), que aparece cubriéndose con la mano derecha el centro del cuerpo, en un gesto púdico que sirvió de pauta para los desnudos femeninos posteriores y que será el modelo más famoso e imitado de belleza femenina, con formas plenas, un suave modelado y la curva praxiteliana. Su expresión combina la dignidad, el encanto delicado y la frivolidad mundana. La mano ocultando tímidamente su sexo, también puede sugerir la fuente de su poder. Sus párpados inferiores están remarcados únicamente por medio de una talla ligera y la superficie de la figura está esculpida de tal forma que produce un suave juego de luces y sombras. El romano Plinio el Viejo la proclamará todavía en el siglo I (otra época clásica) como la mejor obra artística del mundo (‹‹in toto orbe terrarum››), por su expresividad íntima.


Posterior, tal vez una de sus últimas obras es el Hermes con Dionisio niño (c. 330-320 aC, Museo Arqueológico de Olimpia), encontrado en el Heraion de Olimpia en 1887 y que es una las pocas piezas originales de los grandes maestros, aunque varios autores dudan de su autoría. El tronco del árbol en el que se apoya Hermes está integrado en la composición, manteniendo las curvas voluptuosas (praxitelianas) de la figura. Hay una tendencia a un mayor naturalismo, aunque la expresión es todavía idealizada.
Destaca también el melancólico rostro de la Psiquis.
Se atribuye a Praxíteles un Sátiro danzante (2 metros altura, 100 kg) de bronce proveniente de un hallazgo submarino en Sicilia en 1998, de delicado rostro y enérgico movimiento en la pierna que resta.

Escopas.
Escopas (Paros, c. 380-330). Sus esculturas están llenas de movimiento y un sentimiento que oscila entre el dramatismo y el patetismo.
Abandonó gradualmente la expresión serena del periodo clásico, su idealismo, introduciendo en los rostros de sus figuras una expresión pasional y emotiva, más realista. Es un maestro del pathos, de la pasión, de la emoción, del dolor y la melancolía (abandonando la serenidad anterior), tal y como podemos observar en las esculturas conservadas del templo de Atenea Alea en Tegea (hoy en el Museo Nacional de Atenas). Sus obras adornaban el Mausoleo de Halicarnaso (c. 350).

Resultado de imagen de scopas, Ménade danzante

Muy estudiada ha sido la Ménade danzante (340-330; copia romana en mármol, en Albertinum de Dresde, erróneamente llamada a veces Bacante herida), plena de movimiento frenético, que distorsiona su cuerpo (una torsión violenta); fue concebida para un punto de vista lateral, para representar una acólita ya casi desnuda, con el rostro lleno del dios, elevado al cielo. Destacan además la cabeza de Meleagro y la Deméter de Cnido.

Lisipo.
Lisipo (nacido en Sición, Peloponeso, activo en 368-318) es un broncista prolífico, que esculpe ágiles atletas, y acentúa el naturalismo y la cotidianedidad, siendo un puente hacia el periodo helenístico (Charbonneaux y Pollitt incluso consideran que pertenece a este periodo). Introdujo un cambio en el canon, consistente en alargar el cuerpo y reducir la cabeza, de modo que está fuese un 1/8 respecto al cuerpo, que así aparece más esbelto.

Destaca el desaparecido bronce del Apoxiomeno (c. 330; Agripa lo trasladó a sus termas en Roma, y es conocido por una copia romana en mármol en los Museos Vaticanos de Roma). Representa un atleta en la acción de limpiarse con un estrígilo. Es una obra de extraordinario verismo, ‹‹tal como se ven›› y ‹‹no como son››, de naturalismo muy realista (expresionista: el pelo revuelto, el gesto cansado), aunque conserve cierto idealismo por el canon. Se estiliza el cuerpo, no hay frontalidad sino un movimiento que multiplica los puntos de vista, con un brazo en escorzo y otro dirigido hacia el espectador.

Lisipo es el primer retratista conocido, con su famoso (y desaparecido) retrato de Alejandro, tomado del natural, que sirvió de modelo para muchas reproducciones que sí han llegado hasta hoy.

Obras menores.
Se han conservado muchas estatuas en terracota sin esmaltar del siglo IV aC  posteriormente. Estas piezas proceden fundamentalmente de ajuares funerarios y fueron denominadas figurillas Tanagra, ya que Tanagra (Boecia) fue el lugar donde se encontraron por primera vez. Muchas de ellas están huecas porque se realizaron con moldes. Están pintadas al temple y muestran temas diversos como actores cómicos, mujeres vestidas con elegancia, enanos y dioses en miniatura.
Las lápidas áticas de los siglos V y IV aC consistían en una losa decorada en relieve, con personajes que transmiten la tristeza de la partida. A menudo, las figuras estaban flanqueadas por pilastras coronadas por una cornisa.

PERIODO HELENÍSTICO (III-I).
Con la conquista de oriente por Alejandro Magno, los artistas cuestionaron la estrechez de miras del arte griego, seleccionando como temas posibles para sus obras a personas de tipos étnicos diferentes, como persas o indios y sus diferentes estados físicos, incluyendo la vejez, la enfermedad o la deformidad. La disolución del imperio de Alejandro propició el alzamiento de varias dinastías rivales, y los reinos independientes que se originaron crearon sus propias escuelas artísticas.

Características.
La escultura helenística parte de la tendencia realista anterior, de Praxíteles, Escopas y Lisipo, extremándola en un proceso experimental de lo que se ha llamado “barroquización”. Los artistas abandonan el idealismo, la unidad y racionalidad, el sentido de la medida, la simplicidad y la serenidad clásicas. Los rostros son apasionados, dominados por el esfuerzo, el temor, el deseo, etc. Se busca el naturalismo realista y expresionista que se inspira en la violencia, la lucha y el drama, para lo que se acentúa el movimiento, patetismo, expresividad, claroscuro, monumentalidad, la complejidad de los grupos escultóricos.
La escultura evolucionó hacia formas abiertas, formas que obligaban al espectador a trasladarse más allá del espacio de las figuras, en un estilo lleno de emotividad, como vemos en El sátiro dormido (Palacio Barberini en Roma), la Victoria de Samotracia y la Afrodita de Melos, más conocida como la Venus de Milo (ambas en el Museo del Louvre de París).
Además, la escultura del periodo helenístico experimentó nuevos recursos compositivos. Una de las disposiciones favoritas, llamada posición en aspa, representa la figura humana con el torso retorcido, esto es, la cabeza y los miembros dispuestos en direcciones contrarias. Este recurso se empleó en los grupos escultóricos, como Menelao portando el cuerpo de Patroclo (Loggia dei Lanzi, Florencia), donde los artistas invitan al espectador a moverse alrededor de la composición. Otras esculturas similares son el Heracles Farnesio o Las manzanas de las Hespéridas que Heracles lleva sobre su espalda (Museo Nacional de Nápoles) y el Hermafrodita dormido, con su sexualidad ambigua (Museo de las Termas, Roma).
Muchas de estas innovaciones en la escultura griega se adecuaron al estilo romano donde se copiaron muchas obras, modificándolas según su gusto e incluso añadiendo una o más figuras subsidiarias, como puede verse en el grupo de Laocoonte y sus hijos (Museos Vaticanos de Roma). Durante la época romana, la mayoría de los escultores griegos continuaron la tradición helenística en Grecia, Asia Menor, África e Italia.
Hay nuevos (o más frecuentes) temas de la vida cotidiana: niños, viejos u obreros: retratos realistas (Demóstenes, Séneca), temas infantiles con gran encanto (Espinario, Niño de la Oca, Eros y Psiquis), desnudos femeninos (Venus de Milo, plena de naturalidad, elegancia, serenidad y leve movimiento).

Evolución: las escuelas de Alejandría, Pérgamo y Rodas.
Las escuelas principales son tres, con una constante relación entre ellas y una constante tendencia a aumentar el realismo (en parte, tal vez, para satisfacer el gusto de la clientela romana) y la expresividad. Las similitudes hacen que a veces sea difícil concretar la escuela de una obra. Pero no olvidemos que perduran las escuelas anteriores en Atenas, Corinto, Argos o Tanagra, aunque ya en un nivel secundario.

Escuela de Alejandría.
Alejandría es la escuela principal, aunque dio pocas obras maestras. La dinastía tolemaica de Egipto perpetuó las tradiciones del periodo clásico desde el siglo IV aC. 

Se producen temas de género, bronces de escenas callejeras y alegorías como el Dios del río Nilo de la imagen superior, personificado en un hombre maduro, barbado, recostado, rodeado de símbolos de la fertilidad.

Una obra en parte relacionada es la Venus de Milo (h. 150-100 aC; hallada en Melos en 1820; hoy en el Louvre), original en mármol. Se la ha considerado el ideal de la belleza griega. Probablemente es obra de un artista de Antioquía, tal vez Agesandros o Aleixandros, influido por Lisipo, el último clasicista, por lo que se puede considerar que está cerca de la estética alejandrina. Destaca la diosa por la gran dimensión de la figura y su sentido del movimiento (línea sinoidea del cuerpo, el juego de paños), y la sensualidad.

Escuela de Pérgamo.
Los escultores que promovieron los atálidas de Pérgamo (actual Bergama, Turquía), en Asia Menor, siguieron la escuela de Escopas, representando el cuerpo humano en las escenas de combate retorciéndose en movimientos violentos. Son temas sublimes, heroicos, en grandes conjuntos.

Un ejemplo notable es el friso de más de 100 metros del altar de Zeus en Pérgamo (Museos Estatales de Berlín), que muestra la lucha entre dioses y gigantes. Este trabajo fue levantado en Pérgamo por encargo del rey Eumenes II, hijo de Atalo I, que ganó numerosas batallas contra los gálatas y el rey seléucida Antíoco III el Grande. 

Los altorrelieves de la Gigantomaquia del Altar de Zeus son de extrema violencia y extraordinaria soltura en el movimiento.



También hay obras de gran patetismo, en especial el grupo de los galos, tal vez obra de Epígonos, erigido por el rey Atalo I, al acabar la guerra con los galos y sirios, en el que los vencidos son ensalzados por su valor, con obras como el Galo Ludovisi y el Galo moribundo (o Galo Capitolino), de extraordinario naturalismo realista y patetismo, con cuerpos desequilibrados que transmiten la violencia de la muerte.

Escuela de Rodas.
La escuela de Rodas, en una rica república marítima y comercial, sigue las tendencias de la escuela de Pérgamo, con características de colosalismo y un movimiento contorsionado que expresa el dolor.
La Niké o Victoria de Samotracia (h. 190 aC, procedente del santuario de Cabiros en Samotracia, hoy en el Louvre) conmemora una victoria naval de Rodas sobre Antíoco III de Siria. Tal vez es obra de Pithókritos. Es de un canon exagerado (2,25 metros). La diosa desciende sobe la proa de una nave victoriosa. Destaca por su postura en movimiento, las alas desplegadas, el cuerpo adelantado, una pierna avanzada, desafiando al viento, con vestidos de rico plegado.

El grupo del Toro Farnesio es el más monumental con sus 3,7 m de altura, conservado en una copia romana que se hallaba en las Termas de Caracalla.

El grupo de Laocoonte y sus hijos (h. 100 aC). Es conocido por una copia en mármol (50 dC; hoy en el Vaticano) realizada en Rodas por una familia: Agesandros, Polydoros y Athenodoros; llevado a Roma, fue descubierto en 1506 e influyó en la escultura del Cinquecento, por ejemplo en la terribilità de Miquel Ángel. Representa un pasaje de la Eneida de Virgilio, en el cual Laocoonte, sacerdote de Apolo, se opone a la entrada del caballo griego en Troya y él y sus hijos son atacados por serpientes enviadas por los dioses. Muestra con gran dramatismo (se ha hablado de composición teatral) el dolor físico y moral, con recursos formales como la expresividad psicológica del rostro y los músculos, el movimiento de los miembros, la línea diagonal (que también sugiere movimiento), el claroscuro (en los rostros, cabellos y miembros), la composición que enlaza mediante las serpientes a las tres figuras y que además es una composición centrípeta porque la fuerza y la tensión surge del centro hacia afuera. La anatomía es de acusado naturalismo realista, con los músculos en tensión explosiva.


Cares de Lindos realizó el famoso y monumental Coloso de Rodas, un Helios de bronce, tal vez de 31 o 32 metros de altura, con una antorcha en la mano derecha. Realizado en 305, conmemoraba la victoria de los rodios sobre Demetrio Poliórcetes. Cayó derribado por un terremoto h. 225 o 224 aC. Sus restos se conservaron hasta el siglo VIII.

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