sábado, 4 de noviembre de 2017

Las características del modernismo catalán.

Las características del modernismo catalán.

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Rusiñol.

El Modernismo catalán apareció a partir de finales del siglo XIX, alrededor de la revista “L’Avenç” (1881), en la que colaboraban varios de los más arriesgados jóvenes intelectuales catalanes (Jaume Massó i Torrens, R. D. Perés, Ramon Casas...). Su ideología era el positivismo, el realismo y el naturalismo. A partir de la campaña de 1891 de reforma ortográfica del catalán se incorporaron Alexandre Cortada, Raimon Casellas, Joan Maragall, Santiago Rusiñol, Pompeu Fabra... Fue la incorporación de Jaume Brossa en 1892 lo que proporcionó coherencia al movimiento. [Castellanos. Modernisme i Noucentisme. L’Avenç”, 25 (III-1980): 26].

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Casas. Ramón Casas y Pere Romeu en un tándem (1897). Una de las pinturas más emblemáticas del movimiento modernista catalán.

Dupin (1961, 1993) explica la historia cultural y artística de la Cataluña de principios del siglo XX, la de la formación de Miró, como el enfrentamiento de dos movimientos, el modernismo y el noucentismo: ‹‹Volvamos a comienzos de siglo, al renacimiento del espíritu y del nacionalismo catalanes. Dos tendencias opuestas se enfrentaron en el campo artístico, arquitectónico y literario.›› Esta debía ser la visión, dialéctica, del propio Miró, desgarrado entre sus fidelidades al progresismo modernista y a las clásicas raíces mediterráneas y catalanistas del noucentismo. Y Dupin acto seguido considera al modernismo como encarnación del espíritu catalán más aperturista a la vanguardia europea:
‹‹En el polo opuesto [al noucentisme], los modernistas, que vienen de más lejos, desde 1884, con los pintores Rusiñol y Canals [se refiere a Casas], buscan fuera las armas para combatir el inmovilismo ambiente. Los modernistas prefieren remitirse al simbolismo, a Maeterlinck especialmente, a Böcklin, a los prerrafaelistas. Una segunda generación de pintores se reúne en el Círculo Artístico de Barcelona y hace gala de bohemia, de anarquismo anticlerical, de simbolismo decadente: Urgell, Mir, José María Sert y, por encima de todos, Nonell, el más célebre, que después influirá en el Picasso del período azul. Se reúnen en la cervecería “Els 4 Gats” con toda la vanguardia barcelonesa. Allí se les unirá y los dibujará Picasso, que celebra su primera exposición, precisamente en Barcelona, en 1890.›› [Dupin. Miró. 1993: 12.]

Para comprender su esencia comencemos por una pregunta. ¿Por qué no triunfó el modernismo en sus aspiraciones? Sus críticos concuerdan que se debió al divorcio insuperable entre la teoría y la práctica [Calvo Serraller. Imágenes de lo insignificante. 1987: 106.], entre sus ideales de reverencia al pasado y su pretensión de labrar el futuro, entre el arte que defendía y una sociedad que había ido mucho más allá, entre el individualismo que ofrecía como solución y el colectivismo de las respuestas que requería la sociedad. Este mismo divorcio es el que se achacará a Miró en cuanto a su compromiso.
En Cataluña el modernismo tuvo un significado especial, que Barey resume así: ‹‹El mot “modernisme” neix d’aquells grups d’artistes “diferents”, amb el propòsit de revitalitzar una cultura catalana arrelada en el passat. Progressista i inquiet, l’home amodern” es definia com el destructor d’un immobilisme representat per la burgesia que, a poc a poc, assimilà i finaçà els seus projectes. El modernisme passà d’una postura combativa a una “moda” plena de floritures de la qual renegaren els seus promotors.›› [Barey, André. Sobre la significació del terme modernisme. “L’Avenç” 65 (XI-1983): 22.]
De este modo, el modernismo se convirtió en un arte oficial, fomentado entonces y recuperado en el futuro por las instituciones catalanas, como una prueba tangible de que el catalanismo podía ser modernizador. De resultas, es el movimiento artístico mejor estudiado en la Cataluña contemporánea, como muestra la reciente bibliografía.

La aportación modernista más importante al arte catalán es indiscutiblemente la arquitectura, con dos corrientes: racionalista una (Domènech i Montaner sería su adalid), que prefiguraría el Movimiento Moderno de Le Corbusier; y otra irracionalista (con Gaudí a la cabeza, cuya influencia sobre Miró han resaltado la mayoría de los autores), que se emparenta con el organicismo de Wright. Dupin (1961, 1993) resume esta subdivisión:
‹‹El modernismo marcó en particular y de forma duradera la arquitectura y el urbanismo de Barcelona, donde encontramos idéntica pasión por el simbolismo, por Wagner, por la ciencia y el espíritu decadente, amén de una búsqueda persistente de la identidad catalana. Las realizaciones de Domènech i Montaner y Puig i Cadafalch ilustran los objetivos de un grupo que creía en el progreso, en la apertura, en la renovación de las formas, en la síntesis entre tecnología moderna y tradición catalana. Frente a ellos tienen a otros arquitectos modernistas, más audaces en su visión del “Art Nouveau”, que denuncian su cientificismo, reanudan sus lazos con la Iglesia y defienden un arte visionario atento a la naturaleza. Naturaleza que integran brillantemente al nihilismo de Ibsen, de Tolstoi y de Nietzsche. Gaudí, arquitecto de genio, encarna dicha corriente, seguido por algunos otros talentos: Jujol, Rubio o Martorell.›› [Dupin. Miró. 1993: 12-13.]
En Cataluña se asoció al principio con un deseo de modernidad, como apunta Bozal, un vínculo con las novedades artísticas europeas y en particular el impresionismo, el simbolismo, el decadentismo fin de siècle y los prerrafaelitas [Marfany. Aspectes del Modernisme. 1975: 47]; al tiempo que era una corriente de genuina expresión nacional catalana, con unos rasgos inequívocamente regeneracionistas e innovadores, como por ejemplo un sentido de rebelión artística en la que se reivindicaba un nuevo papel para el arte y el artista en la sociedad moderna.
Bozal ha destacado las contradicciones del modernismo, poseyendo varios rasgos propios a la vez de la tradición y de la modernidad: la búsqueda de una identidad nacional catalana, la incorporación de corrientes culturales y artísticas europeas, la investigación en la tradición cultural y el uso de formas artísticas propias de esa tradición, el rechazo de las formas no cosmopolitas (en especial la pintura de historia y la anecdótica), la afirmación de un cierto espiritualismo frente al materialismo naturalista. [Bozal. Pintura y escultura españolas del siglo XX (1900-1939). 1995: 26] Esto debía favorecer su disgregación y su evolución hacia el noucentismo.
Marfany (1975) considera que se debe al modernismo y luego al noucentismo el proceso de modernización de la cultura catalana a caballo del 1900: ‹‹el procés de transformació de la cultura catalana de cultura tradicionalista i regional en cultura moderna i nacional, procés que es desenvolupa durant la darrera dècada del segle passat i la primera d’aquest i que és coronat pel noucentisme en una direcció molt concreta i amb exclusió de qualselvol altre.›› [Marfany, J.-L. Aspectes del Modernisme. 1975: 34. cit. Lubar. 1988: 4-5.], aunque fue con unos perfiles exclusivistas que perjudicaron a la postre su fuerza transformadora.

Pero contra la panoplia modernista se levantó el obispo Torras, quien criticó el modernismo como un exceso anárquico —salvo la obra de Gaudí y de Maragall, naturalmente— [Casals, Josep. Nou-cents i modernitat. “El País”, Quadern nº 113 (24-XI-1984) 3]. Torras era crítico respecto al modernismo, al que consideraba una importación nórdica sin raíces mediterráneas, aunque su llegada significaba que había una necesidad espiritual insatisfecha de los jóvenes catalanes. Esto se comprueba en su De la fruïció artística (primera conferencia al Círcol Artístic de Sant Lluc, 1-III-1894), en Obres completes. v. II, 1986, 216-256. También en su texto L’art modernista, en Notes d’art (inéditas, 1936), en Obres completes. v. II, 1986: 435. En otra nota: ‹‹L’Art modernista de tot fa misteris; és la reacció exagerada d’aquella tendència que volia anihilar els misteris››. [Torras. Nòtules d’art agnòstic, en Notes d’art (inéditas, 1936), en Obres completes. v. II, 1986: 484]. Torras declara que modernismo y cristianismo son opuestos, porque el primero no quiere tener fe, se guía sólo por la razón, que al final siempre cae en el escepticismo. [L’art modernista i l’idealisme cristià, en Notes d’art (inéditas, 1936), op. cit.: 451]. Añado que en esta última nota Torras hace una referencia a consultar un asunto de arte moderno a Artigas, seguramente Llorens Artigas, quien era socio del Círcol de Sant Lluc y muy católico.
El jesuita J. M. Aicardo afirmará: ‹‹No, cap dels déus del Modernisme és fill de la nostra terra beneïda!›› [Aicardo. cit. Valentí. El primer modernismo literario catalán... 1973: 51.] Ante tal batería de ataques, pronto el movimiento modernista se dividió y debilitó, hasta que el catolicismo conservador, opuesto a las ideas más progresistas de la primera generación modernista, acabó por vaciarlo de su sentido más transgresor. Adoptó entonces formas más conservadoras, dado que la burguesía catalana era menos poderosa y progresista que la europea y lo integró y domeñó, perdiendo su originaria naturaleza casi revolucionaria. Además, había una contradicción insalvable entre su ansia de apertura internacional y su carácter de movimiento artístico representativo del ascendente nacionalismo catalán.
Pese a todo, el modernismo catalán consiguió un superior rango social para el arte y la música, y preparó el advenimiento del noucentismo y más tarde de las primeras vanguardias catalanas, gracias, sobre todo, a que en el mercado del arte apareció en 1874 la primera galería comercial de arte en Barcelona, la de Joan Baptista Parés, que en 1890 promovió la primera exposición modernista y tuvo un papel esencial en el gusto artístico barcelonés hasta bien entrado el siglo XX.
Sobre la Sala Parés una monografia relevante es Maragall, Joan A. Història de la Sala Parés. 1975. Es una historia ilustrada sobre la evolución de la pintura catalana entre 1875 y 1975, en la que pueden verse obras de casi todos los artistas contemporáneos catalanes de Miró, menos de éste, porque Miró jamás perdonó el inicial rechazo de la galería a exponer su obra, pese a que a finales de los años 20 los Maragall intentaron subsanarlo.

Las manifestaciones arquitectónicas modernistas, en especial las de Gaudí y las de Domènech i Montaner, representaban el empuje vital de la burguesía catalana, mientras que la pintura de Casas y Rusiñol traía a Cataluña el influjo de la suma del naturalismo realista de Courbet y los paisajistas parisinos, la frialdad del impresionismo tardío de Monet y el simbolismo poético de Whistler, un transplante tan exógeno que explica que no arraigase del todo en Barcelona y que siempre fuera una pintura hecha en París, lo mismo que le ocurrirá a la obra de Miró. La *<VI Exposición Internacional de Bellas Artes> de Barcelona (1911) fue, a la vez, la consagración y el canto del cisne del modernismo, del cual Miró contempló las últimas obras como un camino a punto de fenecer, cuando ya el noucentismo descollaba. El mayor influjo del modernismo fue en verdad más vaporoso pero decisivo: sustituyó la Roma de Fortuny por el París de Rusiñol y Casas como principal foco de atención de los jóvenes artistas barceloneses.
Sin duda Pascó es el introductor de Miró al modernismo, pero la influencia de este movimiento le llega también desde otros muchos artistas y escritores, por una especie de ósmosis con el espíritu dominante en las artes y las letras de su juventud.

FUENTES.
Exposiciones.
*<Barcelona 1900>. Ámsterdam. Van Gogh Museum (21 septiembre 2007-20 enero 2008). Comisaria: Teresa M. Sánchez. Cat. 196 pp. Reseña de Fancelli, Agustí. Tres décadas prodigiosas del modernismo catalán. “El País” (21-IX-2007) 53.

Libros.
AA.VV. El temps del Modernisme. Cicle de conferències en el CIC de Terrassa, curs 1979/80. Pub. Abadia de Montserrat. Barcelona. 1985. 288 pp.
Cacho Viu, Vicente (prólogo y antología). Els modernistes i el nacionalisme cultural (1881-1906). Antologia. La Magrana. Barcelona. 1984. 368 pp. Reúne textos político-culturales de la época.

Artículos.
AA.VV. 100 anys de l’Exposició Universal de Barcelona. “El País” Quadern 294 (19-V-1988) 1-13. Artículos de Eduardo Mendoza, Xavier Tafunell Sambola, Pere Hereu Payet (Arquitectura), Xavier Fabré, Ferran Sagarra, Jordi Nadal, Manuel Arranz.
Bohigas, Oriol. Modernismo, arte total. “El País” Artes, 128 (6-X-1990) 4-5.
Bornay, Erika. Alexandre de Riquer, capdaventer del Modernisme. “El País” Quadern 125 (17-II-1985) 5.
Carandell, Josep Maria. La fantasmagoría de Gaudí. Elsinor a La Pedrera. “El País” Quadern 407 (19-VII-1990) 8.
Carandell, Josep Maria. Gaudí com a poeta simbolista. “El País” Quadern 438 (21-II-1991) 8.
Casals, Josep. Nou-cents i modernitat. “El País” Quadern 113 (24-XI-1984) 3. Referencias italo-catalanas.
Castellanos, Jordi. Modernisme i Noucentisme. “L’Avenç” 25 (III-1980) 177-203.
Dollens, Dennis L. Jujol, sin Gaudí. “El País” Artes 58 (22-IV-1989. p.3.
F., J. El Cercle Artístic de Sant Lluc: 75 anys. “Serra d’Or” 109 (X-1968).
Fullà, Ferran. Ciència, la cara oculta del modernisme. “El País” Quadern 558 (24-VI-1993) 1-3. Sobre la paradoja modernista de que la concepción científica se distancia del individualismo y de la exaltación del genio y la intuición.
García Espuche, Albert. Las formas del Modernismo. “El País” Artes 116 (9-VI-1990) 8-9.
Giralt-Miracle, Daniel. Las formas del Modernismo. “El País” Artes 116 (9-VI-1990) 8-9.
Güell Guix, Xavier. Constructors de la Catalunya moderna. “El País” Quadern 375 (7-XII-1989) 1-4. Homenaje de antológica a Lluís Domènech i Montaner.
Hereu Payet, Pere (arquitecto), en VV.AA. 100 anys de l’Exposició Universal de Barcelona. “El País” Quadern 294 (19-V-1988) 1-13.
Julián, Inmaculada. Entre la tradición y la vanguardia (1900-1925). “Actas IX Congreso Nacional CEHA. El arte español en épocas de transición”. León. 1992. v. II. p. 265-280. Referencias a Miró y la Agrupació Courbet.
Manresa, Andreu. La catedral de Mallorca, l’obra de la Seu. “El País” Quadern 486 (23-I-1992) 6.
Montaner, Josep Maria. Constructors de la Catalunya moderna. “El País” Quadern 375 (7-XII-1989) 1-4. Homenaje de antológica a Josep Puig i Cadafalch.
Montaner, J.M. El Modernisme. “El País” Quadern 401 (7-VI-1990) 1, 5-8. Reseña de exposición en La Pedrera *<El Quadrat d’Or, centre de la Barcelona modernista>.
Navarro Arisa, J. J. El Modernisme. “El País” Quadern 401 (7-VI-1990) 1, 5-8. Reseña de exposición en La Pedrera *<El Quadrat d’Or, centre de la Barcelona modernista>.
Pastor, Carles. En fem un gran massa del modernisme. “El País” Quadern 418 (4-X-1990) 2-4. Entrevistas a Joan Lluís Marfany i Alan Yates, profesores de lengua y literatura catalana en Inglaterra.
 Ros, Elianne. Artistes que van fer època. “El País” Quadern 438 (21-II-1991) 2. Reseña de exposición en Girona de obras modernistas y noucentistas del MAM.
Serra, Catalina. Modernismo, arte total. “El País” Artes 128 (6-X-1990) 4-5.

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