lunes, 18 de mayo de 2015

Comentario: El gran masturbador (1929), de Dalí.

Comentario: El gran masturbador (1929), de Dalí.


Descripción.
Se trata de una pintura al óleo sobre lienzo (110 x 150), de col. MNCARS de Madrid, al que llegó por una donación del artista, que mantuvo esta obra en su colección particular hasta el final de su vida.

Análisis formal.
El espacio se estructura al modo clásico, con perspectiva lineal y una visión del espectador desde una posición ligeramente elevada. La composición es estática y simétrica aunque ligeramente descompensada en cuanto a las masas hacia la izquierda. El horizonte es amplio pues busca un efecto de infinitud que consigue bajando la línea del horizonte, de modo que se funde con la línea del suelo.
Predomina el dibujo, generalmente curvilíneo, a veces con una línea nerviosa.
El colorido es rico y brillante, combinando colores fríos y cálidos, con pinceladas planas y poco pastosas, procurando evitar los efectos matéricos.
Una luz fría e irreal invade la composición dándole un aspecto de ensoñación con poderosos claroscuros. Las sombras negras inquietantes que se proyectan indican la presencia de un foco de luz desde la izquierda.
El elemento central es una gran masa amarillenta y angulosa de cuyo extremo superior en la izquierda surge la cabeza de una mujer que se acerca a unos genitales masculinos. Además están representados una cabeza de león, una langosta, unas hormigas, un ancla/anzuelo, unos personajes que pasean solitarios, un lirio. El desdoblamiento de las figuras será un recurso formal recurrente en Dalí, que lo asocia al dualismo hombre/mujer, día/noche, vida/muerte...
Las figuras se representan con un poderoso modelado, muy diferenciado. La mujer se delinea ondulante, según el prototipo de mujer que había difundido el modernismo y el Art déco, mientras que el hombre al que se acerca parece una escultura y las otras figuras en el plano inferior semejan maniquíes en su inmovilidad.

Análisis temático.
El tema representado es bastante complejo, pues aparecen numerosos elementos cargados de simbolismo.
La gran masa amarillenta con nariz, ojo y ceja, y un peinado muy marcado, representa sin duda un autorretrato del pintor, quien era muy pálido y con una enorme nariz, y está representado como en el autorretrato anterior Naturaleza muerta al claro de luna malva (1927), de perfil. Esto sugiere que sus excrecencias o protuberancias son una confesión autobiográfica de sus miedos y obsesiones


La cabeza con mucha probabilidad está inspirada en la cabeza del diablo en una roca antropomorfa que se vislumbra en la tabla del Infierno del tríptico del Jardín de las Delicias.
En la cabeza está pinchada un ancla (o anzuelo) que podría aludir a las exigencias de su familia del año 1929; el padre, un rico notario desconfiaba de la existencia bohemia y la vocación artística del hijo y pensaba cortar su asignación económica para forzarle a poner orden en su vida. La langosta de forma fálica situada donde debiera estar la boca, es una de las muchas y conocidas fobias del pintor, al que ya aterrorizaban de niño, y la asocia a la desintegración de la materia por el devorador insecto que todo lo engulle. El león, otro animal devorador y provisto de inextinguible deseo sexual, enseña asimismo una lengua fálica para remarcar el simbolismo erótico. Las conchas y guijarros hacen alusión al pasado, en concreto a la playa donde disfrutó algunos de los mejores momentos de su infancia, mientras que las hormigas que están en el vientre de la langosta y que ascienden por su cara, son una clara referencia a la muerte, pues indican putrefacción o descomposición del alimento.



La mujer que surge del cuello y se acerca a los genitales del hombre es una alusión sexual a Gala, potenciada por la cercana cabeza de león, símbolo de la sexualidad y del deseo masculino. Como ya se ha dicho, se inspira en un modelo femenino modernista y este a su vez procede del prerrafaelismo inglés.
En contraste con lo anterior, Dalí dispone un lirio, un clásico símbolo de pureza, lo que ha sugerido una interpretación freudiana: la masturbación como forma limpia de sexualidad, asociada al miedo que mantuvo durante toda su vida al coito; tal vez, como apunta Ian Gibson, al miedo que le inculcó su padre a las enfermedades venéreas; u otra opción. Gala le abre una nueva vía de purificación; y aun otra alternativa más, pues el pistilo de la flor tiene una forma fálica. En suma, un juego de acumulación de interpretaciones y matices. 



La figura solitaria en la parte inferior izquierda del saltamontes sería una alusión a otra de sus fobias, la soledad de su juventud, aunque algún crítico sugiere con fundamento que significa una ruptura del artista con su familia, justo lo que acaba de hacer al marchar a París, que el artista imagina como un paisaje desolado. 





En cambio, las dos figuras abrazadas serían la alusión contraria a los paseos desde junto a Gala, su musa, por la playa de Cadaqués en el verano de 1929, cuando se conocieron y él quedó prendado, como explica en numerosos textos autobiográficos. Otros críticos las relacionan con la idea del paseante (el flaneurya presente en las obras de Giorgio de Chirico, que abunda en el tema de la soledad y la visión subjetiva del mundo a la vez que da una nueva escala a toda la escena al poner en comparación con la figura humana.

Significado y contexto.
Es una de las obras más famosas de Dalí, perteneciente a su época inicial de experimentación en el surrealismo figurativo, volcado el artista catalán en un mundo onírico en la frontera entre lo real y lo irreal soñado, creando mundos imaginarios surgidos del inconsciente gracias al automatismo (la acción artística o literaria inmediata, sin meditación previa) y el desafío a la represión y las reglas morales, la interpretación de la vida y lo culto mediante el psicoanálisis de Freud, en especial su interpretación de los sueños y lo irracional.
Los principales antecedentes inmediatos del movimiento surrealista eran el dadaísmo, un estilo que intenta la destrucción del arte por el camino del irracionalismo y la negación de las convenciones, y la pintura metafísica italiana, que profundizaba en los sueños con un lenguaje clásico. Más lejanos eran las experiencias de Arcimboldo con vegetales para las partes del rostro humano, del Bosco en El Jardín de las Delicias, Goya en la serie de las Pinturas Negras (donde incluso se atreve con el tema de la masturbación, precedente de este cuadro daliniano).


Dalí y García Lorca en su época de amistad en la Residencia de Estudiantes.


Dalí junto a Breton y otros miembros del grupo surrealista en 1930.

Dalí, después de su breve etapa en la Residencia de Estudiantes de Madrid, donde inició su amistad con el cineasta Luis Buñuel y el escritor Federico García Lorca, marchó hacia 1929 a París donde se relacionó estrechamente con los artistas Joan Miró y Pablo Picasso, y los intelectuales franceses André Breton, el jefe del grupo surrealista, y Georges Bataille, un ensayista del deseo y la transgresión, todos ellos, tanto artistas como escritores, muy interesados en desafiar los temas prohibidos por la convencional sociedad burguesa, en especial la muerte y el sexo. Dalí seguirá estas vetas de inspiración toda su vida y elevará la transgresión, la ruptura y la provocación a leitmotiv (guía) de su vida y obra.



En los años 30, como derivación de lo anterior, Dalí desarrolló una atrevida teoría, el llamado método paranoico-crítico para la interpretación de las imágenes, que consiste en una multiplicación de las lecturas más sorprendentes de las metáforas visuales. Pintó obras relacionadas con El gran masturbador como El enigma del deseo (1929), La persistencia de la memoria (Relojes blandos) (1931), Premonición de la guerra civil (1936) o El enigma sin fin (1938). En ellas prosigue en la corriente del surrealismo figurativo, como Magritte y Max Ernst, por oposición  al surrealismo abstracto de Miró y Masson.


La persistencia de la memoria (Relojes blandos) (1931).

Fuentes.
Internet.

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